Ia: “oleada turística algorítmica”, una oleada turística, a base de algoritmos, de nuestras profesiones, de nuestras relaciones y del conjunto de nuestras vidas

otroyomismo

Madmaxista
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Muy interesante:


pego solo una parte porque no cabria toda la entrevista en un unico post

(...)
¿Qué le ocurrió a la ciencia?, ¿cómo derivó en cientificismo y pudo vencer la ciencia mercantil?

La ciencia ha existido en muchos lugares y épocas, no es un invento de los últimos siglos en Europa. Hay ciencia en la China clásica, en la India clásica, en la Grecia clásica y en la cultura maya. Todas ellas, por ejemplo, eran capaces de predecir la fecha en que se produciría un eclipse, cosa que requiere un registro de un enorme conjunto de observaciones astronómicas precisas y conocimientos matemáticos sofisticados. Se trata de ciencia, entendida como conocimiento riguroso, comprobable y reproducible. Ahora bien, la ciencia occidental moderna, la que nace con el método cartesiano, tiene características peculiares. Tanto Descartes como Galileo afirman explícitamente que solo es real lo que es cuantificable, lo que se puede medir. Por ejemplo, peso, velocidad y longitud son entidades reales, porque se les puede atribuir un número preciso. En cambio, olores, colores y sabores, justicia y belleza, placer y dolor y todo lo que en nuestra vida nos interpela directamente, se consideran entidades imaginarias, subjetivas —”simples palabras” como escribe Galileo.

Descartes llega al extremo de afirmar que si una espada corta un brazo, el dolor que causa ese corte no es real. Lo que es real es el ángulo con el que corta la espada y la profundidad de ese corte. A partir de ahí hemos creado un mundo en que solo atendemos a lo que se puede medir, un mundo lleno de cifras, estadísticas y códigos de barras. Un mundo en el que todo se puede medir también es un mundo dominado por ese artilugio que pone un número a todo: el dinero. Se puede poner precio a un bosque, a un río y al esfuerzo de una persona. Y una vez tienen precio, dejan de ser únicos y pueden sustituirse por una determinada cantidad de dinero. Lo que se cuantifica, se cosifica. Y en un mundo que aspira a cuantificarlo y a cosificarlo todo, no es sorprendente que la ciencia sea presa cada vez más de intereses mercantiles. Las grandes compañías farmacéuticas llevan décadas capturando la investigación médica, las agencias reguladoras de medicamentos, los ministerios de sanidad de los gobiernos, e incluso las revistas médicas.

Pasemos a otro de tus libros, Ángeles o robots, la interioridad humana en la sociedad hiper-tecnológica (2018). En este libro defines diversos espejismos, como el espejismo de la aceleración, el espejismo consumista, el espejismo de la seguridad, el espejismo dataísta y el tecnoutópico. Pareciera que todo tu pensamiento anterior estuviera encaminado a explicar lo que ocurrió en estos últimos años.

Cuando te das cuenta de estos espejismos, lo que ocurrió durante el el bichito-19 resulta menos sorprendente, porque ya había calado ese espejismo de la seguridad, o el espejismo de reducirlo todo a datos (el dataísmo, como lo llama Byung-Chul Han). Del mismo modo que si eres consciente de como Big Pharma ha estado corrompiendo durante años todo lo relacionado con la salud, no es sorprendente la actuación que vimos durante el el bichito.

Los espejismos que señalo en Ángeles o robots son parte del hechizo bajo el que hoy vivimos, del que hablo en Conciencia o colapso. Estamos bajo un hechizo (under a spell, que tiene connotaciones más amplias, es la frase que me vino originalmente) que nos hace creer que siempre es bueno sustituir lo vivo, humano y espontáneo por lo mecánico, programable y controlable. Este hechizo preside prácticamente todo lo que hoy hacemos, en educación, en sanidad, en las relaciones humanas: todo se ha querido sustituir por su versión artificial, mecánica, controlable y programable. Y eso se supone que es progreso. En realidad es tecnolatría, idolatría de la tecnología, la creencia en que todo problema o cuestión tiene una solución tecnológica. La gran religión contemporánea no es el cristianismo, o el Islam, sino la tecnolatría. Esta se manifiesta, por ejemplo, en la “tras*formación digital” que impulsa la Unión Europea. O en la medicalización de todos los aspectos de la vida humana. Ahora tenemos medicamentos para todo tipo de procesos que antes formaban parte del camino normal de la existencia. Por ejemplo, para el procesos de duelo cuando ha muerto una persona querida. Todo lo humano ha de ser medicalizado y todo ha de tener una solución tecnológica. Es una fe irracional y es evidente que no da resultados, o que a la larga resulta contraproducente. Y cuando queda claro que una solución tecnológica produce efectos adversos, se intentan resolver con otra nueva solución tecnológica que generará otros procesos adversos, que requerirán otra solución tecnológica. Es un círculo vicioso en el corazón de la tecnolatría.

Vayamos a tu libro Técnica y totalitarismo. Digitalización, deshumanización y los anillos del poder global. (Fragmenta 2023) ¡Qué buenos títulos tienes! Es el segundo libro de la trilogía que acabas de terminar y del que en eXtramuros publicamos, junto a esta entrevista, sus primeros capítulos. ¿Cómo relacionas todos estos conceptos que propones en el título y subtítulo del libro?

La tecnolatría se manifiesta políticamente en una tecnocracia que ha sustituido a las democracias en las que creíamos estar viviendo. El poder no lo ostenta el pueblo sino la técnica. Lo que importa no es la calidad de la vida de las personas, sino la eficiencia tecnológica expresada en parámetros cuantificables. Y cuando lo que importa no es lo humano, sino la eficiencia tecnológica y la burocratización de todas las cosas, se considera que es más eficiente una sociedad en la cual todo está controlado. Y qué mejor, por ejemplo, que todo el mundo esté obligado a permanecer en arresto domiciliario, o que necesite un pasaporte el bichito para entrar en espacio público. Durante el el bichito, la mayoría de la gente, presa del miedo, creyó que era bueno maximizar el control, y así se aplaudieron medidas contrarias a la buena ciencia como los confinamientos masivos, los enmascaramientos y la inoculación masiva de productos experimentales con instrucciones genéticas. Se nos dijo que eso decía “la ciencia”, cuando en realidad se trataba de marketing y superstición. O algo peor. Era evidente que el arresto domiciliario de los adolescentes, semana tras semana, iba a pasar una factura terrible a nivel de salud mental, como estamos comprobando desde entonces. Muchos intentamos avisar, pero el miedo y los grandes medios, el marketing y los mercenarios que se autodenominan “verificadores”, eclipsaban todo intento de razonar sobre lo que estaba sucediendo.

La digitalización tiene sus ventajas, sin duda. Gracias a ella accedemos a medios digitales como eXtramuros. Pero hay una aspiración a remplazar con artilugios digitales todo lo vivo y encarnado en el aquí y ahora. Y esa es una aspiración totalitaria. Es evidente que el despliegue de la digitalización multiplica exponencialmente las adiciones, en los adolescentes y en todo el mundo. A la vez que han crecido las comunicaciones instantáneas, ha crecido también la incomunicación, la polarización y el número de personas que se sienten solas y aisladas. A fin de cuentas, la digitalización está generando deshumanización.

Me preguntabas también por el subtítulo. Lo de “los anillos del poder global” es porque, así como en esa época en el 2020 de la que yo le hablo y posverdad recurro a las distopías de Huxley y Orwell para explicar la gestión del el bichito, aquí uso muchas referencias a El señor de los anillos y, sobre todo, a las cartas de J. R. R. Tolkien, donde desarrolla muchos temas que sólo están implícitos en su obra literaria. En la obra de Tolkien hay unos anillos que otorgan poder, pero quienes los usan quedan bajo el control y el poder del Anillo Único, que puede esclavizar a quien use los anillos menores. Hoy tenemos unas tecnologías digitales que nos dan un poder extraordinario, pero al mismo tiempo, cada vez que nos conectamos a internet, todos nuestros datos están siendo absorbidos y registrados: quedamos bajo la vigilancia de algo que tiene algún paralelismo con el Anillo Único de Sauron. Sauron también me sirve, igual que le sirve a Tolkien, como metáfora de la maldad que hemos visto emerger en 2020. Me refiero a ella también con el concepto de “mal radical” que Hannah Arendt usa en Los orígenes del totalitarismo y en su correspondencia con Karl Jaspers. Habla de un “mal radical” que no estaba previsto en el mundo contemporáneo y para el que no nos había preparado nuestra tradición cultural.

Lo que hemos vivido estos últimos años a muchos nos ha hecho precisamente volver a leer a Arendt para tratar de entender cómo fue posible que se actuara así, a nivel global, con el apoyo de la mayoría, los medios, los políticos, la academia, incluso la intelectualidad o la cultura. A quien cuestionara una coma se le llamaba conspiranoico. ¿Cómo el miedo pudo llevar a tal desvarío colectivo?

Tal vez la mejor manera de responder sea leer dos pensamientos de Arendt que cito en Técnica y totalitarismo. Arendt señala que “El mal radical ha surgido en conexión con un sistema que hace que todas las personas sean igualmente superfluas. […] En todas partes, acontecimientos políticos, sociales y económicos se hallan en una conspiración silenciosa con instrumentos totalitarios diseñados para hacer que las personas se vuelvan superfluas”. Fíjate que en 1951 Arendt puede hablar de conspiración sin que se la tache de conspiranoica, porque es de sentido común que a lo largo de la historia ha habido conspiraciones. Es de lo más habitual en la historia del poder, que se tomen decisiones a puerta cerrada para dar a entender una cosa que no es.

La otra cita de Los orígenes del totalitarismo (1951) que me parece relevante es esta: “No sabemos qué ocurrirá cuando el auténtico hombre masa tome el poder, pero podemos suponer que estaría más cerca de la corrección calculada y rigurosa de Himmler que del fanatismo histérico de Hitler, se parecerá más a la sosería plomiza de Mólotov que a la crueldad sensual y vengativa de Stalin”. Arendt entiende que el totalitarismo del futuro, el de nuestros días, será menos estridente y más tecnocrático, basado en una corrección calculada y sonriente. ¿No es eso lo que vemos en los grandes líderes globales de nuestros días?

Pregunto a ChatGPT quién es Jordi Pigem y le pido que te lance unas preguntas, y este es el resultado de la versión de pago (probé también en la gratuita y en este caso no hay gran diferencia). ChatGPT te permite exportar la conversación (aquí: ChatGPT) Impresiona la apariencia de inteligencia, ¿qué me dices?

Primero, yo me niego a llamar a la IA “inteligencia artificial”, porque ahí no hay ninguna inteligencia. Lo que hay es cálculo mecánico basado en algoritmos. Una máquina nunca podrá ser capaz de pensar. Una calculadora puede hacer una raíz cuadrada en un instante, pero no entiende el Teorema de Pitágoras. Un traductor automático puede traducir un poema pero nunca entenderá su significado. Nunca puede haber en la IA experiencia, entendimiento o conciencia, por tanto no puede haber inteligencia. La palabra “inteligencia” remite a “entender”, y la máquina no entiende nada. Hoy en día, con todas estas nuevas herramientas de grandes modelos de lenguaje, lo que hay es una imitación de la inteligencia humana. Alan Turing ya hablaba de “imitation game” jugar a imitar la inteligencia, por cierto ese Imitation Game da título a una película sobre la vida de Turing. Efectivamente ChatGPT puede hacer una redacción larguísima, adecuada al tema que propongas, y normalmente costará distinguir si lo ha hecho una persona o una máquina, pero es necesario insistir en que la máquina no entiende nada, simplemente sintetiza de manera mecánica, a una velocidad vertiginosa, frases relacionadas con el tema, y las estructura de la manera que estadísticamente sería más probable. Cuando preguntas a ChatGPT por mí, la descripción general que es plausible. Si alguien me presenta en un acto público leyendo algo así, no le interrumpiría para decir que se equivoca. Yo no diría: usted se equivoca completamente. Pero en cambio hay errores objetivos acerca de datos que pueden hallarse en fuentes tan convencionales como Wikipedia. Por ejemplo, me atribuye premios que nada tienen que ver conmigo, en vez de los que realmente me han otorgado.

Propongo leer el acrónimo IA como “oleada turística Algorítmica”: una oleada turística, a base de algoritmos, de nuestras profesiones, de nuestras relaciones y del conjunto de nuestras vidas.
 
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Interesante lo que menciona sobre el consumo eléctrico brutal de la IA y las nuevas tecnologías. ¿Será por eso por lo que quieren meter paneles solares y todo tipo de energías renovables hasta en la cima de la montaña más remota?
 
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