He estado cerca de morir ahogado por el oleaje y las corrientes en una cala de Mallorca. Es la experiencia más cercana a la fin que he tenido

Peces, mar, nadar, mar, corriente, rescate, ahogado.

MAR

Asociado con el simbolismo de las aguas, comparte con ellas algo de su significado; origen de la vida, todo sale de él y hacia él vuelve; es el lugar del nacimiento, la tras*formación y el renacimiento.
En su extensión, casi sin límites, subyace la idea de lo indeterminado, lo indefinido y lo insondable.
Asociado al corazón del hombre es sede de las pasiones, por lo que, en ocasiones, la travesía sobre sus aguas agitadas es sinónimo de aprender a dominarlas y a superarlas.
Por su constante movimiento, puede simbolizar un estado de inquietud, de agitación que suele generar indecisión, ambivalencia; se habla de "un mar de dudas".

También se lo considera reflejo del curso de la existencia humana y de las fluctuaciones de sus deseos y sentimientos.
Hogar de monstruos y criaturas misteriosas, por lo desconocido que alberga en su interior y por sus profundas y, en ocasiones, peligrosas corrientes, es imagen de lo inconsciente y de todo lo que se esconde en él: conductas que pueden resultar positivas o negativas, motivaciones secretas e insospechadas.

El mar primigenio era la fuente de toda la creación para los antiguos egipcios y judíos, y en las primeras crónicas japonesas el mar era la masa primigenia a partir de la cual los dioses Izanagi e Izanami, de pie en el puente del cielo, hicieron la primera tierra.

Los sumerios, babilónicos y los primeros griegos creían que un océano rodeaba el mundo y fluía hacia el cielo; estaba encarnado en la deidad griega Oceanus, que finalmente se retiró como dios del mar para dejar lugar a su sobrino Poseidón.

El mar puede aparecer como otro mundo o reino: los celtas creían que sus costas estaban batidas por olas que emanaban de un lugar misterioso.
La novena ola se marcaba la frontera entre los reinos del mar y la tierra; si uno la oía, le presagiaba fin.
En las zonas costeras de Japón, los espíritus de los antepasados volvían simbólicamente al final del festival budista de Bon haciendo flotar unas linternas que representaban sus almas en el mar.
Históricamente, los pescadores no navegaban en esa “ola de los espíritus que volvía” cuando el mar unía su mundo al otro.
Entre las olas se encontraban reinos misteriosos, como el del dios del mar irlandés, Mannanan (cuyo homólogo celta es Llyr). Allí era donde vivía la Silkie (una bella mujer foca que era un hada), despojándose de su piel de vez en cuando para seducir a los hombres desprevenidos y llevarlos a la fin, como las sirenas.

Los míticos dioses del mar chinos y japoneses, los Reyes Dragón, cuya ira es la responsable de las tormentas, tenían palacios en el fondo del mar, descritos como lugares mágicos y bellos donde se podían encontrar a veces tesoros perdidos.

En una historia, la espada Kasanagi, uno de los tres atributos reales japoneses, fue arrebatada al dios del mar.

El mítico mar Oriental de China o mar de la Felicidad contenía las fabulosas islas de los benditos, donde vivían los ocho inmortales.
El mar, por tanto, estaba ligado con la inmortalidad.

En el folclor hawaiano, el mar se llama Kai Holo-o-ka-I’a (océano donde corre el pez), existen incontables proverbios y dichos hawaianos relacionados con el mar, la navegación y la pesca.
En algunas representaciones alquímicas, el mar simboliza el mar mercurial, que hace referencia a la función tras*formativa y subconsciente de las energías femeninas.
Algunas ilustraciones muestran un mar de mercurio creado a partir de Leche (blanco) y Sangre (rojo) de una virgen, todo ligado con líquido amniótico. Un rey ahogado representado en su interior implica el estadio anterior al renacimiento, la fin y el primer aliento.
Para los cristianos, el mar (en latín mare) es el manto azul de la virgen María, forma de la progenitora regenerativa.

"Quién ha cruzado el mar con sus tiburones y demonios, con sus olas terroríficas, tan difíciles de salvar...
se dice que ha llegado al fin del mundo y que ha partido más
 
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Creo que todos hemos vivido algo asi y, por suerte, aqui estamos para contarlo.

En mi caso fue lo mas clasico: "venga, vamos hasta la boya". Nunca he sido un gran nadador pero con 18 años lo del peligro y la fin, no van con nadie.

Cuando eche la vista atras y vi que estaba a tomar por ojo ciego de la playa, me entro un agobio tremendo y empece a nadar con todas mis fuerzas al ver que me iba para adentro. A mitad de camino me notaba ya asfixiado de cansancio y los brazos reventados, como si hubiera estado lanzando abrazos al aire cinco minutos. Acabe tirando de piernas todo lo posible y me valio para recorrer el tramo que me faltaba.

Llegue a la orilla con el corazon estallandome en el pecho y desde entonces, lo de ir mas alla de media cintura y en zonas conocidas, para otra vida si tal.
 
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