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Icíar Bollaín: "La lucha contra el machismo empieza dejando de reírse de los chistes machistas"
La directora presenta 'Soy Nevenka', la película que retrata a la mujer que, pese a lograr la primera condena en España de un cargo público por acoso sensual, tuvo que irse al extranjeroIcía Bollaín, ayer en San Sebastián.Javier Etxezarreta / EFE
San Sebastián
Actualizado Sábado, 21 septiembre 2024 - 21:28
Sus vecinos, lo contaba la guionista Isa Campo, no querían la película. "Os cuento lo que queráis, pero, por favor, no hagáis la película", fue la respuesta más escuchada en el largo proceso de investigación que ocupó a la directora y a la autora del libreto. Pues bien, la película ya está aquí. Soy Nevenka, de Icíar Bollaín, recupera la historia de la primera española en lograr la condena de un cargo público por acoso sensual. Pero también es la historia de todo un pueblo (Ponferrada, primero, y España entera, después) que, pese a la condena al acosador Ismael Álvarez, pese a la valentía inédita de la víctima, pese a todo, le dio la espalda a esta última. La ignoró su partido, el PP, que corrió a defender la honestidad del culpable, le hizo el vacío parte de la oposición de izquierdas por aquello de que "ella se lo había buscado", y la condenó una sociedad demasiado pendiente de señalar a cada uno de los suyos. Fue ella la que ganó el juicio y ella la que se tuvo que ir de España. Icíar Bollaín completa así, junto a su película anterior Maixabel, un díptico de mujeres que tomaron la palabra y que hicieron de la palabra su mejor y única defensa contra el horror.
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Hace poco vimos el documental en el que Nevenka contaba su vida. ¿Por qué volver al caso Nevenka? ¿Por qué ahora?Simplemente, es una gran historia y se puede contar siempre. Pero hay algo muy interesante: cuentas algo de hace 20 años y lo importante es cómo estamos ahora, qué ha pasado, qué ha cambiado en la sociedad. Ahora vemos que salen constantemente historias de acoso en el día a día. La pregunta sigue siendo: ¿Entendemos a una víctima de acoso?Lo normal es pensar que hemos mejorado, que, por fin reconocemos que vivimos en una sociedad más justa en la que Nevenka es comprendida como víctima. Sin embargo, luego vemos casos tan tremendos como el de Gisèle Pelicot en Francia y entran dudas... Hay un mar de fondo que une a las historias, que es el machismo.Y, sobre todo, hay una normalidad que pone los pelos de punta. En el caso Pelicot eran hombres corrientes, eran hombres que trabajaban, que tenían sus familias, los que participaban en la violación... La página de este señor, su marido, fue visitada por cientos de millones de personas. Nadie dijo nada durante años. Y a nadie se le ocurrió pensar que ahí había una conducta criminal. Me ha dejado pensando muchísimo. Pero bueno, creo que como sociedad hemos cambiado. ¿En qué? Creo que la percepción de las víctimas es otra y el apoyo es distinto. Ha habido un cambio para bien. Lo hemos visto con el caso de la manada con una respuesta en la calle impresionante y en el caso de Jenni Hermoso. Y eso es un gran cambio. Costaba entender que alguien que tenga una relación pueda sufrir acoso. Y sigue costando, aunque cada vez es más claro el significado del consentimiento. Tenemos mucho que cambiar, pero por lo menos entendemos cosas tan elementales como que una persona puede decir que no en cualquier momento.Para saber más
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¿Llegaron a hablar con Ismael Fernández?Nos lo plateamos, pero luego vimos a través de la infinidad de entrevistas que ha concedido que su discurso ha sido y es siempre el mismo. Él no ha cambiado en todos estos años. Es muy difícil mantener una conversación con alguien que lo niega todo. Cuando salió la sentencia buzoneó a todos los vecinos de Ponferrada con más de 20.000 cartas. Y ahí, en seis folios, dejó clara su postura.¿Hasta qué punto lo sucedido en Ponferrada se puede considerar una excepción o es un hecho que podría haber ocurrido en cualquier otra parte de España?La situación de Ponferrada es muy particular. Era un sitio con mucho dinero, con mucho gente jubilada de la minería y con un mundo de la noche muy activo. Todo esto hay que entenderlo dentro del boom del ladrillo. Pero además es un sitio muy pequeño donde la presión social es enorme. No había forma de salirse del guion. Y además quien ejercía esa presión era el hombre más poderoso y popular de la ciudad.El heroísmo de Nevenka Fernández, por así decirlo, fue mucho mayor bajo esas circunstancias...Entiendo también que cuando uno vive una cosa así no ve la ética de lo que hace, simplemente lo hace. Cuando hicimos una proyección de la película para ella, su abogado y su psicoanalista, todos recordaron el miedo y la angustia con que vivieron la posibilidad de perder el juicio, de que nada saliera como habían planeado. La ética de sus actos les era completamente ajena. La película los convierte un poco en espectadores de lo que hicieron y ahí sí entendieron la dimensión de lo ocurrido. Cuando estás en el barro, luchando, no eres consciente de lo que haces.¿Qué hay en común entre los casos de Maixabel y Nevenka?Lo más relevante es que las dos usaron la palabra para hacer algo con lo que les pasó, para sanarse, para intentar buscar la dignidad. Cuando a Nevenka le preguntan qué diría a las mujeres que están en su misma situación, su respuesta es que hablen. No dice que denuncien, que siempre es un camino largo y pedregoso. Lo que es diferente es hablar que es lo que te saca de esa guandoca de silencio que lo llama ella. El silencio es parte del acoso. Vivir todo en silencio es parte del tormento.Por volver a la comparación con Maixabel ¿Es comparable la violencia machista con el terrorismo?En la violencia machista hay una imposición sobre el otro mediante el miedo y el terror. En este caso es terror psicológico. Lo que pasa es que el terrorismo tiene unas connotaciones muy diferentes y quizá confunde más que ayuda la comparación, pero en esencia, es imponerte a otro mediante el terror, de paralizar al otro. Supongo que en la lucha contra la violencia machista hay también una intención de darle la importancia que tieney por eso se compara con el terrorismo. La violencia machista se tiende a minimizar, se tiende incluso a negar. Pero se están matando a cientos de mujeres. Desde que hay recuento son 1.280 mujeres.¿Qué tendría que pasar para dejar de minimizar, para que nunca más hubiera otro caso Nevenka?Ya está pasando en cierta medida y tiene que ver con la implicación de los hombres en esta lucha. Yo lo veo en la gente joven que cada vez es más sensible y que es capaz no solo de detectar actitudes machistas sino que no las tolera. Y creo que ésa es la única manera. La lucha contra la machismo es una lucha también de los hombres. Tiene que dejar de ser habitual reírle las gracias al machista. Siempre nos dirigimos a la víctima, que hable, que denuncie. Sí, pero ¿y los que están alrededor? Los abusadores pueden porque se les deja. No es una lucha de las mujeres, es una lucha de todos.Sin embargo, las tesis más reaccionarias son las que parecen tener más predicamento en según qué círculos... Cada vez que se avanza se retrocede. Los Andrew Tate y todos eso me espantan y me parecen muy peligrosos. Hay mucha frustración entre la gente joven y una de las cabezas de turco es el feminismo. Por otro lado, la tolerancia entre muchas chicas jóvenes es otra. Ha calado la idea de que determinadas actitudes nos son tolerables. Y eso me alegra.¿Y en el cine? Has sido actriz y ahora directora, ¿cómo han cambiado las cosas?Cada una tiene su experiencia. Yo hablo más como mujer y a mí me han pasado cosas en la calle que no me he vivido en el cine. A mí se me ha acercado en el autobús uno empalmado. La diferencia quizá es que cuando a mí me pasó eso, yo me baje abochornada. Creo que ahora mismo, cualquier joven le soltaría una fresca al acosador. Antes la avergonzada eras tú. En el cine, ahora mismo hay protocolos. El otro día leí un artículo de lo que tienen que escuchar las camareras y me pareció increíble que todavía estuviéramos ahí. Lo que pasa es que por lo menos ahora a las camareras se las escucha.Ver enlaces de interés
Comentarios
3DoctorTerrorHorrorHouse22/09/2024 09:42 horasProgre haciendo caja. Tu película no la va a ver nadie. Pero a ti te da igual si te la subvencionan.
Ver 150 comentarios
CINE
Cine
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- 26 comentarios
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Audrey Diwan, directora antes de la dura y magistral El acontecimiento, toma en sus manos el mito y, en sus propias palabras, anuncia "una exploración del placer en la era post Me Too". Se trata por tanto de dar la vuelta a todo y de que las agujas del reloj marquen las horas del revés. O, mejor, hacia adelante. Era antes cuando el giro iba mal. Donde la mirada masculina lo determinaba todo con la cámara babeando encuadres sobre la piel desnuda de la mujer, ahora se trata de tomar las riendas y hacer que sean las sensaciones y la búsqueda del placer de ella las que guíen y den sentido a la historia. Digamos que sobre el papel pocos empeños tan arriesgados, provocadores y hasta necesarios.
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Pero el reloj que tuvo a bien inaugurar de forma puntual el Festival de San Sebastián, desgraciadamente, no va. O va a tirones, que es una forma torpe de ir. La actriz Noemi Merlant, que vimos antes en Un año, una noche y en TAR, es la encargada de tomar el relevo de Kristel. Ahora no se trata de una joven de 21 años usada como un elemento más en la valija diplomática de un embajador rijoso, sino de una mujer plenamente consciente de su cuerpo, de su deseo y de sí. El relato en el que se basaba la película original y que venía firmado con el seudónimo de Emmanuelle Arsan discurría entre el exotismo soft de una Tailandia de ***eto de agencia de viajes (no necesariamente cara, por cierto). Ahora, todo sucede en el interior de un hotel de lujo en Hong Kong con todos sus gadgets para ricos de revista: mucho spa relajante y mucho cocinero estresado. Ahora, ella no es la mujer de nadie. Ella es una directiva de la cadena de los hoteles de marras cuyo trabajo consiste en examinar la calidad del servicio. Es decir, tiene un buen empleo o, como dice mi progenitora inocentemente, está bien colocada.
Y así hasta que la nueva Emmanuelle dé con un misterioso ingeniero (¿o era él también ejecutivo?) muy rico, muy raro y muy impotente. Será entonces cuando las cosas empiecen a complicarse, pero no en la trama (que la verdad, no queda claro si va o viene) sino en una puesta escena abigarrada, pomposa, siempre entre sombras y con una declarada intención de decir sin decir del todo. "No está permitido, pero está consentido" es el pedestre ritornello que parece explicarlo todo. O no.
En cualquier caso, aquí lo que importa, como no podía ser de otro modo, es el sesso. Y por sesso entendemos lo mismo que, por ejemplo, Freud. Es decir, todo: el origen de la personalidad y la causa última de la mayoría de nuestras neurosis. En un arranque de originalidad decía Foucault que tiempo atrás el sesso no interesaba tanto y que fue la religión católica la que, interesada por la fiscalización de los actos, vio en el sesso un material muy útil para la vergüenza, el pecado y el dominio de las almas y los cuerpos. Pero esto es otro asunto.
Lo que cuenta, decíamos, es la eliminación de eso que el tiempo (y Laura Mulvey) dio en llamar mirada masculina. Y aquí, Diwan se esfuerza y logra mirar de otro modo. Las escenas de sesso son rescatadas para la mirada de todos desde la pasión y el placer de su dueña y, de este modo, sobre la pantalla se impone una especie de reconciliación, de avenencia con el mito, con el mito de Emmanuelle y con la vergüenza de un tiempo pasado que, definitivamente, fue anterior y bastante peor. El problema es que a esa búsqueda de armonía y, digamos, organicidad entre la escenas de sesso y la propia narración tampoco interesa tanto cuando el relato literalmente se deshace como los relojes líquidos de Dalí. Sí, se trata de reproducir los tópicos de la Emmanuelle de siempre para demostrar su inconsistencia, para denunciar su impostura, pero ¿no estaba ya eso claro? Más allá de las sobrelecturas y sobreanálisis, lo que queda es una película premiosa, desenfocada y, lo peor, aburrida. Sobran piezas y no dan para otro reloj.