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Madmaxista
El pleno del Parlament previsto para el jueves, lejos de desbloquear la situación, permitirá visualizar guiños entre partidos y hasta dónde llega el pulso entre ERC y JxCAT
La retórica oficial tiene un propósito, trasladar la idea de que el independentismo mantiene todo su vigor, de que seguirá planteando un pulso al Estado, y de que, como ha ocurrido otras veces en los últimos años, logrará, en tiempo de descuento, el objetivo. Sin embargo, ¿cuál es ese fin que se persigue? Junts per Catalunya y Esquerra Republicana intensifican las negociaciones para formar un nuevo Govern con ópticas muy distintas. La intención es salvar a Carles Puigdemont, con una fórmula que le recupere como “presidente legítimo”, aunque el jefe del Ejecutivo acabe siendo otro. Pero cuando se precisa con qué poder, aquí aparecen las diferencias.
La lista de Junts per Catalunya pretende que Puigdemont tenga un poder real, desde Bruselas, y que fuerce una negociación con el Gobierno para encontrar una vía política que pueda superar el actual bloqueo. En el fondo, además, ese núcleo de dirigentes que rodea a Puigdemont quiere impulsar un nuevo instrumento político a corto y medio plazo que supere el actual PDeCAT, de cara a las elecciones municipales del próximo año.
Partido referente
La dirección de Esquerra pretende otra cosa: superar la actual etapa, ver con qué fuerza cuenta el independentismo y ensanchar, desde el Govern, la base social del soberanismo. Ese también es un mensaje retórico, porque, de nuevo, lo que se dirime es una batalla por el poder, y los republicanos, que ya se veían al frente de la Generalitat, lo que quieren ahora es ocupar parcelas de poder y sustituir a la exConvergència como partido referente de las amplias clases medias catalanas.
En esas negociaciones, por tanto, lo que se esconde es cómo gobernar en los próximos años. Los dirigentes que rodean a Puigdemont han querido jugar fuerte, y no dejan de repetir que no descartan unas nuevas elecciones, aunque aseguren que no las quieren. Se trata de Elsa Artadi, Eduard Pujol, Jordi Turull y Josep Rull, asesorados por el historiador Agustí Colomines, que han establecido una hoja de ruta: insistir en el nombre de Puigdemont, jugar la carta “legitimista”, --ofrecer candidatos alternativos como Sànchez o Turull que tienen causas abiertas, y que se deberían a Puigdemont, con horizontes temporales tasados-- buscar la superación de los corsés de los partidos políticos, e iniciar un camino hacia una especie de Partido Nacionalista Catalán, como el SNP en Escocia.
Forzar a los republicanos
Animados por la campaña electoral del 21D, en la que Puigdemont iba ganando posiciones, quedando por delante de ERC, están convencidos de que Esquerra debería atreverse a cruzar algunas líneas, y sólo en el último momento, cuando se concretarán los recursos del Gobierno y las suspensiones del Tribunal Constitucional, presentar otros candidatos a la investidura. Y si los republicanos no lo aceptaran, ir a elecciones con el argumento de que han sido ellos los que las han forzado.
Entre las bases independentistas –otra cosa sería valorar la impresión del electorado soberanista-- la idea de Junts per Catalunya gusta, porque supone mantener el pulso con el Gobierno restando valor al dirigir un Govern que, en cualquier caso, “estaría maniatado” por el Ejecutivo de Mariano Rajoy. Así lo muestran los dirigentes de la ANC, Agustí Alcoberro, y de forma más discreta los de Òmnium Cultural. El problema es que si se fuerzan las cosas y se va a otras elecciones, el resultado es azaroso.
Las políticas aplicar
Una de las diferencias entre Junts per Catalunya y ERC se establece sobre la hoja de ruta posterior. Los republicanos, que tendrían como hombre fuerte en el Ejecutivo a Pere Aragonés, secretario de Economía con el exconsejero y exvicepresidente del Govern, Oriol Junqueras, querrían contar con los comunes para gobernar a medio plazo. Y eso pasa por impulsar políticas sociales que tengan como objetivo ensanchar esa base social independentista.
Los hombres y mujeres de Puigdemont pretenden, en cambio, aprovechar la situación y forzar cuanto antes una negociación política con el Gobierno. Además de las disputas por el reparto del pastel –ERC pide una vicepresidencia para Junqueras con competencias ampliadas, y el control de los medios de comunicación de la Generalitat--, lo que existe es una guerra sobre cómo y quién consigue la hegemonía política en Cataluña.
¿Gobierno de izquierdas?
Esquerra no pierde de vista un posible gobierno de izquierdas con los comunes en la Generalitat, pero también en el Ayuntamiento de Barcelona, con el equipo de la alcaldesa Ada Colau, y esperando el concurso del PSC. Lo que pretende JxCAT, en cambio, es integrar a ERC en un movimiento amplio, que pueda gobernar todas las instituciones catalanas. Por tanto, la formación de un posible Govern, con un candidato alternativo a Puigdemont, reproduciría esas tensiones de forma interna, lo que alargaría el conflicto.
En el Parlament ya se vive un ambiente prelectoral y el pleno previsto para el jueves, lejos de desbloquear la situación, permitirá visualizar guiños entre partidos y hasta dónde llega el pulso entre ERC y JxCAT. Pero, ¿a quién beneficiarían unas nuevas elecciones? La última encuesta del CEO asegura que, si se volvieran a colocar las urnas, ERC ganaría con amplia diferencia sobre JxCAT.
La opción Torrent
De hecho, dentro del partido cobra fuerza la idea de que el cabeza de lista podría ser Roger Torrent, actual presidente del Parlament, que ha plantado cara en tres ocasiones a los nuevos convergentes, impidiendo que prospere la investidura a distancia de Puigdemont. Su estrategia pasa por encender los animos secesionistas fuera del Parlament --polémico discurso ante la judicatura-- y respetar las leyes dentro de la Cámara catalana podría convertirse en una inversión de futuro.
La peor pesadilla para JxCAT es que el Gobierno deje en libertad a Oriol Junqueras, cuyo encarcelamiento reventó la campaña de los republicanos de cara al 21D. ERC experimentó un importante crecimiento en el área metropolitana, que es donde generalmente se deciden las elecciones. No obstante, el núcleo duro de Puigdemont está convencido de que, en caso de repetirse comicios, JxCAT podría crecer en 10 ó 12 diputados. De ahí su empecinamiento en la tesis “o Puigdemont o Puigdemont”.
A Cs no le conviene
A quien no interesa una repetición electoral es a Ciudadanos. Dentro de la formación naranja se teme haber tocado techo, pues es improbable que se repita la alta participación registrada el 21D. Los catalanes eligieron en clave de voto útil, lo que permitió a Cs pescar en el caladero de la izquierda. Un voto prestado que en esta segunda vuelta podría resituarse.
El pulso que mantiene Ciudadanos y PP a nivel español podría pasarle factura a Inés Arrimadas, que a pesar de ganar en las elecciones, no tiene mayoría parlamentaria. No la tiene porque los comunes se niegan a hacer presidenta a una candidata de una formación conservadora.
La indefinición
La formación liderada en el Parlament por Xavier Domènech, no levanta cabeza debido a una incomprensible equidistancia que le ha llevado a coquetear con los independentistas. Parece que hay intención de rectificar y de iniciar conversaciones con otras formaciones de la izquierda de cara a un posible pacto si se repiten elecciones. Tienen la mirada puesta en esa nueva ERC menos identitaria y más social.
Igualmente expectante se muestra PSC respecto a esa evolución republicana. Los socialistas mantienen su apuesta por una tercera vía reconciliadora que no fue suficientemente valorada el 21D, pero que podría crecer en unas nuevas elecciones si baja la marea naranja.
También están ávidos de nuevas elecciones PP y la CUP, los grandes perdedores del 21D. Los populares también ven posible que el efecto Ciudadanos se desinfle, mientras que los antisistema tiran de coherencia y de agitación social para marcar perfil.
¿Hacia unas nuevas elecciones catalanas?
Salud.
La retórica oficial tiene un propósito, trasladar la idea de que el independentismo mantiene todo su vigor, de que seguirá planteando un pulso al Estado, y de que, como ha ocurrido otras veces en los últimos años, logrará, en tiempo de descuento, el objetivo. Sin embargo, ¿cuál es ese fin que se persigue? Junts per Catalunya y Esquerra Republicana intensifican las negociaciones para formar un nuevo Govern con ópticas muy distintas. La intención es salvar a Carles Puigdemont, con una fórmula que le recupere como “presidente legítimo”, aunque el jefe del Ejecutivo acabe siendo otro. Pero cuando se precisa con qué poder, aquí aparecen las diferencias.
La lista de Junts per Catalunya pretende que Puigdemont tenga un poder real, desde Bruselas, y que fuerce una negociación con el Gobierno para encontrar una vía política que pueda superar el actual bloqueo. En el fondo, además, ese núcleo de dirigentes que rodea a Puigdemont quiere impulsar un nuevo instrumento político a corto y medio plazo que supere el actual PDeCAT, de cara a las elecciones municipales del próximo año.
Partido referente
La dirección de Esquerra pretende otra cosa: superar la actual etapa, ver con qué fuerza cuenta el independentismo y ensanchar, desde el Govern, la base social del soberanismo. Ese también es un mensaje retórico, porque, de nuevo, lo que se dirime es una batalla por el poder, y los republicanos, que ya se veían al frente de la Generalitat, lo que quieren ahora es ocupar parcelas de poder y sustituir a la exConvergència como partido referente de las amplias clases medias catalanas.
En esas negociaciones, por tanto, lo que se esconde es cómo gobernar en los próximos años. Los dirigentes que rodean a Puigdemont han querido jugar fuerte, y no dejan de repetir que no descartan unas nuevas elecciones, aunque aseguren que no las quieren. Se trata de Elsa Artadi, Eduard Pujol, Jordi Turull y Josep Rull, asesorados por el historiador Agustí Colomines, que han establecido una hoja de ruta: insistir en el nombre de Puigdemont, jugar la carta “legitimista”, --ofrecer candidatos alternativos como Sànchez o Turull que tienen causas abiertas, y que se deberían a Puigdemont, con horizontes temporales tasados-- buscar la superación de los corsés de los partidos políticos, e iniciar un camino hacia una especie de Partido Nacionalista Catalán, como el SNP en Escocia.
Forzar a los republicanos
Animados por la campaña electoral del 21D, en la que Puigdemont iba ganando posiciones, quedando por delante de ERC, están convencidos de que Esquerra debería atreverse a cruzar algunas líneas, y sólo en el último momento, cuando se concretarán los recursos del Gobierno y las suspensiones del Tribunal Constitucional, presentar otros candidatos a la investidura. Y si los republicanos no lo aceptaran, ir a elecciones con el argumento de que han sido ellos los que las han forzado.
Entre las bases independentistas –otra cosa sería valorar la impresión del electorado soberanista-- la idea de Junts per Catalunya gusta, porque supone mantener el pulso con el Gobierno restando valor al dirigir un Govern que, en cualquier caso, “estaría maniatado” por el Ejecutivo de Mariano Rajoy. Así lo muestran los dirigentes de la ANC, Agustí Alcoberro, y de forma más discreta los de Òmnium Cultural. El problema es que si se fuerzan las cosas y se va a otras elecciones, el resultado es azaroso.
Las políticas aplicar
Una de las diferencias entre Junts per Catalunya y ERC se establece sobre la hoja de ruta posterior. Los republicanos, que tendrían como hombre fuerte en el Ejecutivo a Pere Aragonés, secretario de Economía con el exconsejero y exvicepresidente del Govern, Oriol Junqueras, querrían contar con los comunes para gobernar a medio plazo. Y eso pasa por impulsar políticas sociales que tengan como objetivo ensanchar esa base social independentista.
Los hombres y mujeres de Puigdemont pretenden, en cambio, aprovechar la situación y forzar cuanto antes una negociación política con el Gobierno. Además de las disputas por el reparto del pastel –ERC pide una vicepresidencia para Junqueras con competencias ampliadas, y el control de los medios de comunicación de la Generalitat--, lo que existe es una guerra sobre cómo y quién consigue la hegemonía política en Cataluña.
¿Gobierno de izquierdas?
Esquerra no pierde de vista un posible gobierno de izquierdas con los comunes en la Generalitat, pero también en el Ayuntamiento de Barcelona, con el equipo de la alcaldesa Ada Colau, y esperando el concurso del PSC. Lo que pretende JxCAT, en cambio, es integrar a ERC en un movimiento amplio, que pueda gobernar todas las instituciones catalanas. Por tanto, la formación de un posible Govern, con un candidato alternativo a Puigdemont, reproduciría esas tensiones de forma interna, lo que alargaría el conflicto.
En el Parlament ya se vive un ambiente prelectoral y el pleno previsto para el jueves, lejos de desbloquear la situación, permitirá visualizar guiños entre partidos y hasta dónde llega el pulso entre ERC y JxCAT. Pero, ¿a quién beneficiarían unas nuevas elecciones? La última encuesta del CEO asegura que, si se volvieran a colocar las urnas, ERC ganaría con amplia diferencia sobre JxCAT.
La opción Torrent
De hecho, dentro del partido cobra fuerza la idea de que el cabeza de lista podría ser Roger Torrent, actual presidente del Parlament, que ha plantado cara en tres ocasiones a los nuevos convergentes, impidiendo que prospere la investidura a distancia de Puigdemont. Su estrategia pasa por encender los animos secesionistas fuera del Parlament --polémico discurso ante la judicatura-- y respetar las leyes dentro de la Cámara catalana podría convertirse en una inversión de futuro.
La peor pesadilla para JxCAT es que el Gobierno deje en libertad a Oriol Junqueras, cuyo encarcelamiento reventó la campaña de los republicanos de cara al 21D. ERC experimentó un importante crecimiento en el área metropolitana, que es donde generalmente se deciden las elecciones. No obstante, el núcleo duro de Puigdemont está convencido de que, en caso de repetirse comicios, JxCAT podría crecer en 10 ó 12 diputados. De ahí su empecinamiento en la tesis “o Puigdemont o Puigdemont”.
A Cs no le conviene
A quien no interesa una repetición electoral es a Ciudadanos. Dentro de la formación naranja se teme haber tocado techo, pues es improbable que se repita la alta participación registrada el 21D. Los catalanes eligieron en clave de voto útil, lo que permitió a Cs pescar en el caladero de la izquierda. Un voto prestado que en esta segunda vuelta podría resituarse.
El pulso que mantiene Ciudadanos y PP a nivel español podría pasarle factura a Inés Arrimadas, que a pesar de ganar en las elecciones, no tiene mayoría parlamentaria. No la tiene porque los comunes se niegan a hacer presidenta a una candidata de una formación conservadora.
La indefinición
La formación liderada en el Parlament por Xavier Domènech, no levanta cabeza debido a una incomprensible equidistancia que le ha llevado a coquetear con los independentistas. Parece que hay intención de rectificar y de iniciar conversaciones con otras formaciones de la izquierda de cara a un posible pacto si se repiten elecciones. Tienen la mirada puesta en esa nueva ERC menos identitaria y más social.
Igualmente expectante se muestra PSC respecto a esa evolución republicana. Los socialistas mantienen su apuesta por una tercera vía reconciliadora que no fue suficientemente valorada el 21D, pero que podría crecer en unas nuevas elecciones si baja la marea naranja.
También están ávidos de nuevas elecciones PP y la CUP, los grandes perdedores del 21D. Los populares también ven posible que el efecto Ciudadanos se desinfle, mientras que los antisistema tiran de coherencia y de agitación social para marcar perfil.
¿Hacia unas nuevas elecciones catalanas?
Salud.