Vlad_Empalador
Será en Octubre
Me despedí de mi progenitora quince días antes y nunca la volví a ver»
Iván Ramos y Gorka Echave, hijos de una víctima mortal y de un herido en el atentado contra la casa del pueblo de Portugalete, recuerdan el brutal ataque en su treinta aniversario
Un símbolo. Iván Ramos, a la izquierda, y Gorka Echave, junto a la ‘superviviente, la silla que recuerda el ataque a la sede del PSE.
LORENA GIL Domingo, 23 abril 2017, 01:56
Una silla. «La superviviente», la llaman. Es todo lo que quedó en pie de la casa del pueblo de Portugalete tras el ataque con cócteles molotov que sufrió el 25 de abril de 1987. Dos personas fallecieron en el atentado. Maite Torrano, ama de casa y militante del PSE, y Félix Peña, trabajador de Astilleros en Sestao.
Otras ocho sufrieron quemaduras de diversa gravedad. Iván Ramos Torrano y Gorka Echave, hijos de una de las víctimas mortales y de uno de los heridos, respectivamente, recuerdan, mientras toman un café en la sede socialista, cómo «coincidiendo con el cincuenta aniversario del bombardeo de Gernika, siete jóvenes radicales decidieron bombardear la casa del pueblo».
EL ATENTADO
LA CLAVE
El martes se cumplirán treinta años. Era sábado. Semana de Pascua. Pero «hacía tanto calor que parecía verano». «Por eso la sede seguía abierta a esas horas», evocan Iván y Gorka. Eran las diez y media de la noche y alrededor de una quincena de personas apuraban la espuela. De repente, siete encapuchados del autodenominado talde Mendeku (venganza en euskera) aparecen a la carrera y lanzan cada uno un cóctel molotov. Tres alcanzaron el interior, otros tres impactaron fuera del recinto y el último cayó entre unos arbustos. Maite Torrano, que se encontraba mirando hacia la calle, pudo ver al grupo de jóvenes acercarse y tuvo tiempo de advertir a sus compañeros para que se agachasen. Pero a ella una de las bombas incendiarias le dio de lleno. Falleció tres días después. Tenía 37 años, estaba casada y tenía dos hijos. Su marido, Jesús Ramos, también estaba en la casa del pueblo aquella noche. Secretario de Organización de la agrupación socialista de Portugalete y trabajador de Altos Hornos, resultó herido cuando trataba de sofocar con un extintor el fuego que prendía las ropas de su mujer. La otra persona que perdió la vida fue Félix Peña, de 55 años. Trabajador de la fábrica de Astilleros de Sestao y afiliado a CC OO, murió el 5 de mayo en el hospital de Cruces como consecuencia de la gravedad de las quemaduras.
Iván, hijo de Maite y Jesús, tenía entonces 13 años. «Como era Semana Santa no había colegio, así que, al tener que trabajar mi padre, mi hermana Saioa de 12 y yo nos fuimos de vacaciones con unos amigos y sus padres», relata. Estaban en Villasante, Burgos, cuando ocurrió el atentado. «No había móviles, así que no nos enteramos de lo que había pasado hasta el día siguiente», recuerda. «Nos levantamos, comimos, pusimos la televisión y ...». La primera reacción de Iván fue echar a correr hacia una cabina. «Llamé a mi casa y a la de mis tíos, pero nada». Ya en Portugalete, no le permitieron ver a sus padres, ambos ingresados en la unidad de quemados de Cruces. «Me despedí de mi progenitora quince días antes y nunca la volví a ver», expresa Iván. «Si no hubiese sido Semana Santa, habría estado allí con ellos, seguro. Mi hermana y yo siempre solíamos ir a la sede».
«Tema tabú»
La fin de su progenitora dejó paso a una familia «desestructurada». Su padre «no habla de ello». «Nos gustaría saber cómo vivió aquello, pero en casa es un tema tabú». Jesús acude a diario a la casa del pueblo. A mitad de la entrevista entra por la puerta. Saluda, abraza a su hijo y se sienta en una mesa a jugar la partida.
«Cuando mi hermana y yo nos íbamos a marchar ya de casa, le animamos a que se echara otra pareja», revela Iván. Su respuesta fue tajante: «Mi única mujer es y será siempre María Teresa Torrano Francia».
Monitora en los campamentos alevines socialistas, Maite tuvo a su cargo a un nutrido grupo de chavales. Entre ellos, a un joven Mikel Torres actual alcalde de Portugalete. Era una mujer «alegre, pero de carácter». En una ocasión, recuerda su hijo, una persona levantó el diario Egin en alto al cruzarse con ella. «Le dio tal manotazo al periódico que salió volando». «Como le pase algo a mi marido, el próximo serás tú», le espetó. Como secretario de Organización del PSE en Portugalete, Jesús recibió multitud de amenazas. «Nunca agachó la cabeza».
Tampoco lo hizo Paco Echave. Era secretario general del PSE de Portugalete cuando resultó, con 49 años, herido en el atentado. Su hijo Gorka, de 20, estaba haciendo el servicio militar en Mallorca, pero ese fin de semana tenía permiso. «Uno de mis hermanos son cinco y yo acabábamos de tomar algo con nuestras novias a cien metros de la sede. De hecho, hablamos de ir allí, pero al final optamos por marchar a Santurtzi a las fiestas de San Jorge», evoca. Cuando llegaron a casa eran las seis de la mañana. Su progenitora les aguardaba despierta. «Tan mal estamos para que ama nos espere levantada», pensaron. Hasta que le vieron la cara repleta de lágrimas. «Id a la habitación de aita», les dijo. «Estaba en la cama, con la cara y las manos vendadas. Ver aquello... Di media vuelta y me fui a la calle. No sé ni a dónde fui». Después, estuvo tres meses «sin hablar». «Decía hola y adiós, pero nada más», explica. «Ni siquiera estuve en los funerales por los fallecidos», añade.
Gorka se volvió a Mallorca y continuó haciendo la mili «en silencio». Nadie sabía que su padre había sido víctima de un atentado. «Entonces ETA puso la bomba de Hipercor y yo era el único vasco allí...». Un oficial se enteró de casualidad de que era hijo de Paco Echave, herido en el ataque a la casa del pueblo. «Me cayó una reprimenda por no habérselo dicho». Su padre estaba al lado de Maite Torrano en la sede socialista cuando cayó la lluvia de cócteles molotov. «Ella le empujó para que no le dieran...», dice Gorka.
Le salvó la vida.
... (se emociona)
«No se puede escribir una enciclopedia del franquismoy cuatro folios de ETA»
En los últimos cinco años han cambiado mucho las cosas en Portugalete. También en la casa del pueblo. Desde su reforma en 2013, ha dejado de ser un búnker para convertirse en un bar de grandes cristaleras. Solo el piso de arriba recuerda que no siempre tiempos pasados fueron mejores. Las ventanas siguen protegidas por persianas blindadas. «Hoy estamos mucho mejor, pero aún hay cosas que me falta ver», expresa Gorka Echave. Se refiere brevemente al «espectáculo de Bayona en alusión al acto por el desarme de ETA, porque ha sido un espectáculo». «A veces uno tiene la sensación de que se ríen de nosotros, de la sociedad. Y creo que ya se han reído bastante», sostiene. Gorka teme no solo que «se quiera pasar página rápido», sino que «algunos quieran escribir una enciclopedia sobre el franquismo y solo cuatro folios sobre ETA». «Eso no puede ser, aunque sea por respeto a sus más de 800 muertos», advierte.
«Me parece que yo soy algo más optimista», declara Iván Ramos. El hijo de Maite Torrano solo pide una cosa: «La verdad». «Hay que reconocer lo que hizo ETA y lo que ha pasado en este país. Pero también a las víctimas de los GAL y a aquellas que sufrieron abusos policiales». «Hay que dar ese paso, aunque escueza. Eso es bueno, quiere decir que se cura la herida», defiende.
Han pasado treinta años, pero duele mirar atrás. la época de las amenazas, de concentraciones a la puerta de la casa del pueblo, de pintadas, de amigos asesinados, de víctimas relegadas al olvido... Gorka, que ostenta el cargo en el partido que en su día tuvo su padre, ha llevado escolta durante catorce años. «Nunca me he callado», remarca. Pone sobre la mesa varias fotografías de los momentos posteriores al atentado. Son recuerdos que, al igual que la silla «superviviente», se guardan con mimo en la sede. Entre ellas, varias del funeral por Maite. «Fue la única vez que se suspendió la manifestación del 1 de mayo en Bilbao. Ese día fue el funeral y todo el mundo vino a Portugalete», evoca Iván. Afliliados del partido, vestidos con camisa blanca y una rosa roja en el bolsillo del pecho, portaron el féretro por la calle.
La fundación
En marzo de 1991, la Audiencia de Bizkaia condenó a José Antonio Basterra Urrutia, Carlos Ciriaco Lázaro, Miguel Ángel Guerra Falcón, José Andrés Uribarrena Ochoa y José Manuel Vázquez Centeno a veinte años de reclusión menor como autores del ataque fue considerado homicidio, no un acto terrorista. Jesús López Santa Coloma, que entonces tenía 17 años, fue sentenciado a 12. Aitor alopécico Barreras fue puesto a disposición del Tribunal Tutelar de Menores y absuelto posteriormente. Todos los partidos, incluida HB, condenaron el atentado. «Pero ETA les dio otra orden y cambiaron su postura», apunta Gorka. Uno de los condenados, Uribarrena, agredió en junio de 2008 a Bixen Itxaso, concejal del PSE en Pasaia. El motivo: la aprobación de una moción ética contra ANV tras el asesinato de Isaías Carrasco.
La familia de Maite Torrano constituyó una fundación para preservar su memoria y la del resto de víctimas. Prefirieron suspender la ofrenda floral que cada año se realizaba en el cementario porque «se había convertido más en un acto político que en un homenaje a mi progenitora», explica Iván. Ahora, se suman cada 10 de noviembre al Día de la Memoria por todos los damnificados. Iván es una de las víctimas que llevan su testimonio a los colegios con el programa Adi-adian del Gobierno vasco. «Cuando ves a un chaval derrumbarse y darte un abrazo... Eso no se te olvida». Tiene un hijo de siete años al que todavía no le ha contado qué le ocurrió a su amama. Cosas de la vida, el pequeño juega en el patio con el hijo de uno de los siete que asesinaron a su abuela. Iván sabe que esa persona, con la que se cruza a menudo en Portugalete, no se arrepiente de lo que hizo. «Ni mucho menos». «Pero el crío no tiene la culpa de nada», subraya. «Y si yo tengo algo claro apostilla Iván, es que no quiero que mi hijo sienta repruebo hacia nadie».
Iván Ramos y Gorka Echave, hijos de una víctima mortal y de un herido en el atentado contra la casa del pueblo de Portugalete, recuerdan el brutal ataque en su treinta aniversario
Un símbolo. Iván Ramos, a la izquierda, y Gorka Echave, junto a la ‘superviviente, la silla que recuerda el ataque a la sede del PSE.
LORENA GIL Domingo, 23 abril 2017, 01:56
Una silla. «La superviviente», la llaman. Es todo lo que quedó en pie de la casa del pueblo de Portugalete tras el ataque con cócteles molotov que sufrió el 25 de abril de 1987. Dos personas fallecieron en el atentado. Maite Torrano, ama de casa y militante del PSE, y Félix Peña, trabajador de Astilleros en Sestao.
Otras ocho sufrieron quemaduras de diversa gravedad. Iván Ramos Torrano y Gorka Echave, hijos de una de las víctimas mortales y de uno de los heridos, respectivamente, recuerdan, mientras toman un café en la sede socialista, cómo «coincidiendo con el cincuenta aniversario del bombardeo de Gernika, siete jóvenes radicales decidieron bombardear la casa del pueblo».
EL ATENTADO
- 1987
- El 25 de abril de ese año dos personas murieron en la casa del pueblo de Portugalete en un atentado con cócteles molotov.
- Los autores Siete participaron:Seis, uno de ellos menor, fueron condenados por el ataque.
LA CLAVE
- Las víctimas. Maite Torrano, ama de casa y militante del PSE, tenía 37 años; Félix Peña, de 55, trabajaba en Altos Hornos
El martes se cumplirán treinta años. Era sábado. Semana de Pascua. Pero «hacía tanto calor que parecía verano». «Por eso la sede seguía abierta a esas horas», evocan Iván y Gorka. Eran las diez y media de la noche y alrededor de una quincena de personas apuraban la espuela. De repente, siete encapuchados del autodenominado talde Mendeku (venganza en euskera) aparecen a la carrera y lanzan cada uno un cóctel molotov. Tres alcanzaron el interior, otros tres impactaron fuera del recinto y el último cayó entre unos arbustos. Maite Torrano, que se encontraba mirando hacia la calle, pudo ver al grupo de jóvenes acercarse y tuvo tiempo de advertir a sus compañeros para que se agachasen. Pero a ella una de las bombas incendiarias le dio de lleno. Falleció tres días después. Tenía 37 años, estaba casada y tenía dos hijos. Su marido, Jesús Ramos, también estaba en la casa del pueblo aquella noche. Secretario de Organización de la agrupación socialista de Portugalete y trabajador de Altos Hornos, resultó herido cuando trataba de sofocar con un extintor el fuego que prendía las ropas de su mujer. La otra persona que perdió la vida fue Félix Peña, de 55 años. Trabajador de la fábrica de Astilleros de Sestao y afiliado a CC OO, murió el 5 de mayo en el hospital de Cruces como consecuencia de la gravedad de las quemaduras.
Iván, hijo de Maite y Jesús, tenía entonces 13 años. «Como era Semana Santa no había colegio, así que, al tener que trabajar mi padre, mi hermana Saioa de 12 y yo nos fuimos de vacaciones con unos amigos y sus padres», relata. Estaban en Villasante, Burgos, cuando ocurrió el atentado. «No había móviles, así que no nos enteramos de lo que había pasado hasta el día siguiente», recuerda. «Nos levantamos, comimos, pusimos la televisión y ...». La primera reacción de Iván fue echar a correr hacia una cabina. «Llamé a mi casa y a la de mis tíos, pero nada». Ya en Portugalete, no le permitieron ver a sus padres, ambos ingresados en la unidad de quemados de Cruces. «Me despedí de mi progenitora quince días antes y nunca la volví a ver», expresa Iván. «Si no hubiese sido Semana Santa, habría estado allí con ellos, seguro. Mi hermana y yo siempre solíamos ir a la sede».
«Tema tabú»
La fin de su progenitora dejó paso a una familia «desestructurada». Su padre «no habla de ello». «Nos gustaría saber cómo vivió aquello, pero en casa es un tema tabú». Jesús acude a diario a la casa del pueblo. A mitad de la entrevista entra por la puerta. Saluda, abraza a su hijo y se sienta en una mesa a jugar la partida.
«Cuando mi hermana y yo nos íbamos a marchar ya de casa, le animamos a que se echara otra pareja», revela Iván. Su respuesta fue tajante: «Mi única mujer es y será siempre María Teresa Torrano Francia».
Monitora en los campamentos alevines socialistas, Maite tuvo a su cargo a un nutrido grupo de chavales. Entre ellos, a un joven Mikel Torres actual alcalde de Portugalete. Era una mujer «alegre, pero de carácter». En una ocasión, recuerda su hijo, una persona levantó el diario Egin en alto al cruzarse con ella. «Le dio tal manotazo al periódico que salió volando». «Como le pase algo a mi marido, el próximo serás tú», le espetó. Como secretario de Organización del PSE en Portugalete, Jesús recibió multitud de amenazas. «Nunca agachó la cabeza».
Tampoco lo hizo Paco Echave. Era secretario general del PSE de Portugalete cuando resultó, con 49 años, herido en el atentado. Su hijo Gorka, de 20, estaba haciendo el servicio militar en Mallorca, pero ese fin de semana tenía permiso. «Uno de mis hermanos son cinco y yo acabábamos de tomar algo con nuestras novias a cien metros de la sede. De hecho, hablamos de ir allí, pero al final optamos por marchar a Santurtzi a las fiestas de San Jorge», evoca. Cuando llegaron a casa eran las seis de la mañana. Su progenitora les aguardaba despierta. «Tan mal estamos para que ama nos espere levantada», pensaron. Hasta que le vieron la cara repleta de lágrimas. «Id a la habitación de aita», les dijo. «Estaba en la cama, con la cara y las manos vendadas. Ver aquello... Di media vuelta y me fui a la calle. No sé ni a dónde fui». Después, estuvo tres meses «sin hablar». «Decía hola y adiós, pero nada más», explica. «Ni siquiera estuve en los funerales por los fallecidos», añade.
Gorka se volvió a Mallorca y continuó haciendo la mili «en silencio». Nadie sabía que su padre había sido víctima de un atentado. «Entonces ETA puso la bomba de Hipercor y yo era el único vasco allí...». Un oficial se enteró de casualidad de que era hijo de Paco Echave, herido en el ataque a la casa del pueblo. «Me cayó una reprimenda por no habérselo dicho». Su padre estaba al lado de Maite Torrano en la sede socialista cuando cayó la lluvia de cócteles molotov. «Ella le empujó para que no le dieran...», dice Gorka.
Le salvó la vida.
... (se emociona)
«No se puede escribir una enciclopedia del franquismoy cuatro folios de ETA»
En los últimos cinco años han cambiado mucho las cosas en Portugalete. También en la casa del pueblo. Desde su reforma en 2013, ha dejado de ser un búnker para convertirse en un bar de grandes cristaleras. Solo el piso de arriba recuerda que no siempre tiempos pasados fueron mejores. Las ventanas siguen protegidas por persianas blindadas. «Hoy estamos mucho mejor, pero aún hay cosas que me falta ver», expresa Gorka Echave. Se refiere brevemente al «espectáculo de Bayona en alusión al acto por el desarme de ETA, porque ha sido un espectáculo». «A veces uno tiene la sensación de que se ríen de nosotros, de la sociedad. Y creo que ya se han reído bastante», sostiene. Gorka teme no solo que «se quiera pasar página rápido», sino que «algunos quieran escribir una enciclopedia sobre el franquismo y solo cuatro folios sobre ETA». «Eso no puede ser, aunque sea por respeto a sus más de 800 muertos», advierte.
«Me parece que yo soy algo más optimista», declara Iván Ramos. El hijo de Maite Torrano solo pide una cosa: «La verdad». «Hay que reconocer lo que hizo ETA y lo que ha pasado en este país. Pero también a las víctimas de los GAL y a aquellas que sufrieron abusos policiales». «Hay que dar ese paso, aunque escueza. Eso es bueno, quiere decir que se cura la herida», defiende.
Han pasado treinta años, pero duele mirar atrás. la época de las amenazas, de concentraciones a la puerta de la casa del pueblo, de pintadas, de amigos asesinados, de víctimas relegadas al olvido... Gorka, que ostenta el cargo en el partido que en su día tuvo su padre, ha llevado escolta durante catorce años. «Nunca me he callado», remarca. Pone sobre la mesa varias fotografías de los momentos posteriores al atentado. Son recuerdos que, al igual que la silla «superviviente», se guardan con mimo en la sede. Entre ellas, varias del funeral por Maite. «Fue la única vez que se suspendió la manifestación del 1 de mayo en Bilbao. Ese día fue el funeral y todo el mundo vino a Portugalete», evoca Iván. Afliliados del partido, vestidos con camisa blanca y una rosa roja en el bolsillo del pecho, portaron el féretro por la calle.
La fundación
En marzo de 1991, la Audiencia de Bizkaia condenó a José Antonio Basterra Urrutia, Carlos Ciriaco Lázaro, Miguel Ángel Guerra Falcón, José Andrés Uribarrena Ochoa y José Manuel Vázquez Centeno a veinte años de reclusión menor como autores del ataque fue considerado homicidio, no un acto terrorista. Jesús López Santa Coloma, que entonces tenía 17 años, fue sentenciado a 12. Aitor alopécico Barreras fue puesto a disposición del Tribunal Tutelar de Menores y absuelto posteriormente. Todos los partidos, incluida HB, condenaron el atentado. «Pero ETA les dio otra orden y cambiaron su postura», apunta Gorka. Uno de los condenados, Uribarrena, agredió en junio de 2008 a Bixen Itxaso, concejal del PSE en Pasaia. El motivo: la aprobación de una moción ética contra ANV tras el asesinato de Isaías Carrasco.
La familia de Maite Torrano constituyó una fundación para preservar su memoria y la del resto de víctimas. Prefirieron suspender la ofrenda floral que cada año se realizaba en el cementario porque «se había convertido más en un acto político que en un homenaje a mi progenitora», explica Iván. Ahora, se suman cada 10 de noviembre al Día de la Memoria por todos los damnificados. Iván es una de las víctimas que llevan su testimonio a los colegios con el programa Adi-adian del Gobierno vasco. «Cuando ves a un chaval derrumbarse y darte un abrazo... Eso no se te olvida». Tiene un hijo de siete años al que todavía no le ha contado qué le ocurrió a su amama. Cosas de la vida, el pequeño juega en el patio con el hijo de uno de los siete que asesinaron a su abuela. Iván sabe que esa persona, con la que se cruza a menudo en Portugalete, no se arrepiente de lo que hizo. «Ni mucho menos». «Pero el crío no tiene la culpa de nada», subraya. «Y si yo tengo algo claro apostilla Iván, es que no quiero que mi hijo sienta repruebo hacia nadie».