Imagínate que Franco levantase la cabeza... relato de ficción para burbujos

Timorato, asoma la cabeza por encima de su lápida en el cementerio del Pardo, en Mingorrubio

Desorientado, lo primero en lo que piensa es en coger un taxi y volver a su residencia de El Pardo. Lo primero que se encuentra es un cuartel del ejército del aire, con la leyenda "Todo por la patria" adornando la entrada. Franco, por primera vez, respira aliviado

Nuestro protagonista entra al complejo y solo ve sudamericanos. El Caudillo no da crédito: ¿quizá ha resucitado en un cuartel español o en un cuartel de Cochabamba? Asustado, llama a un taxi que se encuentra en mitad de la calle, haciendo el saludo romano con cierto disimulo. El taxista, que lleva un cartel electoral de Podemos en un lateral de su coche, le escupe desde la ventanilla, gritando voz en alto: "Te pareces a Franco, viejo de cosa"

Francisco Franco, tan desconcertado como humillado, se sube a un autobús verde con destino anunciado en la estación de buses de Moncloa. De su uniforme oficial saca un montón de pesetas, y algún billete. El autobusero le espeta de malas maneras, y antes de subirse al vehículo: "La mascarilla, por favor: sin mascarilla no puedo dejarle subir... no me haga de perder más tiempo, que tengo prisas"... El Caudillo le explica que no sabe a qué se refiere, el busero porfía, finalmente Franco, ese hombre sin mascarilla, baja los brazos

El generalísimo emprende un viaje a pie desde Mingorrubio hasta Moncloa, con dirección al acuertalamiento militar en la calle Princesa, donde espera que le reconozcan. Animado por los cuarenta grados de temperatura, se siente de nuevo en el jovenlandia de su juventud, entre Ceuta y Tánger. A la altura de Majadahonda, totalmente desfondado, hace una parada en el centro comercial Mega Plaza 2. Con un poco de "baraka", piensa, algún simpático compatriota me dará un vaso de agua, para refrescarme. A las puertas del recinto, un grupo de adolescentes que escuchan reggaeton a todo volumen y hablan a voz en grito le graban en video, entre risas: "leche, fijaos que boomer bro, estabamos to chill y ahora llega el puñetero viejo éste a jeitearnos el día, literal brrr"

El cansado Caudillo se sorprende de que un aparato tan pequeño pueda hacer las veces de teléfono fijo y cámara al mismo tiempo. Asustado, busca la acera más cercana, tratando de escapar del inquisidor objetivo, cuando un repartidor de Glovo le empuja al grito de "Ten cuidado papi, viejo blanquito de mielda!!!!"

Cojeando y muy cansado, el que fuese general más joven de Europa se introduce con disimulo en uno de los baños del centro comercial. Un guardia de seguridad de casi dos metros, tatuado y con una pulsera de VOX en la mano izquierda y otra de VOX en la mano derecha, le agarra del brazo, preguntándole de forma tajante: "Caballero caballero, ¿usted ha consumido algo en el recinto? Si no tiene ticket de compra, no tendré más remedio que expulsarle, caballero". Franco, jefe de estado de rango superior a un gran almirante o a un mariscal de campo, se siente vejado, zaherido, difamado. El segurata acaba de llamar a la policía, que le desaloja del exclusivo "shopping center", repleto de tiendas de lujo y restaurantes de cinco tenedores

Franco ha llegado a Moncloa cuando son casi ya las diez de la noche. Está anocheciendo y las calles de la zona están llenas de numerosos jóvenes marroquíes, con peinados estrafalarios, similares a las permanentes de Carmen Polo. Un par de ellos le piden un cigarro, y le llaman amigo. Franco les dice que no, y les habla de Tánger, de la baraka, de la guardia jovenlandesa. La chavalada ha tomado el parque del Oeste y el viejo gallego reacciona con escaso regocijo al comprobar que todas las parejas que han tomado los bancos del parque se componen de parejas del mismo sesso. Absorto, centrado en sus cavilamientos, comprueba con malestar que un chorro líquido cae sobre su pierna: una pareja de jóvenes con el pelo rosa le dicen, en un tono ciertamente afeminado, que no ha de preocuparse: "Ay cari, ezo con lejía zale, no ze ponga azín. Es que nueztro peguito ez muy juguetón. Solo quiere de jugar, Paquito mío".

Francisco Franco, ahora Paquito, el que fuera providencial hombre enviado por Dios para salvar a España del peligro comunista, se deja caer violentamente sobre un parque de madera cercano, lleno de cagadas de palomas y grafitis espontáneos. Coge un periódico tirado en el suelo, y comprueba la fecha de edición del mismo. Estamos en Madrid, en junio de 2021, gobierna el PSOE y en la portada del diario aparece una mujer de unos cien kilos que se dice ministra de género y que habla de cosas que no logra entender. Un grupo de venezolanos que venden arepas caseras por el parque se preocupan por su estado, a lo que nuestro hombre responde: "Oiga, ¿es que no hay españoles ya en Madrid?"... Los venezolanos le responden con simpatía y acento sabrosón: "Ay no, viejito, cada vez hay menos, ahora hay una comunidad venezolana muy grande en Madrid, gracias a Ayuso... Somos la Mayami de Europa mi papi"

Franco acepta la arepa con desdén y bebe algo de agua en una fuente del parque, compartiendo babas con un perro que le ha precedido en la operación. Su próximo objetivo es el viaducto del puente de los franceses. Alcanzada la meta, busca el arco más alto: la luz de la luna hace un bonito reflejo sobre el escaso caudal del río Manzanares, tan exiguo como hace medio siglo, como hace dos siglos. Aquel viejo de Ferrol piensa que quizá lo mejor habría sido no salir de la lápida, no salir de Mingorrubio. Mi querida España, o mi querida Ex-paña. Esa España ya no era suya, ni nuestra.

Quizá mejor haberse quedado en el Valle, o en Mingorrubio. fruta España, y puñeteros españoles

En qué hora quise levantar la cabeza... Total, para lo que hay que ver.

Cómo ha poco equilibrado España desde que murió Franco es digno de estudio.

Es obvio que ahora nadie hará ese estudio, y es obvio que en generaciones venideras, marrónidas ya y con escaso o nulo nivel intelectual, tampoco se hará. Lo tendrá que hacer algún polaco, algún letón o alguien así.