Para la izquierda, genéticamente antimilitarista, es imposible que un ejército pueda actuar en beneficio de la democracia. A tenor de lo visto en su reacción, para el centro-derecha, post-militarista, también. Pero las fuerzas armadas pueden perfectamente actuar en servicio de la libertad. Cierto, lo que ha sucedido en Honduras es técnicamente un golpe de estado y hubiera sido mejor haber resuelto la destitución de Zelaya por otros medios, como un procedimiento de «impeachment», por ejemplo. Pero eso no debe llevar al error de demandar ahora la restitución del presidente caído, porque Zelaya no es la solución, sino el problema.
A los demócratas declarados se les abre un grave dilema: ¿Qué es mejor, las formas o la sustancia? Zelaya era un cargo elegido por el voto popular en una elección indiscutible, pero su comportamiento estaba siendo antidemocrático. Al igual que Hitler en los años 30 o Jomeini en 1979, a lo que aspiraba era a abusar de la democracia para acabar con ella. De ahí la intervención armada que, por lo demás, no ha dado lugar a una junta militar, sino a un traspaso de poderes a un civil. ¿Se hubiera negado usted a que el ejército alemán hubiera evitado de raíz la pesadilla nancy o a que los militares iraníes hubiesen impedido el terror jomeinista?
Ya sabemos desde Churchill que el sistema democrático es el peor régimen político exceptuando todos los demás y por eso debe ser defendido a ultranza. Pero la amenaza a la que se enfrenta la democracia hoy en muchos lugares es a la subversión desde dentro por fuerzas populistas a las que no siempre es posible combatir y vencer recurriendo a los procedimientos tradicionales. Cómo hacerlo sin pervertir nuestros propios valores es una reflexión a la que no debemos hurtarnos por más tiempo. Antes de retirar nuestro embajador de Tegucigalpa, que se venga de Teherán.
A los demócratas declarados se les abre un grave dilema: ¿Qué es mejor, las formas o la sustancia? Zelaya era un cargo elegido por el voto popular en una elección indiscutible, pero su comportamiento estaba siendo antidemocrático. Al igual que Hitler en los años 30 o Jomeini en 1979, a lo que aspiraba era a abusar de la democracia para acabar con ella. De ahí la intervención armada que, por lo demás, no ha dado lugar a una junta militar, sino a un traspaso de poderes a un civil. ¿Se hubiera negado usted a que el ejército alemán hubiera evitado de raíz la pesadilla nancy o a que los militares iraníes hubiesen impedido el terror jomeinista?
Ya sabemos desde Churchill que el sistema democrático es el peor régimen político exceptuando todos los demás y por eso debe ser defendido a ultranza. Pero la amenaza a la que se enfrenta la democracia hoy en muchos lugares es a la subversión desde dentro por fuerzas populistas a las que no siempre es posible combatir y vencer recurriendo a los procedimientos tradicionales. Cómo hacerlo sin pervertir nuestros propios valores es una reflexión a la que no debemos hurtarnos por más tiempo. Antes de retirar nuestro embajador de Tegucigalpa, que se venga de Teherán.