Armando la Gorda
Madmaxista
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La situación actual de Hizbolá plantea una reflexión profunda sobre la viabilidad de sus acciones y su papel en el escenario geopolítico. Lo que ha quedado demostrado es que la organización, que en su momento fue eficaz como resistencia guerrillera contra la ocupación, se ha visto atrapada en un contexto mucho más complejo del que parece ser capaz de manejar.
La penetración por parte de los servicios de inteligencia de Israel, que ha logrado interceptar sus movimientos hasta el tuétano, deja claro que cualquier acción que intente la organización está condenada al fracaso antes de empezar. Los éxitos operativos de Hizbolá parecen haberse reducido a poco más que el lanzamiento de cohetes rudimentarios, que no logran representar una amenaza real ni mucho menos modificar el equilibrio de poder. Con tales limitaciones, es ridículo pensar que Hizbolá pueda enfrentarse efectivamente a la entidad sionista en un campo de batalla moderno o en el terreno de la estrategia geopolítica.
El rol que Hizbolá desempeñó como grupo de resistencia fue crucial en su momento, cuando su enfoque estaba limitado a la defensa local y la resistencia contra la ocupación. Sin embargo, su expansión hacia la política regional y la geopolítica global ha expuesto sus debilidades. En este nuevo escenario, jugar a la geopolítica le ha quedado grande.
Del mismo modo, el apoyo que recibe de Irán, aunque relevante desde el punto de vista financiero y logístico, ha demostrado ser más retórico que estratégico en su impacto real. Irán ha demostrado ser igualmente ineficaz en su capacidad de responder a las provocaciones de Israel de una manera que cambie el tablero. Su retórica grandilocuente y sus constantes amenazas vacías solo agravan la situación, generando más sufrimiento sin un cambio significativo en los resultados.
Si tanto Hizbolá como Irán no son capaces de igualar con hechos las amenazas que emiten, es mejor que reconsideren su enfoque. En lugar de seguir involucrándose en conflictos que solo provocan más devastación, deberían reconocer sus limitaciones estratégicas. Al hacerlo, podrían evitar causar más sufrimiento innecesario a las poblaciones que dicen defender.
En resumen, lo que una vez fue una organización clave en la resistencia armada contra la ocupación, hoy en día parece haberse desviado hacia una confrontación que no está en posición de ganar. Ni Hizbolá ni Irán han demostrado tener la capacidad de ofrecer una respuesta efectiva y proporcional a la maquinaria militar israelí, y sería prudente que reevalúen su estrategia antes de seguir apostando a un enfrentamiento que solo perpetúa el ciclo de violencia y destrucción.
La penetración por parte de los servicios de inteligencia de Israel, que ha logrado interceptar sus movimientos hasta el tuétano, deja claro que cualquier acción que intente la organización está condenada al fracaso antes de empezar. Los éxitos operativos de Hizbolá parecen haberse reducido a poco más que el lanzamiento de cohetes rudimentarios, que no logran representar una amenaza real ni mucho menos modificar el equilibrio de poder. Con tales limitaciones, es ridículo pensar que Hizbolá pueda enfrentarse efectivamente a la entidad sionista en un campo de batalla moderno o en el terreno de la estrategia geopolítica.
El rol que Hizbolá desempeñó como grupo de resistencia fue crucial en su momento, cuando su enfoque estaba limitado a la defensa local y la resistencia contra la ocupación. Sin embargo, su expansión hacia la política regional y la geopolítica global ha expuesto sus debilidades. En este nuevo escenario, jugar a la geopolítica le ha quedado grande.
Del mismo modo, el apoyo que recibe de Irán, aunque relevante desde el punto de vista financiero y logístico, ha demostrado ser más retórico que estratégico en su impacto real. Irán ha demostrado ser igualmente ineficaz en su capacidad de responder a las provocaciones de Israel de una manera que cambie el tablero. Su retórica grandilocuente y sus constantes amenazas vacías solo agravan la situación, generando más sufrimiento sin un cambio significativo en los resultados.
Si tanto Hizbolá como Irán no son capaces de igualar con hechos las amenazas que emiten, es mejor que reconsideren su enfoque. En lugar de seguir involucrándose en conflictos que solo provocan más devastación, deberían reconocer sus limitaciones estratégicas. Al hacerlo, podrían evitar causar más sufrimiento innecesario a las poblaciones que dicen defender.
En resumen, lo que una vez fue una organización clave en la resistencia armada contra la ocupación, hoy en día parece haberse desviado hacia una confrontación que no está en posición de ganar. Ni Hizbolá ni Irán han demostrado tener la capacidad de ofrecer una respuesta efectiva y proporcional a la maquinaria militar israelí, y sería prudente que reevalúen su estrategia antes de seguir apostando a un enfrentamiento que solo perpetúa el ciclo de violencia y destrucción.