Hilo de los grandes científicos de España

12) Bernardino de Sahagún, primer etnógrafo del nuevo mundo

Bernardino de Sahagún (Sahagún, Reino de León, le. 1499 - México, 5 de febrero de 1590) fue un misionero franciscano, autor de varias obras en náhuatl y en castellano, consideradas hoy entre los documentos más valiosos para la reconstrucción de la historia del México antiguo antes de la llegada de los españoles. De entre sus escritos descuella la Historia general de las cosas de la Nueva España, verdadero monumento etnográfico, compuesto de doce libros, que apenas tiene precedentes comparables en ninguna lengua. Sahagún fue, a juicio de Jerónimo de Mendieta, el más experto de todos en la lengua náhuatl.

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Su nombre original fue Bernardino de Rivera, Ribera o Ribeira. Hacia 1520 se trasladó a Salamanca para estudiar en su universidad, por entonces un centro de irradiación del Renacimiento en España. Allí aprendió latín, historia, filosofía y teología. Hacia mitad de la década, decidió entrar en la orden franciscana, y probablemente fue ordenado hacia 1527. Dos años después, en 1529, partiría hacia la recién conquistada Nueva España (México) en misión con otra veintena de frailes, encabezados por fray Antonio de Ciudad Rodrigo.

Sus primeros años en la Nueva España trascurrieron en Tlalmanalco (1530-1532), para luego ser guardián (y probablemente fundador) del convento de Xochimilco (1535). En 1536 y por orden real, el arzobispo de México Juan de Zumárraga funda el imperial Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco. Desde el comienzo, el fraile franciscano enseñará latín allí. El propósito del Colegio era la instrucción académica y religiosa de jóvenes nahuas, fundamentalmente aquellos hijos de pipiltin (nobles). Con algunas interrupciones, fray Bernardino estuvo vinculado al Colegio hasta su gloria. Allí formó discípulos que luego serían sus colaboradores en sus investigaciones sobre la lengua y la cultura nahuas; los nombres de algunos de ellos son conocidos: Antonio Valeriano, de Azcapotzalco; Martín Jacobita y Andrés Leonardo, de Tlatelolco y Alonso Bejarano, de Cuautitlán.

Pasó luego por los conventos de Xochimilco, Huejotzingo y Cholula; fue misionero en las regiones de Puebla, Tula y Tepeapulco (1539-1558); definidor provincial y visitador de la Custodia de Michoacán (1558). Pero desde 1547 se consagró casi totalmente a la construcción de su obra histórico-antropológica. Obra que habría de traerle no pocos problemas: en 1577 (o 1578) sus trabajos fueron confiscados por orden real, probablemente por temor a que el valor que Bernardino asignaba al estudio de la cultura de los antiguos mexicanos y a que sus métodos misionales que, en cierta medida, respetaban las costumbres ancestrales, pudieran ser un obstáculo para la evangelización.

Una parte de la campaña en su contra pudo venir de sectores religiosos disconformes con sus métodos misionales, pero no fueron las razones religiosas las más importantes y que llevaron a impedir la publicación de su obra, sino políticas, como lo demuestra el hecho de que las tres copias que fray Bernardino hizo del trabajo, acabasen en la biblioteca del Palacio Real (dos de ellas fueron regaladas por los reyes posteriores), y no en archivos religiosos. La situación de la España de la segunda mitad del siglo XVI era de intolerancia ante el avance protestante. En este clima, no podían ser bien vistas por las autoridades coloniales las investigaciones de Sahagún sobre el mundo azteca, considerado pagano por los europeos.

Obras

Durante su larga vida, fue autor de un gran número de obras en náhuatl, español y latín. La única impresa durante su vida fue Psalmodia cristiana y Sermonario de los Santos del año, en lengua mexicana, ordenado en cantares o psalmos para que canten los indios en los areytos que hacen en las Iglesias, México, 1583.

Escribió además: Evangelario en lengua Mexicana; Sermonario de dominicas y de santos en lengua mexicana; Postillas sobre las Epístolas y Evangelios de los Domingos de todo el año, con la colaboración de sus alumnos de Tlatelolco; Tratado de la Retórica y Teología de la gente mexicana, también náhuatl; Coloquios y Doctrina Cristiana con que los doce frailes de San Francisco enviados por el papa Adriano VI y por el emperador Carlos V convirtieron a los indios de la Nueva España; Arte de la lengua mexicana, con su vocabulario aprendiz; Vida de San Bernardino de Siena, en náhuatl; Tratado sobre el matrimonio dentro del Manual del Cristiano; un Calendario; Arte adivinatoria; y un Vocabulario trilingüe.

Pero su obra monumental, que le llevó treinta años de arduo trabajo, son las tres versiones de la Historia general de las cosas de la Nueva España que, con loable empeño, y recogiendo la tradición oral que le trasmitían sus alumnos, enviaba al Consejo de Indias para su publicación, el cual lo archivaba por razones políticas. Los tres ejemplares acabaron en la Biblioteca del Palacio Real de Madrid, donde todavía se conserva una. Otra de ellas, compuesta de doce libros es conocida también como Códice florentino porque uno de los manuscritos, después de innúmeras peripecias, terminó en la Biblioteca Medicea Laurenciana de Florencia. La obra, escrita al principio en náhuatl y luego traducida por el propio autor al español y desde el punto de vista indígena es un tesoro de conocimientos etnográficos, arqueológicos e históricos y no se publicó hasta 1829.

Por su método de trabajo, basado en la recolección en las fuentes de testimonios de los ancianos, el análisis detallado, y la compilación bilingüe (náhuatl-español), y por los resultados que obtuvo al investigar sobre la cultura de los antiguos mexicanos, eruditos como León-Portilla y Garibay lo han considerado como el primer antropólogo de América.

El etnólogo Miguel Acosta Saignes afirma por ejemplo:

Sahagún fue un genial precursor de la etnografía... Con irreprochable método que siglos más tarde habría de hacer suyo la etnografía, Sahagún preparó una sinopsis de la obra que se proponía, para recoger, conforme a ella, el material necesario. Consultó informantes, a quienes consideró absolutamente idóneos, y sometió el material recogido y elaborado a sucesivos mejoramientos hasta cuando, ya cernido, consideró suficiente su empeño. Deseoso de no faltar a la verdad y para que cada quien pudiese en el futuro juzgar sobre su atingencia, anotó las circunstancias en las cuales recogió informes, los nombres y conocimientos de quienes con él trabajaron y los repasos a los cuales hubo de someter la Historia.

La biblioteca carpetana: Bernardino de Sahagún. Primer etnógrafo del nuevo mundo
 
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13) Jorge Juan: el hijo pródigo de las luces

Jorge Juan: marino, ingeniero, matemático, astrónomo, viajero, diplomático, espía y promotor de tertulias literarias y científicas. Fue uno de los personajes del siglo XVIII que mejor encarnó el espíritu de la Ilustración española, convirtiéndose en un gran promotor de la reforma náutica y científica.

Desarrolló su actividad innovadora y reformista al servicio de los primeros reyes Borbones, convirtiéndose en una de las autoridades científicas que renovaron la Marina española. Con muy poco presupuesto, consiguió que la España del siglo XVIII volviera a recuperar el protagonismo y esplendor que merecía el todavía mayor Imperio universal tras una larga decadencia por los Habsburgo en el siglo anterior. Sin duda fue el modelo de científico y marino del Siglo de las Luces.

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Jorge Juan Santacilia nació en Novelda el 5 de enero del año 1713 en la finca El Fondonet, propiedad de su abuelo Cipriano Juan Vergara. Descendía de dos ilustres familias: la de su padre Bernardo Juan y Canicia era de Alicante y provenía de la rama de los condes de Peñalba; su progenitora, abusante Santacilia y Soler de Cornellá, pertenecía a una hacendada familia de Elche. Habitaban en su casa de Alicante de la plaza del Mar, pasando sólo temporadas de descanso en Novelda.

A los tres años de edad quedó huérfano de padre, estudiando las primeras letras en el colegio de la Compañía de Jesús de Alicante bajo la tutoría de su tío Antonio Juan, canónigo de la colegiata. Poco después, estudió Gramática en Zaragoza, ya que esta materia constituía una enseñanza preparatoria para otros estudios superiores. A los doce años, recibió el hábito de la Orden de Malta en dicha isla, en la religión de San Juan de Jerusalén, pasando al cabo de un año a ser masaje del gran maestre Antonio Manuel de Villena, que le concedió el título de comendador de Aliaga en Aragón (su primer título a los catorce años), teniendo para ello que haber combatido contra los galeotes que llevan chandal del PSG, cosa que debió influir en su vocación de marino. La condición de caballero de la Orden de Malta implicaba el celibato durante toda la vida.

En 1729, con dieciséis años de edad, ingresó en la Real Compañía de Guardias Marinas, escuela naval militar fundada por Patiño en 1717 en Cádiz. Y, al año siguiente, pasó a la Academia de Guardias Marinas donde se impartían modernos estudios técnicos y científicos con asignaturas como geometría, trigonometría, observaciones astronómicas, navegación, cálculos de estima, hidrografía, cartografía, etc., completando una formación humanística con otras clases de dibujo, música y danza.

Durante tres años, alternó los estudios con las operaciones navales en el Mediterráneo, destacando de inmediato por su gran aplicación y alto nivel de conocimiento. Fue un alumno aventajado, siendo conocido por sus compañeros con el sobrenombre de Euclides.

Las avanzadas teorías de Newton eran divulgadas en esta reserva científica, de la que habrían de salir técnicos muy cualificados para la Armada. Cádiz era una puerta abierta a la Europa ilustrada, a las corrientes enciclopedistas y al comercio con América, en una España dieciochesca que se resistía al avance de las nuevas ideas. El mismo Voltaire tenía una casa comercial en Cádiz.

Todo esto debió de influir en la formación del joven Jorge Juan que en 1734, con 21 años de edad, finalizaba sus estudios de Guardia Marina, tras haber navegado durante tres años por el Mediterráneo, participando en numerosas expediciones, bien para castigar a los piratas, en la campaña de Orán, en la escuadra que acompañó a Nápoles para sentar en el trono al futuro rey Carlos III de España. Entre otros maestros en el arte de navegar tuvo como general al marqués de Mari, su capitán en la Academia de Cádiz, y como comandantes al conde de Clavijo, al célebre Blas de Lezo y a Juan José Navarro, después marqués de la Victoria.

Justo en aquel año de 1734, Felipe V recibió la solicitud de su primo el rey Luis XV de Francia, para que una expedición de la Academie Royale des Sciences de Paris formada por Louis Godin, Pièrre Bouger y Charles M. de la Condamine, viajase a Quito, en el Virreinato del Perú, para medir un arco de meridiano terrestre y obtener el valor de un grado que pudiese ser comparado con otras mediciones practicadas por Maupertius en Laponia. Fue la llamada Expedición Geodésica franco-española. Esta fue la expedición científica española más importante durante la primera mitad de la centuria ilustrada.

Lógicamente un arco correspondiente a un radio menor sería más pequeño que el de otro radio mayor, siendo sus ángulos iguales. De estas mediciones se obtendrían distintos valores para los diferentes arcos medidos, que determinarían con exactitud la forma de la Tierra.

Este problema que venía planteándose desde los griegos, se convirtió en el siglo XVIII en una polémica que duraba casi un siglo, alcanzando el punto de determinar si tenía forma de melón, como decían académicos como Cassini, partidarios además de la mecánica cartesiana, o de sandía, como defendía Maupertius y otros sabios como Newton, Halley y Huygens, apoyándose en la teoría de la gravitación universal (los cuerpos pesaban menos en el Ecuador), o en las experiencias del péndulo (no oscilaba con la misma frecuencia en diferentes lugares). Contra estos últimos estaba casi todo el mundo, incluida la España ilustrada de Feijóo, y sería la famosa expedición la que zanjaría la polémica a favor de ellos. Y, efectivamente, la Tierra está achatada por los polos.

Felipe V, admirador de los sabios franceses, quiso participar en la empresa y en una Real Orden del 20 de agosto de 1734 ordenaba elegir a dos de sus más hábiles oficiales, que acompañasen y ayudasen a los académicos franceses en todas las operaciones de la medida, no sólo para que así pudiese hacerse con mayor facilidad y brevedad, sino también para que pudiesen suplir la falta de cualquier académico, o de todos, temible en tantas navegaciones, y diferencias de climas, y para continuar, y aún hacer enteramente ellos solos en caso necesario la medida proyectada, para dar después cuenta de ella a la Academia Real, participando además en la mitad de los gastos de la expedición.

También ordenó que eligiesen dos personas en quienes concurrieran no sólo las condiciones de buena educación, sino la instrucción necesaria para poder ejecutar todas las observaciones y experiencias al objeto, y cuyo resultado fuese fruto de sus propios trabajos, con independencia de los extranjeros.

Sorprendentemente eligieron, no a dos oficiales, sino a dos jóvenes guardias marinas, Jorge Juan y Santacilia y Antonio de Ulloa y de la Torre-Guiral, que si bien habían finalizado sus estudios brillantemente, no tenían más que veintiuno y diecinueve años y carecían de graduación militar, por lo que se les ascendió al empleo de tenientes de navío. Desde el primer momento surgió una amistad y comprensión que se prolongó toda la vida, repartiéndose el trabajo según las instrucciones recibidas; Jorge Juan sería el matemático, Antonio de Ulloa el naturalista.

Las tareas encomendadas eran muy diversas: llevar diario completo del viaje y de todas las medidas físicas y astronómicas, cálculos de longitud y latitud, levantar planos y cartas, descripción de puertos y fortificaciones, análisis de costumbres, estudios de botánica y mineralogía, y elaboración de un informe secreto sobre la situación política y social de los virreinatos, además de un control policíaco sobre los académicos franceses, dado que su paso por las colonias suponía obtener datos que caerían en manos de los ministros de Luis XV.

Con todas estas instrucciones partieron de Cádiz el 26 de mayo de 1735 en compañía del marqués de Villagarcía, que acababa de ser nombrado virrey del Perú, a bordo del navío El Conquistador, Jorge Juan, y en la fragata Incendio Antonio de Ulloa. Llegaron el 7 de julio a Cartagena de Indias, pero hasta el 15 de noviembre no lo hicieron los académicos franceses, y juntos emprendieron la ruta por Guayaquil para arribar a Quito.

La medición del grado de meridiano se prolongó desde 1736 a 1744 debido a las grandes dificultades que tuvieron que superar. Allí se les conocía como los caballeros del punto fijo. El sistema seguido consistía en una serie de triangulaciones que requerían poner señales en puntos o bases elegidas, tanto en el llano como en las cumbres de 5000 metros de altura. Las ciudades de Quito y Cuenca, situada tres grados más al sur de la primera, limitaron los extremos de la medición geométrica o triangulación; entre ambas, una doble cadena de montañas paralelas facilitaba la elección de vértices a una y otra parte del gran valle que las une.

Decidieron separarse en dos grupos: Godín con Juan, y La Condamine y Bouguer con Ulloa; ambos grupos efectuarían las medidas en sentido contrario, con el fin de comprobar su exactitud. La medida empleada era la toesa equivalente a 1,98 metros. Después de varias comprobaciones, había que complementar estas observaciones físicas con las astronómicas; además, el instrumental adolecía de graves defectos, por lo que hubo que repetir numerosas veces los cálculos, llegando a tener que construir Godín, Juan y el relojero Hugot, un instrumento de 20 pies de largo para facilitar las mediciones.

Más tarde, en 1748 Ulloa describía en su Relación Histórica del Viaje a la América meridional muchas de las dificultades y sufrimientos que tuvieron que soportar:

"Nuestra común residencia era dentro de la choza, así porque el exceso del frío y la violencia de los vientos, no permitían otra cosa, cuando porque de continuo estábamos envueltos en una nube tan espesa que no dejaba libertad a la vista.... cuando se elevaban las nubes, todo era respirar su mayor densidad, experimentar una continua lluvia de gruesos copos de nieve o granizo, sufrir la violencia de los vientos y con ésta, vivir en continuo sobresalto, o de que arrancaran nuestra habitación y dieran con ella y con nosotros en el tan inmediato precipicio, o de que la carga de hielo y nieve, que se amontonaba en corto rato sobre ella, la venciese y nos dejase sepultados."

Además de participar con los franceses en las mediciones, por tres veces tuvieron que interrumpir su trabajo y andar el largo camino desde Quito a Guayaquil por orden del virrey de Lima, para solucionar cuestiones relacionadas con la defensa marítima del Virreinato en sus costas y plazas, fortificándolas contra los ataques del almirante inglés Anson, y participando en la construcción y mando de las fragatas Belén y Rosa del Comercio.

Con el conocimiento exacto de la forma y magnitud de la Tierra, se podía cartografiar situando correctamente longitud y latitud, y de hecho Jorge Juan y Antonio de Ulloa realizaron cuarenta de las cien cartas modernas del mundo. Juan estableció como valor del grado de Meridiano contiguo al Ecuador, 56.767.788 toesas, en un cálculo que fue el más aproximado de todos. La unidad de medida pasó a ser el metro, y con ello un sistema métrico decimal adoptado universalmente.

Después de nueve durísimos años, decidieron regresar en navíos distintos, con el fin de asegurar que uno de los duplicados de las notas y cálculos llegara a su destino. Embarcaron en el puerto de El Callao sobre las fragatas francesas Liz y Deliberance, el 22 de octubre de 1744. Jorge Juan llegó a Brest con la Liz el 31 de octubre de 1745. Desde allí se dirigió a París para cambiar impresiones sobre su obra y contrastar algunas particularidades observadas por él y Godín en sus observaciones astronómicas, conociendo a los célebres astrónomos Marian, Clairaut y La Caille, autores de las fórmulas que tantas veces habían empleado. Conoció a Reaumur, inventor del termómetro, y a otros célebres académicos que, en compañía de La Condamine y Bourguer, reintegrados a sus actividades, le votaron como miembro de la Royal Academie des Sciences.

Antonio de Ulloa tuvo más dificultades. Apresada su fragata por los ingleses que declararon la guerra a Francia durante la travesía, tuvo que arrojar al agua la documentación comprometida, no así lo referente a la medida del grado, observaciones físicas y astronómicas, y noticias históricas, que entregó no sin advertir del interés que todas las naciones de Europa habían mostrado en esta empresa.

Le llevaron preso cerca de Portsmouth, pero interesándose por sus papeles los comisarios y comunicándolo al Almirantazgo, el duque de Bedford le concedió la libertad expresando que la guerra no debía ofender a las ciencias ni a las artes ni a sus profesores. Pasó a Londres, donde el ministro de Estado conde de Harrington, que fue embajador en España y guardaba un grato recuerdo de su estancia, le presentó a Martin Folkes, presidente de la Royal Society, quien se había hecho cargo de los papeles desde el Almirantazgo, y habiéndolos estudiado y viendo su valor científico los conservó y se los devolvió, no sin antes haberle propuesto junto al conde de Stanhop, ser miembro de la Royal Society. Además de las mediciones, Antonio de Ulloa en sus estudios sobre la minería fue el primero en hablar del platino, como mineral diferente de la plata y el oro.

Al llegar a Madrid había perecido Felipe V, y fueron recibidos con indiferencia en el despacho de Marina y en la secretaría de Estado. Jorge Juan estuvo tentado de pedir destino en su Orden de Malta, pero el general de la Armada, Pizarro, viejo amigo de Chile, les presentó al marqués de la Ensenada, quien vio en ellos a las personas ideales para desarrollar su política naval y de armamentos, apreciando su valía. A partir de entonces se inicia una etapa de trabajo fecunda y una relación de amistad con Ensenada, que duraría toda la vida y permanecería inalterable aún después de su caída. Fernando VI aceptó la elección nombrándoles capitanes de fragata, interesándose por el informe Memorias secretas, o parte reservada de la misión que les llevó al Ecuador, por tratarse del estado político de aquellas provincias, redactadas con una madurez y espíritu liberal sorprendente por su juventud.

Ensenada advirtió la importancia del trabajo realizado por los dos jóvenes marinos, decidió publicar las Observaciones astronómicas y physicas hechas de orden de S. M. en los Reynos del Perú y los cuatro volúmenes de la Relación Histórica del viaje a la América Meridional. Aunque ambos aparecieron formados por los dos marinos, la autoría del primero corresponde a Jorge Juan, quien mostró los resultados científicos de la medición, evidenciando su dominio del cálculo infinitesimal y de la astronomía física newtoniana. Antonio de Ulloa se encargó de redactar el segundo, en el que efectuó una espléndida aproximación a la realidad de aquellos territorios y proporcionó una importante información sobre la historia, geografía, etnografía y muchas otras cuestiones del virreinato peruano.

El trabajo de los dos jóvenes fue terminado en 1748, año en el que fue publicado y editado en una tirada de 900 ejemplares. Tres años antes que la edición francesa de La Condamine, aparecida en 1751.

Las Observaciones de Jorge Juan suscitaron ciertos reparos, al aceptar éste por evidente el sistema de Copérnico, que todavía en Roma provocaba un cierto rechazo. Pero el jesuita padre Burriel defendió sus escritos, y para evitar la censura se acordó figurase en la segunda edición de 1773, un preámbulo de Jorge Juan titulado Estado de la Astronomía en Europa.

A partir de entonces, Jorge Juan pasó a convertirse en pieza clave para realizar los proyectos del marqués de la Ensenada, principal responsable administrativo de la renovación de la Marina española en el siglo XVIII. Fiel seguidor de la acción organizadora y reformista de José Patiño y José Campillo, sus predecesores en la secretaría de Marina, Ensenada acometió un enorme plan basado en la renovación científica y técnica, el fomento de la construcción naval y la potenciación de la Armada. Durante su gobierno se impulsó la construcción de barcos y se mejoraron las instalaciones navales, introduciendo los diques de carenar en seco; se importaron técnicos e instrumentos científicos y se fomentaron los viajes de estudios al extranjero para ampliar conocimientos y aprender las más avanzadas técnicas industriales.

Jorge Juan demostró su eficacia cada vez que fue requerido, desarrollando una próspera actividad hasta su fallecimiento, en 1773. Su alto nivel de preparación en cuanto a conocimientos técnicos y científicos le hicieron imprescindibles para organizar las misiones durante los reinados de Fernando VI y Carlos III. Su actividad no quedó enmarcada a asuntos relacionados con la Marina, sino también con la minería, la hidráulica o la siderurgia. Fue además un gran gestor y renovador de centros docentes, un hábil diplomático e, incluso, cuando las circunstancias lo exigieron, fue capaz de transformarse es espía, culminando con éxito la peligrosa labor que le había sido encomendada.


Concluida esta misión, ese mismo año de 1752, el marino alicantino se reincorporó a su nuevo destino como director de la Academia de Guardias Marinas, cargo de mucha responsabilidad, donde Jorge Juan puso en práctica un ambicioso proyecto de reforma de la institución que afectaba especialmente a la estructura docente de la Academia de Guardias Marinas. Allí implantó las enseñanzas más avanzadas de la época; contrató a profesores competentes y relegó a quienes no consideraba capacitados; mejoró el nivel de las enseñanzas, potenciando el de las matemáticas e introduciendo el estudio del cálculo inferencial e integral; instauró la realización de certámenes públicos; fortaleció la formación teórica de los alumnos más aventajados para convertirles en buenos oficiales científicos; e implantó sus nuevos manuales y textos científicos.

En Cádiz, no sólo tuvo tiempo para la enseñanza teórica de los conocimientos, sino también para la investigación y el desarrollo de nuevos proyectos, experimentando con cálculos matemáticos la manera de construir navíos ligeros y veloces, sin descuidar su seguridad y resistencia. Las directrices que impuso fueron que el navío se ha de construir con la menor cantidad de madera y herraje posible, pero ha de tener toda la madera y herrajes necesarios para mantenerse firme. Así mismo estudió la fuerza del mar y del viento, construyendo modelos de naves que remolcaba para comparar sus distintas resistencias, y comprobando con cometas la acción del viento sobre las velas.

Todos estos estudios trascendieron, hasta el punto que en 1753 el almirante Howe vino a comprobarlo personalmente, quedando sorprendido de la velocidad, maniobrabilidad y buen gobierno de los navíos. Durante estos años, en 1753, junto con Louis Godín fundó el Observatorio Astronómico de Cádiz, dotándolo con los mejores aparatos de la época y manteniendo correspondencia de sus observaciones con las Academias de París, Berlín y Londres. Fue institución anexa a la Academia para el adiestramiento e instrucción de los cadetes.



REAL OBSERVATORIO ASTRONÓMICO DE CÁDIZ

Al regresar de la misión londinense, en junio de 1750, Ensenada lo ascendió a capitán de navío, reconociendo la valía personal del marino para la consecución de sus planes reformistas. Además, se le encomendó la dirección de las obras de los arsenales españoles, así como la renovación y modernización de toda la construcción naval.

En el siglo XVIII el transporte marítimo y la defensa naval eran decisivos para el mantenimiento del Imperio y el auge del comercio; el país que disponga de mejores navíos sería el que domine. Conscientes del retraso de España, centraron sus esfuerzos la tecnología naval.

Pero Juan, descontento por el sistema de construcción naval inglés, ideó un nuevo modelo español que, aprobado por el rey en 1752. Para su puesta en práctica, primero reunió en Madrid a los técnicos traídos de Inglaterra y, durante 9 meses, diseñó y trazó los planos para toda clase de buques y sus diferentes piezas, estableciendo un conjunto uniforme de reglas y redactando el Nuevo método de construcción naval, un sistema propio de arquitectura de buques en el que aplicó sus conocimientos de mecánica, hidráulica y cálculo diferencial e integral. Este método se implantó de modo general en todos los departamentos, imponiéndose en los astilleros de Cartagena, Cádiz, El Ferrol y La Habana, organizando arsenales, construyendo diques en El Ferrol y Cartagena, contratando constructores como Bryant y Tournel. También implantó el sistema industrial inglés basado en la división del trabajo: miles de obreros se repartían en los diques, astilleros, hornos, fábricas de jarcia y lonas, etc. Con estas normas se construyeron navíos como el Aquilón y el Oriente.

Su actividad en este período no cesaba, y también es faceta poco conocida. Hizo más de treinta viajes por la geografía española, recabando su criterio sobre los temas más diversos. Además de supervisar la construcción de los diques y organizar los arsenales, se ocupaba de la tala de árboles para la construcción de las naves, solucionaba los problemas en las minas de Almadén y Linares, en los canales de riego de Murcia y Aragón, en la fábrica de cañones de Santander; sentó las bases para una moderna cartografía de España, y pedían su intercesión hasta para abrir una cátedra de matemáticas en Alicante.

Uno de aquellos viajes fue el que hizo a Ferrol en 1751 para supervisar los trabajos del nuevo arsenal que se estaba construyendo en Esteiro en sustitución del ya obsoleto astillero existente en La Graña. Allí surgió un grave accidente que a punto estuvo de costarle la vida. A finales de 1553, y ayudado por el ingeniero Francisco Llobet, comenzó a dirigir las obras, estableciendo una serie de mejoras en el calado de los muelles y la ubicación de los talleres de mantenimiento y planificación, además de un poblado adjunto a la base naval para albergar a los trabajadores y militares. Con 12 gradas de construcción, el arsenal de Ferrol fue el mayor de Europa en su tiempo. También diseñó sus dos diques secos de carena, supervisó la puesta en funcionamiento del primero de ellos y trajo a la ciudad, en 1762, las fábricas de jarcias y lonas de Sada.

En el arsenal de La Carraca, sito en Cádiz, la intervención de Jorge Juan, en 1753, consistió en elaborar un proyecto junto con José Barnola para adecuar las instalaciones a las nuevas técnicas.

Y, al año siguiente, en 1754, se trasladó al puerto de Cartagena para participar en las obras de sus muelles, sobre los planos del ingeniero militar Sebastián de Feringán, construyendo en su dársena los dos primeros diques de carenar en seco del Mediterráneo, que estuvieron finalizados en 1759. También planeó las bombas de vapor para el achique de los diques, proyecto que no pudo concluir debido a su fallecimiento.

Unos años antes, en 1750, se desplazó a la sierra de Alcaráz para evaluar sobre el terreno el proyecto de un canal de trasvase presentado por Feringán para abastecer con agua de los ríos Castril y Guardal las tierras de Lorca y Totana.

También hizo varias visitas a las minas más importantes de España. En 1751 y 1752, estuvo en las minas de mercurio de Almadén, y en 1758 inspeccionó las minas de plomo de Linares, ideando sistemas de ventilación de las galerías.

En 1754, estuvo en el complejo siderúrgico de La Cavada, en Santander, importante productor de cañones para la Armada española.

En junio de 1754, fue nombrado ministro de la Junta General de Comercio y Moneda, con el encargo de examinar y mejorar el peso, la liga y la afinación de los metales para la fabricación de monedas.

Pero en ese mismo verano, una conspiración destituyó al marqués de la Ensenada que había sido su protector. Durante este tiempo Jorge Juan fundó en Cádiz la Asamblea Amistosa Literaria, que reunía los jueves en su casa eruditos como Luis Godín, José Aranda, Gerardo Henay, Diego Porcel, José Infante, Francisco Canibell, José Nájera, Francisco Iglesias, Pedro Virgili, y José Carbonell, muchos de los cuales eran profesores de la Academia de Guardias Marinas y del Colegio de Cirugía de Cádiz. Comentaban y debatían los avances científicos y presentaban a discusión proyectos y memorias. Esta institución pretendía que fuese el embrión de una futura Academia de Ciencias y donde él mismo daba cuenta de sus observaciones.

Allí, disertando sobre astronomía, artillería, navegación y construcción, surgió la idea de escribir su gran obra Examen Marítimo, que publicaría muchos años después.

En 1757, publicó el primer libro salido de la imprenta de la Academia, se trataba de su Compendio de Navegación para el uso de los Caballeros Guardia Marinas. En esta obra había reunido sus conocimientos en cuestiones de tipos, tintas y papeles, y que produjo bellos ejemplares, todos obras de texto.

Para entonces, su fama trascendía las fronteras y en toda Europa se le conocía como el "sabio español". Un ejemplo fue la dedicatoria que en 1956 el conde de Stanhope imprimió en una edición latina de los Elementos de Euclides. Ya era miembro de la Real Sociedad Científica de Londres, de la Real Academia de Ciencias de Berlín y correspondiente de la de París.

En 1760, fue nombrado jefe de Escuadra. Toda esa intensa actividad hizo que su salud empeorase, teniendo que reponerse de unos cólicos biliares en el balneario de Busot, su Alicante natal.

En 1765, fue elegido miembro de la Academia de Agricultura de Galicia, y de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, de la que fue académico honorario en 1768, académico de mérito en 1768 y consiliario en 1770.

En septiembre de 1766, cumplida su labor en Cádiz, cuando preparaba su regreso a Madrid, el rey Carlos III le nombró embajador extraordinario en la Corte de jovenlandia para una difícil misión política. Durante tres reinados fue Jorge Juan indispensable para la Monarquía española y otra vez fue elegido como la persona más idónea para efectuar aquella misión: negociar los preliminares de un tratado de paz y comercio.

Partió desde Cádiz, en febrero de 1767, en compañía del embajador de jovenlandia en España, Sidi Ahmet el Gazel, con regalos para el soberano de la religión del amor y con una comitiva formada por unas 30 personas. Tras desembarcar en Tetuán, llegaron a Marrakech en mayo de 1676, donde les recibió el sultán. Después de intensas negociaciones, a finales de año se firmó el Tratado de Paz y Comercio entre las Cortes hispana y jovenlandés. Fue un acuerdo muy favorable para España ya que sus 19 artículos permitieron la paz perpetua por tierra y mar, la libertad de navegación, el uso de los puertos jovenlandéses para naves españolas, el reconocimiento expreso de todas las plazas y presidios que tenía España en las costas africanas, y el establecimiento de consulados.

Tras seis meses de actividad diplomática, Jorge Juan retornaba a la península desembarcando en Cádiz con la salid muy maltrecha. Entonces, se dedicó al estudio de todo tipo de asuntos solicitados por las Secretarías de Estado y del Consejo de Castilla. Unánimemente considerado infalible, su opinión era requerida en la solución y el estudio de arduas cuestiones políticas. Pero en junio de 1768 tuvo otra vez que buscar alivio para los cólicos biliares en las aguas y baños de Trillo.

En mayo de 1770, fue nombrado por la Corte para la dirección del Real Seminario de Nobles, su último puesto de servicio. Esta era una institución educativa, antes prestigiosa, pero ahora estaba en franca decadencia. Tras la expulsión de los jesuitas, contaba a su entrada con tan sólo 13 alumnos.

Con su autoridad jovenlandesal y su capacidad de organización y trabajo, cambió los planes de estudios, potenciando la enseñanza de las matemáticas, la astronomía y la física; saneó la economía tras efectuar una total reforma administrativa y docente; completó las Ordenanzas; aumentó el número de profesores competentes y exigió a todos un mayor cumplimiento; todo ello con prudente y sabia dirección. A su gloria contaba con 82 alumnos.

Durante su etapa como director del Semanario, Jorge Juan publicó en Madrid en 1771, su Examen Marítimo Teórico Práctico. Esta obra estaba dividida en dos volúmenes: el primero estaba dedicado a la mecánica del buque, y el segundo a su construcción y maniobra. Fue el mejor tratado europeo del siglo XVIII por su gran aportación a la ingeniería naval y a la mecánica de fluidos. Tan pronto como apareció, fue conocida y traducida en toda Europa.

Sería la piedra angular de la teoría de la construcción naval, la primera escrita con cálculos matemáticos. En ella, analizaba la dinámica del buque, su estabilidad, su relación con el empuje de las olas, esfuerzos a que está sometida la arboladura, etc., y todo basado en la experiencia, pues según él reconoció:

"En el Marinero, todo ocupado al riesgo, al trabajo y á la fatiga, no cabe quietud para estudio tan dilatado y prolixo; y el estudioso, que requiere tranquilidad para la contemplación, no se acomoda al afán y fatiga extrema del otro, únicas maestras que enseñan con facilidad las resultas que por solo theórica fuera casi imposible descubrir."

Pero desgraciadamente, en España, tras la caída de Ensenada y por cuestiones políticas, poco a poco fue sustituido el modelo de construcción naval estudiado por Juan, perfeccionado en el inglés, por el modelo francés, que siempre había rechazado, con el natural regocijo de los ingleses que vieron con tranquilidad como los planes de recuperación naval de España quedaban estancados. En esto tuvo que ver Julián de Arriaga, miembro también de la Orden de Malta, que ocupó la Secretaría de Marina durante 20 años, y fue el encargado de desplazar los planes de Juan.

Poco antes de morir Jorge Juan, con la autoridad e independencia de criterio que le caracterizaban, escribió una dura carta a Carlos III advirtiendo del peligro de esta errónea subordinación ciega al modelo francés, previendo graves pérdidas, como ocurriría en Trafalgar 32 años después. En aquel desastre, los ligeros navíos ingleses, seguramente inspirados en los estudios de Jorge Juan, dieron al traste con la pesada flota hispano-gala.

Los últimos años de su vida los dedicó a continuar la tarea de revisar y preparar la reedición de sus Ovservaciones Astronómicas y Physicas, que fueron publicadas en 1773, meses después de su gloria.

Jorge Juan murió, a los 60 años de edad, el 21 de junio de 1773, en su casa de la plazuela de Afligidos de Madrid, a causa de un ataque de alferecía que se le complicó con otro apopléjico. Fue enterrado en la iglesia de San Martín. La noticia de su gloria apareció en la Gazeta de Madrid en su número del martes 6 de julio.

Seis años más tarde, Benito Bails, ilustre discípulo suyo le describió así:

"Don Jorge Juan, era de estatura y corpulencia medianas, de semblante agradable y apacible, aseado sin afectación de su persona y casa, parco en el comer, y por decirlo en menos palabras, sus costumbres fueron las de un filósofo cristiano. Cuando se le hacía una pregunta facultativa, parecía en su ademán que él era quien buscaba la instrucción. Si se le pedía informe sobre algún asunto, primero se enteraba, después meditaba, y últimamente respondía. De la madurez con que daba su parecer, provenía su constancia en sostenerlo. No apreciaba a los hombres por la provincia de donde eran naturales; era el valedor, cuasi el agente de todo hombre útil."

Años después, Luis María de Salazar, otro ilustre marino y ministro de Marina, elogió los logros conseguidos por Jorge Juan para la ciencia española en su Discurso sobre los progresos y estado actual de la Hidrografía en España:

"Decir pues lo que en beneficio del Estado trabajó y escribió don Jorge Juan fuera obra larga, así como parece incomprensible que sobre tantos méritos, tanto útiles desvelos y tan importantes como notorios servicios, hubiese sido tan escaso el premio, que si por cierto se entra luego en cotejo con los que tan liberalmente se prodigan de ordinario a otros hombres superficiales, parece que el corazón se conmueve, y como que al hacer tales reflexiones se siente oprimido de un grave desconsuelo y amargura."

ESPAÑA ILUSTRADA: JORGE JUAN: EL HIJO PRÓDIGO DE LAS LUCES
 
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He tenido que buscar si el origen del término mol se debía a Enrique Moles. Parece ser que no:

Mol - Wikipedia, la enciclopedia libre
El término mol fue introducido por Wilhelm Ostwald en 1886, quien lo tomó del latín Mole que significa pila, montón.

Finalmente el concepto de Mol fue unificado en 1971 en la XIV conferencia de Pesos y Medidas de París, en la que se definió al mol como unas de las 7 unidades fundamentales del sistema internacional

Habiendo sido nombrado secretario de la Comisión Internacional de Pesos Atómicos de la Unión Internacional de Química, no deja de ser curioso.
 
14) Alonso de Santa Cruz. Cartas de navegación magnéticas

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Alonso de Santa Cruz (1505-1567) fue un cartógrafo, cosmógrafo e historiador sevillano. Trabajó al servicio de España en la Casa de Contratación de Sevilla como cosmógrafo (1535) además de participar en el Consejo de Indias. Trabajó durante años en la elaboración del Padrón Real en donde se plasmaban todos los descubrimientos geográficos de los marinos españoles en el nuevo mundo. Participó en la expedición de Sebastián Caboto en 1526 en la búsqueda de las islas de las especias o islas Molucas regresando a Sevilla en 1530. Fue designado Contino de la Casa Real en 1540. Viajó a Lisboa para recabar información de mapas portugueses donde mantuvo relación con Joao de Castro y Pedro Nunez.

En el viaje de Sebastián Caboto, el padre de Alonso (Francisco de Santa Cruz) aportó bienes a la expedición, cuyo aporte fue el mayor de todos los armadores a excepción del Rey e hizo partícipe a su hijo de la travesía como veedor, debido a la gran inversión que en ella se hacía. La expedición intenta descubrir la ruta más corta hacia el pacífico.

Plasmó la primera carta de carácter magnético en 1533 lo que hace erróneo pensar que fue Halley el primero en desarrollar la cartografía magnética. Halló el modo de presentar lineas de ángulo constante a los meridianos en los mapas. Señaló además la necesidad del uso de relojes para la medición de las longitudes. Según Lamb ideó un método empírico de trazado de mapas, según el cual, "las líneas de rumbo rectas eran verdaderas y los meridianos seguían siendo rectas paralelas".

Fue designado por la reina Juana como "nuestro cosmógrafo" examinando cartas náuticas e instrumentos de navegación. Alonso también diseñó nuevos instrumentos náuticos como un instrumento para medir la longitud por las distancias de la luna y los planetas además de inventar otro instrumento para calcular la longitud mediante la desviación de la brújula. Alonso también enseñó astronomía y cosmografía en la corte de Carlos I (1563-1567).

Existen divergencias acerca de la invención de las cartas esféricas, cuando los ingleses se las atribuyen a Wright y los españoles a Alonso de Santa Cruz y Martín Cortés aunque finalmente recae el mérito en el holandés Mercator. Alonso detectó la inexactitud de las cartas planas y la necesidad de realizar cartas esféricas.

Alonso de Santa Cruz es uno de los autores más olvidados de España, de hecho hay fuentes que destacan la posibilidad de existencia de obras inéditas de este autor incluso de que algunas obras fueron desprovistas de capítulos enteros al referirse a métodos no del todo humanos por los descubridores en América. De especial importancia es el "Libro de las longitudes" donde se detallan diferentes maneras de determinar este tipo de información en travesías marítimas.

Obras

Como cartógrafo, geógrafo y cosmógrafo, diseñó y fabricó instrumentos para fijar la longitud y trazó, a petición de la Junta de Pilotos, una carta de marear; en 1540 realizó diversos planisferios con proyecciones diferentes; en 1542 un mapamundi del que únicamente se conserva un ejemplar en la Biblioteca Real de Estocolmo, además de concluir una primera redacción del Islario general de todas las islas del mundo como parte de una proyectada Geografía Universal que había de unirse a la Historia Universal; en 1550, según declaraba él mismo en carta al emperador, confeccionó mapas de diversas naciones. En 1555 escribió el Libro de las longitudines o longitudes y una Geografía del Perú, que con un conjunto de astrolabios y cuadrantes presentó al Carlos. Finalmente, en 1566 emitió un dictamen sobre la Demarcación de las islas Molucas. Consta además, sin que pueda determinarse la fecha, la ejecución de un plano de la ciudad de México.

Con el Atlas incorporado al Islario general, el mapamundi de Estocolmo, firmado como «archicosmographum» del César Carlos y no publicado hasta 1892, es el mejor testimonio de las innovaciones cartográficas de Santa Cruz.

Además, como historiador, en 1546 redactó una Historia Universal; continuó la obra de Hernando del Pulgar escribiendo la crónica de los últimos años del reinado de los Reyes Católicos, comenzando en 1490, obra poco elaborada y escasamente original, y la más personal Crónica del Emperador Carlos V que escribe entre 1550 y 1552; en los mismos años recopila materiales para el libro Árboles de los linajes. Realiza la traducción del De origine ac rebus gestis regum Hispaniae del catalán Francesc Tarafa, publicada en Barcelona en 1562, y un año después redacta una dura Censura de los Anales de la Corona de Aragón de Jerónimo Zurita. Otras obras que quedaron sin publicar, y de las que no es posible fijar fecha, son El libro de los blasones, De la caballería del Toisón, Nobiliario general y Lo que sucedió en Sevilla en tiempos de las comunidades.

De otras materias, escribió un Abecedario virtuoso, destinado a la educación del príncipe Carlos, el Astronómico Imperial de 1550, manuscrito conservado en la Biblioteca de la Universidad de Salamanca, una respuesta a las Consultas de Carlos V sobre el impuesto de alcabalas y un Memorial sobre instrucciones a los descubridores que presentó a Felipe II en 1556, donde defendía que las expediciones se hiciesen por cuenta de la Corona y que los capitanes tomen nota cuidadosa de los datos de localización, condiciones de la tierra y otras circunstancias, además de traducir y glosar algunos textos de Aristóteles.

La biblioteca carpetana: Alonso de Santa Cruz. Cartas de navegación magnéticas.
 
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15) Fidel Pagés, descubridor de la anestesia epidural

Fidel Pagés Miravé (Huesca, 26 de enero de 1886 - Madrid, 21 de septiembre de 1923) fue un médico militar español. Descubridor de la anestesia epidural.

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Hizo los estudios secundarios en Huesca, estudiando la carrera de medicina en la Universidad de Zaragoza, donde recibió su título en medicina y cirugía con honores (1908). El mismo año ingresó en el cuerpo médico del ejército, siendo enviado a Melilla, donde ejerció en el Hospital Militar con el rango de segundo oficial médico. Después de ser ascendido en 1911 a primer oficial médico, sirvió en Tarragona, Toledo, Madrid (donde obtuvo el doctorado), Ciudad Real, y de nuevo en Madrid. En 1913 se casó, siendo destinado a Mahón, retornando a Madrid en 1915 para trabajar en el Ministerio de la Guerra, después de una breve estancia en Alicante. Ese mismo año obtuvo el primer puesto en las oposiciones para ingresar en el Hospital Provincial de Madrid. En 1917, durante la Primera Guerra Mundial, examinó campos de prisioneros de guerra en Austria-Hungría, mientras trabajaba en el hospital militar de Viena.

En 1919 se convirtió en editor fundador de la Revista Española de Cirugía, en donde publicaría en 1921 un artículo llamado Anestesia metamérica, al mismo tiempo que en la Revista de Sanidad Militar. En este artículo describía la anestesia epidural. En este artículo describía 43 operaciones llevadas a cabo utilizando la anestesia epidural.

Desde 1920 fue asignado al Hospital Militar de Urgencia de Madrid, aunque también estuvo destinado brevemente en Melilla en 1921 como consecuencia del desastre de Annual. En 1922 fue ascendido a Comandante Médico. El 21 de septiembre de 1923 murió en un accidente de tráfico mientras volvía a Madrid desde sus vacaciones en Cestona (Guipúzcoa), a la altura de Quintanapalla (Burgos), en la llamada cuesta de la Brújula.

Reconocimiento

Su trabajo pronto fue olvidado, entre otras razones por no ser traducido, de modo que cuando en 1931 el cirujano italiano Dogliotti presentó la anestesia epidural, la cual había descubierto independientemente, recibió el crédito de su descubrimiento. Solamente con el paso del tiempo, una revista científica argentina reivindicó la autoría del médico español, que fue entonces reconocida por Dogliotti.

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Dibujo original de Fidel Pagés en la técnica de anestesia epidural.

Posteriormente, ya desde 1932 numerosos científicos recordaron que el verdadero descubridor de la anestesia epidural fue Fidel Pagés, suponiendo el reconocimiento final por toda la comunidad científica internacional.

En memoria de Pagés, la Sociedad Española de Anestesiología, Reanimación y Terapéutica del Dolor (SEDAR) concede cada dos años el premio que lleva su nombre desde 1957.

Además, el Ministerio de Defensa español creó en junio de 2007 el Premio a la Investigación en Sanidad Militar Fidel Pagés Miravé.

Fidel Pagés Miravé, el olvidado descubridor de la anestesia epidural

Un recuerdo sobre Fidel Pagés, descubridor de la anestesia epidural - Cuaderno de Cultura Científica
 
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16) Observaciones astronómicas por José Joaquín Ferrer

Uno de los más grandes científicos europeos del Siglo de la Ilustración fue José Joaquín Ferrer, gracias las aportaciones a la astronomía, cartografía e hidrografía tanto en Europa como en América.

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Entre España y América vivió José Joaquín Ferrer y Cafranga, un comerciante y astrónomo natural de Pasajes, donde nación en 1763. Fue un extraordinario astrónomo, notable empresario y viajero incansable. Criado desde pequeño en el entorno del comercio colonial y tránsito marino que se desarrollaba en el puerto de su villa y más directamente por su familia. Fue su padre, contador de la Real Armada, quien le introdujo en las ciencias matemáticas, en la navegación y en la cosmografía.

Terminado sus estudios, se sintió atraído por la marina, pero siguiendo los consejos de su familia, aceptó un empleo que le había ofrecido un pariente suyo en la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas. En 1780, en viaje de negocios de su compañía mercante, partió a la capital venezolana, pero el barco fue apresado a mitad de travesía por la flota inglesa comandada por el almirante Rodney. Fue llevado a una guandoca de Inglaterra donde le quedaron recuerdos de malos tratos y la propagación de una epidemia que acabó con muchos de sus compañeros de infortunio.

Tras el rescate, influenciado por su familia, decidió quedarse allí y estudiar matemáticas y astronomía, además de aprender el idioma inglés a la perfección, un dominio que le permitiría más tarde publicar en EEUU e Inglaterra.

Cuando regresó a España en 1786. Entonces, su padre lo convenció para que tomara parte de la expedición de la marina española que partiría al año siguiente desde Cádiz en la fragata Pájaro, con el objetivo de realizar tareas geográficas en Perú. Aquella expedición le proporcionó una reputación como científico, además en América consiguió una considerable fortuna gracias a sus negocios sobre análisis y estudios geográficos, cartográficos y astronómicos. Todo esto le sirvió para que una importante compañía mercante se hiciera con sus servicios.

Tuvo que viajar de nuevo a Cádiz y desde allí partió otra vez a América, esta vez con rumbo a Veracruz, en el virreinato de Nueva España (México), al mando de una expedición financiada por su empresa. Durante su segunda expedición, compaginó las misiones náuticas con las actividades comerciales. Se ocupó de la determinación geográfica, una tarea que consiste en fijar la posición y altura de ciudades y montes mediante observaciones astronómicas, y mediante esta técnica averiguó la posición geográfica y la altura de las cotas de Onzaba, Perote, Xalapa y Enceo, siendo sus resultados muy apreciados en Europa y América.

De nuevo en Cádiz, realizó colaboraciones en el Observatorio Astronómico de San Fernando y entró en contacto con importantes marinos científicos ilustrados de su generación como Cosme Churruca y Dionisio Alcalá Galiano, quien publicó en 1858 la Biografía del astrónomo español don José Joaquín de Ferrer y Cafranga, o como el bilbaíno José de Mazarredo, con los que compartió conocimientos y experiencias en astronomía y náutica.

Nuevamente viajó a América en 1799, pero esta vez fue a Estados Unidos, a Nueva York, donde se instaló durante una década y desde donde viajó con frecuencia a Cuba y a otras islas del Caribe, bien por motivos puramente científicos o por negocios mercantiles. Allí realizó importantes observaciones astronómicas al tiempo que mantenía sus actividades empresariales. Ferrer determinó la posición geográfica de varias ciudades de Estados Unidos, mostrando que muchas habían sido determinadas de manera errónea, en base a coordenadas inexactas. Su investigación concluyó, tras seguir desde Kinderhook un eclipse total del sol ocurrido el 16 de junio de 1806, que la aureola visible alrededor de la Luna no correspondía como se creía a la atmósfera del satélite, sino que se debía a un efecto solar. Aquella investigación fue seguida mediante un cronómetro de Arnold, un círculo de reflexión y un telescopio que había sido diseñado y construido por Edward Troughton.

Todas estas observaciones aparecieron en la importante publicación Transactions of the American Philosophical Society, publicada por la Sociedad Filosófica Americana de Filadelfia, de la que fue miembro, y le granjearon una fama notable como uno de los astrónomos más importantes de su tiempo.

Con las contribuciones efectuadas por Ferrer, la geografía americana dio un salto cualitativo. Astrónomos como Joseph Lalande, François Aragó y Jean Baptiste Delambre se interesaron por las determinaciones geográficas y reconocieron lo adecuado de las conclusiones que Ferrer había extraído de sus estudios en los EEUU y en las islas caribeñas. Su trabajo, Astronomical observations... for determining the geographical positions of various places in the United States, publicado en 1809, es considerado como un clásico en el establecimiento de las posiciones geográficas de la moderna Norteamérica, en la que se subraya el valor de las observaciones astronómicas, las matemáticas y la geodesia. En 1811 se trasladó a Cuba, en donde determinó la posición geográfica de la isla, así como la del canal de Bahamas, Puerto Rico, Santo Domingo y las islas de Barlovento.

El mundo académico europeo comenzó a advertir la talla científica de aquel marino pasaitarra, por eso viajó a Inglaterra en 1813. Se instaló en Londres y colaboró en los progresos del Observatorio de Greenwich, donde concluyó algunas mediciones y contactó con astrónomos que le suministraron instrumentos de precisión.

Tras el final de la Guerra de la Independencia española en 1814, llegó a Francia y se instaló en París, ciudad en la que continuó ejerciendo su actividad astronómica. Allí mantuvo contactos con ilustres astrónomos a través de los cuales sería nombrado socio del Instituto Nacional de Francia y de la Junta de Longitudes. Pierre-Simon Laplace le llamaba el "sabio astrónomo español".

A finales de 1814, regresó a España y se instaló, de nuevo, en Cádiz. Consiguió ser miembro de la Real Academia de la Historia, y de las Real Sociedad Económica de Vascongadas y de Cádiz. Pero rechazó la dirección del Observatorio Astronómico de San Fernando, en la Isla de León, que hubiese sido su más importante cargo académico.

Durante este tiempo, realizó estudios en diversas provincias españolas, mantuvo contactos con los astrónomos Churruca y Felipe Bauzá, y correspondencia con los científicos extranjeros Joseph Jerome Le François de Lalande, Jean Baptiste Joseph Delambre, Dominique François Jean Arago, Alexander von Humboldt, Franz Xaver Zach y Pierre Simon de Laplace, entre otros.

Según la publicación Connaisances des temps, publicada por la Junta de Longitudes de París en 1815, Ferrer concretó la situación geográfica de la isla de Barlovento, Cuba, Puerto Rico, del canal de Bahamas y de Ohio, entre otros lugares. También determinó el diámetro de la luna y el del paralelaje solar.

Vivió en Madrid en 1815 y, finalmente, fijó su residencia en Bilbao en 1817 hasta su gloria en 1818.

ESPAÑA ILUSTRADA: OBSERVACIONES ASTRONÓMICAS DE JOSÉ JOAQUÍN FERRER
 
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17) Francisco Hernández de Toledo. La primera expedición científica de la era moderna

La expedición de Francisco Hernández en 1570 fue una hazaña científica excepcional: la primera gran investigación sobre la naturaleza en América. Aquel descubrimiento científico del Nuevo Mundo es considerado el primer estudio científico moderno.

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La conquista de América fue una hazaña que requería gran competencia política y religiosa, pero también un enorme interés por la cultura amerindia y curiosidad científica.

A partir de los siglos XV y XVI, las ciencias conocen un fuerte desarrollo en toda Europa, jugando España un papel esencial. Entonces, las ciencias mejor desarrolladas fueron la náutica y la cartografía, como corresponde a las necesidades de la época, y también las ramas de la física relacionadas con la construcción y con el arte militar. Las ciencias naturales, la botánica o la zoología, eran las parientes pobres de este desarrollo científico debido a la falta de clasificación.

Para que una ciencia se desarrolle es necesario el estudio de sus elementos, el orden según criterios o sus propiedades y la clasificación por géneros, especies y familias. Así lo hizo el romano Plinio el Viejo en su Historia Natural, y así lo hará en el siglo XVIII, el sueco Carlos Linneo, el primer naturalista moderno. Pero en el siglo XVI, la botánica y la zoología no disponían de clasificaciones científicas, encargándose un médico castellano, Francisco Hernández, de estudiar y clasificar la naturaleza americana.

La expedición de Francisco Hernández en 1570 fue una hazaña científica excepcional: la primera gran investigación sobre la naturaleza en América fue el primer estudio científico moderno.

Francisco Hernández, nacido en Puebla de Montalbán (Toledo) en 1514, emprendió una carrera brillante: bachiller en artes y filosofía, estudiante de medicina en la Universidad de Alcalá de Henares, ejerciendo la vocación en Toledo y Sevilla.

Se relacionó profesionalmente con las más ilustres personalidades de la época que estaban relacionados con la ciencia, la técnica y el arte: Andrés Vesalio, médico belga de Carlos V y luego de Felipe II; Juanelo Turriano, matemático e ingeniero italiano que construyó un ingenio hidráulico para subir agua desde el Tajo hasta el alcázar de Toledo o las campanas del guanol; Juan Herrera, el arquitecto más importante del renacimiento español que finalizó las obras del guanol; o Benito Arias Montano, reputado traductor políglota, consejero de Felipe II y primer bibliotecario del guanol.

En Sevilla sigue los pasos del médico Nicolás Monardes, que fue el primero en informar sobre los productos naturales procedentes de América y sus propiedades curativas. Esta es la gran novedad científica del momento: los españoles están descubriendo los secretos de la medicina natural amerindia, sus plantas y fórmulas.

En 1560, Hernández entra en la escuela médica del Monasterio de Guadalupe, donde los frailes jerónimos hacían disecciones anatómicas o practicaban la cirugía. Se trata de la antesala en la formación de los grandes médicos del reino, era llamado el Protomedicato. Y en 1567, es nombrado médico de cámara del rey Felipe II.

Su dedicación más importante fue la de naturalista, donde realizó sus grandes aportaciones científicas. Se ocupó del jardín botánico de los hospitales de Guadalupe, estudió la flora y fauna de varias comarcas de Andalucía y Extremadura, realizó experimentos con animales disecados, y tradujo y realizó unos amplios comentarios científicos en castellano de la Historia natural de Plinio, una de las fuentes de conocimiento de la naturaleza más importantes de su tiempo.

Hernández se convierte en un auténtico sabio renacentista, conocedor de materias científicas como la medicina, la botánica, la mineralogía, la geología y cosmografía o las lenguas clásicas.

El monarca, sabedor de los grandes conocimientos que atesora Hernández, en 1570 le nombra Protomédico de todas las Indias, y propone marchar a América para estudiar la naturaleza. Su misión era retratar la tierra, los minerales, los animales y las plantas del extenso virreinato de la Nueva España. Con respecto a las plantas debía efectuar una relación de los vegetales de uso medicinal, tenía que informar sobre su método de cultivo y enviar a España aquellas plantas descubiertas. Por último, debía escribir una Historia sobre la naturaleza del territorio.
Felipe II quiere conocer qué hay allí y qué utilidad puede tener para los europeos, poniendo a disposición de Hernández los recursos materiales y humanos considerables, entre los que se encontraban un asistente, su hijo Juan, un "técnico", el cosmógrafo Francisco Domínguez y amplio equipo de médicos, botánicos, herborizadores, dibujantes o amanuenses. El proyecto, ideado por orden de Felipe II, está considerada la primera expedición científica de la Edad Moderna.

La expedición partió de Sevilla en agosto de 1570, y tras seis meses de viaje, llegó a Veracruz en febrero del año siguiente. Allí recoge muestras y material botánico, los estudia y los clasifica, siempre con especial interés por las plantas medicinales, durante ocho años de intenso trabajo de campo por la altiplanicie central, el mar del Sur (Pacífico), Oaxaca, Michoacán, Panuco (Somolinos), etc. Residió en la ciudad de México, ocupado en ordenar los materiales recopilados, realizar experimentos sobre las propiedades terapéuticas de los vegetales y redactar una historia natural de la Nueva España.

El método de investigación científica de Hernández es un perfecto ejemplo pionero en ciencia experimental que determinaría el desarrollo del mismo durante los próximos siglos. Consistente en un sistema de fichas normalizadas sobre cada especie animal, vegetal y mineral, basado en un cuestionario escrito de tipo descriptivo y acompañado de dibujos.

Con este sistema Hernández pudo recabar información por correo desde los lugares más remotos de la Nueva España. Tras disponer de la información, el equipo científico viaja, confronta los datos con las realidades, recoge materiales y los analiza. Así hubo por aquellos años, por todo el virreinato, un equipo de expertos buscando hierbas y piedras, estudiando animales, analizando plantas y frutos. Hernández se concentró en la clasificación de aquellas especies que llegaban.

El resultado de años de trabajo fue una espléndida recopilación de una gran cantidad de información científica, no solo botánica medicinal sino sobre la historia natural de esos territorios. Los logros de Hernández fueron espectaculares: 22 volúmenes escritos en latín, escrito en este idioma para garantizar la universalidad de la obra, que se convirtieron en la enciclopedia natural más importante del mundo. Describe 3.000 especies vegetales incluyendo árboles, arbustos, frutos y yerbas. Introduce plantas exóticas como el cacao, el tomate, el tabaco, el estramonio, el maíz, la papaya, el peyote, el chili, o el ají. También describe plantas que venían de Filipinas o el área del Índico, como la canela o el clavo. Recoge más de 400 animales de la fauna mejicana incluyendo mamíferos, ovíparos, reptiles e insectos, y treinta y cinco minerales utilizados en medicina.

Por la amplitud de sus informaciones y por lo avanzado de su método de investigación, Hernández se convierte en la principal referencia de los naturalistas europeos. Su trabajo, aunque muy anterior, es el antecedente más importante de las Reales Expediciones Botánicas del siglo XVIII.

Tras siete años de trabajo, Hernández regresa a España, y en Madrid comienza la traducción de su obra al nahuatl, la lengua de los mexicas y los aztecas, muriendo en 1587. A Felipe II le fueron entregados minerales, plantas vivas, simientes, raíces, herbarios, pieles, plumas, animales disecados, y pinturas de animales y vegetales.

Uno de sus logros más importantes fue el hecho de haber sido el pionero en la utilización de algunos remedios vegetales para la medicina farmacológica europea.

Hernández dejó sus volúmenes en la biblioteca de El guanol: cuatro volúmenes escritos en latín, once libros de láminas coloreadas, varios libros de herbarios y un índice. De los cuatro libros escritos, tres estaban dedicados al reino vegetal y uno a vegetales y animales.

En 1580, los manuscritos fueron entregados al doctor Nardo Antonio Recchi, médico de cámara de Felipe II, quien resumió los textos hernandianos en 516 capítulos agrupados en cuatro libros: Cuatro libros sobre temas médicos de la Nueva España. Esta sinopsis no fue publicada en la vida del autor, pero tuvo una gran influencia en los ambientes científicos de la época y ser conocida antes de finalizar el siglo por científicos de categoría como José Acosta, Della Porta o Aldrovandi y Clusio.

En 1615, apareció en México la primera edición de Hernández: Cuatro libros de la naturaleza y virtudes de las plantas, la enciclopedia de materia médica más importante del mundo.

Entre 1630 y 1651, la obra de Hernández fue redactada de nuevo por un gran mecenas de la cultura, el príncipe Cesi, uno de los pioneros de la utilización de la sistemática vegetal y destacado de la Academia dei Lincei. Se trata del Rerum Medicarum Novae Hispaniae Thesaurus (Tesoro de las cosas medicinales de Nueva España), conocido como El Hernández.

La modernidad e importancia de los descubrimientos científicos de Hernández ejercieron una enorme influencia en Europa. Científicos de tiempos posteriores citarían su legado y reprodujeron en sus textos muchos de los fragmentos del naturalista español, algunos de los cueles fueron: Ray, Jussieu, Tournefort o Linneo.

Otros científicos españoles siguieron la labor emprendida por Hernández, retratando la naturaleza del nuevo mundo con grandes aportaciones para la ciencia del momento:

Cristóbal de Acosta, médico burgalés, que viajó por África y Asia, publicó en 1578 su Tratado de la drojas y medicinas de las Indias Orientales, y también un volumen sobre Remedios específicos de la India Oriental y de la América.

El sabio jesuita José de Acosta, natural de Medina del Campo, recorre México y Perú entre 1571 y 1587, estudiando gentes y plantas, animales y tierras, narrándolo en su Historia natural y jovenlandesal de las Indias.

Benito Arisa Montano acumuló las mejores investigaciones de su tiempo en una Historia natural que circula intensamente en Europa.

El jesuita jienense Bernabé Cobo recorre durante más de 30 años México, las Antillas y Perú, y en 1653 publica su Historia del Nuevo Mundo.

La ciencia española de los siglos XVI y XVII estaba a la cabeza de Europa.

La increíble historia de Francisco Hernández. 1571...la primera expedición científica de la historia moderna | Espejo de navegantes

ESPAÑA ILUSTRADA: EXPEDICIÓN CIENTÍFICA AL NUEVO MUNDO POR FRANCISCO HERNÁNDEZ

La biblioteca carpetana: Francisco Hernández de Toledo. La primera expedición científica de la era moderna.
 
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18) José de Acosta: precursor de la Antropología cultural moderna

José de Acosta fue un antropólogo y jesuita que desempeñó importantes misiones en América a finales del siglo XVI efectuando análisis sobre hombres, animales, plantas, mareas, vientos y volcanes en la América hispana. Sus observaciones antropológicas y biológicas en el Perú deslumbraron a la ciencia europea, por lo que fue considerado como el precursor de la Antropología Cultural moderna.

Enunció que los indígenas y animales habrían llegado a América desde Asia atravesando el estrecho de Bering y adaptándose al medio ambiente, por lo que se convirtió en un precursor de la Teoría de la Evolución Natural de las Especies, anticipándose a Charles Darwin tres siglos antes.

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Tras el descubrimiento y colonización de América, la Iglesia española comenzó una tarea de evangelización de los indígenas precolombinos mediante la organización de expediciones misioneras. Muchos de estos misioneros se dedicaron a conocer aquellos pueblos, con sus lenguas, culturas y religiones, nuevas especies animales y vegetales, paisajes geológicos jamás imaginados, realizando grandes aportaciones a las ciencias de la Modernidad. Eso mismo es lo que hizo José de Acosta y misionero que dedicó su vida a las ciencias y a la evangelización.

Nació en 1540 en Medina del Campo, y pertenecía a una familia burguesa de origen judía conversa. Estudió en la Compañía de Jesús de Medina del Campo. Se formó en ciudades españoles y portuguesas, pasando siete años en la universidad de Alcalá de Henares desde 1559 hasta 1567, cursando estudios de filosofía, sagradas escrituras, derecho canónico y teología.

Desde 1566 se dedicó a la docencia en Ocaña, Plasencia, Segovia, Salamanca y Alcalá de Henares hasta que su vida cambiaría por completo cuando supo que la Compañía Jesuita le requirió para misionar en las Américas.

Llegó a Lima, capital del Virreinato del Perú en abril de 1572, donde el provincial le encargó visitar los principales colegios de su jurisdicción, llegando a ser provincial de la compañía. Fue catedrático en San Pablo, y en la Universidad de Lima impartió cursos de latinidad, retórica, arte y teología. En 1586, se trasladó al Virreinato de la Nueva España y, tras pasar allí dos años, regresó a la España peninsular.

En Arequipa y La Paz predicó a los indios, observando sus costumbres y mentalidad, y meditando cuales serían los medios más adecuados para su correcta evangelización. Por tal razón, fue comisionado para redactar catecismos y confesionarios en castellano, quechua y aimará.

Durante su estancia en el Perú y México, se dedicó también al estudio de su Antropología cultural, botánica, zoología, mineralogía y geografía física, analizando las novedades que no tenían parangón en Europa. Observó las costumbres, ritos y creencias de los indios, recogiendo muestras sobre la botánica, la flora, la fauna, las mareas, los vientos alisios, las corrientes marinas, las interrelaciones entre los volcanes y los terremotos, y hasta acertadas observaciones geofísicas sobre las variaciones de la declinación magnética. Fue una gran información que más tarde servirían de base para su obra.

De su experiencia americana y gracias a su cercanía con el rey Felipe II pudo publicar varias obras:

De Procuranda Indorun Salute son seis libros escritos en latín en 1575 sobre su experiencia evangelizadora y la salvación de los indígenas.

De Natura Novi Orbis es un compendio de dos libros Peregrinación del hermano Bartolomé Lorenzo y De promulgando Evangelio apud barbaros, impresos conjuntamente en un volumen de 1589 al regresar a España. Está dedicada a la geografía y naturaleza de América.

En esta obra discutió la forma del cielo y de la Tierra. Copérnico había publicado en 1543 su De revolutionibus orbium caelestium, y por eso consideró la zona sublunar subordinada a la celeste. Por lo que insistió en la exposición de novedades y exotismos americanos, formando el Nuevo Mundo parte del mundo habitado o Ecumene. Para Acosta el mundo jovenlandesal es continuidad del natural, siendo el libre albedrío lo más definitorio de lo humano. Su pensamiento es mezcla del católico tradicional, basado en las Sagradas Escrituras y la Patrística, y el científico innovador; con la jovenlandesal como mejoramiento espiritual y temporal de los indios.

Acosta aportó gran cantidad de información referente a metales, plantas, especies botánicas como patata, coca, guayabo, palta o aguacate y especies animales como chinchilla, vizcacha, cuy, tominejos, entre otras.

En De la propiedad y virtud admirable de la piedra imán para navegar, fue precursor en el estudio de las variaciones magnéticas, explicando la existencia o inexistencia de antípodas, zona tórrida o equinoccial, posible existencia de antípodas, meteorología, civilizaciones azteca y peruana, etc.

En De promulgando evangelio apud Indos, clasificó a los indios en tres grupos éticos: los que conocen la escritura y poseen cierto grado de civilización; los que no saben escribir, pero poseen gobierno, sociedad organizada y religión; y, por último, los salvajes, viviendo unos como bestias, y poseyendo otros rudimentos de organización.

Sus observaciones fisiológicas sobre la población andina, habituada a vivir a más de 4000 metros de altitud, le han valido que algunos científicos modernos le consideren el precursor de la medicina astronáutica.

Durante su tiempo, los europeos trataron de resolver la cuestión de la concepción del Universo, acorde con las Sagradas Escrituras. José de Acosta creyó como una probabilidad para no contradecir a las Sagradas Escrituras que el origen del hombre se encuentra en Adán, del que derivaron los pueblos y razas de toda la Tierra, por lo que llegó a suponer que el origen del indígena precolombino no es distinto al del resto de habitantes de Asia o Europa.

Pero José de Acosta fue un científico moderno que prefirió ignorar las creencias clásicas y basar su método de investigación en datos empíricos, aportando explicaciones razonables a muchos fenómenos naturales. Así, al referirse al origen de los primeros pobladores de las Indias escribió: "porque no se trata qué es lo que pudo hacer Dios, sino qué es conforme a razón y al orden y estilo de las cosas humanas"; concluyendo que "es más conforme a buena razón pensar que vinieron por tierra los primeros pobladores de las Indias".

Mediante el razonamiento y de acuerdo a sus estudios antropológicos intuyó que los indígenas americanos debieron llegar por tierra o alguna estrecha franja de terreno desde la Siberia nororiental de Rusia atravesando el estrecho de Bering hasta alcanzar la actual Alaska, habitando todo el continente hacia el sur. Según escribió:

"El nuevo orbe, que llamamos Indias, no está del todo diviso y apartado del otro orbe. Y por decir mi opinión, tengo para mí días ha, que la una tierra y la otra en alguna parte se juntan y continúan a lo menos se avecinas y allegan mucho."

Ese estrecho fue descubierto por Virtus Bering en 1741 en el océano Pacífico, lo que permitió deducir que los hombres que llegaron procedían de Asia. En efecto, durante el último periodo glaciar se produjeron continuos avances y retrocesos de la capa de hielo que cubre el casquete polar. En las fases más frías, el crecimiento de los glaciares provocó un descenso de cerca de 100 metros en el nivel del mar. Las partes donde el mar registra menor profundidad, entre Siberia y Alaska, quedaron conectadas por un pasillo que facilitó el paso de hombres y animales a través de lo que hoy es el mar de Bering.

Se planteaba el gran interrogante sobre el origen de los habitantes indígenas y animales: "Cómo era posible haber en Indias, animales que no hay en otra parte del mundo?" Esta simple y contundente pregunta desafiaba no solamente la tradición clásica en geografía y en historia natural sino también en las Sagradas Escrituras.

José de Acosta admitía la generación espontánea de algunas especies animales en un determinado y único territorio, como ardillas, ranas y avispas:

"Esto no es caso propio de Indias, sino general de otras muchas regiones y provincias de Asia, Europa y África; de las cuales se lee haber en ellas castas de animales que no se hallan en otras; y si se hallan, se sabe haber sido llevadas de allí."

Por ello se le considera el fundador de la Paleobiogeografía histórica.

Pero también comprobó la presencia de especies iguales a las europeas como osos, jabalíes, astutos, lobos o jaguares que no han sido transportadas por los colonizadores o llegadas a nado por el océano, razón por la cual intuyó la existencia del estrecho, una manera muy novedosa para su tiempo. Con respecto a guanacos, pacos o monos de cola prensil, admitió la teoría de las creaciones sucesivas, o incluso a la teoría de la adaptación al medio, haciéndolas emigrar en busca de lugares propicios, o eliminándolas por selección natural si no se adaptaron al entorno.

El mismo José de Acosta postuló que la fauna americana podría ser una evolución de la europea, asiática o del sur muy sur que al dispersarse sufrieron una mutación adaptándose al medio. Esta evolución explica la diferenciación entre especies como por ejemplo:

"en el linaje de los personajes ser unos sin cola y otros con cola, y en el linaje de los carneros ser unos rasos y otros lanudos, unos grandes y recios, y de cuello muy largo, como los del Perú; otros pequeños y de pocas fuerzas, y de cuellos cortos, como los de Castilla."

Fue la primera explicación de la historia de la ciencia que trató la dispersión geográfica de las especies en relación con su adaptación al medio. Esta hipótesis, fundamentada en sus diversas observaciones, la generalizó a todos los animales del planeta y también a los humanos, lo que explica la diferenciación racial de las etnias "como en el linaje de los hombres, ser unos blancos y otros zainos, unos gigantes y otros acondroplásicos".

Por este concepto, por la explicación sobre el origen y naturaleza de la vida en el Nuevo Mundo, es considerado un precursor de la teoría de la evolución natural de las especies, anticipándose a Charles Darwin tres siglos antes cuando publicó su Origen de las especies.

Toda su experiencia y las obras ya publicadas fueron aprovechadas más tarde para redactar los siete volúmenes que componen su obra antropológica más importante, Historia natural y jovenlandesal de las Indias. En que se tratan las Cosas notables del Cielo y elementos, metales, plantas y animales de ellas y los ritos, ceremonias, leyes y gobierno y guerras de los indios.

Es un compendio que agrupa una serie de escritos monográficos de geografía, botánica, zoología, y filosofía natural y cultural de las sociedades americanas, destacando los aspectos políticos y religiosos. En su introducción lo explicó de la siguiente forma:

"Así que aunque el mundo nuevo ya no es nuevo sino viejo, según hay mucho dicho y escrito de él, todavía me parece que en alguna manera se podrá tener esta Historia por nueva, por ser conjuntamente Historia y en parte Philosofía, y por ser no sólo de las obras de naturaleza, sino también las de libre albedrío, que son los hechos y costumbres de hombres. Por donde me pareció darle nombre de Historia Natural y jovenlandesal de Indias, abrazando con este intento ambas cosas."

El primer volumen, que apareció ya en 1583 en Perú, fue el primer libro impreso en este territorio, se ocupa de la esfericidad de la Tierra y de las características de los hemisferios meridionales y occidentales. El segundo estudia el clima, temperatura y lluvia en la zona tropical. El tercero trata de los vientos, océanos y las tierras. El cuarto estudia los minerales, plantas, y animales. El quinto está dedicado a la cultura mexicana, y el sexto a la peruana. Por lo tanto, cuatro son de historia natural y tres de historia jovenlandesal, y de ahí que lo titule como una Historia natural y jovenlandesal. En ellos comenta las novedades con respecto a Europa, excluyendo los hechos y acontecimientos de los españoles que residían en América, y todo los que afectaba a la evangelización ya que su intención es estudiar el significado de la naturaleza y sus fenómenos. Utiliza la historia jovenlandesal como un concepto diltheano, considerando que el estado de los pueblos indígenas, y su cultura, constituyen una disciplina nueva para la ciencia y las humanidades: la antropología cultural.

La Historia natural y jovenlandesal de las Indias fue editada de forma completa en Sevilla en 1590. Causó tanto impacto en Europa que pronto fue traducida al italiano en 1596, al francés en 1597, al holandés en 1598, al alemán en 1601, al latín en 1602 y al inglés en 1604. Los científicos europeos le definieron como el "Plinio del Nuevo Mundo".

La influencia de José de Acosta llegó hasta el científico alemán Alexander von Humboldt, dos siglos después, quien tomó el sistema descriptivo de la Historia natural y jovenlandesal como base para la elaboración de sus ideas y para la creación de su obra más importante: Cosmos.

Sus últimos años de vida los pasó entre Italia y España. Durante su estancia en Roma, publicó algunos tratados en latín y, al volver a España, fue nombrado visitador de su orden en Andalucía y Aragón. De regreso a Roma en 1592, participó en la V Congregación General de la Compañía de Jesús, en la que fue acusado de "cristiano nuevo" y rebelde. En Valladolid se dedicó a la predicación y a la enseñanza, y en Salamanca redactó Sermonario en tres tomos. Reivindicado por sus compatriotas, fue elegido rector del Colegio de Salamanca, cargo en el que falleció a los 59 años, en 1600.

ESPAÑA ILUSTRADA: ANTROPOLOGÍA CULTURAL MODERNA POR JOSÉ DE ACOSTA

La biblioteca carpetana: José de Acosta. Cronista de Indias antropólogo, naturalista y protector de indios.

DESCUBRE CASTILLA: José de Acosta. Un científico entrañable
 
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19) Jaume Ferrán y Clua. La primera banderilla contra el cólera y otras enfermedades.

Jaume Ferran i Clua, también conocido en castellano como Jaime Ferrán Clúa (Corbera de Ebro, Tarragona, 1 de febrero de 1851 - Barcelona, 22 de noviembre de 1929) fue un ilustre médico y bacteriólogo español, que descubrió una banderilla contra el cólera y otras banderillas contra el tifus y la tuberculosis.

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Hijo del médico del pueblo, realizó los estudios primarios en el Colegio San Luís Gonzaga de Tortosa, el Bachillerato en Tarragona, en 1873, se licenció en Medicina en la Universidad de Barcelona y, en 1879, obtenía la plaza de médico titular de Tortosa.

Allí comenzó a interesarse por la naciente bacteriología, siguiendo muy de cerca las investigaciones de Pasteur, en su rudimentario laboratorio. En 1884, la Real Academia de Medicina premiaba su Memoria sobre el parasitismo bacteriano y el municipio barcelonés le enviaba a Marsella para que estudiara la amenazadora epidemia de cólera. Convencido de su etiología bacteriana, recién descubierta por Koch, prepara cultivos atenuados de Bacillus virgula con los que logra la primera banderilla de germen conocido aplicada al hombre.

Al estallar la epidemia de cólera, en 1885, Ferrán es llamado a Valencia, donde procede a la inoculación masiva de la población de Alcira y de otros lugares. A pesar del éxito obtenido, se desata la polémica; prevalece el criterio de quienes opinan que es peligroso el método ferraniano, y el Gobierno prohíbe la banderillación. Comisiones científicas acuden de todas partes a examinar el controvertido hallazgo. Por desgracia, Ferrán es más genial que convincente; y acaban por emitir dictámenes desfavorables el propio Ramón y Cajal y la comisión francesa presidida por Brouardel. No por eso faltarían partidarios convencidos en España, Francia y Alemania; figuras de la talla de Calmette y Ehrlich rendirían tributo de admiración al procedimiento inmunitario de Ferrán, que había abierto el camino de otras banderillas bacterianas. Su memoria, publicada en Valencia en 1886, sería vertida al francés en 1893, con el título: L'inoculation préventive contre le choléra morbo asiatique.

Más tarde, al frente del Instituto Municipal de Higiene de Barcelona, desarrolló Ferrán una eficaz labor sanitaria. Realizó interesantes investigaciones sobre la inmunología del tifus abdominal y la difteria y propuso un método supraintensivo para la banderillación antirrábica.

Originales fueron sus observaciones sobre las variaciones morfológicas de algunas bacterias, base para su descubrimiento de la banderilla anti-Alfa que trataba de aprovechar para la inmunidad específica, una de las fases evolutivas del bacilo de Koch (Nueva bacteriología de la tuberculosis, 1920).

Como en otras ocasiones vio como sus trabajos sirvieron para que otros se llevasen el reconocimiento mientras que a él sólo se le valoró la labor de abrir camino en esas investigaciones. Asi lo describió Marañón: «Más precursor que realizador, estudioso de demasiados temas con escasos medios». Honrado ya por todos en sus últimos años -que dedicó a tareas humanísticas- murió en Barcelona en 1929.

Fue premio de la Academia de Ciencias de París (Francia) en 1907.

La batalla del doctor Jaume Ferran i Clua contra el cólera

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20) Descubrimiento de Persépolis por García de Silva y Figueroa

García de Silva y Figueroa fue el primer occidental en identificar las ruinas de Takht-e Jamshid como Persépolis, la antigua capital del Imperio persa durante la dinastía de Aqueménida. En 1618, fue el primer europeo en ofrecer la primera descripción de la escritura cuneiforme que en aquella civilización se practicaba. Un gran hallazgo para la arqueología universal.

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Persépolis está situada a 70 kilómetros de Shiraz, en el sur del actual Irán. Literalmente significa "la ciudad persa". Era la antigua capital del Imperio persa durante la época aqueménida, fundada por Darío I en 520 a. C., y ampliada por su hijo Jerjes I y su nieto Artajerjes I. Mientras las capitales administrativas de los reyes aqueménidas fueron Susa, Ecbatana y Babilonia, la ciudadela palaciega de Persépolis mantuvo la función de capital ceremonial, donde se celebraban las fiestas de Año Nuevo. Construida en una región remota y montañosa, Persépolis era una residencia real poco conveniente, y era visitada principalmente en primavera. La urbe fue incendiada y el Palacio de Jerjes fue destruido por orden de Alejandro Magno en 330 a. C., posiblemente como revancha de la guerra panhelénica contra los persas.

En 316 a. C., Persépolis era todavía la capital de Persia, una provincia del nuevo Imperio macedónico. La ciudad decayó gradualmente durante el periodo seléucida y las épocas posteriores. En el siglo III, la cercana ciudad de Istakhr se convirtió en centro del Imperio sasánida.

El paradero de Persépolis fue poco a poco difuminándose y la identidad de los restos de esta ciudad había permanecido oculta a lo largo de los siglos.

Las ruinas reciben el nombre actual de Takht-e Jamshid que significa "el trono de Jamshid", un héroe mítico. El sitio fue objeto de numerosas visitas por los occidentales del siglo XIV al siglo XVIII. Las simples observaciones anecdóticas de los comienzos fueron sustituidas progresivamente por trabajos cada vez más descriptivos.

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Ruinas de Persépolis

El sitio fue mencionado ya en 1318 por un monje viajero de nombre Odorico, en 1474 por un viajero veneciano llamado Josaphat Barbaro. El misionero portugués Antonio de Gouvea visitó el sitio en 1602, observando las inscripciones cuneiformes y las representaciones de “animales con cabezas humanas”. Pero no sería hasta 1619, cuando un occidental identificase estos restos con la ciudad de Persépolis, apoyándose en textos griegos. Fue el embajador de España en la Corte de Abbás el Grande, sha de Persia.

En 1612, Felipe III decidió enviar una embajada al sha Abbas I el Grande de Persia, en respuesta a otra que había arribado a Madrid en 1610, con el objetivo de entablar una alianza entre ambas potencias contra el expansivo Imperio otomano que suponía una auténtica amenaza. Un antiguo destacado militar en la guerra de Flandes, García de Silva y Figueroa, fue seleccionado para encabezar esta misión diplomática a la corte del sha Abbas I, del Imperio Safávida.

García de Silva y Figueroa era natural de Zafra (Badajoz) donde nació en 1550. Estudió Leyes en Salamanca, y después de servir en los Tercios de Infantería de Flandes y ser un antiguo masaje de Felipe II fue nombrado gobernador de Badajoz. Prestó después sus servicios en la Secretaría de Estado de Felipe III. Era hombre de autoridad y de vasto saber, acreditado por sus informes y observaciones en geografía, en historia natural, en arqueología y en la generalidad de los conocimientos humanos. Fue esta hoja de servicios la mejor garantía para llevar a cabo el proyecto diplomático.

Los objetivos diplomáticos eran de suma importancia: tratar de la expansión de Abbas I en el golfo Pérsico, observar de cerca su relación con los ingleses de cara a mantener el monopolio comercial portugués en el Índico y con la intención manifiesta de que "el persa persevere en la guerra contra el Turco para que (éste) no progrese en el Mediterráneo".

La expedición partió del puerto de Lisboa el 8 de abril de 1614 a bordo de la nave capitana de la Armada de la India, y en noviembre del mismo año llegó a Goa, capital de la India portuguesa, una colonia asiática perteneciente a la Monarquía hispánica gracias a la unión de las Coronas de España y Portugal, que en 1580 acaparó Felipe II. Tuvo serios problemas con los portugueses, que se defendían hasta lo irracional de presuntas "injerencias castellanas", e incluso permaneció retenido en esta ciudad casi dos años.

Continuó el viaje bordeando las costas de Omán y atravesando el peligroso estrecho de Ormuz, hasta llegar a Bandar Abbas en octubre de 1617.

Llevaba consigo un impresionante séquito 100 criados y otros centenar de camelleros, encargados de la conducción estos animales cargados de equipajes y de regalos destinados al Sha. Fue bien recibido en Isfahán, sin embargo no consiguió ninguno de sus objetivos. García de Silva recorrió casi toda Persia, parte de la Mesopotamia y del Asia Menor, visitando Shiraz y Qom, entre otras ciudades. Entonces descubrieron que el Sha no se encontraba en la capital, Kazwin, sino en el mar Caspio. De esta forma decidió permanecer los meses venideros de invierno en Shiraz para acudir al encuentro del soberano en primavera.

El 6 de abril de 1618, fecha marcada en los anales de la arqueología, Silva contemplo las ruinas de Takht-e Jamsid, la ciudad palacio que fundó Darío I el Grande, y después de un detallado estudio las identificó con las ruinas de Persépolis. La noticia se conoció rápido en Europa después de que el embajador Silva enviara una carta contando sus descubrimientos a su amigo el marqués de Bedmar.

Esta misiva causó una gran impresión en los círculos ilustrados de Europa, y fue rápidamente traducida al latín y al inglés. Una de sus conclusiones fue que los símbolos cuneiformes que adornaban los templos no eran ornamentos, sino una forma de escritura. Fue el primer europeo en ofrecer la primera descripción de la escritura cuneiforme:

"Existe una impresionante inscripción tallada en jaspe zaino. Sus caracteres son todavía claros y brillantes, increíblemente libres de daño y deterioro a pesar de su muy grande edad. Las letras mismas no son ni caldeo, ni hebreo, ni griego, ni árabe ni de ningún pueblo que pueda haberse conocido hasta ahora o que haya existido jamás. Son triangulares, en la forma de pirámides u obeliscos diminutos, como están ilustradas en el margen y son todas idénticas excepto por su posición y ordenación. Sin embargo, los caracteres resultantes de la composición son extraordinariamente diferentes."

Mandó hacer dibujos de las más notables esculturas y de algunas inscripciones. Durante sus viajes acumuló una extraordinaria colección de antigüedades y obras de arte de gran valor, que se llevó consigo al emprender el viaje de vuelta a España, iniciado en 1619.

En la India portuguesa fue nuevamente retenido hasta febrero de 1624. Durante el largo viaje de regreso el llamado "mal de Luanda" le sorprendió en alta mar, en el océano Atlántico, produciéndole la gloria, sin que se sepa del paradero de su colección.

Silva dejó escrito una crónica completa de sus viajes, tratándose de la mejor descripción de Persia de su época: Totius legationis suae et indicarum rerum, Persidisque comentarii. Describe sus ciudades, su geografía y sus costumbres tales como las prácticas funerarias del zoroastrismo, la práctica de la tauromaquia en las ciudades y el cultivo de palmeras datileras en el sur de Persia.

Esta crónica fue traducida al francés por el holandés Abraham de Wicquefort en 1667. El manuscrito se encuentra en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid.

ESPAÑA ILUSTRADA: DESCUBRIMIENTO DE PERSÉPOLIS POR SILVA Y FIGUEROA

La increíble aventura de Silva y figueroa, su olvido y su recóndita tumba marina en el océano... | Espejo de navegantes
 
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21) Félix de Azara. Naturalista y precursor de las teorías de evolución.

Félix de Azara (Barbuñales, provincia de Huesca, 18 de mayo de 1742 - ibídem, 20 de octubre de 1821). Fue un militar, ingeniero, explorador, cartógrafo, antropólogo, humanista y naturalista español. Era hermano del diplomático José Nicolás de Azara.

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Realiza sus estudios en la Universidad de Huesca y luego en la Academia militar de Barcelona de dónde sale como cadete en 1764. Sirve en el regimiento de infantería de Galicia y obtiene el grado de lugarteniente en 1775. Fue herido en la expedición contra Argel y sobrevivió de milagro. Rechazó en 1815 la Orden de Isabel la Católica en protesta por los ideales absolutistas que reinaban en España.

España y Portugal, por el Tratado de San Ildefonso de 1777, fijaban las fronteras de sus posesiones en América del Sur. Se eligió a Azara para formar parte de los comisarios encargados de delimitar con precisión las fronteras españolas. Parte hacia rezumamérica en 1781 para una misión de algunos meses y se quedará durante 20 años.

Según sus propias palabras, inicialmente se dirigió a Asunción, capital de Paraguay, para realizar los preparativos necesarios y esperar al comisario portugués. Dada la tardanza del comisario portugués, Azara decidió emprender un viaje por su cuenta y realizar un mapa de la región.

En sus viajes, tomó interés en los animales de las zonas que visitaba. Así, a pesar de saberse ignorante sobre el tema y creer que antes que él ya lo habrían hecho los viajeros y naturalistas de América, decidió apuntar sus observaciones y esperar a acabar sus otras obligaciones para publicar los materiales. Así, desprovisto de conocimientos científicos, se dedica al estudio de los mamíferos y las aves que encuentra. La única bibliografía de la que dispone es una traducción al español de las obras de Buffon (1707-1788).

Azara está convencido de que los animales descritos por Buffon son los mismos que él se encuentra en América. A partir de ese momento, en cuanto descubre diferencias, lo que ocurre a menudo, critica rigurosamente al naturalista parisino y más aún a Charles Nicolas Sigisbert Sonnini de Manoncourt (1751-1812) quien dio a Buffon los datos sobre los pájaros de la Guayana. Su falta de formación como naturalista le lleva a cometer algunos errores de juicio. Así, confunde las bataras de Paraguay (pertenecientes al género Myrmothera Vieillot, 1816) que él observa con los hormigueros de la Guayana descritos por Sonnini (pertenecientes al género Thamnophilus Vieillot, 1816).

Azara describió 448 especies, de las cuales la mitad eran nuevas.

Finalmente, fue llamado de vuelta a España en 1801 al cabo de 20 años de privaciones, sufrimientos y después de haber sobrevivido a diversos peligros, desde ataques de indios hasta serpientes venenosas.

No aportó animales disecados, sino únicamente sus manuscritos sobre los mamíferos y reptiles del Paraguay y del río de la Plata (Essais sur l´histoire naturelle des Quadrupèdes, París, 1801, y la versión española: Apuntamientos sobre la historia natural de los quadrúpedos del Paraguay y Río de la Plata, Madrid, 1802), los Apuntamientos para la historia natural de las Paxaros del Paraguay y Rio de la Plata (tres volúmenes, Madrid, 1802-1805). Haciendo prueba de gran generosidad, el mismo Sonnini tradujo la obra al francés en 1809 bajo el título Voyages dans l’Amérique méridionale, par don Félix de Azara (cuatro volúmenes, de los cuales el tres y el cuatro corresponden a los "Páxaros del Paraguay", y atlas, París).

Gustav Hartlaub (1814-1900) editó en 1837 un índice de las especies de aves descritas por Azara. Varias especies le fueron dedicadas: el pájaro Synallaxis azarae por Alcide Dessalines d'Orbigny (1806-1876) en 1835 y los roedores Dasyprocta azarae por Martin Lichtenstein (1780-1857) en 1823, Akodon azarae Johann Fischer von Waldheim (1771-1853) en 1829 y Ctenomys azarae por Michael Rogers Oldfield Thomas (1858-1929) en 1903. También la "comadreja overa", una zarigüeya americana, recibió el nombre Didelphis azarae por Hershkovitz en 1969. Pero se la conoce más por Didelphis albiventris.

También se le ha dedicado una cresta en la Luna, la Dorsum Azara en 26° 42' N y 19° 12' O de unos 105 km de longitud. La ciudad de Azara en la provincia de Misiones fue nominada en su memoria por su trabajo en la región. En la Ciudad de Posadas (Misiones) la primera y centenaria Escuela N°1 lleva su nombre junto a una calle en el casco histórico de la ciudad.

También se dice de él que, al igual que otros, pudo anticiparse a la teoría evolucionista de Darwin al conocer que las especies cambiaban. Lo cierto es que Darwin tenía en gran estima los trabajos publicados por el militar español citándole numerosas veces en su libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo en el que hace numerosas menciones a sus indagaciones y en su famoso libro El origen de las especies y una vez en el Origen del hombre. Por otro lado, Leoncio López-Ocón detalla en su Breve historia de la ciencia española, la influencia que tuvo la publicación en francés de Essais sur l'histoire naturelle des quadrupèdes de la province du Paraguay en la que expone sus teorías sobre evolución haciendo referencia al estudio de Enrique Alvarez López. En dicho trabajo detallan las ideas que pudieron influir sobre el evolucionismo Darwinista. Darwin usaba las observaciones de Azara para sustentar las suyas. Prueba de ello lo encontramos en dos de sus obras: The Descent of Man y en The variation of animals and plansts under domestication.

Un ejemplo de selección o mejora lo hallamos cuando dice:

"El hombre según sus deseos puede elegir los caballos y yeguas de qualquiera raza y hacer que sólo estos individuos escogidos las continúen... Y está en su arbitrio el mejorarlas sobre lo que sería naturalmente".

A continuación citamos unas palabras de Darwin en la que cita textualmente a Azara:

"Apoyándome en la elevada autoridad de Azara puedo añadir a estas observaciones: que la carrancha se alimenta de gusanos, moluscos acuáticos, limacos, saltamontes y ranas; que mata a los corderillos arrancándoles el cordón umbilical; y que persigue al gallinazo con tanto encarnizamiento, que este último se ve obligado a expeler la carnaza tragada por él recientemente. Azara afirma que a menudo se reúnen cinco o seis carranchas para dar caza a grandes aves y aun a las garzas reales. Todos estos hechos prueban que este ave es muy variable en sus gustos y que está dotada de una gran espontaneidad".

Colaboró con José Artigas en el establecimiento de pueblos en las fronteras entre la Banda Oriental (actual Uruguay) y el Imperio del Brasil, cuya fundación más importante fue el pueblo de Batoví.

Su principal biógrafo fue el Dr. Julio Rafael Contreras Roqué (1933-2017), destacado científico argentino que publicó varios volúmenes que pueden descargarse gratuitamente (Tomo I, Tomo II y Tomo III). Curiosamente, falleció en uno de los aniversarios del natalicio del sabio aragonés.

El ilustrado español que inspiró a Darwin | Sociedad | Ciencia - Abc.es

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Félix de Azara, el español que inspiró a Darwin, en 'Documentos RNE' - RTVE.es
 
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22) Traje espacial por Emilio Herrera

Emilio Herrera diseñó el primer traje espacial de la historia de la astronáutica, y colaboró con Juan de la Cierva y Leonardo Torres Quevedo en sus investigaciones. Su traje espacial fue utilizado como diseño previo de los modernos trajes de astronauta, pero como tantos otros pioneros de España, ha obtenido un mayor reconocimiento fuera que dentro de nuestras fronteras.

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Emilio Herrera Linares fue uno de los pioneros de la aviación española, participó en diversos concursos internacionales, y fue uno de los primeros que sobrevoló el estrecho de Gibraltar en 1914.

De las labores que en estos años llevaba a cabo el Ateneo se creó en 1901 el Laboratorio de Mecánica Aplicada, más tarde llamado, en 1928, Escuela Superior de Ingeniería Automática, del que será nombrado director, dedicado a la fabricación de instrumentación científica. Ese mismo año ingresó en la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Madrid, entidad de la que fue presidente en 1910. Entre los trabajos del Laboratorio destacó el del cinematógrafo de Gonzalo Brañas, el espectrógrafo de rayos X de Cabrera y Costa, el micrótomo y panmicrótomo de Santiago Ramón y Cajal.

En 1935, inventó el primer traje espacial de la historia, para acompañar un globo aerostático que debía alcanzar los 25.000 metros de altitud, y colaboró con Juan de la Cierva y Leonardo Torres Quevedo en sus investigaciones. Su traje espacial fue denominado escafandra estratonáutica.


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Escafandra estratonáutica

Fue utilizado como diseño previo de los modernos trajes de astronauta, pero presentaba algunas de las características fundamentales. Tenía micrófono, aparatos de control, permitía respirar en las capas más altas de la atmósfera, podía tomar muestras del entorno y soportaba la presión en el espacio. El interior consistía en una funda hermética recubierta de un armazón metálico articulado, con pliegues para los hombros, cadera, codos, rodillas y dedos para dar movilidad. El exterior estaba cubierto de caucho, material impermeable al aire. El casco disponía de una visera con tres capas de cristal: una que era irrompible y otras dos con filtros infrarrojos y ultravioletas, todas ellas con un tratamiento antivaho. En general, el invento constituía un gran avance en la época.

El principal problema era la temperatura del interior. La Escuela de Mecánicos del Aeródromo Militar de Cuatro Vientos fue el principal laboratorio de pruebas donde ensayaron a diferentes grados bajo cero, pensando en las condiciones en las que habría de utilizarse. Para evitar el frío extremo adaptaron un calentador eléctrico a la escafandra. Surgió otro problema, pues la temperatura corporal elevaría la programada por el calentador. Pese a todo, los experimentos realizados con aquella complicada vestimenta concluyeron que el traje podía ser utilizado hasta 18.000 metros de altitud, una altura bastante considerable en la época.

El vuelo que probaría la eficacia de su traje espacial estaba programado para 1936, pero su pertenencia al bando leal al Gobierno de la II República causó su persecución en la España franquista y la cancelación de su proyecto. Su primer traje espacial, de seda vulcanizada, fue reutilizado como tela de chubasquero para las tropas.

Científico y aviador, fue un alto mando del ejército republicano durante la Guerra Civil. Emigrado en 1939 primero a Chile y luego a Francia, Emilio Herrera fue ministro de Asuntos Militares del Gobierno de la República española en el exilio entre 1960 y 1962. Este fue el motivo por el cual haya obtenido un mayor reconocimiento fuera que dentro de nuestras fronteras.

Herrera continuó redactando artículos para revistas científicas, y viviendo también de los derechos de algunas de sus patentes, como la de un flexicalculador para resolver funciones e integrales elípticas o la de un sistema de doble proyección geográfica.

Fue nombrado consultor de la UNESCO en Física Nuclear, pero sus convicciones antifranquistas le hicieron dimitir cuando España entró en la ONU.

No pudo ver la gesta espacial del 20 de julio de 1969, cuando el hombre pisó por primera vez la luna, ya que había perecido dos años antes en Ginebra.

Cuando la primera nave pisó el suelo de la Luna, Neil Armstrong recordó a Herrera, según relataría el español Manuel Casajust Rodríguez, empleado de la NASA y discípulo de Herrera: "Me dijo que de no ser por el invento de mi maestro nunca habría llegado a la Luna", explicó el discípulo a su regreso a España desde Cabo Cañaveral, donde Armstrong le regaló en señal de gratitud una de las rocas extraídas en la superficie lunar durante su viaje.

Según refirió su ayudante, el piloto Antonio García Borrajo: "Cuando los norteamericanos le ofrecieron a Herrera trabajar para su programa espacial con un cheque sin limitaciones en ceros, él pidió que una bandera española ondeara en la Luna, pero le dijeron que sólo ondearía la de Estados Unidos". Herrera rechazó la oferta.

ESPAÑA ILUSTRADA: TRAJE ESPACIAL POR EMILIO HERRERA
 
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23) Ramón Margalef. Ecología y teoría de la información

Ramón Margalef López (Barcelona, 16 de mayo de 1919-ibídem, 23 de mayo de 2004) fue un limnólogo, oceanógrafo y ecólogo español. Se casó con María Mir.

Margalef fue el primer catedrático de Ecología de España y, junto con Bernáldez, el refundador de esta disciplina en el país.

Entre sus trabajos, destacan la aplicación de la Teoría de la Información a los estudios ecológicos, y la creación de modelos matemáticos para el estudio de las poblaciones.

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Ocupación

Trabajó en su juventud como ordenanza en el Instituto Botánico de Barcelona y, antes de que se le concediera una beca para estudiar ciencias naturales, era ya conocido en el extranjero por sus trabajos de investigación sobre algas de agua dulce y procesos de eutrofización. En 1949 alcanzó la licenciatura y en 1952 se doctoró en Ciencias Naturales.

Trabajó en el Instituto de Biología Aplicada (1946-1951), y en el Instituto de Investigaciones Pesqueras, el cual dirigió durante 1966-1967. A continuación, en 1967, constituyó el Departamento de Ecología de la Universidad de Barcelona, desde el cual formó un buen número de ecólogos, limnólogos y oceanógrafos.

Importantes contribuciones a la ciencia

Teoría de la información aplicada a la ecología


Entre sus mayores contribuciones a la ciencia está la aplicación de la teoría de la información a la ecología y la posterior creación de modelos matemáticos para la población de estudio. La teoría de la información es la base de una rama de las matemáticas aplicadas que cuantifica la información contenida en un sistema.

Margalef demostró que se puede aplicar la teoría de la información a una comunidad de plantas o animales. Pueden evaluarse los diferentes tipos de muestreo mediante el cálculo de la cantidad de información que ofrecen. Así, la información (calculada en bits por individuo) será cada vez mayor en:

1. Número de especies en la comunidad

2. Número de cada especie

3. Ubicación de cada especie

4. Identificación individual y ubicación de todos los individuos

Así, según Margalef, el establecimiento de los límites de un estudio y el muestreo no se traduce en una pérdida de información, pero puede limitar el rendimiento. Además, concluyó que la cantidad de información de una comunidad es aproximadamente igual a su diversidad.

La estructura de los ecosistemas

En Algunos principios unificadores en ecología, publicado en 1963, Margalef reúne varias teorías que circulan de forma más o menos independiente en el campo de la ecología. Comienza por definir la estructura de un ecosistema como todos los componentes del ecosistema (materia) y las interacciones entre estos componentes del ecosistema (la energía).

Posteriormente introdujo el concepto de madurez de un ecosistema. Con el tiempo, la madurez de un ecosistema crece en un ambiente sin interrupciones. Un ecosistema maduro tiene una estructura compleja (con gran diversidad y, por tanto, con mucha información) y una alta eficiencia desde un punto de vista energético (pérdidas de energía de baja). Un ecosistema maduro requiera bajos niveles de energía para mantenerse.

Por lo tanto, de acuerdo con Ramón Margalef, la sucesión ecológica es una maduración del ecosistema (aumento de la complejidad de la estructura y disminución del flujo de energía). La sucesión es en realidad una transferencia de un excedente de energía disponible en el presente a una biomasa en el futuro. Finalmente, es importante señalar que, desde la perspectiva de Margalef, la sucesión está marcado por la incertidumbre y está sujeta a las perturbaciones.

Desarrollo de la limnología moderna

Ramón Margalef contribuyó de forma importante al desarrollo de la limnología moderna en España y en el mundo. Tras iniciar un inventario de los principales sistemas acuáticos de la Península Ibérica a comienzos de su carrera se centró en el estudio de las comunidades de plancton desde un punto de vista ecológico.

En la Universidad de Barcelona se formó en torno a Margalef una importante escuela de limnología, que posteriormente llevó a crear otras escuelas en varias universidades de España.

En 1983, Ramón Margalef publicó un resumen de su trabajo en Limnología.

Los humanos y la biosfera

Fue un científico cuyo trabajo estuvo siempre incluido en el contexto social y político de su tiempo. Prestó particular atención al papel del humano en la biosfera. Ya en Algunos principios unificadores en ecología​ concluye con la madurez y la secuencia de organización de los sistemas humanos, junto con la complejidad de su estructura y el flujo de energía.

En 1987, en su discurso de aceptación del Doctorado Honoris Causa de la Universidad Laval (Quebec, Canadá),​ Margalef enfatiza en la disparidad en la distribución de energía entre los estados del Norte y los estados del Sur.

"Es justo preocuparse por la lluvia ácida o los distintos tipos de contaminación, pero no voy a ocultar mi opinión: el reto de nuestro futuro concierne a otros aspectos de la ecología, incluida la movilización y el control mediante el aumento de las fracciones de la energía humana que influye en la organización del espacio y, lo más preocupante, la organización de las relaciones entre los seres humanos", dijo.

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24) Ramón Verea, el inventor de la calculadora moderna

Con dignidad y espíritu patriótico, Ramón Verea manifestó públicamente que su único interés era demostrar al mundo que un español es capaz de una invención sobresaliente. Y a fe que lo consiguió al crear una máquina calculadora que multiplicaba cifras de forma directa sin necesidad de recurrir a sumas, como operaban los ingenios que precedieron al suyo.

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Ramón Silvestre Verea Aguiar y García, pontevedrés de la parroquia de Curantes en el ayuntamiento de La Estrada, nacido en 1833, presentó su modelo de máquina calculadora mecánica en la ciudad de Nueva York, siendo bien recibida su contribución científica y aprobada por encima del resto de invenciones hasta entonces; galardonada con la medalla de oro en la Exposición Universal de Inventos celebrada en Cuba ese mismo año 1878.

El invento de Ramón Verea ha quedado registrado para la historia en un documento de patente en la Oficina de Patentes de Estados Unidos de América con el número 207.918, fechado el 10 de septiembre de 1878; además, fueron publicadas reseñas en revistas de la época como Scientific American y el prototipo forma parte de la colección de ingenios de cálculo visible en la sede central de la empresa tecnológica IBM.

La máquina calculadora Verea Direct Multiplier, que nunca llegó a fabricarse en serie pero sirvió de inspiración a otros inventores e ingenieros que fueron perfeccionando el mecanismo de cálculo a lo largo del siglo XIX a partir del prototipo de Verea, desarrollaba un complejo proceso de multiplicación a una considerable velocidad. Pesa aproximadamente 26 kilos y mide 35 centímetros de largo, 30 de ancho y 20 de alto, con funciones de suma, resta, multiplicación y división de números hasta nueve cifras, admitiendo seis números en el multiplicador y quince en el producto; fue la máquina de palanca más veloz y precisa de la época.

Ramón Verea, hombre peculiar, reivindicativo, estudioso y de firmes convicciones, nunca quiso comerciar con su invento ni tampoco continuar en el camino de la invención.

Seminarista en Santiago de Compostela hasta 1855, Ramón Verea emigra a Cuba donde ejerce como maestro y escribe dos novelas, aprende inglés y se inicia en el periodismo e inventa una máquina para plegar periódicos cuya patente vendería más tarde en Nueva York. Pero antes de instalarse en esta ciudad en 1865, cumple una breve estancia en Puerto Rico. Una vez en la capital del mundo trabaja como traductor, maestro, cambista de oro y billetes de banco y comercial de artes gráficas y en 1875 funda una imprenta, crea una agencia industrial y dirige un periódico hispano, y luego en 1884 una revista de tirada mensual.

En 1895 se traslada a Guatemala, donde publica una serie de cartas contra la leyenda de color que se achaca a España por parte de sus acérrimos enemigos, y después, en 1897, se traslada a Buenos Aires, ciudad en la que en 1898 volvió a publicar la revista El Progreso y siguió ejerciendo de periodista hasta su gloria un año después.

Docente, ingeniero, periodista, inventor, escritor, historiador, ensayista y crítico en el más afamado de los sentidos, Ramón Verea murió en el anonimato, como por voluntad, salvo en momentos contados, había vivido.

Ramón Verea, el inventor de la calculadora mecánica | El blog de la ingeniería

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25) Circulación de la sangre de Miguel de Servet

Destacado representante del Erasmismo científico, Miguel de Servet está considerado un genio como teólogo y como científico, pero a su vez fue un enorme humanista que aplicó en sus trabajos la tolerancia con los demás por pensar diferente de él. Sus ideas y trabajos recibieron una destacada crítica en las controversias religiosas de la Europa de su tiempo, debido a la dura confrontación que ejerció contra las reformas calvinista y luterana y la ortodoxia católico-romana.

En el ámbito científico de la biología destacó por el descubrimiento de la circulación pulmonar de la sangre, pasando a ser una de las personalidades más ilustres de la Humanidad.

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Miguel de Servet nació en Villanueva de Sigena (Huesca), en 1511, procedente de una familia ilustre. Estudió latín, griego y hebreo en Zaragoza y Barcelona, siendo discípulo protegido de fray Juan de Quintana, futuro confesor y consejero de Carlos V. En Toulouse continuó su formación en derecho, influenciándose del ambiente reformista francés que definió su pensamiento libre y rebelde. Por otra parte, la lectura de la Biblia le generó un interés hacia la teología que marcó con profundidad sus retos teológicos y científicos.

Durante un viaje con Juan de Quintana por Italia, Alemania, Suiza y Francia, entabló debates con teólogos católicos y protestantes, e incluso conoció a Calvino, quien más tarde se convertiría en su enemigo mortal. Conoció a los principales líderes de la Reforma, entre ellos a Philipp Melanchthom y a Martin Brucer.

En 1531 y 1532, publicó sus primeras obras De Trinitatis errobus libri septem (De los errores acerca de la Trinidad), Dialogorum de Trinitate libri duo (Diálogos sobre la Trinidad) y De iustitia regni Christi capitula quattour (De la Justicia del reino de Dios), en las que exponía sus ideas anti-trinitarias.

Servet pudo esquivar su detención adoptando el seudónimo de Michel de Villeneuve, mientras trabajaba como corrector en una casa editorial de Lyon, propiedad de los hermanos Trechsel. Entre sus trabajos, destacó una revisión de la Geografía de Ptolomeo, que contenía cincuenta mapas, con un resumen estadístico y un comentario sobre los pueblos, el clima y los productos de cada zona. En este libro, Servet hizo observaciones sobre los diferentes pueblos de Europa y comentarios comparando a los españoles con los franceses. Siglos más tarde, el gran geógrafo Eliseo Reclús quedó tan impresionado por el resultado de esta Geografía que consideró a Servet como el verdadero fundador de la Etnografía y la Geografía Comparada.

En esta ciudad francesa, Lyon, estudió Medicina bajo la supervisión del médico y humanista Symphorien Champier, pero tuvo que matricularse en la Facultad de Medicina de París, en 1537. Allí publicó su primer trabajo médico, un ensayo sobre el valor medicinal de los jarabes, basados en los escritos de Galeno, la auctoritas clásica.

Al año siguiente, por la publicación de su obra Syruparum universa ratio, en la que atacaba con dureza a la medicina tradicional, las autoridades eclesiásticas de la facultad se querellaron contra él.

En 1541 se instaló en la ciudad de Vienne, protegido por el obispo Paulmier. Allí vivió durante 12 años ejerciendo como médico y escribiendo su pensamiento teológico. Desde 1545, comenzó una correspondencia con el líder de la Reforma en Ginebra, Juan Calvino, con la intención de confrontar opiniones, evolucionando desde un respetuoso intercambio de puntos de vista hacia una actitud más agresiva. Cuando Calvino le envió un ejemplar de su famosa obra, Institutio (Instituciones), Servet se lo devolvió junto con algunas anotaciones críticas y comentarios sobre la doctrina de la Santísima Trinidad. Calvino se enfadó enormemente y, de hecho, le amenazó que de venir a Ginebra no saldría vivo.

Finalmente, en 1553, Servet publicó en Vienne su obra principal Christianismi Restitutio (La restauración de la Cristiandad). Era un grueso volumen de más de setecientas páginas en octavo. En la actualidad, los eruditos recuerdan esta obra porque contiene, entre las páginas 169 y 171, en el libro V, el primer discurso publicado en Europa modificando las viejas opiniones sobre la circulación pulmonar en la sangre.

Previamente los médicos habían mantenido las creencias del mítico médico Galeno, del siglo II, según el cual la oxigenación de la sangre tenía lugar en el corazón. Galeno sostenía que la sangre llegaba a la parte derecha del corazón y, a través de unos poros invisibles que había en el septum cardiaco, pasaba a la parte izquierda del corazón, donde se mezclaba con el aire para generar el espíritu que luego se distribuía por todo el cuerpo. Ibn Nafis, un médico árabe de Egipto, en el siglo XIII, fue el primero en sugerir que esta opinión era errónea, pero sus escritos no se conocían en Occidente. En el mismo sentido, nadie prestó atención a las opiniones de Servet sobre la circulación pulmonar de la sangre hasta cien años después.

Servet defendía que la circulación de la sangre, realizada mediante la eliminación de gases nocivos y la infusión de aire, acontecía en los pulmones. Sugería que la sangre fluye desde una parte del corazón a la otra a través de los pulmones, y no a través de la pared que separaba los ventrículos.

El espíritu vital se genera en los pulmones de una mezcla de aire inspirado y de sangre sutil elaborada que el ventrículo derecho del corazón transmite al izquierdo. Sin embargo, esa comunicación no se hace a través de la pared media del corazón, como se cree corrientemente, sino que por medio de un magno artificio la sangre sutil es impulsada hacia delante desde el ventrículo derecho por un largo circuito a través de los pulmones. Por ellos es elaborada, se convierte en roja y clara y es conducida desde la arteria pulmonar hasta la vena pulmonar.

Después, en la vena pulmonar se mezcla con el aire inspirado y a través de la expiración se purifica de los vapores contaminados. Del mismo modo se envía desde los pulmones al corazón no solo aire, sino aire mezclado con sangre a través de la vena pulmonar. Por tanto, la mezcla tiene lugar en los pulmones. El tonalidad rojo le es dado a la sangre en los pulmones, y no en el corazón.

Así es como explicó su teoría de la doble circulación de la sangre. Aunque no tuvo ninguna consecuencia práctica en su momento, ya que era una obra más teológica que científica, disfruta el honor de ser el primer europeo en descubrir este hallazgo. La fama se la llevó su contemporáneo Realdo Colombo, médico nacido en Cremona y profesor en la Universidad de Padua, cuyas investigaciones de anatomía allanaron el camino directamente para una demostración práctica realizada en el siglo XVII por el médico inglés William Harvey.

Pero el mérito del descubrimiento de la circulación menor de la sangre fue reconocida por el inglés W. Wotton en su libro Reflexions upon ancien and modern learning (1694) y por Benito Feijóo medio siglo después en sus Cartas eruditas.

Las tesis serventianas fueron denunciadas por teólogos católicos, calvinistas y protestantes, y Calvino ordenó su detención al inquisidor de Lyon. Fue apresado en Ginebra en agosto de 1553, juzgado por un Pequeño Consejo de la ciudad, y condenado por hereje a morir en la hoguera en octubre del mismo año.

El aberrante crimen de Calvino convirtió al humanista español en un mártir por la libertad y levantó una ola de protestas en toda Europa. Para defenderse las acusaciones, Calvino publicó en 1554 su Defensio contra “los prodigiosos errores del español Servet”. Pero la ejecución de Servet sirvió para dar impulso a los partidarios de la libertad de pensamiento y de opinión.

Aunque Miguel de Servet estuvo fascinado por la medicina, su objetivo principal fue religioso y teológico: realizar una nueva y radical Reforma del Cristianismo, llegando más allá de lo que pretendían Lutero y Calvino. Aunque tuvo un pensamiento original y particular, también estuvo influenciando por el panteísmo místico y neoplatónico, muy típicos del Renacimiento.

ESPAÑA ILUSTRADA: CIRCULACIÓN DE LA SANGRE DE MIGUEL DE SERVET
 
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