Hemos visto cuándo comenzó el catolicismo y la iglesia romana... ¿pero el cristianismo, y qué es cuando? veamos.

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El cristianismo​


utor: Felipe Pigna
La religión cristiana surgió en torno a la persona de Jesús de Nazaret, nacido en Palestina en el año 753 de la fundación de Roma, y el comienzo de la era cristiana, durante el gobierno de Augusto. Desde el 63 a. C. la zona de Palestina había sido ocupada por las legiones romanas comandadas por Herodes Antipas, con el título de rey. La comunidad judía, a la que pertenecían Jesús y su familia, estaba regida por un Consejo o Sanedrín, presidido por un rabino elegido por el procurador romano.
¿Quién fue Jesús?
Jesús nació en Belén, hijo de María y José, vivió unos 30 años en Nazaret trabajando como carpintero junto a su padre. Luego partió a recorrer ****a durante tres años propagando sus ideas, llamándose a sí mismo el Mesías (Cristo en griego = el Ungido) y el hijo de Dios. Doce discípulos, los apóstoles, lo acompañaron durante ese tiempo. Las enseñanzas de Jesús molestaron tanto a las autoridades romanas como a las judías del Sanedrín y fue condenado a fin y crucificado en la pascua del año 33.
Cuáles eran sus ideas?
Las ideas de Jesús implicaban una verdadera revolución. Decía que todos los hombres son iguales ante Dios y que la salvación no dependía de la fortuna o de la práctica de ritos o ceremonias, sino de la fe y las buenas acciones de los individuos. Proponía la caridad y el amor al prójimo como normas de vida con relación a todos los seres humanos, incluso a los enemigos. La recompensa a los sufrimientos de este mundo estará en la otra vida, en el cielo al que se accederá tras el juicio final. Negaba el egoísmo, la hipocresía y la vanidad. Le quitaba el carácter divino al emperador al decir «Al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios».
¿Por qué se difundió tanto el cristianismo?
Mucha gente estaba descontenta con los viejos credos basados sobre todo en la obediencia a las normas y ritos pero con poco contenido espiritual. El cristianismo venía a proponer una esperanza de cambio y salvación para los más pobres y olvidados en una época de cruel explotación y desesperanza. Jesús y sus seguidores predicaban sobre todo con el ejemplo, llevando una vida sana y solidaria, rechazando la riqueza y el poder y entregando sus vidas por defender sus ideas. La coherencia entre la palabra y la acción le valió la adhesión de mucha gente primero en Palestina y luego en todo el Imperio Romano.
¿Cómo eran las primeras comunidades cristianas?
Los discípulos de Jesús afirmaron que tras su fin había resucitado y ascendido al cielo. Este hecho confirmaba para ellos el origen divino de Jesús. Estos primeros cristianos se organizaron en comunidades que carecían de jerarquías y donde todo se compartía. La ayuda mutua era la base de la vida en estas comunidades, a las que se accedía tras el bautismo. El nuevo miembro se incorporaba a la Iglesia (en griego ekklesía = asamblea) y se dedicaba a predicar las enseñanzas de Jesús.
De las persecuciones a la religión oficial
En un principio los romanos no distinguieron a los cristianos de los demás judíos, pero a partir de Nerón se hicieron frecuentes las persecuciones contra los seguidores de Jesús que predicaban las enseñanzas impartidas por los apóstoles Pedro y Pablo en Roma. En el año 64 d. C. un incendio destruyó parte de la ciudad de Roma y Nerón acusó de ello a los cristianos desatando una violenta persecución sobre ellos. Los cristianos, que eran monoteístas, se negaban a adorar a los múltiples dioses romanos y a reconocer el carácter divino del emperador, lo que era visto como un mal ejemplo por las autoridades imperiales, a lo que se sumaba que la doctrina cristiana era considerada peligrosa por predicar el fin de los privilegios y la igualdad entre los hombres. No todos los emperadores persiguieron a los cristianos. Trajano y Adriano los toleraron y los dejaron practicar su religión. El emperador Constantino se convirtió al cristianismo y a partir de allí esta religión se convirtió en la oficial.
Los padres de la Iglesia
Al ascender Jesús a los cielos encomendó a Pedro la conducción de la Iglesia, tras*formándose así en el primer jefe del catolicismo. A partir de la conversión de Constantino, el obispo de Roma, llamado Papa o Sumo Pontífice gobernará a los católicos de todo el mundo. A partir del siglo IV surgieron grandes escritores que se dedicaron a difundir la doctrina cristiana, como San Jerónimo (331-420) que tradujo la Biblia del original hebreo al latín; San Agustín (354-430), el más famoso de los «padres de la Iglesia» y uno de los más grandes pensadores cristianos.
Los textos cristianos
El Nuevo Testamento, compuesto por las epístolas (cartas) de San Pablo escritas durante los años 41 y 61, los Evangelios o relatos de la buena nueva, compuestos después del año 70 por cuatro discípulos, de los cuales dos San Juan y San Mateo conocieron a Jesús). La buena nueva es la salvación prometida a los que creen en Dios y en Jesús, su hijo: un cristiano cree firmemente en Cristo, espera todo de su bondad, manifiesta hacia su prójimo caridad y amor y llega a desprenderse de todos los bienes materiales.
La división
A partir de que el catolicismo se tras*formó en religión oficial fue creciendo su poder e influencia política. En el siglo XV el sacerdote alemán Martín Lutero (1483-1546) realizó una protesta contra el poder de los Papas acusándolos de alejarse de las enseñanzas de Jesús, que predicaba que no había que hacer tesoros en la tierra. Esto produjo una ruptura dentro del cristianismo, por un lado la Iglesia Oficial de Roma y por el otro los seguidores de Lutero, conocidos como protestantes o luteranos, que proponen la libre interpretación de la Biblia, la posibilidad para los sacerdotes de contraer matrimonio y combaten la propiedad de bienes terrenales en manos de la Iglesia.

El contexto histórico del Nuevo Testamento​

La mayoría de los libros del Nuevo Testamento se escribieron durante la segunda parte del siglo I d.C., y en ellos se refleja el medio histórico y cultural imperante en ese momento. El Nuevo Testamento surge entonces bajo la influencia de tres grandes culturas de la época: la judía, la griega y la romana. Por eso sobre la cruz de Jesús aparece un letrero escrito en hebreo, griego y latín (Jn 19.19-20).

El Nuevo Testamento y el ambiente judío
Sin conocimiento del factor cultural judío, es imposible comprender el Nuevo Testamento. Esto es cierto porque gran parte de los personajes de la época del Nuevo Testamento son judíos: Jesús, sus discípulos y sus apóstoles, y los primeros creyentes de la iglesia. Jesús habló el arameo, vivió en Galilea y ****a, y murió en Jerusalén.
Hay tres aspectos del ambiente judío que son importantes destacar aquí: el religioso, el social y el literario.
Aspecto religioso
Hay una estrecha relación entre la iglesia cristiana y el pueblo judío, sobre todo en lo que a la religión respecta. En el centro de la fe judía está la afirmación de que «Dios es el único Señor» (Dt 6.4; Mc 12.29; DHH), que sus leyes son sabias y dignas de obediencia (Sal 78.5-8), y que él ha escogido un pueblo para sí mismo. Nada de eso está ausente en la fe cristiana. En realidad, las Escrituras de Israel, donde los profetas dejaron registrado el mensaje de Dios para su pueblo, siguieron siendo las Escrituras de la iglesia cristiana. Sería mucho tiempo después cuando se agregaría el Nuevo Testamento. Por eso en el Nuevo Testamento se ven registradas muchas de las costumbres religiosas judías y se menciona a los grupos judíos más influyentes de la época (Mt 22. 23-33; Hch 23. 6-8; 1 Co 15.12-58).

Por otra parte, la esperanza en la venida del Mesías significaba para los judíos el deseo de ver cumplida la justicia por la mano misma de Dios. De modo que las naciones e individuos que se oponían al pueblo judío recibirían su castigo; y el pueblo escogido y los justos tendrían su recompensa. Pero con la fin y resurrección de Cristo los primeros cristianos entendieron que la salvación prometida y el juicio mismo incluían a todos los seres humanos de todas las épocas (Jn 3.14-18; 12.32; 1 Ti 1.15; 2.4).
Aspecto social
También se debe tener en cuenta la situación social. En la sociedad israelita de la época de Jesús había tres clases sociales: una alta, una media y otra pobre. La clase alta se componía de las familias de los jefes políticos y religiosos, de los comerciantes solventes y terratenientes, y de los recaudadores de impuestos (publicanos). La clase media contaba con los medianos y pequeños comerciantes, los artesanos, los sacerdotes y los maestros de la ley. Por último, la clase pobre, la más numerosa, estaba formada por jornaleros que vivían al día (Mt 20.1-16), y por muchos otros que vivían al margen de la sociedad, como los mendigos, los leprosos y los paralíticos (Mc 10.46).
Según las leyes, el lugar más bajo en la escala social lo ocupaban los esclavos, aunque su situación real dependía de la posición y carácter de sus amos. Los esclavos que no eran judíos rara vez recuperaban su libertad. En cambio, los esclavos israelitas podían recuperar su libertad en el año sabático. El año sabático se celebraba cada siete años, y su objetivo era que no se cultivara la tierra durante un año, para celebrar así un año en honor a Dios (Ex 23.10-11; Lv 25.1-7; 26.34,43). Como no se debía cultivar, no se podían saldar las deudas, y éstas se perdonaban. Del mismo modo, eran liberados los esclavos israelitas que habían trabajado durante seis años.

Los principales oficios eran la agricultura, la ganadería, la pesca (en el lago de Galilea), trabajos artesanales (alfarería, zapatería, carpintería, albañilería, etc.) y el comercio. También la atención del templo daba trabajo a un gran número de sacerdotes y levitas.
Se dice que la población de Palestina en la época de Jesús pudo haber sido de aproximadamente un millón de personas.
Los judíos no formaban un grupo religioso y político unido. Decimos religioso y político porque ambos aspectos estaban muy relacionados. En este sentido, los judíos se habían dividido en muchos grupos. En el Nuevo Testamento se mencionan varios de ellos: los fariseos, los saduceos, los herodianos y los maestros de la ley. Los fariseos eran un grupo más que todo religioso. Defendían la estricta obediencia de la ley de Moisés, de las tradiciones y de la piedad popular (Flp 3.5-6). Representaban el grupo con más autoridad entre el pueblo. Eran influyentes y participaban en la dirección política. Después de la destrucción del templo de Jerusalén (año 70 d.C.), fue el grupo que predominó entre los judíos. Este grupo sostuvo la idea de la vida eterna, el libre albedrío y la providencia. Los saduceos, en su mayoría, venían de familias de sacerdotes aristocráticos. El grupo se asociaba con los sacerdotes y con el Sanedrín o tribunal judicial israelí. Negaban la vida futura y la existencia de los ángeles y espíritus (Mt 22.23-33; Hch 23.6-8). También desaparecieron con la caída de Jerusalén. Un grupo menor fue el de los herodianos (partidarios de Herodes; Mt 22.16), y el de los esenios. Los esenios no se mencionan en el Nuevo Testamento; sin embargo, los historiadores y testigos de la época (Filón de Alejandría, Flavio Josefo, Plinio), e incluso los primeros padres de la iglesia (Justino, Clemente de Alejandría, Orígenes), reconocieron su importancia. Cultivaban una vida comunitaria y muy organizada, los bienes eran comunes y exigían el celibato, la rectitud jovenlandesal, la modestia, los vestidos blancos, las comidas comunitarias, las abluciones o ritos de purificación con agua, y el separarse del resto de los judíos. Creían en las doctrinas hebreas y en la necesidad de purificarse con persistencia. Pero también tenían muchas creencias paganas: el determinismo universal, la adoración del sol como dios, y la reencarnación. Este grupo, como los dos anteriores, desapareció al luchar contra Roma. Precisamente se desencadenó esta lucha en el año 66 d.C. por los celotes («los celosos»). Ellos eran fanáticos de la libertad y de una exagerada espera en los momentos culminantes de la vida y de la historia.

Por último, mencionaremos a un grupo importante por su influencia literaria: los maestros de la ley (escribas, letrados o rabinos). Ellos enseñaban la religión y las tradiciones, y explicaban las Escrituras. En su mayoría eran laicos. Enseñaban en el templo (Lc 2.46) o en las sinagogas (Hch 15.21). Ejercían mucha influencia por su piedad y erudición. Hacían estrictas interpretaciones de la ley, creían en cierta libertad humana, pero limitada por la providencia. Creían en la resurrección y en los ángeles, en la venida del Mesías y en la reunión final de todas las tribus de Israel. Su marcado carácter separatista los volvió presumidos, y con eso disminuyeron su fuerza espiritual. Junto con los fariseos, se opusieron fuertemente a Jesús (Mt 23). Sus enseñanzas se conservaron en la llamada «literatura rabínica», escrita después del Nuevo Testamento.
Aspecto literario
La literatura cristiana, ante todo el Nuevo Testamento, se inspira en el Antiguo Testamento y en el judaísmo contemporáneo. Esto es llamativo, porque el Nuevo Testamento y los primeros escritos cristianos se hicieron en griego. En efecto, sin importar la influencia griega, muchas palabras, mensajes y enseñanzas corresponden al espíritu hebreo. La enseñanza era primero oral y en arameo, luego se vertió al griego, pero conservando su cualidad judía. Así, en el Nuevo Testamento conservamos palabras como: abbá y marana ta.

El cristianismo primitivo se originó a partir del pueblo judío (Hch 2.46), y poco a poco fue distinguiéndose de éste, hasta separarse del todo. La separación definitiva fue motivada por el mismo mensaje proclamado: no es requisito ser judío para ser cristiano (Hch 15.1-35). Así, muchas personas que no eran judías se integraron a la iglesia y contribuyeron a la separación (Ro 11.11-12). Esa separación era de esperarse de todas formas, pues la fe en Jesucristo, el Hijo de Dios, existe porque con su vida, fin, resurrección, presencia y actuación subsiguientes, se ha realizado un acontecimiento totalmente nuevo. Es la nueva creación (Mc 1.27; 2.21-22; Jn 13.34; Gl 6.15; Ef 2.15). Además, este nuevo acontecimiento se tras*mitió con formas literarias nuevas, como los evangelios, y con la tras*formación de formas tradicionales, como las cartas.

El Nuevo Testamento y el ambiente griego
Las grandes conquistas militares de Alejandro Magno en Asia (año 333 a.C.) hicieron que la cultura griega se difundiera por el occidente asiático, por el norte de África, por el sur de Europa y por Roma misma. No es de extrañar que, para el siglo I d.C., el griego fuera el idioma de las personas cultas de la zona del mar Mediterráneo, e incluso la lengua popular en muchas de las regiones de la zona. Esta difusión de la cultura griega es lo que se ha denominado «helenismo».

Dado que el pueblo de Israel sufrió diversas deportaciones masivas a lo largo de la historia, era común encontrar comunidades judías fuera de Palestina. Esas comunidades constituyeron lo que se llama el judaísmo de la «diáspora» o dispersión. Aunque estas comunidades siguieron fieles a sus tradiciones religiosas (por ejemplo, Hch 16.13), adoptaron el griego como idioma propio. Hoy se acepta que después del año 70 d.C. eran más los judíos de la diáspora, que los que vivían en Israel. Fue así como en la comunidad judía de Alejandría (Egipto) se tradujeron al griego las Escrituras israelitas. La principal de estas traducciones es la «versión de los Setenta» o Septuaginta (LXX), la cual se convirtió en el texto de uso común de los cristianos de habla griega.
También en Jerusalén hubo un grupo de judíos cristianos que hablaban griego (Hch 6.1). Eso hizo posible la difusión del evangelio en las comunidades de la diáspora y entre los paganos (Hch 11.19-20). El judío más notable entre la diáspora es, sin duda, Pablo de Tarso. Pablo fue primero perseguidor de cristianos y luego, convertido ya al cristianismo, fue seguidor y propagador celoso de Cristo entre los paganos (Gl 1.14). Sus viajes misioneros abarcaron la mayoría del mundo conocido hasta entonces y sus cartas constituyen una parte muy importante del Nuevo Testamento.
Por todas estas razones no es extraño que el Nuevo Testamento se hubiera escrito en griego, aunque algunos manuscritos y tradiciones anteriores puedan sugerir que al inicio se escribieron en hebreo y arameo. Sin embargo, lo cierto es que su redacción y texto definitivos se hicieron y se conservaron en griego.
 
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