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qaral

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El Nuevo Testamento y el ambiente romano
Alrededor del siglo II a.C. el poder militar de Roma se había apoderado de todo el Mediterráneo. A partir del 63 a.C. Palestina quedó sometida al poderío militar y político de Roma.
Al inicio, los gobernantes judíos conservaron el título de reyes, aunque estuvieran sometidos al poder romano. El Nuevo Testamento destaca a Herodes el Grande, quien gobernó Palestina del 37 al 4 a.C. Fue bajo su mandato cuando nació Jesús (Mt 2.1-20; Lc 1.5). Cuando Herodes murió, el reino se dividió entre sus tres hijos: Arquelao gobernó ****a y Samaria hasta el año 6 d.C., Herodes Antipas en Galilea y Perea, hasta el 39 d.C., y Filipo en el nordeste del Jordán, hasta el 34 d.C. (Mt 2.22; Lc 3.1). Hacia el año 6 d.C., el emperador romano Augusto quitó del reino a Arquelao, y ****a y Samaria pasaron a ser propiedades del Imperio Romano. Los nuevos cambios administrativos incluyeron nuevas autoridades romanas (los prefectos y los procuradores). El más conocido de todos en la historia cristiana es Poncio Pilato, prefecto de ****a (26-36 d.C.) que condenó a fin a Jesús (Mt 27.1-26).
Para el año 37 d.C., el rey Herodes Agripa sustituía a Filipo, y en el 40 d.C. a Herodes Antipas. En el año 41 d.C. Herodes Agripa extendió su dominio hacia ****a y así reconquistó un reino tan grande como el que había tenido su abuelo Herodes el Grande (Hch 12.1-19). Herodes Antipas murió en el año 44 d.C. (Hch 12.19-23), y con ello toda Palestina pasó a manos de los romanos. Esto duró hasta el año 66 d.C., cuando se produjo la guerra judía (Hch 23.24; 24.27).

Entonces Roma desplegó su fuerza militar por todo Israel. Los soldados se organizaban por «compañías», las que tenían a su cargo velar por la adoración del emperador en todo el imperio. Diez compañías formaban una legión (unos 6.000 hombres). Los soldados debían facilitar las conquistas y aplacar las rebeliones. Vigilaban las fiestas judías, las prisiones y las ejecuciones (Mt 28.11-15; Lc 23.47; Jn 19.2, 23-24,34). Pese a ello, también los soldados se acercaban a Jesús y al cristianismo (Mt 8.5-13; 27.54; Lc 23.47; Hch 10; 27.3-11). En su carta a los efesios, Pablo compara al cristiano con un soldado romano (Ef 6.10-18).
El creciente descontento del pueblo judío hacia los romanos llegó a su punto máximo en el año 66 d.C. En ese año, los «celotes» organizaron una rebelión contra Roma. La lucha duró cuatro años. En el primer año de guerra, Roma decidió que los gobernadores de Palestina debían seguir siendo generales del ejército, a quienes llamaron «legados». El primero de ellos fue Vespasiano, quien en el año 69 d.C. fue proclamado emperador. La rebelión judía fue aplacada con la intervención de los ejércitos romanos que conquistaron Jerusalén y destruyeron el templo en septiembre del año 70 d.C. (Mt 24.2; Lc 21.20). Esta derrota se debió a la superioridad militar de los romanos y a las irreconciliables disputas internas de los judíos.
Con la caída de Jerusalén también desaparecieron las autoridades del Sanedrín, o Junta Suprema de los judíos; las familias sacerdotales se vieron diezmadas, Y el grupo de los maestros de la ley empezó a desaparecer. El cargo de sumo sacerdote resultó obsoleto, al igual que el culto del templo. Las enseñanzas religiosas, tradicionales y culturales se reorganizaron alrededor de los rabinos y sus escuelas.

Fuera de Palestina, la iglesia cristiana supo aprovechar bien los beneficios que ofrecía el Imperio Romano. La unidad política y cultural facilitó la rápida propagación del evangelio por el mundo pagano (Ro 15.19, 28; 1 P 1.1).
Esto se debió en parte a que en un principio las autoridades romanas no se oponían a la práctica de la religión judía ni de la religión cristiana. Pero cuando la fidelidad a Cristo entró en conflicto con los intereses de Roma, los primeros cristianos empezaron a ser martirizados y perseguidos. Los cristianos se resistían a dar culto al emperador y a sus dioses. A esto se agregó que muchas disposiciones contra los judíos también se aplicaron a los cristianos (Hch 18.2). Esta tensa situación en que vivieron los cristianos de los siglos I y II se refleja en 1 P 4.12-16 y en el libro de Apocalipsis, donde Roma aparece como el enemigo número uno del cristianismo.
Tras la fin de Jesús en torno al año 30 d. C., los discípulos de este se quedaron solos. ¿Cuándo llegará el Reino que nos prometió?, se preguntaban. Pero el Reino no llegaba. El desconcierto fue largo y penoso, pero a la postre los discípulos se pusieron manos a la obra y comenzaron a predicar y pensar qué camino debían seguir ellos y sus nuevos adeptos. Los primeros cristianos de los siglos I y II viven un cristianismo muy rico, con no una sino muchísimas ideas que no siempre terminaban cuajando, pero que alentaban la proliferación de escritos que defendieran cada una de las distintas percepciones que se tenían sobre alguna cuestión concreta respecto a Cristo y su Evangelio. Al igual que no hubo un solo cristianismo, tampoco hubo una sola Iglesia, y las distintas facciones, cada vez más alejadas del judaísmo que les había gestado, se vieron en la necesidad de unificar criterios en su lucha contra las heterodoxias. Mientras tanto, muchos cristianos vivían bajo la amenaza de la intolerancia de algunos gobernadores y otras autoridades romanas locales, aunque no de una persecución sistemática en todo el Imperio. El martirio llamaba a sus puertas, prometiendo una salvación celestial con todos los honores, a la diestra del mismísimo Cristo.

La colombiana Socorro Vivas Albán ha dedicado su carrera al análisis de las escrituras bíblicas. Tiene una licenciatura, dos maestrías y un doctorado en teología. Es una teóloga aprobada por Roma, lo cual quiere decir que es una de las pocas mujeres autorizadas para impatir clases a sacerdotes en la Pontificia Universidad Javeriana de Colombia. Desde una mirada crítica, propone estudios donde las mujeres de la tradición católica son entendidas como lideresas.

En esta entrevista, Vivas Albán analiza el rol secundario que ha sido asignado a las mujeres en los textos bíblicos desde, dice, la construcción del cristianismo desde una óptica patriarcal. El debate por la verdadera participación de las mujeres en la historia de esta institución no es nuevo. Ha estado presente en los más altos espacios de diálogo de la Iglesia católica.

A mediados de este febrero, por ejemplo, el papa Francisco rechazó una propuesta que permitiría que se ordenara a las mujeres como diáconos. Esta propuesta nació del Sínodo de la Amazonía, que reunió a 102 obispos de Sur América que reflexionaron sobre los retos de la Iglesia católica en el Amazonas, donde escasean los sacerdotes. Una solución que propusieron los obispos suramericanos fue que permitiera que las líderes de comunidades católicas fueran ordenadas en ese rango para poder impartir sacramentos.

Cuando solamente faltaban días para la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, el papa Francisco dijo no. A pesar de aceptar que la Iglesia se ha sostenido en esa zona “gracias a la presencia de mujeres fuertes y generosas”, el papa se negó a iniciar un proceso que reconozca la equidad entre hombres y mujeres. La propuesta de los obispos suramericanos había causado expectativa a nivel mundial porque ese podría haber sido el engranaje que pusiera en marcha una modernización en la Iglesia, pero Francisco rechazó la sugerencia y planteó que las mujeres accedan a funciones y servicios eclesiales que no requieran “el orden sagrado” para que no pierdan “el estilo propio de su impronta femenina”.

En contraste, la teóloga Socorro Vivas Albán, reivindica el aporte de las mujeres a la construcción de la Iglesia católica. El año pasado viajó a El Salvador invitada por la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas y planteó la posibilidad de una iglesia católica más justa con las mujeres.



Socorro Vivas Albán en conferencia brindada en la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas. Foto cortesía de la Maestría de Teología Latinoamericana.


Socorro Vivas Albán en conferencia brindada en la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas. Foto cortesía de la Maestría de Teología Latinoamericana.


La teología feminista plantea puentes entre la liberación de la mujer y la Iglesia católica. ¿Cuál es la influencia de esta teología en la iglesia actual?

La teología feminista en América Latina toma su mayor auge a partir de la teología de la liberación. Eso casi no se sabe porque piensan que son mujeres locas gritando por derechos, pero nace como consecuencia del movimiento liberacionista de América Latina en los años 60, 70. Uno de los aportes que ha dado es una lectura crítica a la sagrada escritura. Que la palabra de Dios sea vista por sus protagonistas varones y mujeres. Sin embargo, la sagrada escritura ha pasado más que todo por el filtro de los varones y ha sido misógina en su interpretación, lectura, adaptación y tras*misión época tras época. Han puesto muchos textos como elementos de manipulación y subyugación hacia la mujer.

¿La Iglesia ha tras*mitido la palabra de Dios a través de un discurso de desigualdad?
Por eso hemos peleado, en toda la historia, por una equidad que obviamente tiene que ver con derechos. La teología feminista ha aportado una lectura de la Biblia donde la mujer tiene voz. Es la recuperación de todo el legado de las mujeres en el Antiguo y el Nuevo Testamento. Especialmente las mujeres en la comunidad de Lucas y Hechos de los Apóstoles, donde vemos auténticas lideresas a la par de Pablo, Pedro y de todo el proceso de evangelización, actuando por sí mismas. La pregunta es: ¿por qué la Iglesia se empeña en ocultar lo que ha sido evidente, si el auge fue tan significativo en ese momento, y Jesús dio toda la posibilidad y humanizó lo que estaba deshumanizado?

Usted habla de una Iglesia católica que no nació machista, que se fue tras*formando. Eso sorprende. Uno diría: “Bueno, son instituciones que desde su origen fueron así”.
Se fue patriarcalizando. ¿Y por qué? Por los intereses del contexto patriarcal donde querían ocultar el liderazgo de la mujer. La mujer, en el contexto de esa cultura, estaba subordinada completamente al varón. En la mayoría de los textos bíblicos la mujer aparece referida al varón, al esposo, al hermano; porque ellas por sí mismas no tenían identidad. Por la adversidad del contexto también estaban protegidas por el varón. Yo no creo que nace tanto por una mala voluntad de posesión sino de protección. Pero cuando los textos sagrados quieren invisibilizar la misión de la mujer es muy duro; porque entonces hay que emplear otras herramientas de tipo interpretativo o hermenéutica para poder decir al texto lo que en la evidencia primera no dice.

¿Por ejemplo?
Miriam, en el Antiguo Testamento, es la hermana de Moisés y de Aarón, pero a nosotros nunca nos presentan a Miriam, aunque tuvo una tradición de cantora, iba cantando de todo lo que iba pasando en esa época de éxodo y tenía un liderazgo muy importante. Eso pasa porque la Iglesia se empieza a patriarcalizar hacia finales del siglo II. Y cuando se empieza a volver una religión del Estado, la religión de Estado se masifica y desaparecen las reuniones familiares. Posiblemente las mujeres precedían la misa en sus pequeñas familias, pero al volverse religión de masas se invisibiliza toda la presencia de la mujer.

La última Encuesta Nacional de Salud 2014 reveló que el 8% de las mujeres justifican que un esposo le pegue a su pareja. Alguna de esta violencia se justifica en la supuesta sumisión que la mujer debe guardar ante el hombre. ¿Es posible desmontar esta idea desde los textos bíblicos?
Claro. La idea de sumisión es dada por el contexto, porque era lo que necesitaban en ese momento. El problema es la hermenéutica o la interpretación que han hecho del momento. Por eso no es lo mismo un texto interpretado por mujeres que por varones. Y ¿por qué no se hizo antes? Porque el acceso al estudio de la teología fue muy restringido. Las facultades donde se estudia biblia eran solo para varones. En Colombia, las mujeres empezaron a estudiar en facultades de teología en el año 76, muy reciente. Solo somos ocho doctoras en teología. Y solamente pueden hablar con autoridad quienes, en la academia, son doctores en teología.

En una misa en un pueblo de occidente, Izalco, escuché a un sacerdote decir que los problemas del país empezaban en las casas, cuando las mujeres se rebelaban y dejaban de lado a la familia.
¡Cómo acomodan las cosas a su estilo! Muchas veces esa violencia familiar no se origina en el hogar, sino que está patrocinada por el mismo sacerdote cuando dice expresiones como esa. En la parte litúrgica es donde más daño se hace porque muchos sacerdotes utilizan el domingo para decir todo eso y afianzar mucho más la desigualdad. ¿Ese es error de quien? Del cura. ¿Y por qué? Por seguir manteniendo una idea colonialista y de subyugación. No podemos meter en la misma bolsa a toda la Iglesia, ni a todos los sacerdotes, pero deben confesar la inequidad y la injusticia en su discurso religioso. Es como decirle al esposo: dele duro, haga lo que quiera, porque para eso ella es su mujer. Una pregunta que de pronto anda rondando por ahí es: ¿la religión es un ente de subyugación en los países? Sí. En lugar de ser de liberación es de subyugación. Es de adormecimiento. Es una Iglesia dual, jovenlandesalizante, incoherente, donde en el panel eucarístico hablan de unidad cuando la unidad está fraccionada, está excluida. Es una incoherencia muy fuerte.

Lo que plantean desde la teología hecha por mujeres es que Jesús trató a las mujeres como sus pares. En El Salvador según cifras oficiales, las mujeres ganan menos que sus pares hombres aunque tengan el mismo nivel de educación. Además, son las principales víctimas de la violencia sensual. ¿Qué rasgos de ese Jesús pueden retomarse para hablar de una sociedad menos violenta con las mujeres?
Lo más importante es volver al evangelio. Si algo tuvo Jesús de Nazareno es que trató de humanizar a los más débiles de la sociedad de ese entonces y ¿quiénes eran? Los niños, las mujeres viudas, los ancianos, los enfermos. Jesús humanizó la situación de las mujeres, y también hizo algo muy importante: Jesús no genitalizó a la mujer. No la veía como objeto sensual, sino como par. Por eso tuvo tantas seguidoras, entre ellas María Magdalena. Tenemos que enseñar la Biblia de manera liberadora a mujeres, niños, ancianos, a los de la base. Si no son informadas les dicen cualquier cosa y aquí en El Salvador -y Latinoamerica- la religiosidad es muy fuerte. Una religiosidad que se cree en novenas, en estampitas, en agua bendita, en cosas que a quien más favorecen es al padre que recibe la plata por toda la gente que llega al santuario o a la iglesia, pero a quien menos favorece es a la gente popular
 
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