inadaptat susial
Madmaxista
Una visión *naïf del referéndum
ISABEL COIXET
19 *JUL 2017
Catalunya: Una visió naïf del referèndum | Opinió | EL PAÍS Catalunya
Ya digo de entrada que este texto me parece prescindible porque lo escribo con el ánimo de quien construye una estrella y lo intenta hacer volar una tarde de domingo en que no sopla ni una gota de aire. La situación que vivimos en Cataluña en estos últimos tiempos tiene particularidades que a mí, y sospecho que a mucha más gente, me parecen especialmente nocivas.
Aquí enumero algunas; sentíos entregues de borrar las que quered y de añadir las vuestras. Desde hace mucho tiempo se promueve y fomenta continuamente el desprecio hacia los otros territorios del Estado español. Esto es un tipo de pelmaza vuelta al patio de la escuela: este es orate; aquel de allá, un *dropo. Como persona viajada que zoco, puedo dar fe que la tontería y la pereza no son patrimonio exclusivo de ningún pueblo del mundo. Si así fuera, ya me tendrían pidiendo asilo en la tierra de los perezosos.
La pereza está mucho *infravalorada. Se priorizan, antes de que cualquier debate sobre que hay que hacer para mejorar la vida de los ciudadanos, las ventajas de una mítica tierra de *promissió que pasa *indefectiblement por la “desconexión” de España, que, según sus partidarios, es una cosa con la cual soñamos desde la más tierna infancia los ocho millones de catalanes, puesto que vivimos esclavizados, amordazados y subyugados por el perverso Gobierno central. Inciso: a ver, el Gobierno central que tenemos tiene tela y no seré yo quien diga el contrario.
La *matusseria que siguen demostrando hacia la situación en que nos encontramos es sólo comparable en la actitud de las avestruces ante los avances de un bandazo de pumas. Pero de aquí a hablar de esclavitud y subyugación hay un buen trozo. Y en un mundo donde tanta gente es esclavizada y subyugada de verdad, que desde el Gobierno se hable en estos términos hace avergonzar. Que existe en muchos sectores de la población un sentimiento genuinamente nacionalista es innegable y merece el máximo respeto. Personas como *Puigdemont o *Junqueras han confesado –y me los creo– la enorme ilusión que los hace la existencia de un Estado independiente. Es cuando imponen sus aspiraciones, asumiendo que todos las compartimos, cuando empiezan los problemas. No se han molestado a averiguar qué pensamos y por qué los que no compartimos esta ilusión. Si los partidos lo pactan y se establece un marco legal, se podrá hacer una consulta En mí me resulta extremadamente difícil dirimir cuáles son las diferencias reales entre un partido centralista de derechas y otro de catalanista y nacionalista. Los dos, con diferentes acentos y talantes, se han ocupado de crear el nefasto campo de cultivo de la corrupción institucionalizada. Que Ignacio González y uno de Pujol júnior compartan prisión tiene algo de justicia poética, pero ahora necesitamos una justicia más *prosaica para salir de este callejón sin salida que amenaza de enquistarse por siempre jamás más. El debate sobre las esencias patrias ha tragado el debate sobre qué tipo de sociedad queremos. Con la independencia, esto será una mezcla de *Shangri-La, *Legoland y *Ganímedes.
Todavía estoy esperando que alguien me explique cómo será la nueva república independiente catalana. Si alguien tiene alguna pista, por favor, que las comparta. A mí *Legoland me gusta mucho, pero no quiero vivir, debe de ser incómodísimo. Hay un baile de cifras de las balanzas comerciales e impuestos que se plantean para convencer los votantes de las bondades y de la absoluta necesidad de la independencia porque “España nos roba”. Este concepto ha hecho fortuna en un gran sector de la población que se siendo genuinamente nacionalista y que quiere y necesita encontrar alguna explicación para la crisis económica y que, por razones que se me escapan, está convencida que ser catalán es mucho mejor que ser español. Ante esto, dejadme que os dé una noticia en exclusiva: ninguno de las dos cosas es una *bicoca, pero hay cosas bastante peores. Me venden a la cabeza unas cuántas. Llegado a este punto, honestamente yo ya no sé si España me roba más que *Amazon, *Zalando o el operario que me ha clavado 400 euros para arreglarme en cinco minutos el aire acondicionado.
Yo, sinceramente, me he perdido en este debate de cifras y competencias. Hay que dejar de estar *capficats en nuestro ombligo y levantar la vista más allá de banderas y agravios El peor: este estado de cosas, con amenazas apocalípticas constantes desde el Gobierno y el ferry “no sabe, no contesta” del Gobierno español, hace que no tenga cabida ningún tipo de reflexión o diálogo serenos. Los que no pensamos que la independencia sea la mejor de las ideas inmediatamente somos descalificados como fascistas, vendidos en el Gobierno central y una infinidad de requiebros como estas. O, en el mejor de los casos, somos invisibles y se nos barre de la ágora pública. Otra gran noticia: no ser independentista no quiere decir ser fascista ni de Ciutadans ni del PP.
Quiere decir simplemente que pensamos que ser catalán y ser español no son conceptos antagónicos. Respecto a la consulta, si los partidos políticos lo acuerdan, si se cambia la Constitución –que se puede cambiar– y se establece un marco legal, por qué no? Pero un referéndum convocado unilateralmente sin censo y sin ningún control, con el argumento que habría bastante con la mitad más uno para declarar la independencia, no, gracias. Quiero recordar aquí que cuando se convocó el referéndum en el Quebec, los porcentajes requeridos para una decisión de esta magnitud fueron establecidos por el Tribunal Supremo con la premisa que a partir de una clara y rotunda mayoría (no la mitad más un) habría una obligación por parte del resto del país a renegociar la ensambladura del Quebec en el Canadá.
Y ahora viene la coletilla definitivamente *naïf (o *bonista o ingenuo o bobo) de este texto, lo digo por sí queréis dejarlo estar ahora: este no es el momento de crear más fronteras, ni muros ni barreras. Este, quizás más que nunca en la historia, es el momento de construir puentes, de centrarnos en las cosas que tenemos en común, de solucionar las diferencias y las injusticias con una auténtica y genuina voluntad de diálogo, de enfrentarnos juntos, todos los europeos en un marco federal, sin distinciones de pasaportes, a los desafíos de un mundo descabezado, convulso, ardiente, complejo y terrible.
Es el momento de dejar de estar *capficats en nuestro ombligo y de levantar la vista más allá de los límites del que consideramos que es nuestro, más allá de nuestras banderas –por más que las estimamos–, nuestros agravios –por más que tengamos–, nuestro pasado. Yo no tengo mucha certezas, pero he vivido bastante para saber que construir, sumar y estimar siempre es infinitamente mejor que destruir, restar y reprobar.
----------------------
Una visió naïf del referèndum
ISABEL COIXET
19 JUL 2017
Ja dic d'entrada que aquest text em sembla prescindible perquè l'escric amb l'ànim de qui construeix un estel i l'intenta fer volar una tarda de diumenge en què no bufa ni una gota d'aire.
La situació que vivim a Catalunya en aquests últims temps té particularitats que a mi, i sospito que a molta més gent, em semblen especialment nocives. Aquí n'enumero algunes; sentiu-vos lliures d'esborrar les que vulgueu i d'afegir-hi les vostres.
Des de fa molt de temps es promou i fomenta contínuament el menyspreu cap als altres territoris de l'Estat espanyol. Això és una mena de pesada tornada al pati de l'escola: aquest és ximple; aquell d'allà, un dropo. Com a persona viatjada que soc, puc donar fe que la ximpleria i la mandra no són patrimoni exclusiu de cap poble del món. Si fos així, ja em tindrien demanant asil a la terra dels mandrosos. La mandra està molt infravalorada.
Es prioritzen, abans que qualsevol debat sobre què cal fer per millorar la vida dels ciutadans, els avantatges d'una mítica terra de promissió que passa indefectiblement per la “desconnexió” d'Espanya, que, segons els seus partidaris, és una cosa amb la qual somiem des de la més tendra infància els vuit milions de catalans, ja que vivim esclavitzats, emmordassats i subjugats pel pervers Govern central.
Incís: a veure, el Govern central que tenim té tela i no seré jo qui digui el contrari. La matusseria que segueixen demostrant cap a la situació en què ens trobem és només comparable a l'actitud dels estruços davant dels avanços d'una bandada de pumes. Però d'aquí a parlar d'esclavitud i subjugació hi ha un bon tros. I en un món on tanta gent és esclavitzada i subjugada de debò, que des del Govern es parli en aquests termes fa avergonyir.
Que existeix en molts sectors de la població un sentiment genuïnament nacionalista és innegable i mereix el màxim respecte. Persones com Puigdemont o Junqueras han confessat –i me'ls crec– l'enorme il·lusió que els fa l'existència d'un Estat independent. És quan imposen les seves aspiracions, assumint que tots les compartim, quan comencen els problemes. No s'han molestat a esbrinar què pensem i per què els que no compartim aquesta il·lusió.
Si els partits ho pacten i s’estableix un marc legal, es podrà fer una consulta
A mi em resulta extremadament difícil dirimir quines són les diferències reals entre un partit centralista de dretes i un altre de catalanista i nacionalista. Tots dos, amb diferents accents i tarannàs, s'han ocupat de crear el nefast camp de cultiu de la corrupció institucionalitzada. Que Ignacio González i un dels Pujol júnior comparteixin presó té alguna cosa de justícia poètica, però ara necessitem una justícia més prosaica per sortir d'aquest carreró sense sortida que amenaça d'enquistar-se per sempre més.
El debat sobre les essències pàtries ha engolit el debat sobre quin tipus de societat volem. Amb la independència, això serà una barreja de Shangri-La, Legoland i Ganímedes. Encara estic esperant que algú m'expliqui com serà la nova república independent catalana. Si algú té alguna pista, si us plau, que les comparteixi. A mi Legoland m'agrada molt, però no hi vull viure, deu ser incomodíssim.
Hi ha un ball de xifres de les balances comercials i impostos que es plantegen per convèncer els votants de les bondats i de l'absoluta necessitat de la independència perquè “Espanya ens roba”. Aquest concepte ha fet fortuna en un gran sector de la població que se sent genuïnament nacionalista i que vol i necessita trobar alguna explicació per a la crisi econòmica i que, per raons que se m'escapen, està convençuda que ser català és molt millor que ser espanyol. Davant d'això, deixeu-me que us doni una notícia en exclusiva: cap de les dues coses és una bicoca, però hi ha coses bastant pitjors. Me'n venen al cap unes quantes. Arribat a aquest punt, honestament jo ja no sé si Espanya em roba més que Amazon, Zalando o l'operari que m'ha clavat 400 euros per arreglar-me en cinc minuts l'aire condicionat. Jo, sincerament, m'he perdut en aquest debat de xifres i competències.
Cal deixar d’estar capficats en el nostre melic i aixecar la vista més enllà de banderes i greuges
El pitjor: aquest estat de coses, amb amenaces apocalíptiques constants des del Govern i el ferri “no sap, no contesta” del Govern espanyol, fa que no hi tingui cabuda cap tipus de reflexió o diàleg serens. Els que no pensem que la independència sigui la millor de les idees immediatament som desqualificats com a feixistes, venuts al Govern central i una infinitat de floretes com aquestes. O, en el millor dels casos, som invisibles i se'ns escombra de l'àgora pública. Una altra gran notícia: no ser independentista no vol dir ser feixista ni de Ciutadans ni del PP. Vol dir simplement que pensem que ser català i ser espanyol no són conceptes antagònics. Respecte a la consulta, si els partits polítics l'acorden, si es canvia la Constitució –que es pot canviar– i s'estableix un marc legal, per què no?
Però un referèndum convocat unilateralment sense cens i sense cap control, amb l'argument que n'hi hauria prou amb la meitat més un per declarar la independència, no, gràcies. Vull recordar aquí que quan es va convocar el referèndum al Quebec, els percentatges requerits per a una decisió d'aquesta magnitud van ser establerts pel Tribunal Suprem amb la premissa que a partir d'una clara i rotunda majoria (no la meitat més un) hi hauria una obligació per part de la resta del país a renegociar l'encaix del Quebec al Canadà.
És el moment de deixar d'estar capficats en el nostre melic i d'aixecar la vista més enllà dels límits del que considerem que és nostre, més enllà de les nostres banderes –per més que les estimem–, els nostres greuges –per més que en tinguem–, el nostre passat. Jo no tinc gaire certeses, però he viscut prou per saber que construir, sumar i estimar sempre és infinitament millor que destruir, restar i reprobar.
ISABEL COIXET
19 *JUL 2017
Catalunya: Una visió naïf del referèndum | Opinió | EL PAÍS Catalunya
Ya digo de entrada que este texto me parece prescindible porque lo escribo con el ánimo de quien construye una estrella y lo intenta hacer volar una tarde de domingo en que no sopla ni una gota de aire. La situación que vivimos en Cataluña en estos últimos tiempos tiene particularidades que a mí, y sospecho que a mucha más gente, me parecen especialmente nocivas.
Aquí enumero algunas; sentíos entregues de borrar las que quered y de añadir las vuestras. Desde hace mucho tiempo se promueve y fomenta continuamente el desprecio hacia los otros territorios del Estado español. Esto es un tipo de pelmaza vuelta al patio de la escuela: este es orate; aquel de allá, un *dropo. Como persona viajada que zoco, puedo dar fe que la tontería y la pereza no son patrimonio exclusivo de ningún pueblo del mundo. Si así fuera, ya me tendrían pidiendo asilo en la tierra de los perezosos.
La pereza está mucho *infravalorada. Se priorizan, antes de que cualquier debate sobre que hay que hacer para mejorar la vida de los ciudadanos, las ventajas de una mítica tierra de *promissió que pasa *indefectiblement por la “desconexión” de España, que, según sus partidarios, es una cosa con la cual soñamos desde la más tierna infancia los ocho millones de catalanes, puesto que vivimos esclavizados, amordazados y subyugados por el perverso Gobierno central. Inciso: a ver, el Gobierno central que tenemos tiene tela y no seré yo quien diga el contrario.
La *matusseria que siguen demostrando hacia la situación en que nos encontramos es sólo comparable en la actitud de las avestruces ante los avances de un bandazo de pumas. Pero de aquí a hablar de esclavitud y subyugación hay un buen trozo. Y en un mundo donde tanta gente es esclavizada y subyugada de verdad, que desde el Gobierno se hable en estos términos hace avergonzar. Que existe en muchos sectores de la población un sentimiento genuinamente nacionalista es innegable y merece el máximo respeto. Personas como *Puigdemont o *Junqueras han confesado –y me los creo– la enorme ilusión que los hace la existencia de un Estado independiente. Es cuando imponen sus aspiraciones, asumiendo que todos las compartimos, cuando empiezan los problemas. No se han molestado a averiguar qué pensamos y por qué los que no compartimos esta ilusión. Si los partidos lo pactan y se establece un marco legal, se podrá hacer una consulta En mí me resulta extremadamente difícil dirimir cuáles son las diferencias reales entre un partido centralista de derechas y otro de catalanista y nacionalista. Los dos, con diferentes acentos y talantes, se han ocupado de crear el nefasto campo de cultivo de la corrupción institucionalizada. Que Ignacio González y uno de Pujol júnior compartan prisión tiene algo de justicia poética, pero ahora necesitamos una justicia más *prosaica para salir de este callejón sin salida que amenaza de enquistarse por siempre jamás más. El debate sobre las esencias patrias ha tragado el debate sobre qué tipo de sociedad queremos. Con la independencia, esto será una mezcla de *Shangri-La, *Legoland y *Ganímedes.
Todavía estoy esperando que alguien me explique cómo será la nueva república independiente catalana. Si alguien tiene alguna pista, por favor, que las comparta. A mí *Legoland me gusta mucho, pero no quiero vivir, debe de ser incómodísimo. Hay un baile de cifras de las balanzas comerciales e impuestos que se plantean para convencer los votantes de las bondades y de la absoluta necesidad de la independencia porque “España nos roba”. Este concepto ha hecho fortuna en un gran sector de la población que se siendo genuinamente nacionalista y que quiere y necesita encontrar alguna explicación para la crisis económica y que, por razones que se me escapan, está convencida que ser catalán es mucho mejor que ser español. Ante esto, dejadme que os dé una noticia en exclusiva: ninguno de las dos cosas es una *bicoca, pero hay cosas bastante peores. Me venden a la cabeza unas cuántas. Llegado a este punto, honestamente yo ya no sé si España me roba más que *Amazon, *Zalando o el operario que me ha clavado 400 euros para arreglarme en cinco minutos el aire acondicionado.
Yo, sinceramente, me he perdido en este debate de cifras y competencias. Hay que dejar de estar *capficats en nuestro ombligo y levantar la vista más allá de banderas y agravios El peor: este estado de cosas, con amenazas apocalípticas constantes desde el Gobierno y el ferry “no sabe, no contesta” del Gobierno español, hace que no tenga cabida ningún tipo de reflexión o diálogo serenos. Los que no pensamos que la independencia sea la mejor de las ideas inmediatamente somos descalificados como fascistas, vendidos en el Gobierno central y una infinidad de requiebros como estas. O, en el mejor de los casos, somos invisibles y se nos barre de la ágora pública. Otra gran noticia: no ser independentista no quiere decir ser fascista ni de Ciutadans ni del PP.
Quiere decir simplemente que pensamos que ser catalán y ser español no son conceptos antagónicos. Respecto a la consulta, si los partidos políticos lo acuerdan, si se cambia la Constitución –que se puede cambiar– y se establece un marco legal, por qué no? Pero un referéndum convocado unilateralmente sin censo y sin ningún control, con el argumento que habría bastante con la mitad más uno para declarar la independencia, no, gracias. Quiero recordar aquí que cuando se convocó el referéndum en el Quebec, los porcentajes requeridos para una decisión de esta magnitud fueron establecidos por el Tribunal Supremo con la premisa que a partir de una clara y rotunda mayoría (no la mitad más un) habría una obligación por parte del resto del país a renegociar la ensambladura del Quebec en el Canadá.
Y ahora viene la coletilla definitivamente *naïf (o *bonista o ingenuo o bobo) de este texto, lo digo por sí queréis dejarlo estar ahora: este no es el momento de crear más fronteras, ni muros ni barreras. Este, quizás más que nunca en la historia, es el momento de construir puentes, de centrarnos en las cosas que tenemos en común, de solucionar las diferencias y las injusticias con una auténtica y genuina voluntad de diálogo, de enfrentarnos juntos, todos los europeos en un marco federal, sin distinciones de pasaportes, a los desafíos de un mundo descabezado, convulso, ardiente, complejo y terrible.
Es el momento de dejar de estar *capficats en nuestro ombligo y de levantar la vista más allá de los límites del que consideramos que es nuestro, más allá de nuestras banderas –por más que las estimamos–, nuestros agravios –por más que tengamos–, nuestro pasado. Yo no tengo mucha certezas, pero he vivido bastante para saber que construir, sumar y estimar siempre es infinitamente mejor que destruir, restar y reprobar.
----------------------
Una visió naïf del referèndum
ISABEL COIXET
19 JUL 2017
Ja dic d'entrada que aquest text em sembla prescindible perquè l'escric amb l'ànim de qui construeix un estel i l'intenta fer volar una tarda de diumenge en què no bufa ni una gota d'aire.
La situació que vivim a Catalunya en aquests últims temps té particularitats que a mi, i sospito que a molta més gent, em semblen especialment nocives. Aquí n'enumero algunes; sentiu-vos lliures d'esborrar les que vulgueu i d'afegir-hi les vostres.
Des de fa molt de temps es promou i fomenta contínuament el menyspreu cap als altres territoris de l'Estat espanyol. Això és una mena de pesada tornada al pati de l'escola: aquest és ximple; aquell d'allà, un dropo. Com a persona viatjada que soc, puc donar fe que la ximpleria i la mandra no són patrimoni exclusiu de cap poble del món. Si fos així, ja em tindrien demanant asil a la terra dels mandrosos. La mandra està molt infravalorada.
Es prioritzen, abans que qualsevol debat sobre què cal fer per millorar la vida dels ciutadans, els avantatges d'una mítica terra de promissió que passa indefectiblement per la “desconnexió” d'Espanya, que, segons els seus partidaris, és una cosa amb la qual somiem des de la més tendra infància els vuit milions de catalans, ja que vivim esclavitzats, emmordassats i subjugats pel pervers Govern central.
Incís: a veure, el Govern central que tenim té tela i no seré jo qui digui el contrari. La matusseria que segueixen demostrant cap a la situació en què ens trobem és només comparable a l'actitud dels estruços davant dels avanços d'una bandada de pumes. Però d'aquí a parlar d'esclavitud i subjugació hi ha un bon tros. I en un món on tanta gent és esclavitzada i subjugada de debò, que des del Govern es parli en aquests termes fa avergonyir.
Que existeix en molts sectors de la població un sentiment genuïnament nacionalista és innegable i mereix el màxim respecte. Persones com Puigdemont o Junqueras han confessat –i me'ls crec– l'enorme il·lusió que els fa l'existència d'un Estat independent. És quan imposen les seves aspiracions, assumint que tots les compartim, quan comencen els problemes. No s'han molestat a esbrinar què pensem i per què els que no compartim aquesta il·lusió.
Si els partits ho pacten i s’estableix un marc legal, es podrà fer una consulta
A mi em resulta extremadament difícil dirimir quines són les diferències reals entre un partit centralista de dretes i un altre de catalanista i nacionalista. Tots dos, amb diferents accents i tarannàs, s'han ocupat de crear el nefast camp de cultiu de la corrupció institucionalitzada. Que Ignacio González i un dels Pujol júnior comparteixin presó té alguna cosa de justícia poètica, però ara necessitem una justícia més prosaica per sortir d'aquest carreró sense sortida que amenaça d'enquistar-se per sempre més.
El debat sobre les essències pàtries ha engolit el debat sobre quin tipus de societat volem. Amb la independència, això serà una barreja de Shangri-La, Legoland i Ganímedes. Encara estic esperant que algú m'expliqui com serà la nova república independent catalana. Si algú té alguna pista, si us plau, que les comparteixi. A mi Legoland m'agrada molt, però no hi vull viure, deu ser incomodíssim.
Hi ha un ball de xifres de les balances comercials i impostos que es plantegen per convèncer els votants de les bondats i de l'absoluta necessitat de la independència perquè “Espanya ens roba”. Aquest concepte ha fet fortuna en un gran sector de la població que se sent genuïnament nacionalista i que vol i necessita trobar alguna explicació per a la crisi econòmica i que, per raons que se m'escapen, està convençuda que ser català és molt millor que ser espanyol. Davant d'això, deixeu-me que us doni una notícia en exclusiva: cap de les dues coses és una bicoca, però hi ha coses bastant pitjors. Me'n venen al cap unes quantes. Arribat a aquest punt, honestament jo ja no sé si Espanya em roba més que Amazon, Zalando o l'operari que m'ha clavat 400 euros per arreglar-me en cinc minuts l'aire condicionat. Jo, sincerament, m'he perdut en aquest debat de xifres i competències.
Cal deixar d’estar capficats en el nostre melic i aixecar la vista més enllà de banderes i greuges
El pitjor: aquest estat de coses, amb amenaces apocalíptiques constants des del Govern i el ferri “no sap, no contesta” del Govern espanyol, fa que no hi tingui cabuda cap tipus de reflexió o diàleg serens. Els que no pensem que la independència sigui la millor de les idees immediatament som desqualificats com a feixistes, venuts al Govern central i una infinitat de floretes com aquestes. O, en el millor dels casos, som invisibles i se'ns escombra de l'àgora pública. Una altra gran notícia: no ser independentista no vol dir ser feixista ni de Ciutadans ni del PP. Vol dir simplement que pensem que ser català i ser espanyol no són conceptes antagònics. Respecte a la consulta, si els partits polítics l'acorden, si es canvia la Constitució –que es pot canviar– i s'estableix un marc legal, per què no?
Però un referèndum convocat unilateralment sense cens i sense cap control, amb l'argument que n'hi hauria prou amb la meitat més un per declarar la independència, no, gràcies. Vull recordar aquí que quan es va convocar el referèndum al Quebec, els percentatges requerits per a una decisió d'aquesta magnitud van ser establerts pel Tribunal Suprem amb la premissa que a partir d'una clara i rotunda majoria (no la meitat més un) hi hauria una obligació per part de la resta del país a renegociar l'encaix del Quebec al Canadà.
És el moment de deixar d'estar capficats en el nostre melic i d'aixecar la vista més enllà dels límits del que considerem que és nostre, més enllà de les nostres banderes –per més que les estimem–, els nostres greuges –per més que en tinguem–, el nostre passat. Jo no tinc gaire certeses, però he viscut prou per saber que construir, sumar i estimar sempre és infinitament millor que destruir, restar i reprobar.
Última edición:
