poliorcetes
Madmaxista
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En botellamar.blogspot.com se publicó hace tiempo el análisis más completo que conozco de conspiranoia en español. Obviad, por favor, el hecho de que se centre en el 11-M, porque los principios que dibuja (no todos originales suyos), se aplican al 11-S o a los chemtrails.
Es largo, pero merece la pena... excepto si una conspiranoia es algo central para la visión del mundo del que lo lea. En ese caso creo que es hasta peligroso (o sano, quien sabe).
Es largo, pero merece la pena... excepto si una conspiranoia es algo central para la visión del mundo del que lo lea. En ese caso creo que es hasta peligroso (o sano, quien sabe).
Conspiranoia
Llevo varias semanas dándole vuelta al tema de las teorías conspirativas. No sólo porque se han puesto súbitamente de moda por causa del 11-M y su impresentable tratamiento por parte de algunos medios de prensa, algún partido político y cierta persona que hasta hace no mucho ponderaba flamígera desde la tribuna del Congreso, sino porque el fenómeno es interesante en sí, una expresión más de la deplorable tendencia humana a la comunión con ruedas de molino.
De hecho, me sorprende y me mosquea un poco que las organizaciones escépticas españolas le den más importancia a las caras de Bélmez que a ese monumento a la credulidad en el que se ha convertido la teoría conspirativa sobre el 11-M. En privado algún comentarista escéptico me ha dicho que la razón de esto es que no quieren meterse en camisas de once varas políticas, dado el nivel de crispación existente. A mi juicio, hacen mal. Creo que los escépticos tenemos la obligación jovenlandesal de salir al paso de la charlatanería en todas sus formas. Sin embargo, no les culpo. El ambiente está demasiado enrarecido, y el que sale al paso de los sectarios proponentes de esta teoría tiene que estar preparado para recibir todo tipo de improperios. Lo digo por experiencia: llevo desde que se publicó el pistoletazo inicial de la teoría conspirativa, el famoso artículo de Fernando Múgica en El Mundo, Los Agujeros neցros del 11-M, debatiendo con dichos sectarios.
En este pequeño ensayo intentaré demostrar que en el fondo todas las teorías conspirativas son similares: presentan siempre la misma estructura, obedecen siempre a pulsiones psicológicas similares, emplean los mismos errores metodológicas y las mismas falacias.
Toda teoría conspirativa comienza con un principio básico: el crédulo, al que llamaremos conspiranoico, se convence previamente de una verdad dogmática, que invariablemente coincide con deseos, temores y prejuicios propios, que suelen ser profundos e intensos. Es decir, el conspiranoico confunde la realidad con sus deseos. Formulemos entonces el Primer Principio de la Conspiranoia:
1.Convencimiento previo de una verdad dogmática
Cómo llega a este convencimiento previo sería materia de una interesante tesis sobre psicología, aunque por supuesto cada teoría conspirativa tendrá motivaciones distintas. Carl Sagan, por ejemplo, apuntaba sagazmente --si se me permite el calambur-- que los extraterrestres habían venido a sustituir en la imaginación popular a los íncubos en los que ya nadie, en el siglo XX, podía creer racionalmente: ambos expresarían los mismos miedos arquetípicos, la misma capacidad fabuladora, cubriendo la misma necesidad psicológica.
Alguno objetará, con razón, que con el Primer Principio me estoy olvidando de otro tipo de conspiranoico: no el crédulo sino el cínico, el que miente a sabiendas, el que pergeña toda una teoría delirante sabiendo perfectamente que es falsa. Concedamos que existe este individuo, pero reconozcamos también que es poco interesante y menos frecuente de lo que parecería: muchos charlatanes están convencidos en algún grado de que sus supercherías son verdaderas. Y además, es mucho más apasionante el estudio del autoengaño que el de la mentira.
El hecho es que, una vez convencido, el conspiranoico utiliza todos los recursos posibles para autoconvencerse aún más de que tiene razón. Cierra las puertas al espíritu crítico, hace oídos sordos a las evidencias contrarias, por abrumadoras que sean, cancela el sentido común y se dedica a frecuentar sólo las fuentes "confiables", que son por supuesto las que apoyan la teoría conspirativa. En particular, su valoración de los indicios será altamente selectiva, dando una importancia extraordinaria, sobrevaluada, a aquéllos que parecen apoyar su teoría, por más tenues que éstos sean (y necesariamente son tenues, ya que si no lo fuesen la teoría conspirativa dejaría de serlo y se convertiría en una teoría seria y respetable), al tiempo que se devalúan o de plano se ignoran los que impugnan o refutan la teoría. Enunciemos el Segundo Principio de la Conspiranoia:
2. Valoración diferencial de indicios según su adecuación a la idea preconcebida
No puedo enfatizar suficientemente este punto. La valoración diferencial de indicios es el núcleo de toda teoría conspirativa que se respete. Por ejemplo, digamos que estamos empeñados en demostrar que la bomba no detonada del 11-M, la famosa "mochila de Vallecas", es en realidad un señuelo. Es importante entonces buscar cualquier nimia diferencia entre dicha mochila y lo que se sabe sobre las bombas que sí estallaron, y darle la máxima importancia a dicha diferencia, mientras que se silencian las similitudes y las opiniones de los expertos que reiteradamente han dicho que están convencidos de que las bombas eran iguales. Esto se hace además invariablemente con un lenguaje emotivo, cargado de parcialidad. Pero ya llegaremos al tema del lenguaje más adelante. Quedémonos ahora con esa idea de la valoración diferencial.
En el caso de la mochila de Vallecas, será necesario enfatizar que los cables eran de distinto tonalidad que la de otra bomba examinada en la estación de El Pozo que finalmente fue detonada, que se utilizó un recipiente distinto en ambos dispositivos, que el calibre de los clavos usados como metralla era distinto, que las muestras de los explosivos presentan alguna sustancia distinta... todos ellos detalles que, de ser ciertos, en ningún momento parecen significativos y que, sobre todo, admiten multitud de explicaciones racionales y nada conspirativas, pero que los conspiranoicos consideran evidencia poderosísima de la diferencia esencial entre ambos dispositivos. Poco importa que los Tedax --los expertos artificieros de la Policía-- hayan informado pericialmente al juez de instrucción que consideran todos los dispositivos iguales. Poco importa que existan esas explicaciones alternativas. Cuando uno está convencido de que la mochila es un señuelo, estos pequeños datos sobrevaluados más allá de toda racionalidad son suficientes, y se llega de hecho a la conclusión contraria a la que dictaría el sentido común: si la mochila es un señuelo y el jefe de Tedax lo niega, ¡entonces es seguro que el jefe de Tedax mienta! No importa el currículum profesional del Sr. Sánchez Manzano, que tal es el nombre del infortunado funcionario calumniado cada vez con mayor audacia. No importa que el hombre se haya jugado la vida infinidad de veces desactivando bombas. La única conclusión posible es, invariablemente, la menos lógica, y en este caso particular, la más infame.
En cambio la evidencia de verdad, la que valoran los investigadores profesionales, y que invariablemente refuta la teoría conspirativa, es descartada, devaluada o ignorada. Así, en el caso de la famosa mochila se privilegia el supuesto hallazgo de metenamina en la furgoneta de Alcalá de Henares versus la ausencia de metenamina en la mochila de Vallecas, construyendo toda una teoría sobre explosivos distintos en uno y otro caso, pero se omite por completo que el resto de compuestos encontrados no sólo son idénticos, sino que demostrablemente tienen el mismo origen. Tal uso selectivo de datos es tan escandoloso que cuesta trabajo aceptar que exista gente que no descubra el doble rasero; y sin embargo, haberlos haylos, y son muchos.
Hemos visto que como parte de esta estrategia retórica, es necesario tomar el más mínimo dato y convertirlo en evidencia de que lo que sostenemos es verdad. Esta promoción de dato a evidencia, cuando no a prueba irrefutable, es imprescindible porque las teorías conspirativas invariablemente se cimentan en humo. Como ya he dicho arriba, si no fuese así, dejarían de ser teorías conspirativas y se volverían serias y respetables.
Continuemos. Una vez clasificados los datos en confiables (los que apoyan la tesis) y descartables (los que la refutan), el siguiente paso es la argumentación. Ésta hace uso de toda la panoplia de trampas retóricas y falacias lógicas que el ser humano ha acumulado desde tiempos de los sofistas, pero hay dos en particular que me interesa destacar.
El recurso retórico fundamental del conspiranoico es la apelación a la incredulidad. Tiene que convencernos de que la versión "oficial" es falsa. Y como no tiene datos que permitan concluir claramente tal extremo, su única oportunidad es exponer las tesis de dicha versión de la forma más ridícula posible, haciendo nuevamente uso de dosis abrumadoras del lenguaje emotivo y parcial. Típicamente este argumento será planteado mayéuticamente, haciendo preguntas dirigidas cuya conclusión parece inescapable.
Un ejemplo típico: "¿Resulta verosímil que el terrorista se baje del tren abandonando una mochila a la vista, entre dos asientos enfrentados?" Fijémonos en el lenguaje intencionado, parcial, que fuerza la única respuesta aparentemente posible: evidentemente, no. Nótese que es importante descartar cualquier otra posibilidad: ésa es la esencia de la apelación a la incredulidad, el mismo argumento, por cierto, que usan los creacionistas --¿para qué sirve medio ojo?--, los ufólogos --¿qué otra cosa puede ser esta foto sino un platillo volante?-- y todos los conspiranoicos. Pero a poco que pensemos, nos damos cuenta de que la conclusión alternativa es, cuando menos, perfectamente posible, perfectamente verosímil. Nuevamente, existen muchas explicaciones por completo racionales que el conspiranoico pretende que descartemos de un plumazo, porque en el momento en que no las descartemos su teoría, que él pretende presentar como la única posible, se convierte en una explicación más, una explicación que comparada con otras más racionales aparece tal como es: totalmente delirante. Enunciemos el Tercer Principio de la Conspiranoia:
3. Apelación a la incredulidad respecto a la teoría "oficial" para forzar la única conclusión supuestamente posible.
La apelación a la incredulidad suele ir casi siempre acompañada de otra falacia lógica muy común: el falso dilema, que omite artificialmente, sin ningún argumento, varias de las posibles explicaciones de un hecho, a fin de eliminar todas las que no interesan al expositor. Hecho esto, se argumenta contra las alternativas sobrevivientes (típicamente sólo una) para irlas descartando una a una demostrando su falsedad, forzando así una conclusión que parece inescapable sobre la verdad de la última alternativa sobreviviente, pero que en realidad sólo lo es por la omisión a priori de otras alternativas más razonables. Un ejemplo típico: "No sé qué me preocupa más: si que no hubiera metralla en los trenes o que la hubiera y se lo hayan ocultado al juez." Hombre, otra posibilidad, por supuesto, es que sí la hubiera y que tal extremo no se haya ocultado al juez... pero claro, esa posibilidad es poco interesante para un conspiranoico.
Otro ejemplo: "O el gobierno de EEUU no oculta nada en Roswell o lo que oculta es un OVNI; como he demostrado que sí oculta algo, lo que oculta es un OVNI."
Lo más sorprendente de la apelación a la incredulidad es lo altamente selectiva que es. A Luis Del Pino, por ejemplo, autor de la frase que consigno sobre el terrorista que hace algo supuestamente inverosímil, esta conducta le parece totalmente inverosímil... pero le parece verosímil que el jefe de Tedax mienta y sea parte de una conspiración infiltrada en las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado para llevar al PSOE al poder, contando con decenas o cientos de policías, guardias civiles y agentes del CNI que en vez de obeceder a sus mandos obedecen al PSOE; le parece verosímil que la mochila de Vallecas haya sido plantada como señuelo para dirigir la investigación hacia unas "cabezas de turco", y que esto es sólo un paso en una larga secuencia de eventos perfectamente planeados para así engañar al ministro del Interior y hacerle aparecer en público como mentiroso, ministro cuya conducta minuto a minuto responde exactamente a la predicción que de la misma habían hecho los conspiradores, que manejan a su antojo las reacciones de todos los miembros del gobierno, como si fueran marionetas; le parece verosímil que dichos conspiradores hayan predicho con absoluta precisión cuántos de los votos necesarios para que el PSOE superara al PP podrían obtenerse mediante este engaño; le parece verosímil que un partido democrático, el que ha ganado mayor número de elecciones y mayorías absolutas en España, arriesgue todo para conquistar el poder una sola vez, sabiendo que tendrá que volver a someterse al veredicto de las urnas tan sólo cuatro años después. En una palabra, le parece verosímil una conspiración tan compleja, absurda en sus motivaciones e increíblemente riesgosa, que nunca en la Historia se ha intentado algo que se le asemeje aunque sea un poco. Lo cual nos lleva al Cuarto Principio de la Conspiranoia:
4. Omisión de extracción de ciertas conclusiones lógicas (o más bien, ilógicas) de la teoría conspirativa, a fin de no tener que reconocer su inverosimilitud.
A estas alturas, es importante que aclaremos por qué entrecomillamos "oficial". Y es que el conspiranoico tiene que dar una razón de por qué la verdad la conoce sólo él y un selecto grupo de insobornables iniciados, por qué esa verdad no ha sido admitida públicamente por todos. Y esa razón, por supuesto, es que existe una conspiración de silencio para acallar la verdad. ¿Se explicaría de otra forma que todos menos los conspiranoicos, en el caso del 11-M, policías, guardias civiles, el juez de instrucción, los Tedax, el CNI, el gobierno, la mayoría de los medios nacionales y la totalidad de los internacionales, y millones de ciudadanos mantengamos que la verdad "oficial" es, simplemente, la verdad sin adjetivos? Ya sea por maldad o por estupidez, todos estas personas forman parte de una red cómplice de encubrimiento que conspira para que la Verdad no salga a la luz. Esta explicación tiene la enorme virtud de investir al conspiranoico de un manto de heroicidad épica: él, con los otros iniciados que sí quieren conocer la Verdad --a diferencia de nosotros-- tienen la misión casi sagrada de difundir la Verdad ante todos los obstáculos que nosotros, malvados o estúpidos, pongamos en su camino. No es extraño que la luz del fanatismo brille en los ojos conspiranoicos. No sólo están convencidos de tener razón, sino que tienen una Misión, una yihad. Enunciemos entonces el Quinto Principio de la Conspiranoia:
5. Postulado de una conspiración de silencio para acallar la Verdad
Nótese que, nuevamente, tal característica es compartida por ufólogos --el gobierno de EE.UU. sabe que existen OVNIS pero lo oculta para no causar pánico en la población-- y por creacionistas (el darwinismo es una teoría pergeñada por ateos para corromper jovenlandesalmente a la sociedad, y no les a esos ateos interesa que se sepa la verdad).
Cuando señalo a los conspiranoicos del 11-M que me parece sorprendente que ningún medio internacional, absolutamente ninguno, ni siquiera los de su cuerda ideológica, se han hecho ecos de las "sensacionales revelaciones" de El Mundo y Libertad Digital, y que sería bastante poco probable que absolutamente todos esos medios internacionales fueran parte de la conspiración, se me responde que desde que gobierna Zapatero España ha dejado de importar en el mundo, ¡y que el silencio es culpa de esa indiferencia! ¡Como si ningún periodista extranjero se interesara en el mayor escándalo político de la historia de Europa Occidental, que hubo un golpe de Estado disfrazado el 14-M!
Lo cual, por supuesto, nos lleva al Sexto Principio de la Conspiranoia:
6. Utilización de explicaciones ad hoc para explicar lo inexplicable.
Aquí llegamos a otro de los elementos más interesantes de una teoría conspiranoica: la necesidad de inventar explicaciones para cada hecho individual que no casa con la teoría. Así, cada vez que uno pone una objeción a la teoría conspirativa, los conspiranoicos tienen una explicación que no tiene nada que ver con el resto de la teoría, como se ve claramente en el caso de los periodistas extranjeros. Tales explicaciones ad hoc se van multiplicando: se nos explica que lo que todos vimos en la televisión como el suicidio de Leganés realmente no fue un suicidio, porque admitir el suicidio lleva casi necesariamente a que los que se suicidaron no eran cabezas de turco, sino terroristas. Así que hay que explicar el hecho como un asesinato encubierto, por supuesto sin tener el más mínimo indicio. Y así ad nauseam.
El problema, claro, es evidente para cualquiera con algo de formación científica: al acumular explicaciones ad hoc, se está violando el principio de la navaja de Occam, o principio de parsimonia, que nos pide precisamente que no multipliquemos las explicaciones, o, en otra formulación, que ante dos teorías que explican el mismo conjunto de hechos, hay que preferir siempre la teoría más sencilla. Ni qué decir tiene que todas las teorías conspirativas, al multiplicar las explicaciones y ser invariablemente mucho más complejas y prolijas que las alternativas, violan el principio de la navaja de Occam. Contrastemos este comportamiento de las complejísimas teorías conspirativas, que requieren ríos de tinta para explicarse, con las teorías científicas más exitosas, que pueden expresarse en muy pocas palabras, y sin casi ningún otro argumento podremos determinar dónde es más probable que se encuentre la verdad: la realidad es menos compleja de lo que los conspiranocis creen que es. O dicho de otra forma, si la explicación es demasiado complicada, casi seguramente está mal.
Sigamos. Otra falacia lógica que merece ser elevada a la categoría de principio es la conversión de hipótesis en hechos probados. Ésta es una falacia sutil e interesante. Se comienza postulando un condicional, por ejemplo: "si el PSOE sabía previamente del ataque y no sólo no dijo nada sino que lo aprovechó para ganar las elecciones, entonces el PSOE dio un golpe de Estado virtual el 14-M." Hombre, se podría aceptar que este condicional es válido, pero el problema es que el antecedente del condicional no sólo no se ha probado, no sólo no se ha provisto siquiera un átomo de evidencia o el más tenue de los indicios, sino que es extremadamente improbable. Sin embargo, el conspiranoico ya ha logrado deslizar la insinuación que quería hacer. ¿Quién puede culparle de empezar a razonar sobre lo que pasaría si el PSOE hubiese sabido con antelación que se produciría un ataque? Ya sabemos que está especulando, pero dejemos que lo haga, no ha afirmado que saa cierto, sólo está suponiéndolo por un momento para ver a dónde le lleva el razonamiento. Claro, el problema es que tres páginas después al conspiranoico se le ha "olvidado" que su hipótesis no era más que eso, una hipótesis sin pruebas, y comienza a utilizarla como una hecho probado, posiblemente confiando en que el lector haya olvidado a su vez que la hipótesis nunca fue probada. Veamos un claro ejemplo en un artículo de Del Pino.
Primero Del Pino insinúa, sin probarla, una posible causa de que ciertos detenidos hayan tenido un trato "exquisito":
La dueña de la casa (que contaba con una buena abogada, Yamila Pardo) ni siquiera llegó a estar detenida en ningún momento. En cuanto a los dos intermediarios sirios, fueron detenidos el 29 de marzo de 2004 y liberados tres días después. En su declaración ante la Policía, realizada en perfecto castellano, Mohamed (el hermano del terrorista Abu Nidal) saca hábilmente a colación a Jadicha Candela, cuñada de Joaquín Almunia --ex secretario general del PSOE-- y progenitora de Yamila Pardo.
Pocos párrafos después, la posibilidad de que la influencia de Almunia haya modificado el trato a los prisioneros se convierte en certeza:
"si eso es la democracia, ¿cómo llamamos a ese otro régimen en el que, si la Policía llama a tu puerta a las seis de la tarde,, tienes cinco o diez minutos para quemar los papeles comprometedores, aunque seas un presunto terrorista... siempre que conozcas a las personas adecuadas?"
Huelga decir que entre una y otra frases no existe ninguna otro argumento que permita tras*formar la posibilidad en certeza.
Una falacia lógica que se asemeja mucho en estructura e intención a ésta es la de la pregunta compleja. Se formula una pregunta de forma tal que al contestarla nos veamos obligados a aceptar una premisa que nunca se ha probado pero que queda asumida en la propia pregunta. Veamos algunos ejemplos, ambos de Del Pino, para quien esta falacia es un recurso favorito:
¿Por qué se dio la orden de abrir el candado, librando a ese comando del mortal abrazo policial?
¿Quién protegía en el País Vasco las actividades de El Chino?
En el primer caso tenemos como premisa no probada pero asumida el hecho de que alguien haya dado esa orden "de abrir el candado". En el segundo, el hecho de que alguien protegía a El Chino. Por supuesto, Del Pino no da el menor átomo de evidencia de que ninguna de estas premisas tenga base.
Hay un tercer tipo de falacia que podríamos agrupar con las dos anteriores. Consiste en asumir una premisa implícita, nunca formulada, como cierta. Por ejemplo, cuando Del Pino afirma la presencia de metenamina como prueba indudable de que existían explosivos de origen militar, hay varias premisas implícitas, por ejemplo que la metenamina no puede fabricarse artesanalmente y que la presencia de metenamina conlleva necesariamente la de RDX, el explosivo que se fabrica a partir de ella.
Tenemos también la petitio principii o argumento circular, en el que se supone lo que se quiere demostrar, y para terminar esta sección, hagamos notar que muchas veces los conspiranoicos ni siquiera se molestan en estructurar sus falacias de las formas anteriormente expuestas. Les basta ir acumulando insinuaciones nunca demostradas para dar la impresión de que la simple acumulación de preguntas e insinuaciones es tan formidable que algo de razón debe tener la teoría. Veamos un ejemplo:
"el comando de Virgen del Coro se libra del cerco policial exactamente el mismo día en que ETA declara su tregua parcial en Cataluña"
¿Esto quiere decir algo? Del Pino no nos lo dice, y yo no puedo imaginar que trascendencia puede llegar a tener esta coincidencia. Pero claro, aunque sea agua de borrajas, ya queda como insinuación, como enigma a resolver, acumulándose a los cientos de supuestos misterios anteriores y posteriores. Un foro de Internet famosamente formuló 192 preguntas (casualmente una por cada víctima mortal, hecho que revela en sí mismo la artificiosidad de las preguntas) que seguían el patrón mencionado: acumulación de insinuaciones sin probar, con muchas de las preguntas suponiendo una respuesta definida a preguntas anteriores, y por tanto cayendo en la falacia de promoción de hipótesis a hecho probado. Pedro J. Ramírez compiló una lista similar y similarmente falaz.
Respecto a este punto es interesante señalar que muchas veces esas insinuaciones se contradicen entre sí. ¿Hace eso que el conspiranoico, al avanzar una nueva insinuación o hipótesis, retracte las anteriores que son incompatibles con la nueva? Huelga decir que no. La coherencia no es una de las virtudes de los conspiranoicos, como podrá constatar quien lea el artículo original de Múgica, que logra la rara proeza de contradecirse a sí mismo dentro del propio cuerpo del artículo.
Así tenemos el Séptimo Principio de la Conspiranoia:
7. Conversión de hipótesis y premisas implícitas en hechos probados y acumulación de insinuaciones.
Tranquilos, que ya falta poco. He hablado ya varias veces de cómo todas estas falacias suelen ser acompañadas retóricamente de un lenguaje emotivo, cargado de parcialidad, lleno de juicios de intenciones y descripción de sentimientos que es imposible que el autor conozca, que ya nos sugiere no tan sutilmente que si no aceptamos sus conclusiones somos más orates que Pichote, ya nos intenta tras*mitir la indignación que el autor dice sentir por el evidente encubrimiento de la verdad, ya intenta dirigirnos a una conclusión a través de la ridiculización de las alternativas (argumentum ad ridiculum):
"¿es posible creer que cuatro jovenlandess pringaos hayan podido realizar este atentado?"
"¿por qué la providencial y sospechosa mochila fue llevada al IFEMA"?
Otros ejemplos del invaluable señor Del Pino:
"El atentado del pasado 7-J en Londres ha vuelto a plantear ante la opinión pública, para consternación del gobierno"
¿Prueba Del Pino en algún sitio que hubo consternación del gobierno? ¿Quieren ustedes adivinar?
"Pero Houdini era un vulgar aficionado comparado con los supuestos terroristas del 11-M."
"el jefe de la trama mercenaria del 11-M"
"nadie se había dignado a explicar a los españoles"
"Si hay silencios clamorosos, el del Gobierno de Zapatero está rozando ya el estruendo"
"¿Verdad que es enternecedor? La Policía va a registrar el domicilio de una persona detenida por su presunta implicación en los atentados del 11-M...¡Admirable y civilizado comportamiento policial!"
Estos ejemplos están tomados prácticamente al azar, lo cual da una idea de cómo están plagados los artículos de Del Pino (y los de Múgica, lo que sucede es que los de Del Pino los tengo más a mano)de este tipo de lenguaje intencionado, por no hablar de la evidente falta deontológica que representa el mezclar opinión con información, como queda claro en varias de las citas anteriores.
Octavo Principio de la Conspiranoia:
8. Utilización de lenguaje emotivo, cargado de parcialidad, dirigido y lleno de juicios de intenciones.
Finalmente, los conspiranoicos recurren a todo tipo de falacias para argumentar sus puntos. Yo me he encontrado con:
a) Non sequitur o saltos lógicos a conclusiones inatingentes: Un terrorista fue encontrado bajo un colchón en Leganés, luego es muy posible que los terroristas no se suicidaran.
b) Argumentum ad verecundiam o apelación a la autoridad:"El Mundo" es un diario prestigioso que destapó lo de los GAL, no creo que se equivoque en esta ocasión.
c) Argumentum ad hominem, el ataque a la circunstancia personal del ponente y no a las ideas que expone: "usted es suciolisto, por eso dice lo que dice"; "lo que usted dice es la línea oficial de Rubalcaba"; "los suyos son peores que los míos", etc, etc, etc. por no hablar de los arteros ataques personales contra personas como el Sr. Sánchez Manzano, a quien Del Pino acusa de mentiroso con todas sus letras.
d) Todas las que ya han sido mencionadas en puntos anteriores: falso dilema, petitio principii, pregunta compleja...
Sería demasiado prolijo plantear todas las falacias que me he encontrado, y probablemente excesivo a estas alturas, en la medida en que tendría que seguir dando ejemplos. Basten entonces todas las anteriores, que son muchas, para convencernos de que podemos formular el Noveno Principio de la Conspiranoia:
9. Utilización de todo tipo de falacias lógicas para apoyar las tesis conspirativas.
Llegado a este punto, sólo me queda reflexionar un poco sobre la psicología que subyace a la teoría conspiranoica del 11-M. Como hemos dicho, el paso esencial es el primero, formular una verdad dogmática.
¿Qué impele a tanta gente a creerse esa verdad? Tenemos un grupo de personas completamente convencidas de que los resultados electorales del 14-M son una injusticia. No entraré a valorar ahora cuánto se equivocan. Conformémonos con el hecho de que existe la sensación de agravio. Ahora, digamos que alguien llega con una idea: "no sólo perdimos injustamente, sino que fuimos objeto de una conspiración para derribar el gobierno" Fijémonos que este "alguien" no tiene aún elementos medianamente objetivos para argumentar lo que dice, pero lo hace de todos modos.
La idea de que hay una conspiración es un bálsamo instantáneo para el espíritu: evita la autocrítica (nosotros no hicimos nada mal), le da sentido a algo horrible que no parece tener sentido (la masacre del 11-M), y, sobre todo, confirma los prejuicios, las ideas preconcebidas. Resultado: miles de personas convencidas. Qué fácil es confundir los deseos con la realidad. Qué fácil comulgar con ruedas de molino cuando esas ruedas tienen buen sabor para nosotros.