Barcino
Madmaxista
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Para mí, el problema mayor de Europa y la causa última de la depresión en la que vivimos así como el faro de guía que nos indica cuanto tiempo tardaremos en recuperarnos de forma natural (si no media cataclismo o guerra):
Política de Estado para rejuvenecer la población
España está en una situación demográfica crítica que exige estimular la natalidad
Recientemente el INE ha facilitado información sobre el Estado de la Población española, donde por vez primera se ha registrado un crecimiento negativo (-113.902 personas entre 2012 y 2013) y se confirma la persistencia en el descenso de la natalidad, lo que inmediatamente se ha relacionado con la prolongación de la crisis económica. Ciertamente la crisis no ayuda, pero la reducción de la natalidad tiene bastante más que ver con una tendencia estructural de las poblaciones más evolucionadas, como es el caso de España, que con el impacto que la crisis pueda tener sobre nuestra demografía.
Los demógrafos han prestado particular atención a la teoría de la tras*ición demográfica. En síntesis, esta teoría mantiene que las poblaciones humanas han de experimentar un tránsito desde un estadio, denominado primitivo, durante el cual las poblaciones crecen poco, no crecen o incluso experimentan fases regresivas como consecuencia de una elevada natalidad (o natalidad natural) y una mortalidad también elevada debido a las pésimas condiciones higiénicas, sanitarias y alimenticias, a otro estadio de crecimiento igualmente bajo, pero en este caso por el balance de una natalidad y una mortalidad bajas (control extendido de la natalidad y de las enfermedades).
Entre estos estadios, se experimenta un elevado crecimiento, por el desajuste entre ambos parámetros: la mortalidad baja, pero aún no lo ha hecho la natalidad. Este desajuste es responsable, nada menos, de que la población mundial haya pasado de 2.000 millones de habitantes en 1930 a 7.000 millones en el año 2011. Y con tendencia a aumentar a escala planetaria.
La tras*ición por esta fase de crecimiento ha disparado todas las alarmas: de la FAO al Banco Mundial, de las Naciones Unidas a toda ONG que trabaje en países menos desarrollados: ¿Es sostenible este crecimiento? ¿Hasta cuándo se prolongará? ¿Tiene el Planeta Tierra capacidad para soportarlo en términos de recursos alimenticios, agua, etcétera?
Pero mientras el grueso de los países emergentes y menos desarrollados se encuentra inmerso en esta explosión demográfica, cuyo principal reto es atender a la demanda creciente de su población en alimentación, vivienda, infraestructuras, etcétera, los países más evolucionados han alcanzado ya la “tercera fase”. Con ello se han conseguido grandes logros sociales: reducción de la mortalidad en general y de la mortalidad infantil en particular, prolongación de la esperanza de vida, plena capacidad de las mujeres para decidir sobre cuándo y cuántos hijos concebir,...
Pero unido a ello, la población se ha envejecido no solo porque los mayores vivan más años, sino porque hay menos jóvenes. De esta forma avanzamos hacia una sociedad con mayor calidad de vida, pero que languidece en términos biológicos y puede incluso poner en peligro su propia supervivencia.
Hace tiempo que la población española no está garantizando el reemplazo de sus generaciones: desde que en 1981 el número medio de hijos por mujer descendió de 2,1. Y esa cifra ha continuado bajando hasta situarse en 1,32 en 2012, sin que se aprecien signos de haber tocado fondo.
La inmi gración ha tenido el efecto de mejorar las tasas de fecundidad y natalidad, pero por breve tiempo, ya que la crisis económica está provocando bien la emigración de los pagapensiones (emigrantes de retorno en sus tierras de origen), bien que las pagapensiones que permanecen opten también por tener un menor número de hijos.
Hasta ahora ese descenso de la fecundidad, consciente y querido, no se había traducido en una reducción directa de la población porque las generaciones de mujeres que se han ido incorporando a la edad fecunda eran más numerosas que sus inmediatas antecesoras. Es decir, contábamos con más mujeres de entre 20 y 30 años, por ejemplo, que de entre 30 y 40 años. Por tanto, aunque la tasa, la proporción de nacimientos, se estuviera reduciendo, el número absoluto de mujeres en edad fecunda era mayor y el número de nacidos no descendía tanto.
En estos momentos España se encuentra en un momento crítico por lo que a la renovación de su población hace referencia. El descenso de los nacimientos se explica no solo por el control generalizado de la natalidad (registrando uno de los valores más bajos de nuestro entorno europeo), sino que lo novedoso, y también lo preocupante, es que por vez primera ha descendido el número absoluto de mujeres en edad de procrear en relación a las generaciones anteriores. Este es un dato de una gran trascendencia, pero cuya repercusión en la dinámica de la población española no está siendo suficientemente valorado.
El baby boom español se situó entre 1970-1975. A partir de entonces año tras años han descendido los nacidos en España. Hoy, las niñas nacidas en esas fechas están cumpliendo los cuarenta años y pronto completarán su ciclo reproductor. Y entonces... Entonces, si no se corrige la tendencia a la baja de la fecundidad, el número de defunciones superará al de nacimientos y entraremos en una fase de crecimiento vegetativo negativo, a la vez que crece la proporción de persona de más edad.
Sin entrar a valorar aquí la relación que el Gobierno y sus expertos están haciendo de esta realidad para acometer una nueva reforma del sistema de pensiones, que merecería un comentario más extenso, de lo que no cabe ninguna duda es de que en España se debería acometer ya de forma decidida, como una política de Estado, la del rejuvenecimiento de su estructura demográfica, que sería abordar el problema del envejecimiento de la población en su raíz y no únicamente en sus síntomas. Esto tiene dos vías: la recuperación de la fecundidad y el fomento de la inmi gración. Sin obviar el papel de la segunda, pero que solo podría ser efectiva en un contexto económico de crecimiento continuado, en el caso de la primera se hace preciso implementar políticas estables y efectivas (no efectistas) para modificar la tendencia de reducción de natalidad, en cuyo origen se encuentran una multitud de factores (de la vivienda al paro juvenil, de la no penalización de la mujer en el trabajo a la conciliación real, de la dotación de un sistema eficaz de guarderías a…). No son políticas de árbol, sino de bosque. No son políticas cuyos resultados vayan a ser percibidos en el corto plazo, pero imprescindibles para modificar el rumbo de la dinámica de nuestra población en el medio plazo.
Josefina Cruz Villalón es catedrática de Geografía Humana de la Universidad de Sevilla.
Política de Estado para rejuvenecer la población | Opinión | EL PAÍS
¿Quién se anima a procrear?
Desde el inicio de la crisis en 2008 la natalidad se ha desplomado en España casi 13 puntos
De nuevo suena la voz de alarma: ¡La natalidad se desploma! ¡Los españoles, en peligro de extinción! Ciertamente, los datos del INE no ofrecen muchas dudas: desde 2008 la natalidad ha caído 13 puntos. ¿Tiene algo que ver la crisis con esta atonía procreadora? Probablemente, aunque solo sea porque cuando hay inseguridad, las mujeres tienden a retrasar la maternidad. Hasta ahora los ciclos depresivos eran cortos, de manera que acabada la crisis, aún estaban a tiempo de tener hijos, pero llevamos ya cinco años de recesión y los brotes no parecen tan verdes como para alumbrar optimismo.
Tener descendencia requiere un mínimo de fe en el futuro, pero ¿quién se anima a procrear entre un informe negativo del FMI y otro peor de la OCDE? ¿Cómo traer hijos al mundo si quienes han de hacerlo, los jóvenes, no tienen trabajo y los que lo tienen pueden perderlo en cualquier momento? Está claro que el clima económico influye. Pero cuidado. A la luz de la historia reciente, tampoco hay que sacar conclusiones precipitadas.
Es cierto que la tasa de fecundidad ha caído desde 2008 de 1,44 hijos por mujer a 1,32. Pero es que en plena euforia económica las españolas tampoco querían tener hijos. De hecho la tasa más baja se alcanzó en el periodo 2000-2004, con 1,23 hijos por mujer, cuando la tasa de reposición está en 2,1. Y si bien los 453.000 nacimientos registrados en 2012 están muy lejos de los 677.000 de 1975, la mayor depresión natalicia no se ha producido en esta crisis, sino en 1998, cuando apenas hubo 365.000 nacimientos.
También entonces salieron los demógrafos a alertar sobre el dramático envejecimiento de la población, y detrás de ellos, economistas y aseguradoras advirtiendo de que, como no se podrían mantener las pensiones, había que contratar seguros privados. Nadie previó entonces que en los años siguientes España iba a batir récords de crecimiento y de creación de empleo, y menos aún que llegarían cinco millones de pagapensiones que ayudarían a recuperar la natalidad. La cuestión, como se ve, no es solo la demografía. Es la economía. Si esta funciona y además hay un modelo social que permite conciliar el trabajo y la maternidad, la natalidad se recupera, como se ha recuperado en los países nórdicos.
¿Quién se anima a procrear? | Opinión | EL PAÍS
Me parece un error decir que la economía influye en la demografía, creo firmemente en el determinismo demográfico como uno de los factores clave para el devenir económico de una nación: Sin jóvenes no hay empuje, no hay hipotecas, ni coches, ni colegios, ni crédito. Sin crédito no hay crecimiento en este modelo de cosa donde si no creces te hundes, y sin crecimiento no hay empleo.
La crisis ahuyenta a la cigüeña
Desde 2008, el número de partos encadena una caída consecutiva de cuatro años
Hay menos mujeres en edad fértil y desciende la tasa de fecundidad
(Atentos al gráfico estando en máximos de mujeres fértiles)
España envejece al compás de la crisis. El hundimiento del empleo, los salarios y las expectativas vitales se han traducido en un retroceso acelerado y constante de la natalidad. Desde 2008, el año en el que comenzó a notarse el impacto de la recesión, el número de nacimientos se ha desplomado casi un 13%, según los datos que hizo públicos ayer el Instituto Nacional de Estadística (INE). Cada vez más mujeres españolas retrasan su maternidad (o incluso renuncian a ella) mientras la población viajero ya no compensa la caída del número de recién nacidos. Pero la culpa no es solo de la mala situación económica. Además, el segmento de población fértil (15-45 años) se reduce por la incorporación de generaciones cada vez menos numerosas.
En 2012 nacieron en España 453.637 niños, un 3,9% menos que el año anterior. La caída es notable, pero muy inferior a la que se registra desde 2008 (el 12,8%), cuando la cifra alcanzó los 519.779 bebés. La tendencia a la baja es sólida, ya que se ha mantenido a lo largo de los últimos cuatro años, como refleja el documento Movimiento natural de la población e indicadores demográficos básicos del INE. “Tener un hijo es un proyecto de futuro y en estos momentos, el futuro no es muy halagüeño”, razona a modo de explicación la demógrafa Margarita Delgado, del Instituto de Economía, Geografía y Demografía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). De mantenerse esta inercia, especialmente en lo que se refiere a las bajas tasas de fecundidad (número de hijos por mujer), España se enfrenta a “un problema muy importante a medio y largo plazo” de envejecimiento, explica Juan Antonio Fernández Cordón, demógrafo y economista y ex miembro del Consejo Económico y Social.
De entre todos los motivos que explican el descenso de natalidad, la caída de la tasa de fecundidad quizás sea el más relevante. Y esta cifra no ha dejado de bajar desde 2008. El número de hijos por mujer ha disminuido de 1,44 en 2008, a 1,34 en 2011 y a 1,32 en 2012. Son cifras muy lejanas a la tasa de reposición (2,1 hijos) necesaria para mantener la población estable.
Para los demógrafos, la zona peligrosa en cuanto al reemplazo generacional comienza cuando se alcanza la tasa de 1,5 hijos y se mantiene a lo largo del tiempo. España lleva años en estos valores, aunque estuvo a punto de salir de ellos en los años anteriores a la recesión, cuando en 2008 se llegó a cifras de 1,44, gracias, en buena parte, a la inmi gración.
Pero ahora se asoma a otro umbral aún más peligroso. Hay un término anglosajón que se refiere a sociedades con muy baja fecundidad: lowest low fertility (algo así como la fecundidad baja más baja), con tasas por debajo de 1,3 hijos por mujer, como apunta Delgado. Los últimos datos señalan que España se acerca cada vez más a esta categoría.
“Me extraña que no haya caído aún más la tasa de fecundidad”, explica Teresa Castro, del Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC. La investigadora destaca como factor determinante en el retraso de la maternidad y la caída de la tasa de fecundidad el hecho de tener un empleo. Y no solo en el caso de los hombres, sino entre las mujeres. “Para tener un hijo, es necesario que el padre y la progenitora estén ocupados y tener cierta estabilidad, y esto es muy complicado hoy en día”, destaca.
En todas las crisis, es común observar cómo se aplaza el momento de tener descendencia, añade la investigadora, una circunstancia que tiene su impacto en la tasa de fecundidad y los nacimientos. En este caso, “todavía es pronto para ver si estamos frente a un descenso real del número de hijos o un retraso en tenerlos”.
Castro subraya la paradoja de que ahora son los países del sur de Europa (también del Este) los que tienen una de las tasas más bajas de fecundidad, frente a los del norte, cuando hace unas décadas sucedía todo lo contrario. En España, por ejemplo, en 1976, la tasa de fecundidad era de 2,8 hijos. En estos momentos, frente a los 1,3 hijos por mujer en España, en Suecia o Francia tienen 2, en el Reino Unido 1,8 y en Holanda 1,7. “Donde hay mayor empleo femenino, además de políticas de conciliación, hay más fecundidad”, añade.
“Ya teníamos bajas tasas de fecundidad antes de la crisis”, recuerda Fernández Cordón. Entre 2000 y 2004, se llegó a valores de 1,23 hijos por mujer. Entonces, España se enfrentó a este problema gracias al alud de pagapensiones que recibió a lo largo de la década pasada, especialmente en su primera mitad. En estos momentos, sin embargo, la situación es distinta. La inmi gración está a la baja, por lo que ya no es capaz de compensar los efectos de la caída de nacimientos en las españolas, a pesar del elevado peso que sigue teniendo. De los 453.637 nacimientos registrados en 2012 en España, 86.945 fueron de progenitora extranjera, el 19,2% (en 2011 fueron el 19,5%).
Pero además, las mujeres de origen extranjero cada vez tienen menos hijos, debido no solo a los efectos de la asimilación sociocultural, sino también a la crisis. El descenso en la fecundidad entre 2011 y 2012 ha sido mayor entre este grupo —al caer de 1,58 hijos a 1,54— que entre las españolas, en las que ha bajado de 1,29 a 1,28 hijos. Si se toma con una perspectiva de diez años, se puede observar como la caída en el número de hijos entre las mujeres pagapensiones ha sido vertiginosa, ya que en 2002, tan solo diez años antes, la tasa media era de 1,86 hijos.
El escenario que dibuja la caída sostenida de la tasa de fecundidad es de un “problema de desequilibrio poblacional a medio o largo plazo, en 15 o 20 años”, si la situación no cambia, según Fernández Cordón. “Los datos hechos públicos ayer no son ninguna sorpresa”, añade Delgado, “y reflejan cómo se complica la estructura de la población y la relación cada vez más desfavorable entre la población potencialmente activa y la dependiente”.
¿Cómo se puede invertir esta tendencia? Fernández Cordón apunta a experiencias que se han vivido en los países que cuentan con mayores nacimientos por mujer. El caso de Suecia, en los primeros puestos de la clasificación europea, no le acaba de convencer a este demógrafo. Los incentivos económicos que ofreció este país a mitad de la década de 1990 dan resultados a corto plazo, señala. “Las parejas los aprovechan y, de hecho, hubo un subidón de fertilidad, pero al cabo del tiempo, las tasas volvieron a su cauce. Se adelantaron los nacimientos para aprovechar las ayudas y luego volvieron a bajar”. Por ello, este especialista prefiere los modelos basados en asistencia de forma continuada, como puede ser Francia. La clave, está, señala, en ofrecer servicios que permitan a los padres conciliar la atención a sus hijos con su vida laboral. Sobre todo en los primeros años de vida de los pequeños. “El gran problema está en los niños por debajo de los tres años, que necesitan cuidados permanentes”, apunta. “Hacer esfuerzos en materia de servicios así como cierta comprensión en el ámbito laboral mejora la conciliación; tener una familia no es solo una satisfacción personal, también es una aportación a la sociedad que se debe valorar”.
Además de la caída en el número de bebés que tienen las mujeres en España o los cambios entre las costumbres demográficas en la población viajero —no solo dan a luz menos niños, también los tienen a más edad— existen otros motivos que explican el descenso en el número de nacimientos.
El informe del INE alude a la progresiva reducción del segmento de mujeres en edad de tener hijos. La crisis de la natalidad de finales de la década de 1980 y principios de 1990 se está dejando sentir desde hace unos años. Las mujeres de estas generaciones son menos numerosas que las que están dejando de ser fértiles, por lo que no las reemplazan. De hecho, la porción de población femenina entre 15 y 45 años está en retroceso ya desde el año 2009.
Además de la natalidad, entre los indicadores demográficos básicos que aborda el informe del INE se encuentra la mortalidad. El informe destaca que año pasado murieron 405.615 personas, lo que representa un 4,6% más que el año anterior. Este incremento supone el mayor de la década, aunque en 2003 (con un 4,4% más de muertes que en 2002) y en 2005 (4,1% más que en 2004) se produjeron situaciones similares.
Los autores del trabajo explican la “evolución excepcional del número de defunciones” en un “incremento coyuntural de fallecidos en febrero y marzo”. En febrero de 2012, por ejemplo, hubo una mortalidad un 30% superior a la del mismo mes del año anterior. Josep Basora, presidente de la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria, no se atreve a aventurar los motivos que podrían estar detrás de estos datos. “Para sacar conclusiones, habrá que esperar conocer los datos de causas de fin [cardiovasculares, respiratorias, tumores...]”, apunta. “Hay algo que no sabemos explicar y debemos saber qué es”, añade Basora.
Existen otros datos del informe del INE que han llamado la atención a los especialistas, en este caso, a los demógrafos, y que tienen que ver con la esperanza de vida al nacer. Lo normal es que este valor suba algunos meses todos los años. Sin embargo, ha bajado ligeramente, al pasar de 82,3 años en 2011 a 82,2 en 2012. Entre los hombres, no hay cambios (79,3 años), pero entre las mujeres hay un leve retroceso (de 85,2 años a 85). “Yo hablaría de un estancamiento, es pronto para concluir que ha habido una caída en la expectativa de vida”, apunta Teresa Castro, “habrá que estar atento a la tendencia a largo plazo”. Delgado es de la misma opinión.
En 2003 también hubo una caída respecto a 2002 (de 79,8 años a 79,7), que no se mantuvo durante los años siguientes. Pero entonces, la sanidad pública española no había sufrido unos recortes que han supuesto una caída del gasto del 10% en los pasados tres años (6.700 millones de euros menos presupuestados). El tiempo dirá si la tijera tiene su reflejo en la esperanza de vida en España.
La crisis ahuyenta a la cigüeña | Sociedad | EL PAÍS
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El seísmo demográfico - Paul Wallace - Google Libros
Contribuyan con opiniones y fuentes
Edito: Aprovecho para dar mi opinión al respecto, sacada del hilo (http://www.burbuja.info/inmobiliari...nstancias-del-siglo-xxi-formar-familia.html):
Política de Estado para rejuvenecer la población
España está en una situación demográfica crítica que exige estimular la natalidad
Recientemente el INE ha facilitado información sobre el Estado de la Población española, donde por vez primera se ha registrado un crecimiento negativo (-113.902 personas entre 2012 y 2013) y se confirma la persistencia en el descenso de la natalidad, lo que inmediatamente se ha relacionado con la prolongación de la crisis económica. Ciertamente la crisis no ayuda, pero la reducción de la natalidad tiene bastante más que ver con una tendencia estructural de las poblaciones más evolucionadas, como es el caso de España, que con el impacto que la crisis pueda tener sobre nuestra demografía.
Los demógrafos han prestado particular atención a la teoría de la tras*ición demográfica. En síntesis, esta teoría mantiene que las poblaciones humanas han de experimentar un tránsito desde un estadio, denominado primitivo, durante el cual las poblaciones crecen poco, no crecen o incluso experimentan fases regresivas como consecuencia de una elevada natalidad (o natalidad natural) y una mortalidad también elevada debido a las pésimas condiciones higiénicas, sanitarias y alimenticias, a otro estadio de crecimiento igualmente bajo, pero en este caso por el balance de una natalidad y una mortalidad bajas (control extendido de la natalidad y de las enfermedades).
Entre estos estadios, se experimenta un elevado crecimiento, por el desajuste entre ambos parámetros: la mortalidad baja, pero aún no lo ha hecho la natalidad. Este desajuste es responsable, nada menos, de que la población mundial haya pasado de 2.000 millones de habitantes en 1930 a 7.000 millones en el año 2011. Y con tendencia a aumentar a escala planetaria.
La tras*ición por esta fase de crecimiento ha disparado todas las alarmas: de la FAO al Banco Mundial, de las Naciones Unidas a toda ONG que trabaje en países menos desarrollados: ¿Es sostenible este crecimiento? ¿Hasta cuándo se prolongará? ¿Tiene el Planeta Tierra capacidad para soportarlo en términos de recursos alimenticios, agua, etcétera?
Pero mientras el grueso de los países emergentes y menos desarrollados se encuentra inmerso en esta explosión demográfica, cuyo principal reto es atender a la demanda creciente de su población en alimentación, vivienda, infraestructuras, etcétera, los países más evolucionados han alcanzado ya la “tercera fase”. Con ello se han conseguido grandes logros sociales: reducción de la mortalidad en general y de la mortalidad infantil en particular, prolongación de la esperanza de vida, plena capacidad de las mujeres para decidir sobre cuándo y cuántos hijos concebir,...
Pero unido a ello, la población se ha envejecido no solo porque los mayores vivan más años, sino porque hay menos jóvenes. De esta forma avanzamos hacia una sociedad con mayor calidad de vida, pero que languidece en términos biológicos y puede incluso poner en peligro su propia supervivencia.
Hace tiempo que la población española no está garantizando el reemplazo de sus generaciones: desde que en 1981 el número medio de hijos por mujer descendió de 2,1. Y esa cifra ha continuado bajando hasta situarse en 1,32 en 2012, sin que se aprecien signos de haber tocado fondo.
La inmi gración ha tenido el efecto de mejorar las tasas de fecundidad y natalidad, pero por breve tiempo, ya que la crisis económica está provocando bien la emigración de los pagapensiones (emigrantes de retorno en sus tierras de origen), bien que las pagapensiones que permanecen opten también por tener un menor número de hijos.
Hasta ahora ese descenso de la fecundidad, consciente y querido, no se había traducido en una reducción directa de la población porque las generaciones de mujeres que se han ido incorporando a la edad fecunda eran más numerosas que sus inmediatas antecesoras. Es decir, contábamos con más mujeres de entre 20 y 30 años, por ejemplo, que de entre 30 y 40 años. Por tanto, aunque la tasa, la proporción de nacimientos, se estuviera reduciendo, el número absoluto de mujeres en edad fecunda era mayor y el número de nacidos no descendía tanto.
En estos momentos España se encuentra en un momento crítico por lo que a la renovación de su población hace referencia. El descenso de los nacimientos se explica no solo por el control generalizado de la natalidad (registrando uno de los valores más bajos de nuestro entorno europeo), sino que lo novedoso, y también lo preocupante, es que por vez primera ha descendido el número absoluto de mujeres en edad de procrear en relación a las generaciones anteriores. Este es un dato de una gran trascendencia, pero cuya repercusión en la dinámica de la población española no está siendo suficientemente valorado.
El baby boom español se situó entre 1970-1975. A partir de entonces año tras años han descendido los nacidos en España. Hoy, las niñas nacidas en esas fechas están cumpliendo los cuarenta años y pronto completarán su ciclo reproductor. Y entonces... Entonces, si no se corrige la tendencia a la baja de la fecundidad, el número de defunciones superará al de nacimientos y entraremos en una fase de crecimiento vegetativo negativo, a la vez que crece la proporción de persona de más edad.
Sin entrar a valorar aquí la relación que el Gobierno y sus expertos están haciendo de esta realidad para acometer una nueva reforma del sistema de pensiones, que merecería un comentario más extenso, de lo que no cabe ninguna duda es de que en España se debería acometer ya de forma decidida, como una política de Estado, la del rejuvenecimiento de su estructura demográfica, que sería abordar el problema del envejecimiento de la población en su raíz y no únicamente en sus síntomas. Esto tiene dos vías: la recuperación de la fecundidad y el fomento de la inmi gración. Sin obviar el papel de la segunda, pero que solo podría ser efectiva en un contexto económico de crecimiento continuado, en el caso de la primera se hace preciso implementar políticas estables y efectivas (no efectistas) para modificar la tendencia de reducción de natalidad, en cuyo origen se encuentran una multitud de factores (de la vivienda al paro juvenil, de la no penalización de la mujer en el trabajo a la conciliación real, de la dotación de un sistema eficaz de guarderías a…). No son políticas de árbol, sino de bosque. No son políticas cuyos resultados vayan a ser percibidos en el corto plazo, pero imprescindibles para modificar el rumbo de la dinámica de nuestra población en el medio plazo.
Josefina Cruz Villalón es catedrática de Geografía Humana de la Universidad de Sevilla.
Política de Estado para rejuvenecer la población | Opinión | EL PAÍS
¿Quién se anima a procrear?
Desde el inicio de la crisis en 2008 la natalidad se ha desplomado en España casi 13 puntos
De nuevo suena la voz de alarma: ¡La natalidad se desploma! ¡Los españoles, en peligro de extinción! Ciertamente, los datos del INE no ofrecen muchas dudas: desde 2008 la natalidad ha caído 13 puntos. ¿Tiene algo que ver la crisis con esta atonía procreadora? Probablemente, aunque solo sea porque cuando hay inseguridad, las mujeres tienden a retrasar la maternidad. Hasta ahora los ciclos depresivos eran cortos, de manera que acabada la crisis, aún estaban a tiempo de tener hijos, pero llevamos ya cinco años de recesión y los brotes no parecen tan verdes como para alumbrar optimismo.
Tener descendencia requiere un mínimo de fe en el futuro, pero ¿quién se anima a procrear entre un informe negativo del FMI y otro peor de la OCDE? ¿Cómo traer hijos al mundo si quienes han de hacerlo, los jóvenes, no tienen trabajo y los que lo tienen pueden perderlo en cualquier momento? Está claro que el clima económico influye. Pero cuidado. A la luz de la historia reciente, tampoco hay que sacar conclusiones precipitadas.
Es cierto que la tasa de fecundidad ha caído desde 2008 de 1,44 hijos por mujer a 1,32. Pero es que en plena euforia económica las españolas tampoco querían tener hijos. De hecho la tasa más baja se alcanzó en el periodo 2000-2004, con 1,23 hijos por mujer, cuando la tasa de reposición está en 2,1. Y si bien los 453.000 nacimientos registrados en 2012 están muy lejos de los 677.000 de 1975, la mayor depresión natalicia no se ha producido en esta crisis, sino en 1998, cuando apenas hubo 365.000 nacimientos.
También entonces salieron los demógrafos a alertar sobre el dramático envejecimiento de la población, y detrás de ellos, economistas y aseguradoras advirtiendo de que, como no se podrían mantener las pensiones, había que contratar seguros privados. Nadie previó entonces que en los años siguientes España iba a batir récords de crecimiento y de creación de empleo, y menos aún que llegarían cinco millones de pagapensiones que ayudarían a recuperar la natalidad. La cuestión, como se ve, no es solo la demografía. Es la economía. Si esta funciona y además hay un modelo social que permite conciliar el trabajo y la maternidad, la natalidad se recupera, como se ha recuperado en los países nórdicos.
¿Quién se anima a procrear? | Opinión | EL PAÍS
Me parece un error decir que la economía influye en la demografía, creo firmemente en el determinismo demográfico como uno de los factores clave para el devenir económico de una nación: Sin jóvenes no hay empuje, no hay hipotecas, ni coches, ni colegios, ni crédito. Sin crédito no hay crecimiento en este modelo de cosa donde si no creces te hundes, y sin crecimiento no hay empleo.
La crisis ahuyenta a la cigüeña
Desde 2008, el número de partos encadena una caída consecutiva de cuatro años
Hay menos mujeres en edad fértil y desciende la tasa de fecundidad
(Atentos al gráfico estando en máximos de mujeres fértiles)
España envejece al compás de la crisis. El hundimiento del empleo, los salarios y las expectativas vitales se han traducido en un retroceso acelerado y constante de la natalidad. Desde 2008, el año en el que comenzó a notarse el impacto de la recesión, el número de nacimientos se ha desplomado casi un 13%, según los datos que hizo públicos ayer el Instituto Nacional de Estadística (INE). Cada vez más mujeres españolas retrasan su maternidad (o incluso renuncian a ella) mientras la población viajero ya no compensa la caída del número de recién nacidos. Pero la culpa no es solo de la mala situación económica. Además, el segmento de población fértil (15-45 años) se reduce por la incorporación de generaciones cada vez menos numerosas.
En 2012 nacieron en España 453.637 niños, un 3,9% menos que el año anterior. La caída es notable, pero muy inferior a la que se registra desde 2008 (el 12,8%), cuando la cifra alcanzó los 519.779 bebés. La tendencia a la baja es sólida, ya que se ha mantenido a lo largo de los últimos cuatro años, como refleja el documento Movimiento natural de la población e indicadores demográficos básicos del INE. “Tener un hijo es un proyecto de futuro y en estos momentos, el futuro no es muy halagüeño”, razona a modo de explicación la demógrafa Margarita Delgado, del Instituto de Economía, Geografía y Demografía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). De mantenerse esta inercia, especialmente en lo que se refiere a las bajas tasas de fecundidad (número de hijos por mujer), España se enfrenta a “un problema muy importante a medio y largo plazo” de envejecimiento, explica Juan Antonio Fernández Cordón, demógrafo y economista y ex miembro del Consejo Económico y Social.
De entre todos los motivos que explican el descenso de natalidad, la caída de la tasa de fecundidad quizás sea el más relevante. Y esta cifra no ha dejado de bajar desde 2008. El número de hijos por mujer ha disminuido de 1,44 en 2008, a 1,34 en 2011 y a 1,32 en 2012. Son cifras muy lejanas a la tasa de reposición (2,1 hijos) necesaria para mantener la población estable.
Para los demógrafos, la zona peligrosa en cuanto al reemplazo generacional comienza cuando se alcanza la tasa de 1,5 hijos y se mantiene a lo largo del tiempo. España lleva años en estos valores, aunque estuvo a punto de salir de ellos en los años anteriores a la recesión, cuando en 2008 se llegó a cifras de 1,44, gracias, en buena parte, a la inmi gración.
Pero ahora se asoma a otro umbral aún más peligroso. Hay un término anglosajón que se refiere a sociedades con muy baja fecundidad: lowest low fertility (algo así como la fecundidad baja más baja), con tasas por debajo de 1,3 hijos por mujer, como apunta Delgado. Los últimos datos señalan que España se acerca cada vez más a esta categoría.
“Me extraña que no haya caído aún más la tasa de fecundidad”, explica Teresa Castro, del Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC. La investigadora destaca como factor determinante en el retraso de la maternidad y la caída de la tasa de fecundidad el hecho de tener un empleo. Y no solo en el caso de los hombres, sino entre las mujeres. “Para tener un hijo, es necesario que el padre y la progenitora estén ocupados y tener cierta estabilidad, y esto es muy complicado hoy en día”, destaca.
En todas las crisis, es común observar cómo se aplaza el momento de tener descendencia, añade la investigadora, una circunstancia que tiene su impacto en la tasa de fecundidad y los nacimientos. En este caso, “todavía es pronto para ver si estamos frente a un descenso real del número de hijos o un retraso en tenerlos”.
Castro subraya la paradoja de que ahora son los países del sur de Europa (también del Este) los que tienen una de las tasas más bajas de fecundidad, frente a los del norte, cuando hace unas décadas sucedía todo lo contrario. En España, por ejemplo, en 1976, la tasa de fecundidad era de 2,8 hijos. En estos momentos, frente a los 1,3 hijos por mujer en España, en Suecia o Francia tienen 2, en el Reino Unido 1,8 y en Holanda 1,7. “Donde hay mayor empleo femenino, además de políticas de conciliación, hay más fecundidad”, añade.
“Ya teníamos bajas tasas de fecundidad antes de la crisis”, recuerda Fernández Cordón. Entre 2000 y 2004, se llegó a valores de 1,23 hijos por mujer. Entonces, España se enfrentó a este problema gracias al alud de pagapensiones que recibió a lo largo de la década pasada, especialmente en su primera mitad. En estos momentos, sin embargo, la situación es distinta. La inmi gración está a la baja, por lo que ya no es capaz de compensar los efectos de la caída de nacimientos en las españolas, a pesar del elevado peso que sigue teniendo. De los 453.637 nacimientos registrados en 2012 en España, 86.945 fueron de progenitora extranjera, el 19,2% (en 2011 fueron el 19,5%).
Pero además, las mujeres de origen extranjero cada vez tienen menos hijos, debido no solo a los efectos de la asimilación sociocultural, sino también a la crisis. El descenso en la fecundidad entre 2011 y 2012 ha sido mayor entre este grupo —al caer de 1,58 hijos a 1,54— que entre las españolas, en las que ha bajado de 1,29 a 1,28 hijos. Si se toma con una perspectiva de diez años, se puede observar como la caída en el número de hijos entre las mujeres pagapensiones ha sido vertiginosa, ya que en 2002, tan solo diez años antes, la tasa media era de 1,86 hijos.
El escenario que dibuja la caída sostenida de la tasa de fecundidad es de un “problema de desequilibrio poblacional a medio o largo plazo, en 15 o 20 años”, si la situación no cambia, según Fernández Cordón. “Los datos hechos públicos ayer no son ninguna sorpresa”, añade Delgado, “y reflejan cómo se complica la estructura de la población y la relación cada vez más desfavorable entre la población potencialmente activa y la dependiente”.
¿Cómo se puede invertir esta tendencia? Fernández Cordón apunta a experiencias que se han vivido en los países que cuentan con mayores nacimientos por mujer. El caso de Suecia, en los primeros puestos de la clasificación europea, no le acaba de convencer a este demógrafo. Los incentivos económicos que ofreció este país a mitad de la década de 1990 dan resultados a corto plazo, señala. “Las parejas los aprovechan y, de hecho, hubo un subidón de fertilidad, pero al cabo del tiempo, las tasas volvieron a su cauce. Se adelantaron los nacimientos para aprovechar las ayudas y luego volvieron a bajar”. Por ello, este especialista prefiere los modelos basados en asistencia de forma continuada, como puede ser Francia. La clave, está, señala, en ofrecer servicios que permitan a los padres conciliar la atención a sus hijos con su vida laboral. Sobre todo en los primeros años de vida de los pequeños. “El gran problema está en los niños por debajo de los tres años, que necesitan cuidados permanentes”, apunta. “Hacer esfuerzos en materia de servicios así como cierta comprensión en el ámbito laboral mejora la conciliación; tener una familia no es solo una satisfacción personal, también es una aportación a la sociedad que se debe valorar”.
Además de la caída en el número de bebés que tienen las mujeres en España o los cambios entre las costumbres demográficas en la población viajero —no solo dan a luz menos niños, también los tienen a más edad— existen otros motivos que explican el descenso en el número de nacimientos.
El informe del INE alude a la progresiva reducción del segmento de mujeres en edad de tener hijos. La crisis de la natalidad de finales de la década de 1980 y principios de 1990 se está dejando sentir desde hace unos años. Las mujeres de estas generaciones son menos numerosas que las que están dejando de ser fértiles, por lo que no las reemplazan. De hecho, la porción de población femenina entre 15 y 45 años está en retroceso ya desde el año 2009.
Además de la natalidad, entre los indicadores demográficos básicos que aborda el informe del INE se encuentra la mortalidad. El informe destaca que año pasado murieron 405.615 personas, lo que representa un 4,6% más que el año anterior. Este incremento supone el mayor de la década, aunque en 2003 (con un 4,4% más de muertes que en 2002) y en 2005 (4,1% más que en 2004) se produjeron situaciones similares.
Los autores del trabajo explican la “evolución excepcional del número de defunciones” en un “incremento coyuntural de fallecidos en febrero y marzo”. En febrero de 2012, por ejemplo, hubo una mortalidad un 30% superior a la del mismo mes del año anterior. Josep Basora, presidente de la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria, no se atreve a aventurar los motivos que podrían estar detrás de estos datos. “Para sacar conclusiones, habrá que esperar conocer los datos de causas de fin [cardiovasculares, respiratorias, tumores...]”, apunta. “Hay algo que no sabemos explicar y debemos saber qué es”, añade Basora.
Existen otros datos del informe del INE que han llamado la atención a los especialistas, en este caso, a los demógrafos, y que tienen que ver con la esperanza de vida al nacer. Lo normal es que este valor suba algunos meses todos los años. Sin embargo, ha bajado ligeramente, al pasar de 82,3 años en 2011 a 82,2 en 2012. Entre los hombres, no hay cambios (79,3 años), pero entre las mujeres hay un leve retroceso (de 85,2 años a 85). “Yo hablaría de un estancamiento, es pronto para concluir que ha habido una caída en la expectativa de vida”, apunta Teresa Castro, “habrá que estar atento a la tendencia a largo plazo”. Delgado es de la misma opinión.
En 2003 también hubo una caída respecto a 2002 (de 79,8 años a 79,7), que no se mantuvo durante los años siguientes. Pero entonces, la sanidad pública española no había sufrido unos recortes que han supuesto una caída del gasto del 10% en los pasados tres años (6.700 millones de euros menos presupuestados). El tiempo dirá si la tijera tiene su reflejo en la esperanza de vida en España.
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El seísmo demográfico - Paul Wallace - Google Libros
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Edito: Aprovecho para dar mi opinión al respecto, sacada del hilo (http://www.burbuja.info/inmobiliari...nstancias-del-siglo-xxi-formar-familia.html):
La natalidad lleva bajando, ininterrumpidamente, desde el 77 por la llegada de los anticonceptivos de forma generalizada y la incorporación de la mujer al mundo laboral.
Pero se suele omitir otro factor, ocultandolo en un barniz de hedonismo, la baja natalidad ha sido la única arma por parte del asalariado para mantener un estilo de vida digno ante los dos robos legales y sistemáticos propugnados por el gobierno:
- inflación.
- bancos: hipotecas, burbuja inmobiliaria, etc.
Así pues, quien otrora se podía permitir tres, tiene ahora uno para asegurarle que podrá ir a la universidad llegado el caso, pagarle una academia de idiomas y darle la oportunidad de mejorar en la vida, es decir, de emigrar de este sitio poco agradable de casta y remeros.
Los arquitectos sociales de los diferentes gobiernos minusvaloraron todas las señales de peligro -tales como que la natalidad bajaba en clases medias o regiones del norte mientras se mantenía en clases bajas o regiones del sur- y lo que hizo fue:
- por parte del PSOE: dotar de unos privilegios absolutistas a las mujeres madres para intentar revertir las inherentes desventajas de ser progenitora hoy en día. Viogen + divorcio para contrarrestar perdida de carrera laboral por ejemplo. Este tipo de leyes hizo que las mujeres vieran tener "el" hijo como un seguro antiedad para cuando las berzas ya no puedan desafiar a la gravedad.
- por parte del pp: mientras con la boca grande se mostraba como el adalid del defensor de la familia, por la boca pequeña dinamitaba cualquier posibilidad de estabilidad mínima para formarla con sucesivas reformas laborales y burbujas inmobiliarias. Abrió Barajas de par en par para substituir a los siervos de gleba que se negaban a permanecer en la base de la pirámide social para seguir siendo aplastados por los señoritos.
Así pues, entre unos y otros se han cargado de aniquilar cualquer posibilidad de tener un entorno suficientemente estable para poder plantearse planes a tan largo plazo:
- estabilidad afectiva: ley del divorcio, ley viogen, inseguridad jurídica del varón
- estabilidad económica: leyes de reforma laboral, flexiseguridad
- estabilidad residencial: burbuja inmobiliaria
- espectativas: degradación del estado de bienestar para asegurar el bienestar del estado, destrucción de la sanidad y educación públicas, perspectivas pésimas en todos los indicadores para, por lo menos, una década.
Conclusión: No faltan hombres como los de antes, faltan condiciones y expectativas como las de antes. Con las actuales no se solicitan hombres, se están solicitando suicidas.
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