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La liberticida batalla LGTB
Las instituciones están entregando la educación de los menores a los lobbys gaysistas, convirtiéndolos así en los ingenieros de las almas de nuestros hijos.
Tolerancia lgtb
Tolerancia e igualdad no parecen ser los términos más adecuados para describir ni el proceder ni los propósitos del lobby lgtb. Tanto las terminales mediáticas del mismo (que son la práctica totalidad) como las ciber-hordas elegetebé, hace tiempo que vienen dando muestras de su virulencia contra el que ose disentir, sin excepción. Todo aquello que reclamaban para sí no hace mucho, lo niegan ahora a quienes discrepan de sus dogmas.
Su víctima más reciente ha sido el periodista Miguel Temprano. Harto de la barra libre de la que disfrutan, Temprano ha denunciado tanto la beligerancia municipal madrileña a favor del colectivo gaysista, como el increíble rastro de suciedad que los participantes en las jornadas del World Pride han dejado en las calles de Madrid (se calcula que asciende a unos 469.000 kgs de sarama) así como la creciente falta de respeto del lobby y de las instituciones hacia los cristianos.
Aunque, naturalmente, se ha ganado la reprobación pública, no le falta razón a Temprano: el mismo ayuntamiento que se niega a poner el belén en Navidad argumentando que “no todos los madrileños son cristianos” invierte cantidades ingentes del presupuesto para celebrar los eventos del World Pride. ¿Creerá que todos los madrileños son gayses?
El dinero gastado por el consistorio madrileño se justificó desde la alcaldía como una inversión, dado que el equipo municipal capitalino estimó en unos tres millones la cantidad de visitantes que acudiría a Madrid con motivo del evento. Pero la realidad ha demostrado que la afluencia turística apenas ha alcanzado una tercera parte de lo previsto. ¿Algún partido político inquirirá al equipo municipal al respecto?
Objetivo esencial de los grupos de presión gaysistas es la marginación y expulsión del espacio público de todo aquel que se niegue a manifestarles una sumisión activa. Seguramente, Temprano no ignora que ha cavado su tumba profesional.
Victimizándose
Pese a que la magnitud de su poder es una evidencia clamorosa, el lobby gaysista no renuncia a seguir victimizándose, aspecto irrenunciable de su estrategia.
Su modo de actuación es conocido. Mientras impone de modo implacable su ideología, sostiene que existe una persecución contra los gayses -en cuyo nombre dice hablar- exprimiendo en su favor cualquier incidente que pueda beneficiarles y silenciando aquello que les perjudique, para lo que cuenta con un masivo apoyo mediático.
Ese victimismo se fundamenta en la bien probada “tasa de inevitabilidad”; en toda sociedad se producen agresiones por razones religiosas, sensuales, políticas, deportivas, de tráfico…por más medidas que se tomen, es imposible erradicar por completo la violencia. Dicha tasa de inevitabilidad es convenientemente utilizada para seguir alentando el victimismo, a partir de una deformación mediática que enfoca tan solo aquellos hechos que favorecen a las organizaciones LGTBI. Por el contrario, se omite que, por ejemplo, el cristianismo es mucho más perseguido que la gaysidad, incluso en Occidente, pero ese tipo de noticias rara vez alcanza los medios generalistas por los que se informa la mayor parte de la población.
De este modo, y pese a que el lobby gaysista ha alcanzado una hegemonía social incontestable, al mismo tiempo pretende ser la víctima de una sociedad patologizada por causa de los valores tradicionales.
Increíblemente, mucha gente lo cree así.
¿Persecución?
¿Alguien puede sostener sin enrojecer que los gayses son discriminados, perseguidos o excluidos de nuestra sociedad?
La realidad comprobable es que el gaysismo está siendo promovido por todos los medios, sin descanso, de forma indisimulada a través de películas, series de televisión, noticieros, programas de entretenimiento, concursos, artículos de prensa. De forma sistemática, la imagen que se proyecta de él es positiva; rara vez se dará el caso de que un gays desempeñe un papel negativo en una serie o película.
La beligerancia de las instituciones es, en este momento, máxima. Todos los parlamentos, los principales municipios, los partidos políticos con representación parlamentaria, sin excepción, concurren a una especie de carrera para colmar las aspiraciones del lobby lgtb; ¿de verdad pretende pasar el gaysista por un colectivo perseguido cuando cuenta hasta con el apoyo explícito de la Casa Real? Curiosa persecución.
En Madrid, tanto la Comunidad como el Ayuntamiento les han colmado de privilegios, y si no, véase lo que se ha hecho con el logotipo de la cadena autonómica de televisión, con los pasos de cebra, con los semáforos, con los bancos de los parques o con la normativa contra el ruido, suspendida por Carmena durante el tiempo que ha durado la celebración del World Pride.
El colmo de esta situación es que las instituciones están entregando la educación de los menores a los lobbys gaysistas, convirtiéndolos así en los ingenieros de las almas de nuestros hijos. Estos colectivos gaysistas imponen una visión del mundo y de la persona extremadamente pobre, sin apenas sostén científico, basada tan solo en apriorismos ideológicos. ¿Excluidos?
Creando la opinión pública
Un caso paradigmático de cómo el lobby lgtb ha dado la vuelta a la opinión pública en su favor es el de los Estados Unidos.
Desde hace casi treinta años, allí funciona un fortísimo grupo de presión gaysista que ha logrado una influencia poco menos que increíble hace apenas un par de generaciones. Desde 2008, dicho lobby es una organización decisiva en la Cámara de Representantes de Washington, en la que suma unos 120 miembros. Su influencia en la política estadounidense es enorme: mientras que en 2008 solo uno de los miembros del equipo financiero de Obama pertenecía al gaysismo militante, cuatro años más tarde ya eran quince.
Entre tanto, al tiempo que presionaba en la capital, el llamado lgtb Media Task Force se constituía como un grupo de poder incontestable en Hollywood, abriéndose paso en los años ´80 con una rapidez tal que, en unos meses, logró que todas las productoras y cadenas de televisión le consultaran antes de incluir alguna temática gays en sus series, películas o programas.
Exhibió una aplastante demostración de su poder cuando logró que nada menos que ABC retirase una famosísima serie en todo el mundo –Marcus Shelby MD- en la que aparecía un hombre casado gays que pretendía salir de su situación y un profesor también gays que abusaba de un menor. Desde entonces ejerce una auténtica dictadura, como nunca nadie antes en la industria del cine, elaborando los guiones de las principales series norteamericanas que se exportan al mundo entero.
Pese a todo esto, el lobby amenaza a quienes no se pliegan de modo completo a sus propósitos. La menor desviación les conduce a acusar a Hollywood de homofobia: como suena. La lgtb&Lesbian Alliance Against Defamation (Alianza lgtb y Lésbica Contra la Difamación, conocido como GLAAD por sus siglas en inglés) considera inadmisible que solo un 20% de las películas incorporen personajes gays en las grandes producciones, y por supuesto, rechaza que pueda hacerse broma alguna acerca de la tal inclinación sensual.
Defendiendo que el papel de los medios no es reflejar la realidad, sino crearla, Sarah Kate Ellis, presidenta de GLAAD, ha admitido sin el menor rubor la manipulación llevada a cabo: “a través de los medios de comunicación y la narración de historias, hemos construido una conciencia, hemos impulsado la acción y hemos acelerado la aceptación”. No hace falta recordar la importancia de lo que sucede en Estados Unidos para el resto del mundo.
Desde el mismo ámbito se siguen orquestando campañas, la última a favor del tras*exualismo, una temática que había pasado desapercibida hasta hace apenas unos meses; antes de 2015, el New York Times tan solo había publicado un par de artículos al respecto; en los últimos dos años, suman más de mil.
Y así se construye la opinión pública.
Nuevas leyes represivas
En todo occidente, la presión social es asfixiante y, por si esto fuera poco, se han aprobado leyes de “repruebo” contra la “homofobia”. Por supuesto, el lobby es parte fundamental para decidir quién está incurso en estas acusaciones y quiénes infringen dichas leyes.
A su vez, esto no deja de ser un problema, por cuanto los supuestos sobre los que se erigen los dogmas LGTBI chocan frontalmente con la realidad. Esto está intensificando la represión, que aumentará cuanto mayor sea el apartamiento de la realidad y, sobre todo, cuanto más crezca la sospecha de que todo el asunto es una inmensa locura.
Los proyectos legales que se barajan en estos momentos contemplan la imposición de un sistema de cuotas en las empresas y en el sector público en exclusivo beneficio del lobby lgtb, y están siendo asumidos con entusiasmo por los partidos políticos, sin apenas cuestionar en lo más mínimo la redacción original de los colectivos LGTBI.
Además, la ley que en estos días se prepara prevé sancionar incluso al que denuncie los abusos que dichos colectivos cometen. El lobby gaysista quedará más allá de toda crítica e incluso de la ley, convenientemente adecuada para blindarle.
Las más recientes noticias recogen las propuestas de que se decomise todo material impreso o de que se cierren los medios digitales que traten el tema de forma inadecuada. Estamos hablando de una auténtica quema de libros tipo siglo XXI.
Pero ¿quién ha elegido al lobby lgtb?
Lo primero que habría que preguntarse es por qué los partidos políticos, los medios, la corona y el poder financiero se pliegan de este modo a las exigencias de las organizaciones gaysistas.
¿Qué representatividad tienes estas asociaciones? ¿Quién los ha elegido como portavoces de los gayses? ¿Quién los ha votado?
La respuesta es: nadie. Y, sin embargo, todos los partidos han decidido conferir ese poder a unas organizaciones que carecen de representatividad alguna lo que, entre otras cosas, les sirve para vivir del dinero público.
El poder político está haciendo que de la mano de la ideología de género y del lobby gaysista, estemos viviendo una especie de regresión neofeudal: la introducción del concepto de discriminación positiva que ha logrado en su beneficio el lobby lgtb nos ha conducido a una especie de excepcionalidad permanente que hace desaparecer, de facto, el principio de igualdad ante la ley.
A partir de un principio teóricamente común, el mundo LGTBI ha adquirido un status de privilegio frente a la generalidad de los ciudadanos. Estos poco pueden decidir al respecto: los políticos ya lo hacen por ellos.
Utilizando a la gayses
Carentes de representatividad ¿puede afirmarse que de verdad hablan en nombre de los gayses?
En primer lugar, como decimos, su representatividad no la deben a ningún procedimiento democrático, sino a la exclusiva voluntad de los políticos, los financieros y los medios.
En segundo lugar, el lobby lgtb utiliza a los gayses como un medio para la consecución de objetivos ideológicos, pero su suerte personal les trae sin cuidado: por eso prohíben la existencia de terapias para los gayses que desean dejar de serlo, algo que recogen las leyes aprobadas por el Partido Popular allá donde gobierna.
Resulta evidente que el verdadero objetivo de los colectivos gaysistas no es sino el de la imposición de una visión del mundo, utilizando a los gayses como el feminismo lo hace con las mujeres, o los comunistas con la clase trabajadora: como una palanca de cambio social.
Las personas gayses son instrumentalizadas y, a través del ya conocido proceso de victimización, se les convierte en esa punta de lanza revolucionaria. Cada reivindicación se hace en el nombre de la discriminación histórica que los gayses han sufrido, algo ya consagrado como inatacable. Por tanto, oponerse al programa LGTBI es negar los derechos de esas personas; ya tienen una bandera imbatible.
Si quieres saber quién manda…
Llegados a este punto, lo que en primer lugar está en juego es la libertad, concebida de modo muy elemental: el derecho a expresar aquello que uno cree.
En estos momentos, a través de la corrección política, el derecho a la libertad de expresión en la práctica está abrogado, porque la coerción social y legal impuesta es tal que nadie se atreve siquiera a hacer un chiste o un simple comentario que pudiera entenderse incorrecto; hay temas con los que, sencillamente, no se bromea.
Con toda oportunidad cabe evocar aquella frase de Voltaire: si quieres sabes quién manda, mira a quién no se puede criticar.
Las instituciones están entregando la educación de los menores a los lobbys gaysistas, convirtiéndolos así en los ingenieros de las almas de nuestros hijos.
Tolerancia lgtb
Tolerancia e igualdad no parecen ser los términos más adecuados para describir ni el proceder ni los propósitos del lobby lgtb. Tanto las terminales mediáticas del mismo (que son la práctica totalidad) como las ciber-hordas elegetebé, hace tiempo que vienen dando muestras de su virulencia contra el que ose disentir, sin excepción. Todo aquello que reclamaban para sí no hace mucho, lo niegan ahora a quienes discrepan de sus dogmas.
Su víctima más reciente ha sido el periodista Miguel Temprano. Harto de la barra libre de la que disfrutan, Temprano ha denunciado tanto la beligerancia municipal madrileña a favor del colectivo gaysista, como el increíble rastro de suciedad que los participantes en las jornadas del World Pride han dejado en las calles de Madrid (se calcula que asciende a unos 469.000 kgs de sarama) así como la creciente falta de respeto del lobby y de las instituciones hacia los cristianos.
Aunque, naturalmente, se ha ganado la reprobación pública, no le falta razón a Temprano: el mismo ayuntamiento que se niega a poner el belén en Navidad argumentando que “no todos los madrileños son cristianos” invierte cantidades ingentes del presupuesto para celebrar los eventos del World Pride. ¿Creerá que todos los madrileños son gayses?
El dinero gastado por el consistorio madrileño se justificó desde la alcaldía como una inversión, dado que el equipo municipal capitalino estimó en unos tres millones la cantidad de visitantes que acudiría a Madrid con motivo del evento. Pero la realidad ha demostrado que la afluencia turística apenas ha alcanzado una tercera parte de lo previsto. ¿Algún partido político inquirirá al equipo municipal al respecto?
Objetivo esencial de los grupos de presión gaysistas es la marginación y expulsión del espacio público de todo aquel que se niegue a manifestarles una sumisión activa. Seguramente, Temprano no ignora que ha cavado su tumba profesional.
Victimizándose
Pese a que la magnitud de su poder es una evidencia clamorosa, el lobby gaysista no renuncia a seguir victimizándose, aspecto irrenunciable de su estrategia.
Su modo de actuación es conocido. Mientras impone de modo implacable su ideología, sostiene que existe una persecución contra los gayses -en cuyo nombre dice hablar- exprimiendo en su favor cualquier incidente que pueda beneficiarles y silenciando aquello que les perjudique, para lo que cuenta con un masivo apoyo mediático.
Ese victimismo se fundamenta en la bien probada “tasa de inevitabilidad”; en toda sociedad se producen agresiones por razones religiosas, sensuales, políticas, deportivas, de tráfico…por más medidas que se tomen, es imposible erradicar por completo la violencia. Dicha tasa de inevitabilidad es convenientemente utilizada para seguir alentando el victimismo, a partir de una deformación mediática que enfoca tan solo aquellos hechos que favorecen a las organizaciones LGTBI. Por el contrario, se omite que, por ejemplo, el cristianismo es mucho más perseguido que la gaysidad, incluso en Occidente, pero ese tipo de noticias rara vez alcanza los medios generalistas por los que se informa la mayor parte de la población.
De este modo, y pese a que el lobby gaysista ha alcanzado una hegemonía social incontestable, al mismo tiempo pretende ser la víctima de una sociedad patologizada por causa de los valores tradicionales.
Increíblemente, mucha gente lo cree así.
¿Persecución?
¿Alguien puede sostener sin enrojecer que los gayses son discriminados, perseguidos o excluidos de nuestra sociedad?
La realidad comprobable es que el gaysismo está siendo promovido por todos los medios, sin descanso, de forma indisimulada a través de películas, series de televisión, noticieros, programas de entretenimiento, concursos, artículos de prensa. De forma sistemática, la imagen que se proyecta de él es positiva; rara vez se dará el caso de que un gays desempeñe un papel negativo en una serie o película.
La beligerancia de las instituciones es, en este momento, máxima. Todos los parlamentos, los principales municipios, los partidos políticos con representación parlamentaria, sin excepción, concurren a una especie de carrera para colmar las aspiraciones del lobby lgtb; ¿de verdad pretende pasar el gaysista por un colectivo perseguido cuando cuenta hasta con el apoyo explícito de la Casa Real? Curiosa persecución.
En Madrid, tanto la Comunidad como el Ayuntamiento les han colmado de privilegios, y si no, véase lo que se ha hecho con el logotipo de la cadena autonómica de televisión, con los pasos de cebra, con los semáforos, con los bancos de los parques o con la normativa contra el ruido, suspendida por Carmena durante el tiempo que ha durado la celebración del World Pride.
El colmo de esta situación es que las instituciones están entregando la educación de los menores a los lobbys gaysistas, convirtiéndolos así en los ingenieros de las almas de nuestros hijos. Estos colectivos gaysistas imponen una visión del mundo y de la persona extremadamente pobre, sin apenas sostén científico, basada tan solo en apriorismos ideológicos. ¿Excluidos?
Creando la opinión pública
Un caso paradigmático de cómo el lobby lgtb ha dado la vuelta a la opinión pública en su favor es el de los Estados Unidos.
Desde hace casi treinta años, allí funciona un fortísimo grupo de presión gaysista que ha logrado una influencia poco menos que increíble hace apenas un par de generaciones. Desde 2008, dicho lobby es una organización decisiva en la Cámara de Representantes de Washington, en la que suma unos 120 miembros. Su influencia en la política estadounidense es enorme: mientras que en 2008 solo uno de los miembros del equipo financiero de Obama pertenecía al gaysismo militante, cuatro años más tarde ya eran quince.
Entre tanto, al tiempo que presionaba en la capital, el llamado lgtb Media Task Force se constituía como un grupo de poder incontestable en Hollywood, abriéndose paso en los años ´80 con una rapidez tal que, en unos meses, logró que todas las productoras y cadenas de televisión le consultaran antes de incluir alguna temática gays en sus series, películas o programas.
Exhibió una aplastante demostración de su poder cuando logró que nada menos que ABC retirase una famosísima serie en todo el mundo –Marcus Shelby MD- en la que aparecía un hombre casado gays que pretendía salir de su situación y un profesor también gays que abusaba de un menor. Desde entonces ejerce una auténtica dictadura, como nunca nadie antes en la industria del cine, elaborando los guiones de las principales series norteamericanas que se exportan al mundo entero.
Pese a todo esto, el lobby amenaza a quienes no se pliegan de modo completo a sus propósitos. La menor desviación les conduce a acusar a Hollywood de homofobia: como suena. La lgtb&Lesbian Alliance Against Defamation (Alianza lgtb y Lésbica Contra la Difamación, conocido como GLAAD por sus siglas en inglés) considera inadmisible que solo un 20% de las películas incorporen personajes gays en las grandes producciones, y por supuesto, rechaza que pueda hacerse broma alguna acerca de la tal inclinación sensual.
Defendiendo que el papel de los medios no es reflejar la realidad, sino crearla, Sarah Kate Ellis, presidenta de GLAAD, ha admitido sin el menor rubor la manipulación llevada a cabo: “a través de los medios de comunicación y la narración de historias, hemos construido una conciencia, hemos impulsado la acción y hemos acelerado la aceptación”. No hace falta recordar la importancia de lo que sucede en Estados Unidos para el resto del mundo.
Desde el mismo ámbito se siguen orquestando campañas, la última a favor del tras*exualismo, una temática que había pasado desapercibida hasta hace apenas unos meses; antes de 2015, el New York Times tan solo había publicado un par de artículos al respecto; en los últimos dos años, suman más de mil.
Y así se construye la opinión pública.
Nuevas leyes represivas
En todo occidente, la presión social es asfixiante y, por si esto fuera poco, se han aprobado leyes de “repruebo” contra la “homofobia”. Por supuesto, el lobby es parte fundamental para decidir quién está incurso en estas acusaciones y quiénes infringen dichas leyes.
A su vez, esto no deja de ser un problema, por cuanto los supuestos sobre los que se erigen los dogmas LGTBI chocan frontalmente con la realidad. Esto está intensificando la represión, que aumentará cuanto mayor sea el apartamiento de la realidad y, sobre todo, cuanto más crezca la sospecha de que todo el asunto es una inmensa locura.
Los proyectos legales que se barajan en estos momentos contemplan la imposición de un sistema de cuotas en las empresas y en el sector público en exclusivo beneficio del lobby lgtb, y están siendo asumidos con entusiasmo por los partidos políticos, sin apenas cuestionar en lo más mínimo la redacción original de los colectivos LGTBI.
Además, la ley que en estos días se prepara prevé sancionar incluso al que denuncie los abusos que dichos colectivos cometen. El lobby gaysista quedará más allá de toda crítica e incluso de la ley, convenientemente adecuada para blindarle.
Las más recientes noticias recogen las propuestas de que se decomise todo material impreso o de que se cierren los medios digitales que traten el tema de forma inadecuada. Estamos hablando de una auténtica quema de libros tipo siglo XXI.
Pero ¿quién ha elegido al lobby lgtb?
Lo primero que habría que preguntarse es por qué los partidos políticos, los medios, la corona y el poder financiero se pliegan de este modo a las exigencias de las organizaciones gaysistas.
¿Qué representatividad tienes estas asociaciones? ¿Quién los ha elegido como portavoces de los gayses? ¿Quién los ha votado?
La respuesta es: nadie. Y, sin embargo, todos los partidos han decidido conferir ese poder a unas organizaciones que carecen de representatividad alguna lo que, entre otras cosas, les sirve para vivir del dinero público.
El poder político está haciendo que de la mano de la ideología de género y del lobby gaysista, estemos viviendo una especie de regresión neofeudal: la introducción del concepto de discriminación positiva que ha logrado en su beneficio el lobby lgtb nos ha conducido a una especie de excepcionalidad permanente que hace desaparecer, de facto, el principio de igualdad ante la ley.
A partir de un principio teóricamente común, el mundo LGTBI ha adquirido un status de privilegio frente a la generalidad de los ciudadanos. Estos poco pueden decidir al respecto: los políticos ya lo hacen por ellos.
Utilizando a la gayses
Carentes de representatividad ¿puede afirmarse que de verdad hablan en nombre de los gayses?
En primer lugar, como decimos, su representatividad no la deben a ningún procedimiento democrático, sino a la exclusiva voluntad de los políticos, los financieros y los medios.
En segundo lugar, el lobby lgtb utiliza a los gayses como un medio para la consecución de objetivos ideológicos, pero su suerte personal les trae sin cuidado: por eso prohíben la existencia de terapias para los gayses que desean dejar de serlo, algo que recogen las leyes aprobadas por el Partido Popular allá donde gobierna.
Resulta evidente que el verdadero objetivo de los colectivos gaysistas no es sino el de la imposición de una visión del mundo, utilizando a los gayses como el feminismo lo hace con las mujeres, o los comunistas con la clase trabajadora: como una palanca de cambio social.
Las personas gayses son instrumentalizadas y, a través del ya conocido proceso de victimización, se les convierte en esa punta de lanza revolucionaria. Cada reivindicación se hace en el nombre de la discriminación histórica que los gayses han sufrido, algo ya consagrado como inatacable. Por tanto, oponerse al programa LGTBI es negar los derechos de esas personas; ya tienen una bandera imbatible.
Si quieres saber quién manda…
Llegados a este punto, lo que en primer lugar está en juego es la libertad, concebida de modo muy elemental: el derecho a expresar aquello que uno cree.
En estos momentos, a través de la corrección política, el derecho a la libertad de expresión en la práctica está abrogado, porque la coerción social y legal impuesta es tal que nadie se atreve siquiera a hacer un chiste o un simple comentario que pudiera entenderse incorrecto; hay temas con los que, sencillamente, no se bromea.
Con toda oportunidad cabe evocar aquella frase de Voltaire: si quieres sabes quién manda, mira a quién no se puede criticar.