Gitana
Madmaxista
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¿Qué diferencias había entre hutus y tutsis? ¿fue la suya una guerra tribal o étnica, tal y como se nos informaba en los medios de comunicación?
Han pasado casi veinte años desde que acabara ese conflicto, sin embargo su historia está olvidada y muy manipulada.
HUTUS Y TUTSIS, UNA ABSURDA GUERRA ENTRE HERMANOS.
3 agosto 2009 por Florián Yubero
En las últimas décadas los países han asistido a un renacimiento de la tradición, a menudo con carácter político e ideológico, es como si la modernidad económico, tecnológico o social hubiera traído en el plano cultural un movimiento en dirección al pasado y a las tradiciones en general. Aunque muchos europeos agradecen las ventajas de la tecnología, el aumento de la riqueza y la liberalización de las costumbres, habría que considerar que este retorno por interés a la tradición se encuentra relacionado con motivos más sutiles que un simple rechazo al cambio.
La tradición y la identidad, aparece cada vez con mayor frecuencia, en nuestro debate cultural, como si la identidad colectiva debiera concebirse como algo que se deriva directa y exclusivamente de la tradición. La cultura clásica, nos proporciona a este propósito un episodio bastante característico. Los atenienses enviaron una embajada encargada de plantear una petición que hoy seria muy actual, se pregunto a Apolo, cuales ritos sagrados deberían conservarse y cuales no; el oráculo respondió: Las que sean conformes a las costumbres de los antepasados. Reflexionaron los atenienses sobre la respuesta y decidieron volver a consultar al Dios, para aclarar que las costumbres de los antepasados habían variado muchas veces, cual era la costumbre que debían seguir entre las muchas que habían existido. El oráculo respondió “la mejor”; el discernimiento del que pregunta es el que debe elegir la respuesta y seguirla. Cuando citamos con el vocablo raíces, a la tradición nos referimos a algo que se introduce en concepto de lo natural, algo que se introduce en la tierra y que nutre…. Nuestra identidad. Que se identidad asume la apariencia de una fuerza que brota de la naturaleza orgánica. Como un árbol nacido de las raíces de la tradición cultural. En cierto sentido es como si no pudiéramos ser de otra forma, como si nuestra identidad acabase inevitablemente determinada por la tradición a la que pertenecemos.
La imagen de las raíces contiene el mito de la autoctonia, la pretensión de de ser los únicos auténticos hijos de una tierra concreta, superiores a los que se limitan a vivir de ella tras haber venido de fuera. Defender la tradición y la identidad de un determinado grupo, es proteger la tierra de posibles “contaminaciones”. Como por desgracia sabemos bien, ese tipo de constelaciones simbólicas y conceptuales, raíces, identidad, tradición, tierra…, pueden trasformarse en instrumentos de fin, y no solo de conflicto político, uno de los últimos de catastróficas consecuencias es el que tuvo lugar en Yugoslavia.
Ejemplos de tradición, algunos de ellos muy destacados, el Palio de Siena, es un los acontecimiento social que los espectadores perciben generalmente como manifestación de tradición inmutable durante siglos. Se trata por el contrario de una “reconstrucción” en la que las formas precedentes de esta competición han sido numerosas y diversas, han desparecido para dejar paso a otras surgidas en tiempos más recientes. Formas que hoy son percibidas como absolutamente “tradicionales”. Nos podemos dar cuenta de lo difícil que es optar por determinado modelo de tradición, y no por otro,…. Constituye un acto destinado a incidir directamente en la memoria cultural colectiva de las generaciones colectivas. Es necesario que de cara a las generaciones futuras elijamos tradiciones que se puedan sostener, tradiciones de tipo humano si podemos llamarlo así, tolerantes, abiertas, de otro modo nos arriesgamos a producir ciudadanos tan ignorantes como malos ciudadanos que se hacen daño entre ellos, y que harán daño a los demás.
Un ejemplo sirva de eficaz razonamiento:
Cuando estallaron en Ruanda los primeros conflictos entre hutus y tutsis, descubrimos con horror, que en realidad no se trataba de un conflicto de carácter étnico o mejor “tribal” como los medios de comunicación se empeñan en decir que se trata de una guerra del sur muy sur. Era algo mucho peor. En efecto hutus y tutsis no pertenecen a etnias distintas, hablan la misma lengua, apenas resultan distinguibles en el plano somático y durante siglos han compartido las mismas instituciones políticas. Habitantes de un mismo reino, si bien los tutsis desempeñaban funciones de aristocracia, a los hutus se les asignaba privilegios rituales de los que dependía el bienestar de todos. De este modo, hutus y tutsis habían convivido durante siglos. Fueron los misioneros y colonizadores europeos quienes interpretaron a estos dos grupos sociales como poblaciones distintas.
Adoptando los criterios utilizados por la antropología ochocentista, /genética y jerárquica al mismo tiempo, a los tutsis pastores nobles, se les atribuyeron orígenes camitas, un patrimonio biológico y cultural que les aproximaba en cierto modo a Occidente, a partir de una descendencia común de Noé, mientras que a los hutus se les convirtió en toscos campesinos autóctonos. Leon Classe, arzobispo católico, pretendía sin más que los tutsis eran de raza “aria” mientras que sus sucesores prefirieron reconocer en ellos a los descendientes de tribus dispersas de Israel, todo porque los colonizadores habían hecho aristócratas a los tutsis, sus interlocutores privilegiados, desentendiéndose de los hutus al tiempo que los despojaban de los privilegios rituales que disfrutaban. Cuando los tutsis se convirtieron al catolicismo adoptaron como propia la leyenda de sus orígenes camitas, mientras que los hutus fueron relegados al papel de campesinos de lengua bantú. En este punto los hutus aceptando también ellos como buena la leyenda etnográfica, que reconstruía su “memoria” y su “tradición” a partir de los modelos europeos, comenzaron a su vez a los tutsis su condición de “invasores”. Hutus y tutsis quedaron de este modo “etnicizados” por los belgas y han luchado entre ellos como si fueran diferentes.
Las trágicas paradojas, de la guerra de Ruanda /las paradojas de la etnicidad artificial y de la tradición inventada/ no acaban aquí. En 1930 los colonos belgas habían previsto realizar un censo con el fin de proporcionar un documento de identidad; en él se indicaba si la persona era tutsi, hutu o twa (pigmeo). Puesto que no era posible distinguir somáticamente a un hutu de un tutsi, lo mismo que era imposible efectuar la distinción sobre una base lingüística se decidió adoptar como criterio étnico discriminante el número de reses que poseía cada uno. La posesión de ganado bovino, seguía siendo en efecto un indicador de prestigio para la población local: Los belgas lo tras*formaron en criterio de etnicidad, evidentemente sobreentendiendo que solo los individuos de raza tutsi, podían poseer un número suficiente de reses. Se decidió así que a los individuos varones que poseían diez o más bueyes había que considerarlo tutsis; los demás que no tenían un número inferior de animales, o no tenia ninguno, serian considerados hutus. Y así para siempre, Estos documentos siguen existiendo hoy y han servido para que los combatientes de las dos facciones supieran a quien había que apiolar y quien se salvaba. Todo por una “tradición”creada por otros, pero que la memoria colectiva de tutsis y hutus había hecho desgraciadamente propia.
Bibliografía: CONTRA LAS RAICES, Tradición, identidad y memoria De Bettini M, publicado en el Mulino, número 393 (1-1-2001.) Traducido por Alberto Taberna.
HUTUS Y TUTSIS, UNA ABSURDA GUERRA ENTRE HERMANOS. |
14 de octubre de 2007
Hutus y tutsis: las raíces
El periodista Ryszard Kapuscinski explica, en su libro 'Ébano', los orígenes del genocidio de Ruanda de 1994. Aquel año, las tribus rivales de hutus y tutsis se lanzaron a una guerra sin cuartel. La masacre acabó con la vida de alrededor de un millón de personas.
Los tutsis no son pastores ni nómadas, ni siquiera ganaderos. Son dueños de los rebaños, son la casta dominante, la aristocracia. Los hutus, en cambio, forman la casta, mucho más numerosa, de los agricultores. Entre tutsis y hutus dominaban unas relaciones feudales: el tutsi era el señor y el hutu, su vasallo.
Paulatinamente, a mediados del siglo XX, crece un conflicto dramático entre las dos castas. Lo que se disputan es la tierra. Ruanda es pequeña, montañosa y muy densamente poblada. Como sucede a menudo en África, también en Ruanda llega a producirse una lucha entre los que viven de criar ganado y los que cultivan la tierra. Sólo que en el resto del continente las extensiones son tan vastas que una de las partes puede retirarse y ocupar territorios libres, con lo cual el foco de la guerra se apaga. En Ruanda tal solución es imposible: no hay lugar al que retirarse, no hay adonde retroceder. Entretanto, crecen los rebaños propiedad de los tutsis y se necesitan cada vez más pastos (...).
De manera que de un lado tenemos tropeles de vacas en poderosa expansión -símbolo de la riqueza y fuerza de los tutsis-, y de otro, a unos hutus apretujados, presionados y acorralados: no hay sitio, no hay tierra suficiente, alguien tiene que marcharse o morir. He aquí el panorama de Ruanda en los años cincuenta, cuando en escena aparecen los belgas.
Hasta entonces, los belgas habían gobernado Ruanda apoyándose en los tutsis. Pero éstos forman la capa más instruida y ambiciosa de Ruanda, y son precisamente ellos los que exigen la independencia. Y además, ¡ya!, cosa para la que los belgas no están preparados en absoluto. Así que Bruselas, bruscamente, cambia de táctica: abandona a los tutsis y empieza apoyar a los hutus, más sumisos y dispuestos a compromisos. comienza por iniciarlos contra los tutsis.
Los efectos de tal política no se hacen esperar. Los hutus, animados y envalentonados, se lanzan a la lucha. En 1959 estalla en Ruanda una sublevación campesina (...). Nutridos grupos de campesinos hutus, desbocados y armados con machetes, azadas y lanzas, se abalanzaron, como un vendaval incontrolado, sobre sus amos y señores tutsis. Había dado comienzo una gran masacre, que África no había visto en mucho tiempo. Los campesinos quemaban las fincas de sus amos y a ellos mismos los degollaban y les rompían el cráneo. Ruanda estaba en llamas y la sangre corría a raudales (...).
En aquel momento, el país contaba con 2,6 millones de habitantes, entre los cuales el número de tutsis se elevaba a trescientos mil. Se calcula que murieron asesinados varias decenas de miles de tutsis y que otros tantos huyeron a los países vecinos: el Congo, Uganda, bombachanica y Burundi. La monarquía y el feudalismo dejaron de existir y la casta tutsi perdió so posición dominante.
la república: Hutus y tutsis: las raíces
Hombre hutu y mujer tutsi
Una de las películas que trata sobre el tema: Hotel Rwanda.
Han pasado casi veinte años desde que acabara ese conflicto, sin embargo su historia está olvidada y muy manipulada.
HUTUS Y TUTSIS, UNA ABSURDA GUERRA ENTRE HERMANOS.
3 agosto 2009 por Florián Yubero
En las últimas décadas los países han asistido a un renacimiento de la tradición, a menudo con carácter político e ideológico, es como si la modernidad económico, tecnológico o social hubiera traído en el plano cultural un movimiento en dirección al pasado y a las tradiciones en general. Aunque muchos europeos agradecen las ventajas de la tecnología, el aumento de la riqueza y la liberalización de las costumbres, habría que considerar que este retorno por interés a la tradición se encuentra relacionado con motivos más sutiles que un simple rechazo al cambio.
La tradición y la identidad, aparece cada vez con mayor frecuencia, en nuestro debate cultural, como si la identidad colectiva debiera concebirse como algo que se deriva directa y exclusivamente de la tradición. La cultura clásica, nos proporciona a este propósito un episodio bastante característico. Los atenienses enviaron una embajada encargada de plantear una petición que hoy seria muy actual, se pregunto a Apolo, cuales ritos sagrados deberían conservarse y cuales no; el oráculo respondió: Las que sean conformes a las costumbres de los antepasados. Reflexionaron los atenienses sobre la respuesta y decidieron volver a consultar al Dios, para aclarar que las costumbres de los antepasados habían variado muchas veces, cual era la costumbre que debían seguir entre las muchas que habían existido. El oráculo respondió “la mejor”; el discernimiento del que pregunta es el que debe elegir la respuesta y seguirla. Cuando citamos con el vocablo raíces, a la tradición nos referimos a algo que se introduce en concepto de lo natural, algo que se introduce en la tierra y que nutre…. Nuestra identidad. Que se identidad asume la apariencia de una fuerza que brota de la naturaleza orgánica. Como un árbol nacido de las raíces de la tradición cultural. En cierto sentido es como si no pudiéramos ser de otra forma, como si nuestra identidad acabase inevitablemente determinada por la tradición a la que pertenecemos.
La imagen de las raíces contiene el mito de la autoctonia, la pretensión de de ser los únicos auténticos hijos de una tierra concreta, superiores a los que se limitan a vivir de ella tras haber venido de fuera. Defender la tradición y la identidad de un determinado grupo, es proteger la tierra de posibles “contaminaciones”. Como por desgracia sabemos bien, ese tipo de constelaciones simbólicas y conceptuales, raíces, identidad, tradición, tierra…, pueden trasformarse en instrumentos de fin, y no solo de conflicto político, uno de los últimos de catastróficas consecuencias es el que tuvo lugar en Yugoslavia.
Ejemplos de tradición, algunos de ellos muy destacados, el Palio de Siena, es un los acontecimiento social que los espectadores perciben generalmente como manifestación de tradición inmutable durante siglos. Se trata por el contrario de una “reconstrucción” en la que las formas precedentes de esta competición han sido numerosas y diversas, han desparecido para dejar paso a otras surgidas en tiempos más recientes. Formas que hoy son percibidas como absolutamente “tradicionales”. Nos podemos dar cuenta de lo difícil que es optar por determinado modelo de tradición, y no por otro,…. Constituye un acto destinado a incidir directamente en la memoria cultural colectiva de las generaciones colectivas. Es necesario que de cara a las generaciones futuras elijamos tradiciones que se puedan sostener, tradiciones de tipo humano si podemos llamarlo así, tolerantes, abiertas, de otro modo nos arriesgamos a producir ciudadanos tan ignorantes como malos ciudadanos que se hacen daño entre ellos, y que harán daño a los demás.
Un ejemplo sirva de eficaz razonamiento:
Cuando estallaron en Ruanda los primeros conflictos entre hutus y tutsis, descubrimos con horror, que en realidad no se trataba de un conflicto de carácter étnico o mejor “tribal” como los medios de comunicación se empeñan en decir que se trata de una guerra del sur muy sur. Era algo mucho peor. En efecto hutus y tutsis no pertenecen a etnias distintas, hablan la misma lengua, apenas resultan distinguibles en el plano somático y durante siglos han compartido las mismas instituciones políticas. Habitantes de un mismo reino, si bien los tutsis desempeñaban funciones de aristocracia, a los hutus se les asignaba privilegios rituales de los que dependía el bienestar de todos. De este modo, hutus y tutsis habían convivido durante siglos. Fueron los misioneros y colonizadores europeos quienes interpretaron a estos dos grupos sociales como poblaciones distintas.
Adoptando los criterios utilizados por la antropología ochocentista, /genética y jerárquica al mismo tiempo, a los tutsis pastores nobles, se les atribuyeron orígenes camitas, un patrimonio biológico y cultural que les aproximaba en cierto modo a Occidente, a partir de una descendencia común de Noé, mientras que a los hutus se les convirtió en toscos campesinos autóctonos. Leon Classe, arzobispo católico, pretendía sin más que los tutsis eran de raza “aria” mientras que sus sucesores prefirieron reconocer en ellos a los descendientes de tribus dispersas de Israel, todo porque los colonizadores habían hecho aristócratas a los tutsis, sus interlocutores privilegiados, desentendiéndose de los hutus al tiempo que los despojaban de los privilegios rituales que disfrutaban. Cuando los tutsis se convirtieron al catolicismo adoptaron como propia la leyenda de sus orígenes camitas, mientras que los hutus fueron relegados al papel de campesinos de lengua bantú. En este punto los hutus aceptando también ellos como buena la leyenda etnográfica, que reconstruía su “memoria” y su “tradición” a partir de los modelos europeos, comenzaron a su vez a los tutsis su condición de “invasores”. Hutus y tutsis quedaron de este modo “etnicizados” por los belgas y han luchado entre ellos como si fueran diferentes.
Las trágicas paradojas, de la guerra de Ruanda /las paradojas de la etnicidad artificial y de la tradición inventada/ no acaban aquí. En 1930 los colonos belgas habían previsto realizar un censo con el fin de proporcionar un documento de identidad; en él se indicaba si la persona era tutsi, hutu o twa (pigmeo). Puesto que no era posible distinguir somáticamente a un hutu de un tutsi, lo mismo que era imposible efectuar la distinción sobre una base lingüística se decidió adoptar como criterio étnico discriminante el número de reses que poseía cada uno. La posesión de ganado bovino, seguía siendo en efecto un indicador de prestigio para la población local: Los belgas lo tras*formaron en criterio de etnicidad, evidentemente sobreentendiendo que solo los individuos de raza tutsi, podían poseer un número suficiente de reses. Se decidió así que a los individuos varones que poseían diez o más bueyes había que considerarlo tutsis; los demás que no tenían un número inferior de animales, o no tenia ninguno, serian considerados hutus. Y así para siempre, Estos documentos siguen existiendo hoy y han servido para que los combatientes de las dos facciones supieran a quien había que apiolar y quien se salvaba. Todo por una “tradición”creada por otros, pero que la memoria colectiva de tutsis y hutus había hecho desgraciadamente propia.
Bibliografía: CONTRA LAS RAICES, Tradición, identidad y memoria De Bettini M, publicado en el Mulino, número 393 (1-1-2001.) Traducido por Alberto Taberna.
HUTUS Y TUTSIS, UNA ABSURDA GUERRA ENTRE HERMANOS. |
14 de octubre de 2007
Hutus y tutsis: las raíces
El periodista Ryszard Kapuscinski explica, en su libro 'Ébano', los orígenes del genocidio de Ruanda de 1994. Aquel año, las tribus rivales de hutus y tutsis se lanzaron a una guerra sin cuartel. La masacre acabó con la vida de alrededor de un millón de personas.
Los tutsis no son pastores ni nómadas, ni siquiera ganaderos. Son dueños de los rebaños, son la casta dominante, la aristocracia. Los hutus, en cambio, forman la casta, mucho más numerosa, de los agricultores. Entre tutsis y hutus dominaban unas relaciones feudales: el tutsi era el señor y el hutu, su vasallo.
Paulatinamente, a mediados del siglo XX, crece un conflicto dramático entre las dos castas. Lo que se disputan es la tierra. Ruanda es pequeña, montañosa y muy densamente poblada. Como sucede a menudo en África, también en Ruanda llega a producirse una lucha entre los que viven de criar ganado y los que cultivan la tierra. Sólo que en el resto del continente las extensiones son tan vastas que una de las partes puede retirarse y ocupar territorios libres, con lo cual el foco de la guerra se apaga. En Ruanda tal solución es imposible: no hay lugar al que retirarse, no hay adonde retroceder. Entretanto, crecen los rebaños propiedad de los tutsis y se necesitan cada vez más pastos (...).
De manera que de un lado tenemos tropeles de vacas en poderosa expansión -símbolo de la riqueza y fuerza de los tutsis-, y de otro, a unos hutus apretujados, presionados y acorralados: no hay sitio, no hay tierra suficiente, alguien tiene que marcharse o morir. He aquí el panorama de Ruanda en los años cincuenta, cuando en escena aparecen los belgas.
Hasta entonces, los belgas habían gobernado Ruanda apoyándose en los tutsis. Pero éstos forman la capa más instruida y ambiciosa de Ruanda, y son precisamente ellos los que exigen la independencia. Y además, ¡ya!, cosa para la que los belgas no están preparados en absoluto. Así que Bruselas, bruscamente, cambia de táctica: abandona a los tutsis y empieza apoyar a los hutus, más sumisos y dispuestos a compromisos. comienza por iniciarlos contra los tutsis.
Los efectos de tal política no se hacen esperar. Los hutus, animados y envalentonados, se lanzan a la lucha. En 1959 estalla en Ruanda una sublevación campesina (...). Nutridos grupos de campesinos hutus, desbocados y armados con machetes, azadas y lanzas, se abalanzaron, como un vendaval incontrolado, sobre sus amos y señores tutsis. Había dado comienzo una gran masacre, que África no había visto en mucho tiempo. Los campesinos quemaban las fincas de sus amos y a ellos mismos los degollaban y les rompían el cráneo. Ruanda estaba en llamas y la sangre corría a raudales (...).
En aquel momento, el país contaba con 2,6 millones de habitantes, entre los cuales el número de tutsis se elevaba a trescientos mil. Se calcula que murieron asesinados varias decenas de miles de tutsis y que otros tantos huyeron a los países vecinos: el Congo, Uganda, bombachanica y Burundi. La monarquía y el feudalismo dejaron de existir y la casta tutsi perdió so posición dominante.
la república: Hutus y tutsis: las raíces
Hombre hutu y mujer tutsi
Una de las películas que trata sobre el tema: Hotel Rwanda.
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