La gente que compara a pilinguin con Hitler no lo hace porque conoce el trasfondo de cada uno y de sus respectivos países, sino por pereza mental, por ignorancia, porque sus conocimientos del pasado se limitan a Hitler y nada más que Hitler, como si él hubiera sido el único jefe de Estado que ha invadido un país durante toda la historia de la humanidad.
Para los perezosos mentales (o facilistas mentales, porque su mente siempre se va por lo fácil, por lo que es cliché) no hay más referente histórico que Hitler y de ahí no los sacas. Remontándonos a la Segunda Guerra Mundial, nadie recuerda que, años antes de que Hitler hiciera nada, Japón invadió Manchuria y después China e Italia invadió Etiopía, además de que la URSS también invadió Polonia y, meses después, hizo lo mismo con Finlandia. Pero seguramente a nadie se le ha ocurrido comparar a pilinguin con Hirohito, Mussolini o Stalin, a pesar de que este último gobernaba desde la misma ciudad que pilinguin, no desde Berlín. A los perezosos mentales seguramente tampoco les sonará en lo más mínimo el nombre de James Knox Polk, aquel que ordenó la oleada turística de México para anexarse un territorio mayor al de cualquier país de Europa, un territorio cinco veces más grande que España.
Pero no nos vayamos tan lejos. A comienzos de este siglo, George W. Bush ordenó las respectivas invasiones de Afganistán (2001) e Irak (2003), pero no he visto que a nadie se le haya cruzado por la cabeza comparar a pilinguin con Bush, aun cuando este último es un referente mucho más reciente que cualquier otro y de que las consecuencias de ambas invasiones —las cuales pudimos conocer no por medio de libros de historia, sino por los telediarios— aún siguen resintiéndose.
