Gorroto
Madmaxista
La "guerra de las naciones", o "guerras de vicuñas y vascongados", o "Conflictos del Potosi" fue un enconado conflicto bélico que enfrento a los vascos con los españoles/castellanos durante el siglo XVII en el área de la ciudad de Potosi, por aquel entonces Villa Imperial de Potosi (Alto Peru, en el Virreinato del Peru, actual Bolivia) y que acabó extendiéndose a otras poblaciones.
Son sucesos olvidados por la historiografia oficial española, que han tratado de manera muy superficial estos hechos reduciéndolos a una simple “lucha de clases”, no asi por los historiadores latinoamericanos y vascos, que han realizado numerosos estudios al respecto y han profundidado en las verdaderas razones asi como en las consecuencias posteriores que tuvo para la historia latinoamericana. Paso a relatar de manera breve los sucesos.
Preludio de los acontecimientos:
La Villa de Potosi fue fundada en el año de 1545 en torno a las riquezas minerales del mitico Sumaq Orco, o “Cerro Rico”, un enorme deposito natural de plata y estaño. Para el inicio del XVII Potosi era un hervidero de gente, con una enorme población cuya economía giraba en torno a la explotación minera.
Los vascos, en aquella época conocidos como “vizcaínos”, “vascongados”, “vascuences” constituían un grupo minoritario entre la población, pero se habían establecido desde la fundación de la villa y constituían un importante lobby. Controlaban la mayor parte de los “ingenios” de plata, la extracción, la fundición asi como el comercio del mineral. La principal razón de este hecho era la de contar con una antiquísima tradición ferrona, asi como ser expertos en la extracción de minerales.
Sociologicamente constituían un grupo muy cohesionado, muy diferenciado étnica y culturalmente, conservaban su lengua que era la que utilizaban entre ellos, y eran vistos con gran desconfianza por el resto de la población, pues bajo el término de vizcaínos se incluían a numerosos vascos del otro lado de la frontera que a ojos de los españoles eran extranjeros. Ademas habían accedido al gobierno local, a la administración local e incluso colonial, que controlaban y usaban en su propio beneficio, contando con la protección de la Corona Española y el Virrey, que veían con muy buenos ojos que los vascos explotaran las minas.
Por otra parte eran muy raros los matrimonios entre miembros de diferentes comunidades, los vascos conservaban celosamente sus costumbres y además conservaban una importante relación con sus provincias de origen, las provincias vasco navarras con las que mantenían una importante correspondencia aun conservada, provincias forales o exentas, que eran las que intercedían ante el propio Rey de España para defender los intereses de los vascos en las colonias.
Los vascos tenían fama de trabajadores y emprendedores, gozaban de un alto estatus económico y social, y pecaban de una excesiva soberbia y orgullo, todo ello propiciando un repruebo, envidia y rencor entre el resto de la población que los veía como vulgares “mercachifles”, que era como en la época se denominaba a aquellos que se dedicaban en cuerpo y alma al comercio, a los negocios y al “vil metal” y lo que en el fondo del asunto se vislumbra es una diferente escala de valores y “honor” cuestión que en la época tenia gran importancia.
Pero a los vascos poco o nada les importaba la opinión del resto, y ya lo decía Domingo de Berasategi, líder de los vascongados “ Yo no he venido a las indias a buscar honra, harta la tenemos los vizcaínos, sino a buscar dineros, que es la honra que queremos”.
Ademas de los vascos, el nombre de Potosi y sus riquezas había atraído a un gran numero de aventureros, antiguos soldados sin ocupación alguna ahora que la tierra estaba sometida y había concluido la etapa de los descubrimientos, a una gran cantidad de vagos, picaros, truhanes y buscavidas, numerosos frailes siempre azuzando a la revuelta, y gran cantidad de espadachines y mercenarios que vagabundeaban por las calles potosinas.
Veian con profundo desprecio a los vascos, que trabajaban sus minas, se enriquecían, consideraban medio extranjeros, y además contaban con el apoyo de la Corona, controlaban el poder, además los despreciaban y se mostraban ante ellos orgullosos y soberbios, estaban expoliando los recursos, no tenían a sus ojos honra alguna y hablaban otra lengua y el castellano muchos lo desconocían o lo hablaban a la “vizcaína”.
Se sentían excluidos de las riquezas, ellos que se consideraban buenos españoles, y además veian a los vascos actuar con absoluta impunidad. Decía un dicho de la época “no hay justicia que ose nada contra los vascongados ni castellano que se atreviese a sacar espada contra vizcaino sino con muy gran riesgo”
A ellos se sumaron los mestizos y criollos, que tb se sentían menospreciados por los vascos, a los que consideraban unos arrogantes que les explotaban en el trabajo de sus minas, y que además eran tratados con suma rudeza, por unos vascos no muy habladores, y a los que veian como rudos hombretones de malas maneras y modales.
Organización de los vascos en el siglo XVII:
En la Monarquía española, a la identidad/etnicidad y especifidad vasca no correspondía ninguna institución política que los aunara, pero en la diáspora los emigrantes vascos fundaron en todo el imperio cofradías y congregaciones, con frecuencia dedicadas a la virgen de Aránzazu, para dar a su identidad discursiva un sustento legal. La más antigua de estas congregaciones fue la de Sevilla, que data de 1540. En Potosí, la capilla de Nuestra Señora de Aránzazu, según un documento posterior, se fundó en 1589, y en 1601 los vascos de la villa se reunieron formalmente en una hermandad. La base de la hermandad limense se sentó con la adquisición de una capilla en 1612, y su constitución se aprobó en 1635. La constitución de la hermandad en México data de 1681. En Cádiz, los vascos se agruparon en la cofradía del Santísimo Cristo de la Humildad y Paciencia, desde 1626, y, en 1684, en Madrid, se fundó una congregación de San Ignacio de Loyola.
Las hermandades constituían autenticos órganos de Gobierno autónomos, que defendían los intereses vascongados, a los que en aquella época también se conocía como “nación vascongada”. Estas y otras razones fueron las que provocaron la posterior guerra.
Escudos Hermandad vasca en la antigua Catedral de Cadiz
Capilla de Aranzazu, Potosi:
(CONTINUA)
Son sucesos olvidados por la historiografia oficial española, que han tratado de manera muy superficial estos hechos reduciéndolos a una simple “lucha de clases”, no asi por los historiadores latinoamericanos y vascos, que han realizado numerosos estudios al respecto y han profundidado en las verdaderas razones asi como en las consecuencias posteriores que tuvo para la historia latinoamericana. Paso a relatar de manera breve los sucesos.
Preludio de los acontecimientos:
La Villa de Potosi fue fundada en el año de 1545 en torno a las riquezas minerales del mitico Sumaq Orco, o “Cerro Rico”, un enorme deposito natural de plata y estaño. Para el inicio del XVII Potosi era un hervidero de gente, con una enorme población cuya economía giraba en torno a la explotación minera.
Los vascos, en aquella época conocidos como “vizcaínos”, “vascongados”, “vascuences” constituían un grupo minoritario entre la población, pero se habían establecido desde la fundación de la villa y constituían un importante lobby. Controlaban la mayor parte de los “ingenios” de plata, la extracción, la fundición asi como el comercio del mineral. La principal razón de este hecho era la de contar con una antiquísima tradición ferrona, asi como ser expertos en la extracción de minerales.
Sociologicamente constituían un grupo muy cohesionado, muy diferenciado étnica y culturalmente, conservaban su lengua que era la que utilizaban entre ellos, y eran vistos con gran desconfianza por el resto de la población, pues bajo el término de vizcaínos se incluían a numerosos vascos del otro lado de la frontera que a ojos de los españoles eran extranjeros. Ademas habían accedido al gobierno local, a la administración local e incluso colonial, que controlaban y usaban en su propio beneficio, contando con la protección de la Corona Española y el Virrey, que veían con muy buenos ojos que los vascos explotaran las minas.
Por otra parte eran muy raros los matrimonios entre miembros de diferentes comunidades, los vascos conservaban celosamente sus costumbres y además conservaban una importante relación con sus provincias de origen, las provincias vasco navarras con las que mantenían una importante correspondencia aun conservada, provincias forales o exentas, que eran las que intercedían ante el propio Rey de España para defender los intereses de los vascos en las colonias.
Los vascos tenían fama de trabajadores y emprendedores, gozaban de un alto estatus económico y social, y pecaban de una excesiva soberbia y orgullo, todo ello propiciando un repruebo, envidia y rencor entre el resto de la población que los veía como vulgares “mercachifles”, que era como en la época se denominaba a aquellos que se dedicaban en cuerpo y alma al comercio, a los negocios y al “vil metal” y lo que en el fondo del asunto se vislumbra es una diferente escala de valores y “honor” cuestión que en la época tenia gran importancia.
Pero a los vascos poco o nada les importaba la opinión del resto, y ya lo decía Domingo de Berasategi, líder de los vascongados “ Yo no he venido a las indias a buscar honra, harta la tenemos los vizcaínos, sino a buscar dineros, que es la honra que queremos”.
Ademas de los vascos, el nombre de Potosi y sus riquezas había atraído a un gran numero de aventureros, antiguos soldados sin ocupación alguna ahora que la tierra estaba sometida y había concluido la etapa de los descubrimientos, a una gran cantidad de vagos, picaros, truhanes y buscavidas, numerosos frailes siempre azuzando a la revuelta, y gran cantidad de espadachines y mercenarios que vagabundeaban por las calles potosinas.
Veian con profundo desprecio a los vascos, que trabajaban sus minas, se enriquecían, consideraban medio extranjeros, y además contaban con el apoyo de la Corona, controlaban el poder, además los despreciaban y se mostraban ante ellos orgullosos y soberbios, estaban expoliando los recursos, no tenían a sus ojos honra alguna y hablaban otra lengua y el castellano muchos lo desconocían o lo hablaban a la “vizcaína”.
Se sentían excluidos de las riquezas, ellos que se consideraban buenos españoles, y además veian a los vascos actuar con absoluta impunidad. Decía un dicho de la época “no hay justicia que ose nada contra los vascongados ni castellano que se atreviese a sacar espada contra vizcaino sino con muy gran riesgo”
A ellos se sumaron los mestizos y criollos, que tb se sentían menospreciados por los vascos, a los que consideraban unos arrogantes que les explotaban en el trabajo de sus minas, y que además eran tratados con suma rudeza, por unos vascos no muy habladores, y a los que veian como rudos hombretones de malas maneras y modales.
Organización de los vascos en el siglo XVII:
En la Monarquía española, a la identidad/etnicidad y especifidad vasca no correspondía ninguna institución política que los aunara, pero en la diáspora los emigrantes vascos fundaron en todo el imperio cofradías y congregaciones, con frecuencia dedicadas a la virgen de Aránzazu, para dar a su identidad discursiva un sustento legal. La más antigua de estas congregaciones fue la de Sevilla, que data de 1540. En Potosí, la capilla de Nuestra Señora de Aránzazu, según un documento posterior, se fundó en 1589, y en 1601 los vascos de la villa se reunieron formalmente en una hermandad. La base de la hermandad limense se sentó con la adquisición de una capilla en 1612, y su constitución se aprobó en 1635. La constitución de la hermandad en México data de 1681. En Cádiz, los vascos se agruparon en la cofradía del Santísimo Cristo de la Humildad y Paciencia, desde 1626, y, en 1684, en Madrid, se fundó una congregación de San Ignacio de Loyola.
Las hermandades constituían autenticos órganos de Gobierno autónomos, que defendían los intereses vascongados, a los que en aquella época también se conocía como “nación vascongada”. Estas y otras razones fueron las que provocaron la posterior guerra.
Escudos Hermandad vasca en la antigua Catedral de Cadiz
Capilla de Aranzazu, Potosi:
(CONTINUA)
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