Historias de la Historia

Abuso del derecho de cita. Sus libros eran interesantes pero estaban hechos, literalmente, de recortes de otros libros más antiguos y menos conocidos. Y no "escribió" uno ni dos. Hizo docenas.

En lo personal también era un golfo.
 
Una serie de libros (y programa radiofónico) muy entretenidos y a menudo más ilustrativos que las clases de Historia del colegio.

A menudo desmitifica cosas como la entrada del general Pavía a caballo en el Congreso (que no ocurrió), pero nadie le hace caso.
 
Con éste leí por primera vez lo de la falsedad de la llegada el hombre a la luna. En el subforo de conspiraciones hubiese triunfado el tio.
 
¿Con Fisas? Vaya, eso me lo perdí. Lo que yo leí de él fue siempre ortodoxo, aunque, como ya he dicho, saqueaba obras ajenas sin pudor.

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Sus microespacios de radio (en los que citar un libro es bastante más normal) en "Protagonistas" con Luis del Olmo estaban muy bien, y precedieron a los de Juan Antonio Cebrián en muchos años.
 
Última edición:
Eso y lo de que Napoleón nunca existió. Hacía un paralelismo entre su vida y la del dios Apolo.
Creo que eso lo publicó en el primer libro de la serie Historias de la Historia.
 
Ahhhh, lo de Napoleón. Fisas simplemente citaba un opúsculo satírico publicado en Francia a mediados del XIX. En aquella época estaba muy de moda afirmar que la casi totalidad de las leyendas antiguas carecían por completo de base histórica. Que no hubo nunca una guerra de Troya, por ejemplo. Que Ulises, Aquiles, Hércules, eran mitos solares que de algún modo habían acabado siendo aceptados como hechos semi-históricos.

Esta tesis es con frecuencia verdad (Hércules, Sansón, incluso Ulises, seguramente nunca existieron y tienen en sus historias muchos aspectos de mitos solar) pero el reduccionismo del positivismo decimonónico la quiso convertir en una receta para todo. Nadie creía que Schliemann fuera a encontrar nada en los montículos que eran la ubicación tradicional de Troya y de Micenas. Nadie creía que en la isla de Creta hubiera restos de una civilización avanzada que había impuesto su dominio a los griegos continentales, como narran los mitos de Dédalo, o de Teseo y el Minotauro.

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Como reducción al absurdo, aquel panfleto recurría a enumerar las condiciones de la vida de Napoleón que podían explicarse como un mito solar. Pongo un enlace a un hilo en este mismo foro en que se detalla esta "tesis":

http://www.burbuja.info/inmobiliaria/conspiraciones/368841-de-napoleon-jamas-existio.html

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Y copio aquí lo esencial, dentro de un spoiler por su longitud:

Veamos sumariamente lo que se nos cuenta de aquel hombre maravilloso,

Se nos dice:

Que se llamaba Napoleón Bonaparte,
Que nació en una isla del Mediterráneo,
Que su progenitora se llamaba Leticia.
Que tuvo tres hermanas y cuatro hermanos, de los cuales tres fueron reyes.
Que tuvo dos mujeres, y de una de ellas un hijo.
Que tenía a sus órdenes dieciséis mariscales de su imperio, doce de los cuales estaban en activo servicio,
Que puso término a una gran revolución,
Que triunfó en el mediodía y sucumbió en el norte.
En fin, que después de un reinado de doce años, que empezó viniendo de Oriente, fue a desaparecer en los mares occidentales. Falta saber si estas diferentes particularidades son tomadas del Sol y esperamos que quien lea este escrito quedará convencido de ello.

1.’ Desde luego sabe todo el mundo que los poetas llaman al Sol Apolo, y la diferencia entre Apolo en francés -Apollon- y Napoleón no es grande, y aún queda mucho menor subiendo a la significación y origen de estos dos nombres. Ahora bien, Apolo es la misma palabra que Apoleón, y se deriva de apolluo o paoleo, dos verbos griegos, que significan perder, apiolar, exterminar; de manera que si el supuesto héroe de nuestro siglo se llamase Apoleón tenía el mismo nombre que el Sol, y cumpliría toda la significación de este nombre, pues nos lo pintan como el mayor exterminador de hombres que ha existido jamás. Pero este personaje se llamó Napoleón y, por consiguiente, hay en su nombre una letra inicial que no se halla en el del Sol, si por cierto, hay una letra más y aun sílaba, pues según las inscripciones grabadas en varios puntos de la capital, y señaladamente en la columna de la piaza Vendême, el verdadero nombre del héroe era Napoleón. Más esta silaba no constituye diferencia alguna, porque es griega como el resto del nombre, y en griego ne y nai es una de las mayores afirmaciones, lo cual pudiéramos expresar con el adverbio verdaderamente exterminador, verdadero Apolo, verdadero Sol.

¿Y qué diremos de su segundo nombre? ¿Qué relación puede tener Bonaparte con el astro del día? No se presenta tan a primera vista, pero se entiende desde luego que el significado Bonaparte, buena parte, se trata de alguna cosa que tiene dos partes, una buena y otra mala y que, además, debe tener cierta conexión con el Sol. Pero nada tiene conexión más directa con el Sol, que los efectos de su revolución diurna, y estos efectos son el día y la noche, la luz y las tinieblas, la luz que produce su presencia y las tinieblas que prevalecen mientras se halla ausente.

2.’ Apolo, según la mitología griega, nació en una isla del Mediterráneo -en la de Delos- y a Napoleón se le ha hecho nacer en otra isla del mismo mar, prefiriendo la de Córcega, porque la situación de ésta con respecto a Francia, en que se ha querido que reinase, es la más análoga a la de Delos respecto a Grecia, donde tuvo Apolo sus principales templos y oráculos. Es verdad que Pausanias concede a Apolo el título de divinidad egipcia, pero para esto no era necesario que hubiese nacido en Egipto, bastando que en este país se le mirase como Dios, que es, sin duda, lo que Pausanias ha querido decirnos; y aquí tenemos una nueva coincidencia entre Napoleón y el Sol, pues se cuenta que en Egipto miraron a Napoleón como un ente sobrenatural, amigo de Mahoma, y hasta le tributaron adoraciones.

3.’ Supónese que su progenitora se llamó Leticia, pero es claro que bajo el nombre de Leticia, que quiere decir alegría, se ha querido designar la Aurora, cuya luz naciente esparce la alegría por toda la naturaleza, la Aurora, que precede al Sol, abriendo, como dicen los poetas, las puertas de Oriente con sus dedos de rosa. Es también muy notable que según la mitología griega, la progenitora de Apolo se llamó Leto; así como Leto, hicieron los romanos Letona, progenitora de Apolo y de Diana, los modernos han hecho Leticia, que es el sustantivo del verbo loetor o del inusitado loeto, que quiere decir “inspirar alegría”. Es, pues, evidente que esta Leticia está tomada, como su hijo, de la mitología griega.

4.’ Según se cuenta, este hijo de Leticia tenía tres hermanas, y es indudable que estas tres hermanas son las tres Gracias, que con sus compañeras las Musas, formaban el adorno y encanto de la corte de su hermano

5.’ Añaden que este moderno Apolo tuvo cuatro hermanos, pero estos cuatro hermanos, no son otra cosa que las cuatro Estaciones, como vamos a probar. Dícese que de los cuatro, tres fueron reyes, y estos tres son la primavera, que reina sobre las flores, el estío que reina sobre las mieses, y el otoño que reina sobre los frutos; y como estas tres estaciones dependen directamente del influjo del Sol, se nos dice que los tres hermanos de Napoleon recibieron de este el poder, y solo reinaron por él. Cuando se añade que de los cuatro hermanos de Napoleón, uno no fue rey, es porque de las cuatro estaciones del año, hay una, el invierno, que sobre nada reina.

Si para debilitar la fuerza de nuestro paralelo, se quisiese decir que el invierno no deja de tener su imperio, y se le atribuyese el triste principado de las nieves y de los hielos, responderíamos, que eso precisamente es lo que se nos ha querido indicar con el vano y ridículo principado que se supone concedido a este hermano de Napoleón, después de la decadencia de toda su familia, principado que se ha querido unir al pueblo de Canino, porque Canino viene de cani, que significa las canas de la fría vejez y recuerda el invierno; tanto más que, según el lenguaje de los poetas, los árboles que se hallan en la falda de los montes, son su cabellera, y cuando el invierno los cubre con sus escarchas, son las canas de la naturaleza desfallecida en la vejez del año.

Cum gelibus crescit canis in montibus humor.

6.’ Según las mismas fábulas, Napoleón tuvo dos mujeres y otras tantas se han atribuido al Sol; estas fueron la Luna, según los egipcios; pero con la diferencia notable que de la una, es decir, de la Luna, no tuvo posteridad el Sol, y de la otra tuvo un hijo único que fue Horo, hijo de Osiris y de Isis, es decir, del Sol y de la Tierra.

7.’ Dícese que Napoleón puso coto a un azote devastador, que llenaba de terror a toda Francia, y a quien se llamó la “Hidra de la revolución”. Ahora bien, una hidra es una serpiente, y poco importa el género a que pertenece, sobre todo cuando se trata de una fábula. Es la serpiente Pitón, dragón monstruoso que llenaba Grecia de terror, y que fue muerto por Apolo, por lo que se nos dice que Napoleón empezó su reinado ahogando la Revolución francesa, tan quimérica como todo lo demás, pues es claro que la palabra “revolución” está tomada de la palabra latina revolvo que indica la posición de una serpiente enroscada; de modo que es Pitón y nada más.

8.’ El célebre guerrero del siglo XIX dicen que tenía al frente de sus ejércitos doce mariscales del Imperio, y cuatro que no estaban en ejercicio. Los doce primeros significaban claramente los doce signos del zodíaco, marchando a las órdenes del Sol Napoleón, y mandando cada uno una división del innumerable ejército de las estrellas, dividido en doce partes correspondientes a los doce signos; y los otros cuatro son probablemente cuatro puntos cardinales, que inmóviles en medio del movimiento general, representan muy bien la inactividad de que se trata. De modo que estos mariscales, tanto activos como inactivos, no son otra cosa que entes simbólicos sin más realidad que su jefe.

9.’ Dícese que este jefe recorrió gloriosamente los países del mediodía, pero que habiendo penetrado demasiado en los del norte no pudo mantenerse en ellos. Todo esto caracteriza perfectamente la marcha del Sol, pues es sabido que este domina soberanamente en el mediodía; pero lo más notable es que después del equinoccio de la primavera, trata el Sol de internarse en las regiones septentrionales, alejándose del ecuador, y al cabo de tres meses de marcha encuentra el trópico boreal que le obliga a retroceder hacia el mediodía, siguiendo el signo de Cáncer, de aquí ha nacido la imaginaria expedición de Napoleón a Moscú, y la humillante retirada que tuvo por resultado.

10.’ Por último, el Sol nace en Oriente y se pone en Occidente, como todos saben. Pero respecto a los espectadores colocados en el extremo de la Tierra, parece que el Sol sale por la mañana de los mares orientales, y se pone por la tarde sumergiéndose en los occidentales. Así nos pintan los poetas su nacimiento y puesta, y así debemos entender lo que se nos dice de que Napoleón vino por el mar de Oriente, esto es, de Egipto, para reinar en Francia, y que desapareció en los mares de Occidente, después de haber reinado doce años, que no son otra cosa que las doce horas del día que brilla el Sol sobre el horizonte.

Solo ha reinado un día, dice hablando de Napoleón el autor de las Nuevas Mesenianas, y el modo con que describe su elevación, descenso y caída, prueba que aquel encantador poeta, no ha visto en Napoleón, como nosotros, sino una imagen del Sol, pues no es otra cosa, como lo demuestran su nombre, el de su progenitora, sus tres hermanas, sus cuatro hermanos, sus dos mujeres, su hijo, sus mariscales y sus hazañas; el lugar donde nació, el sitio de donde vino a entrar en la carrera de la dominación, el tiempo que empleo en recorrerla, los países en que imperó, los puntos en que tuvo que sucumbir, y la región donde desapareció pálido y destronado después de su brillante carrera, como dice el poeta Delavigne.

Queda, pues, demostrado, que el supuesto héroe no es más que un personaje alegórico cuyos atributos son tomados del Sol y, por consiguiente que Napoleón Bonaparte, de quien se han escrito tantas cosas, no ha existido, pues el error nace en que se ha incurrido en un quid proquo, a saber, de que se ha tomado por historia la mitología del siglo XIX.<<

Pero Carlos Fisas simplemente citaba ese libro como una curiosidad. Cuando se publicó originalmente aún vivían miles de personas que habían conocido a Napoleón personalmente.
 
Última edición:
Hacía la historia entretenida para el vulgo, popular y llenas de referencias anecdóticas. Era buen conversador y en el programa de Luis del Olmo pegaba bastante bien.

Ahora hay una historiadora en Radio Nacional cuyo nombre no recuerdo y eso que he leído varios libros suyos que hace más o menos lo mismo.

Vizcaíno casas hacía lo mismo, abusaba de la cita. Lo que no estoy de acuerdo es en el plagio. solía decir la fuente. Más que un plagiador podemos decir que Fisas era un recopilador, neutro e imparcial.No argumentaba, (el argumento es defender una idea o pensamiento con bases razonables), lo que hacía era simplemente exponer y lo hacía bien.

Digamos que daba la historia desde una óptica comercial para masas.
 
Gracias por el apunte Taliván.
La verdad es que yo era jovenzuelo cuando leí esos libros y no llegué a profundizar en los orígines de esas historias. Apasionante y entretenido sí que era. Y lo sigue siendo.

---------- Post added 04-feb-2014 at 10:57 ----------

Hacía la historia entretenida para el vulgo, popular y llenas de referencias anecdóticas. Era buen conversador y en el programa de Luis del Olmo pegaba bastante bien.

Ahora hay una historiadora en Radio Nacional cuyo nombre no recuerdo y eso que he leído varios libros suyos que hace más o menos lo mismo.

Vizcaíno casas hacía lo mismo, abusaba de la cita. Lo que no estoy de acuerdo es en el plagio. solía decir la fuente. Más que un plagiador podemos decir que Fisas era un recopilador, neutro e imparcial.No argumentaba, (el argumento es defender una idea o pensamiento con bases razonables), lo que hacía era simplemente exponer y lo hacía bien.

Digamos que daba la historia desde una óptica comercial para masas.


Cosa nada criticable bajo mi punto de vista, siempre que no se disfrace la realidad (aunque ésta nunca se llegue a conocer del todo, como sabemos)
 
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