Insomnio vecinal en Orcasitas: botellón, reyertas y piscinas ilegales

El verano en la capital siempre resulta especialmente duro por las altas temperaturas y la falta de playa, a las que ya están acostumbrados muchos de los vecinos. Sin embargo, los residentes del barrio de Orcasitas se enfrentan, además, al exagerado auge de la presencia de botellones en sus plazas. Las quejas son múltiples, pero las soluciones no llegan. Están cada vez más asustados y desprotegidos ante las posibles represalias de los vándalos.

Las juergas se realizan en las plazas de la parte este del barrio (principalmente, las de las Promesas, Solidaridad, Mil Delegados, Asambleas, Asociación y del Movimiento Ciudadano). Se llevan realizando varios años, pero es en los meses de verano cuando más se intensifican.

Los bancos y las aceras amanecen cada mañana llenos de latas, plásticos, botellas o cigarros, y el barullo o la música protagonizan todas las noches del vecindario, siempre hasta entradas horas de la mañana.

Sin embargo, la situación no ha hecho más que acentuarse. Los participantes en estas juergas han subido el nivel y los problemas ya no se quedan en la música o los desperdicios. Sin ir más lejos, varios aspersores de los jardines de las plazas de los Mil Delegados o la Asociación han sido dañados para el uso 'lúdico' por parte de estas personas. En otra de las plazas, una boca de riego ha sido forzada para emplearla en llenar una piscina portátil que instalaron en la calle.

Imagen principal - Restos de botellón (arriba) esta semana, en una de las plazas donde se reúnen los vecinos. Una papelera destrozada y, abajo a la izquierda, una docena de jóvenes en pleno botellón, de madrugada

«Hacen suya la plaza sin importarles nada, meten motos de cuatro ruedas (quads), ponen la música a tope hasta la madrugada, orinan en la calle, instalan la televisión para incluso ver partidos y hasta han montado una piscina», se quejaba un vecino, que prefiere no dar su nombre por miedo a represalias, de la plaza de las Promesas.



Los afectados se encuentran completamente expuestos, y por ello reticentes a denunciar. No son pocas las amenazas que los alborotadores han lanzado a aquellos que se han atrevido a denunciar o a quejarse. «Muchos vecinos son mayores y no quieren ni pueden exponerse a eso, porque tenemos todas las de perder», comentaba.

Peligrosidad en la zona
El botellón viene muchas veces acompañado de todo tipo de reyertas, peleas y gritos: «Esta misma noche [por la madrugada del viernes] ha sido la última. Gente insultándose a chillidos por la calle, y yo desde mi casa gritándoles que son las 9 de la mañana», comentaba una vecina cercana a la plaza de las Promesas.

Algunos mandos políticos y asociaciones vecinales se hacen eco de este infierno: «Ya sabemos en el barrio lo que es oír tiros y hemos visto peleas con catanas», afirmaba Félix López Rey, concejal de Más Madrid y un histórico del tejido asociativo de la capital, vecino además de la zona. La peligrosidad del distrito en estas épocas va en aumento y las juergas ya no se limitan al ruido o a la sarama. Las quejas se dirigen también a la presencia de una banda por la zona y a las quemas de contenedores cada tres o cuatro meses: «Los últimos han sido en la Gran Avenida, 19; en el IES Juan de Villanueva. Ya nadie deja el coche fuera por miedo a que acabe incendiado».

Los vecinos reclaman más presencia policial por la zona para garantizar la seguridad y la tranquilidad a ciertas horas de la noche, pero también demandan que es un problema de «mentalidad». Los centros culturales están «infrautilizados», y los programas de verano son inexistentes en estas zonas de Madrid, se quejan. «Estas historias se apagan en el terreno de lo social. Parece que solo hay cultura en el centro, pero nos gustaría que Los Veranos de la Villa también llegaran a Orcasitas».

El Área de Seguridad del Consistorio afirma que ha puesto en marcha distintos operativos habituales que se desarrollan en esa zona: prevención contra el botellón en plazas, vigilancia de parques y ruidos. Aún así, los tiempos de espera para la denuncia por teléfono «son eternos», aseguran los afectados, y los botellones no paran, de lunes a domingo.


Incidentes como estos no solo molestan a los vecinos, que incluso «se han planteado cambiarse de barrio», sino que también afean la visión del vecindario, y generan una estigmatización de la que los distritos y zonas del sur de la capital nunca se han zafado.

El Secretariado etniano ya se pronunció?