Inflación y caída del Imperio Romano, (TOCHO)

BLICHON

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Inflación y caída del Imperio Romano, Parte I

Hace dos siglos, en 1776, se publicaron dos libros en Inglaterra, ambos siguen siendo de actualidad hoy en día. Uno de ellos fue escrito por Adam Smith y se titula “Riqueza de las naciones” y el otro, “Decadencia y caída del Imperio Romano” de Edward Gibbon. La obra de Gibbon que abarca varios volúmenes trata de la historia de un estado que sobrevivió durante doce siglos en occidente y otros mil años más en oriente, en Constantinopla.

Gibbon, estudiando este fenómeno, comentó que lo sorprendente no fue la caída del Imperio de Roma sino el hecho de que hubiese durado tanto. Desde la época de Gibbon muchos estudios se dedicaron a la responder una única pregunta: “¿Por qué duró tanto el Imperio Romano?” Y ¿realmente desapareció el Imperio de Roma o simplemente se tras*formó en algo (por ejemplo, en la civilización europea)?

He dado muchas conferencias sobre el tema de la historia de Roma, particularmente sobre la inflación y su impacto. Mi análisis se basa en la premisa de que la política monetaria no puede ser estudiada, o comprendida, si no es examinada como parte de todas las políticas del estado.

Los aspectos monetario, militar, político y económico están estrechamente ligados entre sí. Esto sucede debido a que el estado normalmente busca monopolizar la oferta monetaria en su territorio.

La política monetaria, por tanto, siempre sirve, incluso de mala manera, para conseguir los propósitos del estado. Si mediante la implementación de esta política se consigue la prosperidad y el progreso de las masas, solo es un efecto secundario; pero su propósito primario es servir a las necesidades de los gobernantes, no de los gobernados. Este punto es crucial, según mi opinión, para comprender el curso de la política monetaria del Imperio de Roma en su última etapa histórica.

Podemos comenzar nuestro examen de la mentalidad de los gobernantes romanos, empezando por finales del siglo II de nuestra era y principios del siglo III. Los historiadores se refieren a este período como “Crisis del siglo III”. La razón de esta crisis fue que los problemas de la sociedad romana fueron tan profundos, tan grandes, que su faz cambió por completo en el siglo III no teniendo nada que ver con lo que fue en los siglos I y II.

Para comprender la mentalidad de los emperadores romanos, solo hace falta leer el consejo que el emperador Septimio Severo dio a sus dos hijos, Caracalla y Geta. Se supone que fueron sus últimas palabras: “Vivid en armonía; enriqueced a las tropas; ignorad todo lo demás”. Solo podemos maravillarnos ante semejante política monetaria.

Caracalla no cumplió la primera parte del consejo de su padre; lo primero que hizo fue asesinar a su hermano. En cuanto al enriquecimiento de las tropas, lo tomó tan en serio que su progenitora tuvo que advertirle que debía ser más moderado y restringir su excesivo gasto militar, y subir los impuestos. Le respondió que ya no había donde sacar dinero, justa o injustamente. Pero que no era razón para preocuparse, insistió, señalando a su espada, “no seremos pobres mientras tengamos esto”.

Su sentido de prioridades se hizo más explícito cuando remarcó, “nadie puede tener tanto dinero como yo, y yo lo otorgo a los soldados”. Y cumplió su palabra. Subió las pagas de los soldados un 50%, para lo cual tuvo que elevar el doble los impuestos de los ciudadanos romanos. Cuando este dinero empezó a ser insuficiente reconoció a todos los habitantes del imperio como ciudadanos romanos. Lo que antes era un privilegio, ahora se convirtió en un método de ampliar la base impositiva.

Después devaluó la moneda. La moneda del Imperio Romano en aquella época, estamos hablando sobre el año 211, fue el denario con un contenido de plata de un 95%, introducido por Augusto en el siglo I antes de Cristo. El denario continuó durante gran parte de dos siglos siguientes como medio básico de intercambio del imperio.

Durante el período de Trajano, en 117, el contenido de plata se redujo hasta el 85% desde el 95% de Augusto. Durante el reinado de Marco Aurelio, en 180, el denario contenía el 75% de plata. En tiempos de Septimio el contenido de plata bajó hasta el 60%, mientras que Caracalla lo redujo hasta el 50%.

Caracalla fue asesinado en 217. Los historiadores llaman la siguiente época como “época de los emperadores de cuartel” (emperadores Barrack), dado que a lo largo del siglo III todos los emperadores fueron militares que llegaban al poder mediante golpes del estado.

Durante este siglo, 26 emperadores sucedieron uno al otro y tan solo uno murió de fin natural. El resto o fallecían en batallas o eran asesinados, lo cual no tuvo precedente en la historia romana, con dos excepciones: Nerón que se suicidó y Caligula que fue asesinado.

Caracalla también devaluó la moneda de oro. Bajo el reinado de Augusto, una libra de oro correspondía a 45 monedas. La moneda de Caracalla se cambiaba en proporción de 50 monedas por una libra. Veinte años después, la proporción se redujo hasta 72 monedas por una libra, para finalmente intercambiarse 60 monedas por libra durante el reinado de Diocleciano. Solo Constantino subió esta proporción a 72 monedas por libra de oro. Con lo cual estamos ante el hecho de que incluso la moneda de oro sufría inflación, o devaluación.

Pero la crisis de verdad llegó después de Caracalla, durante los años 258-275, período marcado por una intensa guerra civil e invasiones extranjeras. Los emperadores simplemente dejaron de acuñar moneda de plata. En el año 268 el denario contenía tan solo el 0,5% de plata.

Durante este período los precios en todo el imperio subieron un 1.000%. Los únicos que recibían su paga en monedas de oro fueron las tropas bárbaras contratadas por los emperadores. Los bárbaros eran tan bárbaros que solo aceptaban oro como pago por sus servicios.

La situación no cambió hasta 284 con la llegada de Diocleciano. Poco después de tomar posesión del trono, procedió a subir el contenido de oro del áureo hasta 60 monedas por libra.

Pero diez años después finalmente dejó de acuñar monedas de plata, que en aquella época se convirtieron en simples monedas de bronce bañadas en plata. Entonces, intentó acuñar nueva moneda llamada argenteus cuyo valor se fijó en 96 monedas por libra de plata. El argenteus equivalía a 50 denarios (la moneda vieja). El propósito de esta política fue cubrir la necesidad de disponer de una moneda de mayor valor para combatir la inflación.

Diocleciano también emitió una nueva moneda de bronce que valía diez denarios, llamada nummus. Pero en menos de una década el nummus pasó a valer 20 denarios, mientras que el argenteus se devaluó de 50 denarios a 100. En otras palabras, a pesar de todos los esfuerzos de Diocleciano, el imperio sufría una inflación del 100%.

El siguiente emperador que influyó en la política monetaria de Roma de manera significativa fue Constantino, el primer emperador cristiano. En el año 312, que también fue el año del Edicto de la Tolerancia del Cristianismo, Constantino emitió una nueva moneda de oro que obtuvo el nombre de solidus, es decir oro sólido. Su valor fue fijado a 72 monedas por una libra de oro, con lo cual en realidad se trató de una moneda más devaluada que la de Diocleciano.

Las emisiones eran tan cuantiosas que los historiadores se preguntan de dónde Constantino sacaba tanto oro; pero creo que tampoco tiene gran misterio si miramos la legislación de aquella época.

Primero, Constantino estableció dos nuevos impuestos. El primer impuesto fue sobre el patrimonio de los senadores. Fue un hecho novedoso porque las tierras que pertenecían a los senadores estaban exentas de cualquier tipo de gravamen. También introdujo un impuesto sobre el capital de los comerciantes; no gravó el beneficio, sino el capital. Se recaudaba cada cinco años y debió ser pagado en oro. También exigió que las rentas de las propiedades imperiales fueran pagadas solo en oro.

Constantino requisó las reservas de oro de su ex socio Licinio, quien se había apoderado de las reservas de oro de las ciudades del Imperio Oriental. En otras palabras, cualquier ciudad que disponía de cualquier reserva de oro o plata tenía que cederlas a Licinio por fuerza. Y ahora este oro pasó a manos de Constantino quien se deshizo de Licinio en una guerra civil.

También cuentan que despojó los templos paganos de sus tesoros. Pero esto sucedió más tarde. Durante sus primeros días de reinado, aparentemente tenía mucho miedo de enfadar a los dioses romanos. Pero conforme sus ideas del cristianismo se hacían más fuertes, dejó de tener miedo a robar los templos de los antiguos dioses.

Ahora, en cierto sentido, las reformas de Constantino tomaron un curso contrario a lo que se pretendía en un principio: las emisiones de monedas de oro fueron lo suficientemente fuertes como para permitir que su circulación se expandiese. Sin embargo, las monedas de plata se admitían cada vez menos, y lo que era peor, en ningún momento el gobierno central intentó tomar el control sobre las emisiones de los monetiformes. El resultado fue que los monetiformes no solamente eran acuñados por las casas de moneda imperiales sino también por los municipios. En otras palabras, si los municipios no podían sufragar sus costes o pagar sueldos a sus empleados, simplemente emitían monetiformes.

A finales del siglo III también aparece el fenómeno de falsificación de moneda. Podríamos decir que esto fue lo que ahora llamaríamos crédito. La gente necesitaba dinero, y lo que hacían es simplemente fabricarlo. Todo esto significaba que la masa monetaria se incrementaba fuera de control.

Ahora, lo que sucedió en el tras*curso de la inflación del siglo III fue que el gobierno comprendió que si se pagaba a las tropas con los monetiformes, o incluso con la devaluada moneda de plata, los precios subían inmediatamente. Cada vez que el contenido de plata de los denarios bajaba, los precios subían.

El resultado fue que el gobierno, en aras de proteger a sus funcionarios y a sus soldados del efecto de la inflación, empezó a demandar el pago de los impuestos en especie. Fue el primero en dejar de aceptar su propia moneda en pago de los impuestos.

Con las reformas de Constantino, la situación cambió algo y el gobierno, a paso lento pero firme, empezó a demandar el pago de los impuestos en oro. Durante mucho tiempo, el patrón oro permaneció estable y el oro era la real moneda del Imperio Romano.

Sin embargo, la inflación no acabó para la población general. Es decir, el oro sirvió de cobertura contra la inflación para aquellos que lo tenían, y estos eran principalmente las tropas y los funcionarios.

Los contribuyentes tenían que comprar monedas de oro para pagar sus impuestos. Los ricos podían comprar monedas de oro que eran muy caras en términos del dinero monetiforme. Los pobres simplemente no podían pagar sus impuestos; de una forma u otra perdían todas sus posesiones o se convertían en delincuentes. Hay muchas referencias históricas de que la gente abandonaba sus casas y sus tierras y simplemente desaparecía.

En el siglo III realmente fue un problema grave: la población se negaba a pagar los impuestos para cubrir el elevado gasto militar. El ejército creció desde los tiempos de Augusto, cuando el imperio contaba con 250.000 soldados, hasta la época de Diocleiano, cuando su número superó los 600.000. Así que el ejército dobló su tamaño en aquella espiral inflacionista lo cual la aumentó aún más.

Adicionalmente, la administración estatal creció de manera muy significativa. Bajo el reinado de Augusto, la administración imperial se situaba en Roma, el nivel secundario de la administración eran gobernadores de diferentes provincias, y después las unidades primarias gubernamentales del Imperio Romano eran las ciudades.

En la época de Diocletian este esquema cambió. No solamente había un emperador, sino cuatro emperadores, lo cual significaba mantener cuatro cortes imperiales, cuatro Guardias Pretorianas, cuatro palacios, cuatro aparatos administrativos, etc.

Debajo se situaban cuatro Prefecturas Pretorianas, unidades administrativas regionales con sus funcionarios y sus presupuestos. Bajo estas prefecturas se encontraban 12 diócesis, cada diócesis disponía de su propio aparato administrativo, etc.

Bajo el gobierno de las diócesis, encabezadas por los vicarios, estaban las provincias. Durante el reinado de Augusto el imperio contaba con aproximadamente 20 provincias. Trescientos años después, y sin incrementar el territorio de manera sustancial, el imperio se dividía ya en cien provincias. Los romanos simplemente dividían y subdividían las provincias con el propósito de mantener el control militar sobre las regiones. En otras palabras, los costes políticos y administrativos del estado romano eran enormes.

Todo este incremento de costes aportó de alguna manera en la subida de la inflación; luego veremos que había otras razones. Para comprender la situación después de las reformas de Constantino, vamos a repasar algunas cifras de lo que realmente costaba adquirir una libra de oro en términos de denarios, moneda de plata, o dinero monetiforme.

Diocleciano, en el año 301, fijó el precio de una libra de oro en 50.000 denarios. Diez años más tarde, el precio subía hasta 120.000. En 324, 23 años después, ya costaba 300.000. En 337, año en el que murió Constantino, una libra de oro se compraba por 20 millones de denarios.

Todos sabemos lo que pasó en la Alemania de Weimar con su tremenda inflación imprimiendo billetes sin fin, la moneda del Imperio Romano sufrió el mismo destino, y a pesar de ser moneda metálica la emisión era tremenda.

Continuará...
Elsabado.es

Desconozco quién va a leer estas notas, por tanto no me dirijo a nadie en concreto, pero con que las lea una persona preocupada por el destino económico de España y una persona capaz de pensar, me es suficiente. Es obvio que el gran crecimiento de este país durante los años pasados estuvo basado única y exclusivamente en la demanda interna, que se logró exportar, atrayendo capitales extranjeros al sector inmobiliario, lo cual supuso un gran componente especulativo en el crecimiento económico. Cualquier crecimiento económico tiene dos componentes: el crecimiento de la economía real y el crecimiento financiero, el cual se denomina componente especulativo......

http://elsabado.es/Inicio/CartaPresidente.html
 
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este párrafo también es muy bueno

En la época de Diocletian este esquema cambió. No solamente había un emperador, sino cuatro emperadores, lo cual significaba mantener cuatro cortes imperiales, cuatro Guardias Pretorianas, cuatro palacios, cuatro aparatos administrativos, etc.

¿ cuántas CCAA's tenemos en hispania ??
 
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