Wodans
Madmaxista
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Corría el año 1310 cuando el duque francés de Atenas, Gautier V de Brienne, decidió hacer un simpa a los mercenarios almogávares que había contratado. A pesar de sus buenos servicios, llegándole a recuperar cerca de 30 castillos, el duque decidió expulsarles de sus dominios sin darles un duro, excepto a 200 caballeros y 300 de los mejores de entre la hueste a quienes permitió quedarse y pagó lo convenido, en un intento de "divide y vencerás". Junto a ellos fueron expulsados los mercenarios turcopoles (turcos cristianos ortodoxos). Pero los almogávares restantes, en total 3500 jinetes y 4000 a pie, más los 1000 turcopoles, lejos de abandonar el ducado, se reagrupan en las fortalezas que habían conquistado y pasan ahí el invierno. El duque continuamente envía emisarios exigiéndoles que se larguen, a lo que siempre contestan diciendo que a falta de pago deciden quedarse con esas tierras, y que les dejen en paz.
Así que Gautier, visto lo visto, reúne un gran ejército formado por 30.000 hombres, con 700 nobles francos de todo Mediterráneo Oriental y sus respectivas fuerzas. Al enterarse de esto, los almogávares y los turcopoles se acojonan y acceden a abandonar los castillos sin más represalias, pero ya es demasiado tarde porque el duque de Atenas, envalentonado, solamente les ofrece la rendición o la fin, lo cual sería un trámite menor antes de lanzarse a conquistar todos los territorios hasta la mismísima Constantinopla, su objetivo final.
Los almogávares, caracterizados por su soberbia, prefieren luchar antes que rendirse aunque eso signifique una fin segura (rindiéndose muy posiblemente acabarían igual), y para ello se dirigen a Halmyros, una de las ciudades bajo su control, y estudiando las posibilidades del terreno se disponen a recibir al enorme ejército franco en una llanura con un río en su flanco y un lago en la retaguardia. Esto les dejaba totalmente rodeados y sin posibilidad de retirada, pero por otra parte impedía cualquier intento de rodearlos y solo permitía un ataque frontal. Y además, se les ocurre una estrategia: desvían el curso del río para que inunde la llanura convirtiéndola en un inmenso lodazal, y la cubren de hierbas para disimularlo.
Al asomar por el horizonte el enorme ejército ocurren dos imprevistos: los turcopoles al ver que la superioridad es abrumadora se achantan y se retiran del campo de batalla, dejando a los almogávares solos, y los 500 almogávares a las órdenes de Gautier en un gesto de hermandad deciden desertar y unirse a sus compañeros. Esto tuvo un efecto importante, ya que ahora la tropa estaba totalmente cohesionada y era homogénea.
Un grupo de almogávares es mandado a provocarles y el duque, sin esperar más, manda una carga de caballería pesada. Estos caballeros eran la flor y nata de Francia, armados con la mejor equipación de la época y una fin segura para el que se pusiese delante de ellos, que pronto habrían de arrasar sin despeinarse a ese puñado de desharrapados, mal equipados y sucios plebeyos a pie. Pero de repente, al llegar al centro del campo, los más adelantados de los pesados caballos francos notaron como el suelo se hundía bajo sus cascos. La inercia del galope y el excesivo peso de sus protecciones impidieron reaccionar a tiempo a sus jinetes que veían como su avance quedaba frenado en seco y sus monturas, y ellos con ellas, se hundían en el lodazal. Las siguientes filas de la caballería tampoco tuvieron tiempo como para comprender que era lo que estaba
sucediéndoles a sus compañeros, y cayeron del mismo modo en la trampa de lodo que se
ocultaba bajo la maleza. Como cuenta el cronista Ramón Muntaner:
"encadenados los caballos como a una sólida cadena, la de la tierra humedecida que cedía fácilmente al paso ágil de sus pies, unos jinetes rodaron por el barro junto con sus caballos; otros, desembarazados de los jinetes, corrían desordenadamente por la llanura; y otros, hundiéndose las patas, se quedaban en el sitio como estatuas, soportando a los jinetes"
En ese instante, surgió con más fuerza que nunca el espíritu sanguinario y letal de
los almogávares. Cayeron sobre los aturdidos caballeros franceses con sus cuchillos y lanzas cortas sin ningún tipo de tregua. Ni siquiera la multitudinaria infantería franca que acudió al auxilio de su caballería pudo hacer nada por evitar la masacre porque mientras la infantería almogávar eliminaba uno a uno a todos los nobles y caballeros más influyente de Francia, la caballería ligera almogávar se lanzaba sobre la infantería franca en retirada y para terminar de acabar con cualquier esperanza , los turcoples que hasta ese instante habían permanecido sin actuar, se convencieron de que la victoria era posible y se unieron también a los mercenarios.
Los muertos eran incalculables y entre ellos estaban buena parte de los señores de los
territorios y ducados de la Grecia meridional, entre ellos el propio Gautier, duque
de Atenas. De los 700 nobles que participaban en la batalla solo se salvaron dos.
Esta victoria, considerada en su día como una de las más míticas de la Baja Edad Media, tuvo unas repercusiones muy importantes. Fue un abrazo en el tablero geopolítico que significó el fin de la presencia francesa en el Mediterráneo Oriental presente desde la Cuarta Cruzada, y el inicio de la presencia aragonesa, ya que los almogávares se hicieron con el Ducado de Atenas y Neopatria, que sería parte de la Corona de Aragón por los siguientes 80 años. También significó el declive de la supremacía de la caballería pesada.
Así que Gautier, visto lo visto, reúne un gran ejército formado por 30.000 hombres, con 700 nobles francos de todo Mediterráneo Oriental y sus respectivas fuerzas. Al enterarse de esto, los almogávares y los turcopoles se acojonan y acceden a abandonar los castillos sin más represalias, pero ya es demasiado tarde porque el duque de Atenas, envalentonado, solamente les ofrece la rendición o la fin, lo cual sería un trámite menor antes de lanzarse a conquistar todos los territorios hasta la mismísima Constantinopla, su objetivo final.
Los almogávares, caracterizados por su soberbia, prefieren luchar antes que rendirse aunque eso signifique una fin segura (rindiéndose muy posiblemente acabarían igual), y para ello se dirigen a Halmyros, una de las ciudades bajo su control, y estudiando las posibilidades del terreno se disponen a recibir al enorme ejército franco en una llanura con un río en su flanco y un lago en la retaguardia. Esto les dejaba totalmente rodeados y sin posibilidad de retirada, pero por otra parte impedía cualquier intento de rodearlos y solo permitía un ataque frontal. Y además, se les ocurre una estrategia: desvían el curso del río para que inunde la llanura convirtiéndola en un inmenso lodazal, y la cubren de hierbas para disimularlo.
Al asomar por el horizonte el enorme ejército ocurren dos imprevistos: los turcopoles al ver que la superioridad es abrumadora se achantan y se retiran del campo de batalla, dejando a los almogávares solos, y los 500 almogávares a las órdenes de Gautier en un gesto de hermandad deciden desertar y unirse a sus compañeros. Esto tuvo un efecto importante, ya que ahora la tropa estaba totalmente cohesionada y era homogénea.
Un grupo de almogávares es mandado a provocarles y el duque, sin esperar más, manda una carga de caballería pesada. Estos caballeros eran la flor y nata de Francia, armados con la mejor equipación de la época y una fin segura para el que se pusiese delante de ellos, que pronto habrían de arrasar sin despeinarse a ese puñado de desharrapados, mal equipados y sucios plebeyos a pie. Pero de repente, al llegar al centro del campo, los más adelantados de los pesados caballos francos notaron como el suelo se hundía bajo sus cascos. La inercia del galope y el excesivo peso de sus protecciones impidieron reaccionar a tiempo a sus jinetes que veían como su avance quedaba frenado en seco y sus monturas, y ellos con ellas, se hundían en el lodazal. Las siguientes filas de la caballería tampoco tuvieron tiempo como para comprender que era lo que estaba
sucediéndoles a sus compañeros, y cayeron del mismo modo en la trampa de lodo que se
ocultaba bajo la maleza. Como cuenta el cronista Ramón Muntaner:
"encadenados los caballos como a una sólida cadena, la de la tierra humedecida que cedía fácilmente al paso ágil de sus pies, unos jinetes rodaron por el barro junto con sus caballos; otros, desembarazados de los jinetes, corrían desordenadamente por la llanura; y otros, hundiéndose las patas, se quedaban en el sitio como estatuas, soportando a los jinetes"
En ese instante, surgió con más fuerza que nunca el espíritu sanguinario y letal de
los almogávares. Cayeron sobre los aturdidos caballeros franceses con sus cuchillos y lanzas cortas sin ningún tipo de tregua. Ni siquiera la multitudinaria infantería franca que acudió al auxilio de su caballería pudo hacer nada por evitar la masacre porque mientras la infantería almogávar eliminaba uno a uno a todos los nobles y caballeros más influyente de Francia, la caballería ligera almogávar se lanzaba sobre la infantería franca en retirada y para terminar de acabar con cualquier esperanza , los turcoples que hasta ese instante habían permanecido sin actuar, se convencieron de que la victoria era posible y se unieron también a los mercenarios.
Los muertos eran incalculables y entre ellos estaban buena parte de los señores de los
territorios y ducados de la Grecia meridional, entre ellos el propio Gautier, duque
de Atenas. De los 700 nobles que participaban en la batalla solo se salvaron dos.
Esta victoria, considerada en su día como una de las más míticas de la Baja Edad Media, tuvo unas repercusiones muy importantes. Fue un abrazo en el tablero geopolítico que significó el fin de la presencia francesa en el Mediterráneo Oriental presente desde la Cuarta Cruzada, y el inicio de la presencia aragonesa, ya que los almogávares se hicieron con el Ducado de Atenas y Neopatria, que sería parte de la Corona de Aragón por los siguientes 80 años. También significó el declive de la supremacía de la caballería pesada.