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España
Iglesias y Podemos abren fuego para sobrevivir: contra el "fascismo" de la TV y la "izquierda cuqui"
Cierre de campaña al 28-M
Iglesias y Podemos abren fuego para sobrevivir: contra el "fascismo" de la TV y la "izquierda cuqui"
Los jovenlandesados cierran campaña a cara de perro. Belarra acusa a la prensa de obviar las propuestas y de "intoxicar" a la ciudadanía, mientras Montero denuncia el "blanqueamiento" de la corrupción por los medios
Por
Alejandro López de Miguel
26/05/2023 - 20:29
Podemos ha disparado con todo en el tiempo de descuento de la campaña electoral al 28-M. Con todo, y contra todos: de Ione Belarra a Irene Montero, pasando por Pablo Iglesias, los jovenlandesados han abierto este viernes un nuevo frente de combate, en este caso contra los medios de comunicación. Con las últimas encuestas apuntando a su crítica situación, vuelven a subir el tono para reivindicar que sufren una conjura del bipartidismo, los poderes económicos y los mediáticos, a los que su secretaria general y ministra acusaba de estar "intoxicando" a la gente desde los programas televisivos más vistos. Les hacía responsables de hurtarles "información veraz", y de opacar el debate sobre programas electorales, en una estrategia de "blanqueamiento" de la corrupción, de cooperación con los "sectores políticos corruptos", esto último en palabras de su número dos y ministra de Igualdad.
En el cierre multipista de la campaña del partido en Madrid y Valencia, donde concurren en coalición con IU y Alianza Verde, había reivindicaciones de los logros del Gobierno de coalición, alabanzas a sus candidatos y promesas, pero ganaba mucho peso una idea que ya se ha convertido en una constante en sus discursos: todos maniobran contra Podemos, y Podemos es la única fuerza "valiente", la única capaz de promover cambios de calado. Del "fascismo" como "problema social" que mencionaba su líder histórico, a la "mafia madrileña", pasando por una izquierda "que no da la cara", se han detenido a señalar a sus enemigos, intentando dar un golpe sobre la mesa que les permita superar la barrera del 5% de los votos.
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La ley que anunció Belarra el viernes, para obligar a los presentadores y directivos de medios de comunicación a hacer públicas sus declaraciones de bienes y de intereses, es el último giro de un partido que ya cuenta con su propia televisión, dirigida por el "activo mediático" Iglesias, y que carga contra el resto de fuerzas de la izquierda por acudir a espacios como La Sexta. Mientras, en Madrid, las dos ministras aún se ponían medallas, atribuyéndose varios logros de la coalición con el PSOE, Iglesias ponía el foco en Florentino Pérez y Antonio García Ferreras, etiquetándolos como la "mafia madrileña". Belarra cargaba contra Ana Rosa Quintana, y hasta dictaba preguntas para los "periodistas valientes".
Casi en paralelo, desde Valencia, Iglesias alertaba de que el fascismo "crece en nuestras sociedades", que se da en las televisiones y en los parlamentos, y hasta tildaba de "nancy" a Santiago Abascal, líder del partido ultraderechista Vox. Pero sus golpes más duros iban también contra Joan Baldoví (Compromís), líder de un partido con el que Podemos compite en la Comunidad Valenciana, y cuyo candidato al ayuntamiento de la capital, Joan Ribó, ha sido bendecido por Yolanda Díaz. Los acusaban de autoproclamarse "valencianistas", mientras "le hacen la pelota a Ferreras para que hable bien de ellos en la tele"; de "no dar la cara" contra esos "mafiosos": "Valiente forma de defender a los valencianos".
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Había dardos contra el PP, seguían tildando a Isabel Díaz Ayuso de ser una "corrupta", pero el fuego amigo ganaba terreno. La secretaria general jovenlandesada disparaba contra la "izquierda conservadora" que "solo hace retoques cosméticos" en Madrid. "Una izquierda cuqui", decía, que "no ha servido de nada". Su supervivencia en el Ayuntamiento y la Asamblea de Madrid está en el aire, el consistorio de Valencia sigue fuera de su alcance según los sondeos, y están en riesgo de perder su hueco en el Parlament, y con ello el pacto del Botànic. Podemos ha abrazado el fuego a discreción como fórmula para desmarcarse y minar a quienes también pescan en el caladero de votantes progresistas, superando los niveles de confrontación alcanzados en la campaña de 2021 en Madrid, en la que Iglesias salvó la representación en la Asamblea, pero se estrelló contra Mónica García.
Los discursos no se centraban en las buenas perspectivas en Extremadura, donde Irene de Miguel puede hacerse fundamental para reeditar un nuevo Gobierno socialista, ni en el aval de la vicepresidenta segunda, que ha hecho encaje de bolillos para desdoblarse en campaña, y hasta ha pedido el voto para el candidato de Unidas Podemos a la Generalitat, Héctor Illueca —también lo hizo para Joan Ribó, enfadando a los jovenlandesados—. Al inicio de la campaña, el acento estaba puesto en la ley de vivienda, en la necesidad de doblar el impuesto a la banca o en la actuación contra la subida de las hipotecas, pero las diferencias con sus potenciales aliados en futuribles gobiernos de coalición se han convertido en los puntales de las grandes figuras de la dirección estatal. Roberto Sotomayor y, en mayor medida, Alejandra Jacinto, han peleado para defender sus propuestas para el ayuntamiento y la Comunidad, pero las primeras espadas y el ex secretario general han repartido múltiples reproches entre la izquierda a la izquierda del PSOE.
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Varios exdirigentes territoriales coincidían estos días en que Podemos ha aplicado al pie de la letra su manual anticrisis, elevando el tono contra sus rivales, y jugando la carta del "victimismo" frente al resto, en palabras de un dirigente de Unidas Podemos. Sus salvas, eso sí, han restado espacio a sus propuestas, pese a que han registrado hasta cuatro leyes durante el periodo de campaña. Contra Díaz, sin embargo, no han disparado públicamente, aunque sí repartieron reproches en privado. Belarra y Montero no han compartido escenario con ella ni con Colau, la gran apuesta de la vicepresidenta en la campaña, y esperan a los resultados del 28-M para definir la nueva etapa de su relación con Díaz. Desde Barcelona, casi a la vez que Podemos, Díaz intervenía en un mitin para pedir a los "socialistas de corazón", una fórmula usada desde hace años por Iglesias, que respaldaran a Colau.
El lanzamiento de la candidatura de la líder de Sumar a la Moncloa, en abril, dio paso a una suerte de guerra fría con los jovenlandesados, casi los únicos de su espacio político que no respaldaron el paso adelante de la vicepresidenta segunda. Antes de ese paso, Podemos vivió días de tensión temiendo una rebelión entre sus dirigentes autonómicos, que se saldó sin grandes pérdidas, y desde entonces han cargado contra sus competidores para cohesionarse a la interna.
"Las generales son nuestra liga"
En la última semana de campaña, un veterano dirigente estatal jovenlandesado ponía el parche antes de la herida y restaba hierro al resultado en los comicios del domingo. "Donde siempre hemos dado el estirón ha sido en las generales, no en las autonómicas y municipales"; "tenemos una propuesta estatal para acabar con el bipartidismo", explicó.
Desde 2016, sin embargo, Podemos ha ido menguando, incluso en las generales. Pese a ello, se aferran al convencimiento de haber demostrado su utilidad para impulsar políticas tras*formadoras, para forzar al PSOE a adoptar nuevas medidas. Para "hacer posible lo imposible", en palabras de Montero. Por ello, concluyen, "somos el adversario principal". "Podemos no está muerto", fue una de las consignas que sobrevolaron el lanzamiento de la candidatura de Díaz. A 48 horas de los resultados electorales, hay quienes reivindican que en esta campaña han vuelto a demostrar, vistas las aportaciones de sus militantes, vistos los debates electorales, que siguen respirando.
Podemos ha disparado con todo en el tiempo de descuento de la campaña electoral al 28-M. Con todo, y contra todos: de Ione Belarra a Irene Montero, pasando por Pablo Iglesias, los jovenlandesados han abierto este viernes un nuevo frente de combate, en este caso contra los medios de comunicación. Con las últimas encuestas apuntando a su crítica situación, vuelven a subir el tono para reivindicar que sufren una conjura del bipartidismo, los poderes económicos y los mediáticos, a los que su secretaria general y ministra acusaba de estar "intoxicando" a la gente desde los programas televisivos más vistos. Les hacía responsables de hurtarles "información veraz", y de opacar el debate sobre programas electorales, en una estrategia de "blanqueamiento" de la corrupción, de cooperación con los "sectores políticos corruptos", esto último en palabras de su número dos y ministra de Igualdad.