M. Priede
Será en Octubre
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El socialismo ibérico está a la deriva en la cuestión nacional desde hace décadas precisamente porque ha dejado de creer en España como nación.
En los medios de la derechita pudimos escuchar las explicaciones y las consignas de siempre. Los tertulianos liberales hablaban de dinero, de cómo iba a afectar a los catalanes la salida de España, la salida del euro. También hablaban del artículo 2 de la Constitución (la indisolubilidad de la Nación española) y el 155, que recoge la coacción estatal y que, en último término, permite la suspensión de las instituciones autonómicas. Hablaban incluso de sacar los tanques a la calle. Eso sí, al amparo del ordenamiento vigente.
La ultraderecha totalitaria no habló. No habló porque no sabe razonar. Se limitó a la acción directa. Un grupo de descontrolados reventó un acto institucional de la Generalitat en la librería Blanquerna de Madrid con consignas propias de un autobús escolar. Interpretación neo-marxista de la “Vía catalana” |
Ya es muy tarde para eso. Eso se tendría que haber empezado hace tres décadas, ahora ya no sirve de nada. Ni siquiera hoy en día se hará, uno porque tenemos la izquierda más impresentable que quepa imaginar, semianalfabeta y exaltada, y además una derecha no menos impresentable que la izquierda: Soraya Sáenz de Santamaría lo decía no hace mucho, con ese gesto de niñata sencilla: "hablar de historia no sirve de nada".
A los catalanes actuales da igual ponerles los datos delante de la cara, mostrarles las mentiras que les han contado acerca de su historia, que por otra parte no interesa en ningún lugar del mundo salvo a ellos, allí donde da réditos electorales; uno porque es una historia ridícula, falsa de principio a fin y que no interesa a nadie, salvo, como digo, a los propios implicados, y otro porque lo que buscan no es tanto la independencia como hacer cositas dos veces al coste de una; o comer a la carta y ponernos a menú barato a los demás, al paso que exigen que paguemos su factura, cobrando impuestos en España para quedárselos, tal y como hacen vascos y navarros.
Por tanto esa estrategia es inútil. No lo es la contraria: atacar la superestructura ya consolidada minando la estructura, esto es: un boicot como Dios manda a todo lo producido en Cataluña. Es lo que la casta poco trabajadora catalana más teme, puesto que ya no existe burguesía catalana empresarial (1), no existen grandes empresas ni empresarios catalanes (2), por eso esa casta comisionista y corrupta (la más de España y de Europa según Bruselas), trata de absorber del resto de España lo que es incapaz de producir por ella misma.
Otro día expondré por qué no hay nada más lógico ni más cívico (mucho más que una manifestación o una huelga) que negarse a comprar en el supermercado de un tendero faltón, que lleva décadas acusándonos de ladrones y además pretende quedarse con el IVA que le pagamos.
Es invertir de nuevo a Gramsci. Hay quien sostiene que Marx le dio la vuelta a Hegel (Hegel partía de la idea hacia la materia) y que para salvar a Marx hay que hacer lo mismo que él hizo con Hegel, o al menos si no darle la vuelta ponerlo en otra dirección: por ejemplo la de entender que el motor de la historia no es la lucha de clases sino la lucha entre Estados. Quizá con Gramsci quepa hacer lo mismo: se puede destruir la superestructura poniendo a los elementos que la componen contra la espada y la pared. Un ejemplo. Este es catalanista, de CiU; pues bien: veréis cuántos miles de catalanes acaban pensando tal y como él se explica cuando vean la verdad ante sus narices. (Yo soy partidario de seguir hasta el final, rectifiquen o no, de dejar Cataluña como un solar: si quieren vender que salgan de allí, tal y como hace Josep Pujol)