Marin V
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Monseñor Pérez Serantes, arzobispo de Santiago de Cuba
El obispo que salvó a Fidel Castro
"Iglesia y Revolución en Cuba"
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Santiago de Cuba, 1 de enero de 1959. Desde el balcón del ayuntamiento, el joven comandante Fidel Castro se dirige a todo el país para anunciar el triunfo de la Revolución. Él y sus rebeldes "barbudos" han logrado echar del país al dictador Batista y la euforia es total. Entre las intervenciones que preceden al histórico discurso de Castro, hay una especialmente sorprendente: la de monseñor Pérez Serantes, el arzobispo de Santiago de Cuba. Lo cuenta Nerea Alejos en Diario de Navarra.
¿Qué hacía un representante de la jerarquía eclesiástica felicitando a los guerrilleros por su triunfo y fundiéndose en un abrazo con el comandante Huber Matos? Precisamente esta imagen es la que ilustra la portada del libro Iglesia y Revolución en Cuba, resultado de la exhaustiva investigación llevada a cabo por Ignacio Uría (Gijón, 1971), profesor asociado de la Universidad de Navarra.
La obra, de 620 páginas, ha sido reconocida con el premio Ateneo Jovellanos de Investigación Histórica 2010, dotado con 18.000 euros. Dado su alcance internacional, el próximo mes de noviembre será presentada en la Universidad de Georgetown, en concreto el día 12, y en la Feria del Libro de Miami, el día 19.
La investigación le llevó desde la Universidad de Georgetown, en Washington, hasta Santiago de Cuba y Camagüey, entre otros lugares. "A nivel personal, yo soy nieto de cubanos y me propuse mantener la distancia para poder abordar sin prejuicios una época tan controvertida. Quería que fuesen los documentos los que hablaran, así como los testimonios de las personas", comenta Ignacio Uría.
Entre la lista de entrevistados destacan nombres como los de Juanita Castro, hermana de Fidel, así como su primera esposa, Myrta Díaz-Balart. Incluso localizó al excomandante Huber Matos, protagonista de la portada del libro, exiliado en Estados Unidos tras cumplir una condena de veinte años en las cárceles cubanas. En la reconstrucción de los hechos, Uría ha manejado fuentes diplomáticas españolas y estadounidenses, así como una fuente de información poco común: las propias pastorales que escribió Pérez Serantes, igual de jugosas que un cable diplomático. Llegaron incluso a ser leídas por Eisenhower y Kennedy, en aquella época presidentes de Estados Unidos, que no perdían detalle de los acontecimientos que se sucedían en la isla.
Experto en relaciones internacionales y en procesos revolucionarios, Ignacio Uría se propuso indagar en la figura del gallego Pérez Serantes (1888-1968) y ahondar en sus vínculos con la Revolución cubana, con la que llegó a entusiasmarse en sus inicios. "Él procedía de una familia humilde de la Galicia rural y cuando llegó a Cuba se mostró muy comprometido con la realidad social. Consideraba que la clase media-alta, de mayoría católica, era poco solidaria porque solo estaba pendiente de sus privilegios. Entonces empezó a pensar en que hacía falta un cambio radical, en el sentido de ir al fondo de la doctrina social-cristiana", considera Ignacio Uría.
Al mismo tiempo, Pérez Serantes mantenía vínculos con el régimen de Batista, como el coronel Chaviano, el jefe militar de la provincia de Oriente, con quien se reunía regularmente. Como buen gallego, sabía navegar entre dos aguas. "Se le acusó de querer estar cerca del poder. Él era una persona muy pragmática. Quería una República de Cuba que fuese cristiana y respetase los derechos de la Iglesia. La gran diferencia entre Fidel Castro y Pérez Serantes es que el primero quería hacer una revolución sin Dios, mientras el segundo quería hacerla con Dios", concluye Uría.
Seis años antes del triunfo de la Revolución, el arzobispo también estuvo especialmente implicado en los acontecimientos que se sucedieron tras el malogrado asalto de los rebeldes al Cuartel Moncada, el 26 de julio de 1953 en Santiago de Cuba. En ese clima de gran violencia y agitación política, Pérez Serantes intercedió por la vida del entonces fugitivo Fidel Castro.
"Podemos afirmar que, de no haberse producido la intervención de Pérez Serantes, Fidel Castro difícilmente se habría salvado de ser ajusticiado por los soldados del Ejército", asegura Ignacio Uría. En su libro recoge el episodio clave, reconstruido en gran medida gracias a la prensa de la época. Pérez Serantes se ofreció a ir en busca de Fidel Castro, que se escondía con los otros supervivientes del asalto en un poblado. Antes se había reunido con el coronel Chaviano para conseguir la promesa de que los fugitivos no serían ajusticiados, con la condición de que estos se entregaran. Cuando localizó a los prófugos, el arzobispo llegó incluso a interponerse entre ellos y los dos militares que habían abierto fuego al percatarse de la presencia de los rebeldes. Así fue como salvó a Fidel Castro.
Sin embargo, el giro que dio el nuevo régimen tras el triunfo de la Revolución terminó por enfrentar a ambos personajes, y el hermanamiento con la URSS acabó de confirmar el giro hacia el marxismo, algo que Pérez Serantes condenó con firmeza.
Finalmente, en 1961, Castro acabó declarando el carácter marxista de la Revolución, lo que les convirtió en enemigos. El arzobispo se vio obligado a recurrir al número dos del régimen, Raúl Castro, para que atendiera sus demandas, ya que Fidel le ignoraba. El único detalle que le dedicó fue el día de su fin, en 1968. Dirigentes del Partido Comunista enviaron "coronas gigantescas" a Santiago de Cuba, entre ellas la de Castro. Cien mil personas de toda Cuba acudieron a despedirle al cementerio de Santa Ifigenia, donde algún día también reposarán los restos de Fidel Castro.
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