Nefersen
Nuncio Apostólico
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Una de las mayores intrigas de la exégesis actual es la determinación de la identidad del principal apostol del cristianismo, Pablo de Tarso. Sorprendentemente, y aunque nunca conoció al -supuestamente histórico- Jesús de Nazareth, es el apostol fundador del credo y casi la única referencia que conservamos del S.I.
Pese a ser la base de toda la doctrina católica-ortodoxa, es a la vez reclamado como maestro por todas las escuelas gnósticas y docetistas. Aparece en la historia de la mano del hereje Marción, quien "encuentra" sus primeras epístolas.
Mucho se puede decir sobre Pablo de Tarso, pero el objeto de este hilo es llamar la atención sobre un extraño pasaje en Hechos de los Apóstoles.
En esta novela propagandística católica del S.II, que pretende lavar la imagen del apostol y darle autoridad como heredero de la Iglesia de Jesursalen, sucede que en el capítulo 21 se cuenta que Pablo acude a Jerusalén donde es detenido en el Templo a instancias de unos judíos de Asia. Los soldados romanos lo apresan y lo llevan a la cercana Fortaleza Antonia. Y allí se produce este misterioso pasaje:
37 Cuando comenzaron a meter a Pablo en la fortaleza, dijo al tribuno: ¿Se me permite decirte algo? Y él dijo: ¿Sabes griego?
38 ¿No eres tú aquel egipcio que levantó una sedición antes de estos días, y sacó al desierto los cuatro mil sicarios?
39 Entonces dijo Pablo: Yo de cierto soy hombre judío de Tarso, ciudadano de una ciudad no insignificante de Cilicia; pero te ruego que me permitas hablar al pueblo.
Aquí el soldado le pregunta a Pablo si no es él el revolucionario conocido como el Egipcio, cuya biografía nos relata Josefo en Antigüedades Judía (Libro XX, Cap.VII, 6):
"Con esos hechos perpetrados por los ladrones, la ciudad estaba repleta de crímenes horrendos. Los impostores y los hombres falaces persuadían a la multitud que los siguieran al desierto. Decían que allí les mostrarían signos y señales que sólo pueden producirse por obra y providencia de Dios. Muchos que los creyeron, sufrieron los castigos que merecían por su locura, pues Félix los hizo ejecutar cuando le fueron entregados.
En ese tiempo llegó a Jerusalén un egipcio que simulaba ser profeta, y quiso persuadir a la multitud que ascendiera con él al monte de los Olivos, que se encuentra a la distancia de cinco estadios de la ciudad. Les dijo que desde allí verían caer por su orden los muros de Jerusalén, y les prometió abrirles un camino para volver a la ciudad.
Cuando Félix oyó tales cosas; ordenó a sus soldados que tomaran las armas. Salió de Jerusalén con muchos soldados de caballería y de infantería, y atacó al egipcio y a los que estaban con él. Mató a cuatrocientos de ellos, e hizo prisioneros a doscientos. En cuanto al egipcio, eludió el encuentro y se escapó."
Aparte de las evidentes concomitancias entre este episodio y las profecías de la destrucción del templo que Jesús da en este mismo monte de los Olivos, y su posterior arresto, sorprende que el tribuno pueda confundir -más bien reconocer- a Pablo como el famoso Egipcio.
Y ahora la intriga es la siguiente:
¿Por qué aparece este pasaje en el texto de Hechos?
Normalmente, cuando se incluye algo y luego se refuta, eso refleja que había gente en la época que atribuía esta identidad a Pablo, de forma que el texto se escribe precisamente para refutar. "¿No eres el Egipcio?" "Yo de cierto soy Pablo de Tarso".
Obsérvese que Pablo no niega ser "el Egipcio", sino que afirma "de cierto" ser Pablo de Tarso -y una cosa no excluye a la otra, pues "el Egipcio" no tiene nombre. Lo que nos abre un horizonte de especulaciones.
Pese a ser la base de toda la doctrina católica-ortodoxa, es a la vez reclamado como maestro por todas las escuelas gnósticas y docetistas. Aparece en la historia de la mano del hereje Marción, quien "encuentra" sus primeras epístolas.
Mucho se puede decir sobre Pablo de Tarso, pero el objeto de este hilo es llamar la atención sobre un extraño pasaje en Hechos de los Apóstoles.
En esta novela propagandística católica del S.II, que pretende lavar la imagen del apostol y darle autoridad como heredero de la Iglesia de Jesursalen, sucede que en el capítulo 21 se cuenta que Pablo acude a Jerusalén donde es detenido en el Templo a instancias de unos judíos de Asia. Los soldados romanos lo apresan y lo llevan a la cercana Fortaleza Antonia. Y allí se produce este misterioso pasaje:
37 Cuando comenzaron a meter a Pablo en la fortaleza, dijo al tribuno: ¿Se me permite decirte algo? Y él dijo: ¿Sabes griego?
38 ¿No eres tú aquel egipcio que levantó una sedición antes de estos días, y sacó al desierto los cuatro mil sicarios?
39 Entonces dijo Pablo: Yo de cierto soy hombre judío de Tarso, ciudadano de una ciudad no insignificante de Cilicia; pero te ruego que me permitas hablar al pueblo.
Aquí el soldado le pregunta a Pablo si no es él el revolucionario conocido como el Egipcio, cuya biografía nos relata Josefo en Antigüedades Judía (Libro XX, Cap.VII, 6):
"Con esos hechos perpetrados por los ladrones, la ciudad estaba repleta de crímenes horrendos. Los impostores y los hombres falaces persuadían a la multitud que los siguieran al desierto. Decían que allí les mostrarían signos y señales que sólo pueden producirse por obra y providencia de Dios. Muchos que los creyeron, sufrieron los castigos que merecían por su locura, pues Félix los hizo ejecutar cuando le fueron entregados.
En ese tiempo llegó a Jerusalén un egipcio que simulaba ser profeta, y quiso persuadir a la multitud que ascendiera con él al monte de los Olivos, que se encuentra a la distancia de cinco estadios de la ciudad. Les dijo que desde allí verían caer por su orden los muros de Jerusalén, y les prometió abrirles un camino para volver a la ciudad.
Cuando Félix oyó tales cosas; ordenó a sus soldados que tomaran las armas. Salió de Jerusalén con muchos soldados de caballería y de infantería, y atacó al egipcio y a los que estaban con él. Mató a cuatrocientos de ellos, e hizo prisioneros a doscientos. En cuanto al egipcio, eludió el encuentro y se escapó."
Aparte de las evidentes concomitancias entre este episodio y las profecías de la destrucción del templo que Jesús da en este mismo monte de los Olivos, y su posterior arresto, sorprende que el tribuno pueda confundir -más bien reconocer- a Pablo como el famoso Egipcio.
Y ahora la intriga es la siguiente:
¿Por qué aparece este pasaje en el texto de Hechos?
Normalmente, cuando se incluye algo y luego se refuta, eso refleja que había gente en la época que atribuía esta identidad a Pablo, de forma que el texto se escribe precisamente para refutar. "¿No eres el Egipcio?" "Yo de cierto soy Pablo de Tarso".
Obsérvese que Pablo no niega ser "el Egipcio", sino que afirma "de cierto" ser Pablo de Tarso -y una cosa no excluye a la otra, pues "el Egipcio" no tiene nombre. Lo que nos abre un horizonte de especulaciones.
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