MAESE PELMA
me gusta depilarme los huevones y tocármelos
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Desmontando a Vargas Llosa: Cipriani tiene razón
No es nada nueva la polémica surgida entre el cardenal Cipriani y el escritor Vargas Llosa. Es algo antigua, tanto como la lucha del Bien contra el Mal y la lucha entre la vida y la fin ajenas provocada.
En el año 2003 ya se podía leer, en palabras del cardenal que “Mario Vargas Llosa dice que el aborto “es un tema delicado que enciende los ánimos y provoca la beligerancia verbal, y a veces física". Pero no creo que produzca ninguna beligerancia, ya que confiamos en la palabra de Dios, y procuramos poner en práctica la verdad que tenemos“.
Por lo tanto, nada de lo ahora sucedido es nuevo sino, en realidad, la manifestación de una contumacia por parte de Vargas Llosa y la necesaria respuesta por parte de quien, el cardenal Cipriani, no tiene más remedio de decir lo que dice y está, además, obligado, a hacer tal cosa. Él y todo católico, por cierto.
Pero es que Vargas Llosa, ilustra premio Nobel, se ha manifestado, siempre, en contra, no ya de la vida y a favor del aborto y a favor, por ejemplo, de los “imposibles” matrimonios entre gayses sino en contra, directamente, de la religión y de lo religioso.
Vamos por partes y, para eso, pongamos ejemplos que ilustrarán mejor lo corto que, seguramente, se ha quedado el cardenal Cipriani.
Contra la vida y a favor del aborto.
En el artículo titulado “El nasciturus” aparenta una supuesta equidistancia entre abortistas y antiabortistas cuando, en realidad, no es más que un alegato a favor del aborto.
Por eso dice que “Despenalizar el aborto significa, simplemente, permitir que las mujeres que no pueden o no quieren dar a luz, puedan interrumpir su embarazo dentro de ciertas condiciones elementales de seguridad y según ciertos requisitos, o lo hagan, como ocurre en todos los países del mundo que penalizan el aborto, de manera informal, precaria, riesgosa para su salud y, además, puedan ser incriminadas por ello”
A favor del gaymonio.
En el artículo titulado ““El matrimonio lgtb” no se corta un pelo en decir que “es un extraordinario paso adelante en el campo de los derechos humanos y la cultura de la libertad que muestra, de manera espectacular, cuánto y qué rápido se ha modernizado esta sociedad”. Y se queda tan ancho y tan latinoamericano el escritor.
Pero, como todo tiene su causa y, por desgracia, antes de coge a un laicista que a un cojo, en el artículo titulado “¿Y el hombre dónde estaba?” se manifiesta, directamente, en contra de la religión.
Por ejemplo, en un momento determinado escribe que “En efecto, ¿dónde están el hombre y la mujer singulares y concretos, de carne y hueso, en esas abstracciones en que los disuelven los teorizadores, políticos y clérigos colectivistas para quienes la credencial definitiva y determinante de un individuo es su pertenencia a un colectivo? Disueltos, desaparecidos, regresados brutalmente a la condición tribal, a ser sólo piezas desechables del ente gregario, de modo que así puedan ser mejor odiados o endiosados”, de lo que se deriva una crítica de raíz a lo religioso o a la religión a la que considera, así, como algo que convierte a los creyentes en personas tribales y fuera de toda condición humana individual cuando, en realidad, al menos en el catolicismo, resulta todo lo contrario la verdad porque nadie es más libre que quien acepta, libremente, ser, en este caso, católico y libremente deja de serlo.
Es más, acaba diciendo que “Aconsejo a quien lo ponga en duda que lea la autobiografía de Ayaan Hirsi Ali, Infidel , donde narra la heroica aventura que fue para ella emanciparse de la opresión religiosa y cultural y conquistar su libertad. Me entusiasma que los dos ensayos más importantes recién aparecidos en Occidente sobre la cultura de la libertad los hayan escrito un indio y una somalí” con lo cual hace de lo particular, algo general y, lo que es peor, pone a todas las religiones al mismo nivel que es lo que suelen hacer aquellos que las quieren descalificar a todas.
¡Ojo, católicos! porque en algún sitio he leído que Vargas Llosa apoya a Rosa Díez y su UPD. Pues claro, son tal para cual.
Eleuterio Fernández Guzmán
No es nada nueva la polémica surgida entre el cardenal Cipriani y el escritor Vargas Llosa. Es algo antigua, tanto como la lucha del Bien contra el Mal y la lucha entre la vida y la fin ajenas provocada.
En el año 2003 ya se podía leer, en palabras del cardenal que “Mario Vargas Llosa dice que el aborto “es un tema delicado que enciende los ánimos y provoca la beligerancia verbal, y a veces física". Pero no creo que produzca ninguna beligerancia, ya que confiamos en la palabra de Dios, y procuramos poner en práctica la verdad que tenemos“.
Por lo tanto, nada de lo ahora sucedido es nuevo sino, en realidad, la manifestación de una contumacia por parte de Vargas Llosa y la necesaria respuesta por parte de quien, el cardenal Cipriani, no tiene más remedio de decir lo que dice y está, además, obligado, a hacer tal cosa. Él y todo católico, por cierto.
Pero es que Vargas Llosa, ilustra premio Nobel, se ha manifestado, siempre, en contra, no ya de la vida y a favor del aborto y a favor, por ejemplo, de los “imposibles” matrimonios entre gayses sino en contra, directamente, de la religión y de lo religioso.
Vamos por partes y, para eso, pongamos ejemplos que ilustrarán mejor lo corto que, seguramente, se ha quedado el cardenal Cipriani.
Contra la vida y a favor del aborto.
En el artículo titulado “El nasciturus” aparenta una supuesta equidistancia entre abortistas y antiabortistas cuando, en realidad, no es más que un alegato a favor del aborto.
Por eso dice que “Despenalizar el aborto significa, simplemente, permitir que las mujeres que no pueden o no quieren dar a luz, puedan interrumpir su embarazo dentro de ciertas condiciones elementales de seguridad y según ciertos requisitos, o lo hagan, como ocurre en todos los países del mundo que penalizan el aborto, de manera informal, precaria, riesgosa para su salud y, además, puedan ser incriminadas por ello”
A favor del gaymonio.
En el artículo titulado ““El matrimonio lgtb” no se corta un pelo en decir que “es un extraordinario paso adelante en el campo de los derechos humanos y la cultura de la libertad que muestra, de manera espectacular, cuánto y qué rápido se ha modernizado esta sociedad”. Y se queda tan ancho y tan latinoamericano el escritor.
Pero, como todo tiene su causa y, por desgracia, antes de coge a un laicista que a un cojo, en el artículo titulado “¿Y el hombre dónde estaba?” se manifiesta, directamente, en contra de la religión.
Por ejemplo, en un momento determinado escribe que “En efecto, ¿dónde están el hombre y la mujer singulares y concretos, de carne y hueso, en esas abstracciones en que los disuelven los teorizadores, políticos y clérigos colectivistas para quienes la credencial definitiva y determinante de un individuo es su pertenencia a un colectivo? Disueltos, desaparecidos, regresados brutalmente a la condición tribal, a ser sólo piezas desechables del ente gregario, de modo que así puedan ser mejor odiados o endiosados”, de lo que se deriva una crítica de raíz a lo religioso o a la religión a la que considera, así, como algo que convierte a los creyentes en personas tribales y fuera de toda condición humana individual cuando, en realidad, al menos en el catolicismo, resulta todo lo contrario la verdad porque nadie es más libre que quien acepta, libremente, ser, en este caso, católico y libremente deja de serlo.
Es más, acaba diciendo que “Aconsejo a quien lo ponga en duda que lea la autobiografía de Ayaan Hirsi Ali, Infidel , donde narra la heroica aventura que fue para ella emanciparse de la opresión religiosa y cultural y conquistar su libertad. Me entusiasma que los dos ensayos más importantes recién aparecidos en Occidente sobre la cultura de la libertad los hayan escrito un indio y una somalí” con lo cual hace de lo particular, algo general y, lo que es peor, pone a todas las religiones al mismo nivel que es lo que suelen hacer aquellos que las quieren descalificar a todas.
¡Ojo, católicos! porque en algún sitio he leído que Vargas Llosa apoya a Rosa Díez y su UPD. Pues claro, son tal para cual.
Eleuterio Fernández Guzmán