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Nuevas acusaciones de canibalismo en Corea del Norte
Padres que se comen a sus hijos o abuelos que desentierran a nietos para alimentarse con sus cadáveres en nuevos informes contra Pyongyang en medio de la tensión con Corea del Sur
Internacional | 28/01/2013 - 08:15h
Barcelona (Redacción).- Canibalismo en Corea del Norte. La acusación no es nueva - ha sido denunciado en el pasado por diarios surcoreanos o por organizaciones como Médicos sin fronteras- pero esta vez las informaciones proceden de los propios norcoreanos.
Testimonios directos publicados por la agencia Asia Press, con sede en Osaka, Japón, y que han sido publicados por The Sunday Times, hablan de casos dramáticos de extrema hambruna entre la población de Corea del Norte. La agencia que publica esta información asegura que la información obtenida es 100% creíble.
Uno de los informantes explica que un hombre ha sido ejecutado por el régimen de Pyongyang después de asesinar a sus hijos para comérselos. Otros reportes hablan de un varón que desenterró el cadáver de su nieto para comer y de otro que hirvió a su hija para ingerir su carne.
Según el informe publicado, el "hambre oculta" en las provincias agrícolas de Hwanghae ha apiolado a 10.000 personas y se teme que el canibalismo se extienda por todo el país.
Estas nuevas informaciones llegan en medio de las tensiones entre Corea del Norte y Corea del Sur acerca de las pruebas con misiles. La semana pasada Pyongyang amenazó con tomar "medidas físicas" de respuesta contra Seúl si participaba directamente en las sanciones dictadas por el Consejo de Seguridad de la ONU contra el país comunista por el reciente lanzamiento de un cohete de largo alcance.
Las sanciones "significan una declaración de guerra contra nosotros", indicó en un comunicado divulgado por la agencia estatal KCNA el Comité para la Reunificación Pacífica de la Patria norcoreano, que acusa al Sur de haber instigado la última resolución de la ONU contra el país vecino.
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Las cafeterías de China sirvieron carne humana durante la Revolución Cultural
Un libro documenta nuevos casos de canibalismo en tiempos de Mao
Reuters Nueva York 7 SEP 1994
Algunas cafeterías del Gobierno chino sirvieron carne humana durante la Revolución Cultural (1966-1976) después de que los dirigentes del Partido Comunista Chino lanzaran la consigna de "comerse a las clases enemigas", según el libro China wakes (China despierta), publicado el lunes en Estados Unidos por el matrimonio formado por Nicholas Kristof y Sheryl Wu Dum. Ambos periodistas fueron corresponsales en Pekín del diario estadounidense The New York Times entre 1983 y 1993 y ganaron un premio Pulitzer por sus informaciones sobre la matanza de la plaza de Tiananmen (1989).Los editores del libro, Times Books, aseguran que los documentos secretos manejados por los autores reflejan que "el mayor episodio contemporáneo de canibalismo" se produjo en el sur de China, especialmente a lo largo de 1967. En el texto se afirma también que en las cafeterías estatales donde se sirvió carne humana se llegaron a exhibir cadáveres colgados de ganchos.
"En algunos institutos, los estudiantes descuartizaron y asaron a sus profesores y directores en el patio del centro escolar y celebraron su triunfo sobre los contrarrevolucionarios con un banquete de carne humana", relatan los autores del libro.
"La primera persona que desolló al director de un instituto fue la antigua novia del hijo de la víctima; la muchacha quiso expresar así que no simpatizaba con el director y que era más roja que nadie", se asegura también en la publicación.
Las autoridades chinas se han negado a confirmar la existencia de canibalismo durante la Revolución Cultural, que fue denunciada por primera vez por el disidente Zheng Yi después de abandonar el país en 1992. Zheng, que permaneció escondido desde la matanza de Tiananmen hasta que pudo huir en bote a Hong Kong, aseguré que en la región autónoma de Guiangxi, al sur de China, "algunos dirigentes comunistas incitaron a sus seguidores a apiolar a sus enemigos de clase y a comerse su carne públicamente".
Cientos de miles de personas fueron asesinadas durante la antiderechista Revolución Cultural, ordenada por el presidente Mao Zedong. En los años siguientes a la "década de la gran confusión", como las autoridades de Pekín llaman ahora a ese periodo de la historia del país, la prensa china publicó horrorosos informes sobre los abusos y torturas infligidos por los radicales guardias gente de izquierdas a sus oponentes políticos.
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Camboya
Testimonios de degollamientos y canibalismo en juicio a los Jemeres gente de izquierdas
Publicado el Miércoles 21 enero de 2015 , 12:28pm
Un superviviente del régimen de los Jemeres gente de izquierdas en Camboya relató este miércoles las atrocidades vividas por los detenidos durante su cautiverio, desde degollamientos hasta actos de canibalismo, en una nueva sesión del proceso contra dos altos responsables del régimen de Pol Pot.
Tanto Nuon Chea, ideólogo del régimen, de 88 años, como el exjefe de Estado Khiey Samphan, de 83, están acusados de “genocidio”. El juicio contra quienes son los dos dirigentes de mayor rango del régimen aún vivos pudo ser retomado tras varios aplazamientos provocados por el boicot de la defensa, y por la hospitalización de Samphan.
El primer testigo de la acusación, Meas Sokha, contó que había visto cientos de detenidos asesinados por los guardias de los Jemeres gente de izquierdas durante sus dos años y medio en la guandoca de Kraing Ta Chan, en la provincia de Takeo. Su padre y varios de sus hermanos murieron en ella.
Estando a cargo del pastoreo de las vacas, “pude ver cómo los prisioneros morían, la mayoría con la garganta cortada”, relató este hombre de 55 años. En esos momentos, pasaban música por los altavoces, “para tapar los ruidos” provocados por los asesinatos, añadió frente al tribunal excepcional que, auspiciado por la ONU, juzga este caso. Los niños pequeños eran lanzados contra los árboles antes de tirarlos en fosas comunes, explicó.
Sokha también aseguró que los oficiales de los Jemeres se comían las vesículas biliares de los prisioneros, una vez secadas al sol. El relato coincide con el de otros testigos, que ya mencionaron hígados extirpados a los prisioneros y consumidos por los oficiales del régimen. “Cuando había ejecuciones, los guardias bebían vino comiendo vesículas”, explicó.
Khieu Samphan asistió al inicio de la audiencia antes de solicitar seguirla desde su celda a través de una pantalla, aduciendo debilidad, al igual que Nuon Chea. El juicio fue suspendido por la tarde y será retomado este jueves por la mañana.
Este segundo proceso se ha dedicado al genocidio de vietnamitas y de la minoría fiel a la religión del amora de los Chams, a los matrimonios forzados y las violaciones maritales, y a los crímenes cometidos en varios campos de trabajo y prisiones. Ambos dirigentes ya fueron condenados a cadena perpetua en agosto de 2014 por crímenes contra la humanidad por un tribunal de Phnom Penh.
Paralelamente, se había abierto un segundo proceso en julio, que fue fragmentado en distintos juicios para acelerar el procedimiento y llegar a un veredicto antes de que los acusados fallezcan debido a su avanzada edad.
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Nazino, el canibalismo inducido por Stalin
La tragedia de Nazino, la isla de los caníbales, es una muestra más de la aberración jovenlandesal a la que llegó el comunismo en la Unión Soviética. Allí, en mayo de 1933 fueron abandonados a su suerte 322 mujeres y 5.783 hombres calificados por el régimen soviético como “elementos obsoletos, desclasados y socialmente dañinos”. Aunque eran en realidad ciudadanos rusos de las ciudades de Moscú y Leningrado que habían sido detenidos por la policía soviética por no llevar encima sus pasaportes interiores.
Los pasaportes interiores fueron documentos creados en 1932 por el Gobierno de Stalin para controlar el traslado de los ciudadanos de la URSS entre diferentes localidades del país. En tan solo cinco meses se rechazó la solicitud de pasaporte interno de 90.000 personas y fueron detenidas por la policía.
En aquellos momentos, el régimen soviético en la URSS mantenía una población presa de entre 2 y 3 millones de personas y el jefe de la terrible policía secreta, la OGPU, Genrikh Yagoda y el de la GULAG, Matvei Berman, idearon un plan de deportaciones masivas para “liberar espacio en las prisiones urbanas”. El objetivo era encontrar “acomodo” a dos millones de presos.
Dentro de este plan se decidió el envío de miles de personas a la isla de Nazino, a ochenta kilómetros de Tomsk. El traslado se hizo en tren desde las prisiones de origen hasta la ciudad de Tomsk. En algunos casos fueron cinco días de viaje, sin parar y sin dejar a los reclusos abandonar los vagones de ganado en los que eran trasportados. Cuando se abrieron las puertas, en el primer tren en el que se apilaban más de 1.500 personas, había algo más de 100 muertos.
Una vez reunidas las víctimas, fueron embarcadas en tres barcazas de tras*porte de troncos y enviados a la isla, donde el 18 de mayo desembarcaron 322 mujeres, 4.556 hombres y 27 cadáveres. Al día siguiente hubo que enterrar a 295 personas y otras 70 tres días después. Además, las barcazas desembarcaron a otros 1.200 presos el 27 de mayo.
Todo este contingente de represaliados solamente contaba con 250 gramos de trigo diario para comer, pero no se les suministró ni agua ni aparatos de cocinar. Sobrevivieron inicialmente mezclando la harina con agua del río, en una zona pantanosa, lo que provocó una epidemia de disentería.
Los vigilantes de la isla –dos comandantes y 50 guardias- racionaron la comida y tuvieron que disparar en numerosas ocasiones contra los reclusos que intentaban, llevados por la inanición, apoderarse de más raciones de las que tenían asignadas.
En los primeros días de julio aparecieron por el río otras barcazas. Los guardias y los reclusos que todavía quedaban vivos creyeron que venían víveres, pero al llegar las embarcaciones a las proximidades, lo que desembarcó fue otro contingente de más de 4.000 nuevos presos.
Cuando los víveres se acabaron, los guardias se retiraron a la zona de la isla en la que se habían construido su pequeño fuerte, mientras que los reclusos empezaron a practicar el canibalismo como única forma de no morir de hambre.
La situación que se vivía en la isla llegó a oídos de la población rusa gracias a los tripulantes de las barcazas, que contaron lo que habían visto. Un periodista, Vassilii Arsenievich, realizó un informe que llegó a manos de Stalin, quien se limitó a cambiar el cuerpo de guardia y dejó a los presos en la misma situación de desamparo en la que se encontraban.
Unos meses después, de los miles de personas que fueron arrojadas a la isla de Nazino, quedaban con vida menos de 2.000, de las que solamente estaban en condiciones de valerse por sí mismos unos 200.
Un año después de ese calvario, se decretó su envío a otras prisiones, y la mayoría de ellos, ante su pésimo estado de salud fueron liberados. Eso sí, se les prohibió volver a sus casas y se les confinó en lugares apartados de las grandes ciudades donde se les dejó morir.
Toda la desgraciada historia de la isla de los caníbales fue sepultada y silenciada por el régimen hasta que en 1988, gracias a la política de tras*parencia de la Glasnost, el grupo de investigación Memorial 2.0 lo sacó a la luz. En 2006, se publicó una monografía sobre estos hechos.
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Ucrania, el genocidio de Stalin
hermann tertsch / madrid
Día 10/03/2014 - 10.25h
El dictador soviético asesinó entre 1932 y 1933 a 7 millones de ucranianos, algo que ni Hitler logró.
A la ciudadanía europea, como a sus Gobiernos, le cogió muy por sorpresa la virulenta reacción de un amplio sector de la sociedad ucraniana ante la noticia de que su presidente Viktor Yanukóvich había decidido renunciar a un acuerdo de asociación con la Unión Europea. Les sorprendió más que el hecho en sí, los indicios de que el presidente ruso, Vladímir pilinguin, iba a convencer al presidente ucraniano para unirse a sus planes.
Desde hace ya muchos años habla pilinguin de la necesidad de buscar unas estructuras que sustituyan a la Unión Soviética, cuya desaparición él ha declarado la mayor desgracia del siglo XX. Peor que el Holocausto, peor que la oleada turística alemana de la U.R.S.S., peor que cualquier otra inmensa tragedia de un siglo XX cuajado de brutalidad y fin, es para el presidente pilinguin el final de la más larga dictadura soviética.
Él sabe de la historia de la Unión Soviética. Y cuando la reivindica lo hace consciente de que así lanza una nueva propuesta totalitaria. Su proyecto de Eurasia tiene un manto de federación voluntaria de Estados, todos ellos antiguas repúblicas soviéticas. En realidad es el diseño de un nuevo imperio con capital en Moscú, cuyas partes gobernadas por autócratas serían obedientes a Moscú. A cambio de protección frente al exterior y a sus propias poblaciones. Sería una alianza en contra de la occidentalización y del ideal de la sociedad abierta. Que no ha dejado de avanzar hacia el este desde 1989. Y que pone en peligro al propio pilinguin.
En esa alianza, dictadores corruptos, como el bielorruso Viktor Lukashenko o el kasajo Nursultán Nazarbáyev, ayudarían a pilinguin a mantener juntos una forma y estilo de Gobierno, peso común e influencia fuera y dentro, para imponer su orden y sus intereses, frente a Occidente y frente a China. Pieza clave era aquí por supuesto el ucraniano Viktor Yanukóvich.
Ni ciudadanía ni Gobiernos occidentales parecen conscientes de lo que suponía para los ucranianos que sus líderes anunciaran haber decidido no proseguir con la occidentalización y el acercamiento a Europa. Que anunciaran por el contrario la decisión de entregar parte de la soberanía nacional, existente desde hace dos décadas, a Moscú, a la metrópolis de la que llegó tantísimo mal y sufrimiento. Cuando se va a cumplir en tres años el centenario de la revolución bolchevique, Víktor Yanukóvich poco menos que anunciaba a su pueblo el retorno de la historia, de la peor, la más oscura, dramática y sangrienta historia. Que es una historia para el espanto. Para comenzar sería bueno que se recordara que Moscú logró que en apenas dos años, 1932 y 1933, murieran entre seis y siete millones de ucranianos. Los nazis alemanes no lo lograron en tan poco tiempo pese a su genocidio industrializado. Fue más expeditiva la requisa de todo el cereal a los campesinos ucranianos.
Con motivos ideológicos. Se trataba de imponer la colectivización de la agricultura a la que los campesinos del inmenso granero del imperio se habían resistido en la década anterior. Para ello lanzó Stalin una guerra contra los «kulakos», los campesinos propietarios, que en realidad fue contra toda la población real. La hambruna devastó a la población rural y se extendió a las ciudades. Mientras millones morían, la URSS exportaba trigo. E invitaba a intelectuales franceses o británicos que volvían a sus países elogiando la buena comida de que habían gozado en Ucrania durante una visita guisada por sus anfitriones soviéticos. El cónsul italiano en Járkov, Sergio Gradenigo veía algo más y escribía a Roma: «Cada vez hay más campesinos que fluyen a la ciudad porque no tienen esperanza de sobrevivir. Traen a los niños a los que dejan abandonados en la esperanza de que se salven y regresan a morir a sus aldeas. Se ha movilizado a los “dvorniki” (porteros) con bata blanca que patrullan la ciudad y colectan a los niños. Se llevan en camiones a la estación de mercancías de Severo Donetz. Allí se selecciona. A los no hinchados se les dirige a unas barracas en Golodnaya Gora donde, en hangares, sobre trabajo manual, agonizan cerca de 8.000 almas, sobre todo niños. Los hinchados son tras*portados en trenes de mercancías hasta el campo y abandonados a 50 o 60 kilómetros de la ciudad para que mueran sin que se les vea. A la llegada a los lugares de descarga se excavan grandes fosas y se echa a quienes llegan muertos».
Escenas similares se repitieron por toda la geografía ucraniana. El canibalismo llegó a ser común incluso en las familias. La policía política coincide con el cónsul en otra escena de Járkov. «Cada noche traen unos 250 cadáveres entre los que un número muy elevado no tiene hígado. Les ha sido quitado a través de un corte muy ancho. La policía acaba de atrapar a algunos “amputadores” que confiesan que con esa carne confeccionaban un sucedáneo de pirozki (empanadillas) que vendían inmediatamente en el mercado». En la primavera de 1934 las gentes morían en las calles a un ritmo que no daba tiempo a limpiarlas.
«Ucranofobia» de Stalin
El escritor Mijail Sojolov, célebre por la novela «El Don apacible» escribió dos cartas llenas de espanto a Stalin. En el que pedía, iluso, que interviniera contra las torturas que se aplicaban a los campesinos para que revelaran el escondite de grano. «Con el método del frío se desnuda al koljoziano y se le deja en un hangar. A menudo sufren desnudas brigadas enteras. El método del calor es rociar keroseno en los pies y las faldas de las koljosianas. Después se apaga y vuelta a empezar». Las deportaciones adquirieron dimensiones bíblicas. Centenares de miles de campesinos fueron deportados en programas de colonización a Siberia en muchos de los cuales la mortandad en el primer año superaba el 70%. Antes de la hambruna ya había quedado patente lo que Andrei Sajarov llamó la «ucraniofobia» de Stalin.
Las depuraciones en la intelectualidad sospechosa de nacionalismo habían diezmado las elites urbanas como preludio del horror. Todo esto fue cinco años antes del Gran Terror desatado por Stalin en toda la URSS. Con inmensos efectos en Ucrania. Y también habrían de llegar los decenas de capítulos de desvertebración de la sociedad ucraniana con fusilamientos masivos, como el de Katyn contra élite y oficialidad polaca. Y el acuerdo Hitler- Stalin de 1939 que supuso la anexión a la Ucrania soviética de parte de Polonia, trajo consigo la ejecución de decenas de miles de polacos pero también el exterminio sistemático de los restos de los sectores ucranianos formados.
Y después de Stalin se sucedieron cuarenta años de dictadura y silencio. Nadie podía esperar en Europa, en América o Rusia, que tras veinte años de independencia, los ucranianos ahora se resignaran a volver al redil de Moscú. No sin actos de desesperación y por encima de mucho cadáver. Que confirman al mundo que los planes de incorporar a Ucrania al proyecto de Eurasia de pilinguin, solo podrían lograrse con métodos muy similares a los aplicados por el Kremlin en los años treinta. Y eso hoy, queremos creer, es totalmente imposible.
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Nuevas acusaciones de canibalismo en Corea del Norte
Padres que se comen a sus hijos o abuelos que desentierran a nietos para alimentarse con sus cadáveres en nuevos informes contra Pyongyang en medio de la tensión con Corea del Sur
Internacional | 28/01/2013 - 08:15h
Barcelona (Redacción).- Canibalismo en Corea del Norte. La acusación no es nueva - ha sido denunciado en el pasado por diarios surcoreanos o por organizaciones como Médicos sin fronteras- pero esta vez las informaciones proceden de los propios norcoreanos.
Testimonios directos publicados por la agencia Asia Press, con sede en Osaka, Japón, y que han sido publicados por The Sunday Times, hablan de casos dramáticos de extrema hambruna entre la población de Corea del Norte. La agencia que publica esta información asegura que la información obtenida es 100% creíble.
Uno de los informantes explica que un hombre ha sido ejecutado por el régimen de Pyongyang después de asesinar a sus hijos para comérselos. Otros reportes hablan de un varón que desenterró el cadáver de su nieto para comer y de otro que hirvió a su hija para ingerir su carne.
Según el informe publicado, el "hambre oculta" en las provincias agrícolas de Hwanghae ha apiolado a 10.000 personas y se teme que el canibalismo se extienda por todo el país.
Estas nuevas informaciones llegan en medio de las tensiones entre Corea del Norte y Corea del Sur acerca de las pruebas con misiles. La semana pasada Pyongyang amenazó con tomar "medidas físicas" de respuesta contra Seúl si participaba directamente en las sanciones dictadas por el Consejo de Seguridad de la ONU contra el país comunista por el reciente lanzamiento de un cohete de largo alcance.
Las sanciones "significan una declaración de guerra contra nosotros", indicó en un comunicado divulgado por la agencia estatal KCNA el Comité para la Reunificación Pacífica de la Patria norcoreano, que acusa al Sur de haber instigado la última resolución de la ONU contra el país vecino.
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Las cafeterías de China sirvieron carne humana durante la Revolución Cultural
Un libro documenta nuevos casos de canibalismo en tiempos de Mao
Reuters Nueva York 7 SEP 1994
Algunas cafeterías del Gobierno chino sirvieron carne humana durante la Revolución Cultural (1966-1976) después de que los dirigentes del Partido Comunista Chino lanzaran la consigna de "comerse a las clases enemigas", según el libro China wakes (China despierta), publicado el lunes en Estados Unidos por el matrimonio formado por Nicholas Kristof y Sheryl Wu Dum. Ambos periodistas fueron corresponsales en Pekín del diario estadounidense The New York Times entre 1983 y 1993 y ganaron un premio Pulitzer por sus informaciones sobre la matanza de la plaza de Tiananmen (1989).Los editores del libro, Times Books, aseguran que los documentos secretos manejados por los autores reflejan que "el mayor episodio contemporáneo de canibalismo" se produjo en el sur de China, especialmente a lo largo de 1967. En el texto se afirma también que en las cafeterías estatales donde se sirvió carne humana se llegaron a exhibir cadáveres colgados de ganchos.
"En algunos institutos, los estudiantes descuartizaron y asaron a sus profesores y directores en el patio del centro escolar y celebraron su triunfo sobre los contrarrevolucionarios con un banquete de carne humana", relatan los autores del libro.
"La primera persona que desolló al director de un instituto fue la antigua novia del hijo de la víctima; la muchacha quiso expresar así que no simpatizaba con el director y que era más roja que nadie", se asegura también en la publicación.
Las autoridades chinas se han negado a confirmar la existencia de canibalismo durante la Revolución Cultural, que fue denunciada por primera vez por el disidente Zheng Yi después de abandonar el país en 1992. Zheng, que permaneció escondido desde la matanza de Tiananmen hasta que pudo huir en bote a Hong Kong, aseguré que en la región autónoma de Guiangxi, al sur de China, "algunos dirigentes comunistas incitaron a sus seguidores a apiolar a sus enemigos de clase y a comerse su carne públicamente".
Cientos de miles de personas fueron asesinadas durante la antiderechista Revolución Cultural, ordenada por el presidente Mao Zedong. En los años siguientes a la "década de la gran confusión", como las autoridades de Pekín llaman ahora a ese periodo de la historia del país, la prensa china publicó horrorosos informes sobre los abusos y torturas infligidos por los radicales guardias gente de izquierdas a sus oponentes políticos.
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Camboya
Testimonios de degollamientos y canibalismo en juicio a los Jemeres gente de izquierdas
Publicado el Miércoles 21 enero de 2015 , 12:28pm
Un superviviente del régimen de los Jemeres gente de izquierdas en Camboya relató este miércoles las atrocidades vividas por los detenidos durante su cautiverio, desde degollamientos hasta actos de canibalismo, en una nueva sesión del proceso contra dos altos responsables del régimen de Pol Pot.
Tanto Nuon Chea, ideólogo del régimen, de 88 años, como el exjefe de Estado Khiey Samphan, de 83, están acusados de “genocidio”. El juicio contra quienes son los dos dirigentes de mayor rango del régimen aún vivos pudo ser retomado tras varios aplazamientos provocados por el boicot de la defensa, y por la hospitalización de Samphan.
El primer testigo de la acusación, Meas Sokha, contó que había visto cientos de detenidos asesinados por los guardias de los Jemeres gente de izquierdas durante sus dos años y medio en la guandoca de Kraing Ta Chan, en la provincia de Takeo. Su padre y varios de sus hermanos murieron en ella.
Estando a cargo del pastoreo de las vacas, “pude ver cómo los prisioneros morían, la mayoría con la garganta cortada”, relató este hombre de 55 años. En esos momentos, pasaban música por los altavoces, “para tapar los ruidos” provocados por los asesinatos, añadió frente al tribunal excepcional que, auspiciado por la ONU, juzga este caso. Los niños pequeños eran lanzados contra los árboles antes de tirarlos en fosas comunes, explicó.
Sokha también aseguró que los oficiales de los Jemeres se comían las vesículas biliares de los prisioneros, una vez secadas al sol. El relato coincide con el de otros testigos, que ya mencionaron hígados extirpados a los prisioneros y consumidos por los oficiales del régimen. “Cuando había ejecuciones, los guardias bebían vino comiendo vesículas”, explicó.
Khieu Samphan asistió al inicio de la audiencia antes de solicitar seguirla desde su celda a través de una pantalla, aduciendo debilidad, al igual que Nuon Chea. El juicio fue suspendido por la tarde y será retomado este jueves por la mañana.
Este segundo proceso se ha dedicado al genocidio de vietnamitas y de la minoría fiel a la religión del amora de los Chams, a los matrimonios forzados y las violaciones maritales, y a los crímenes cometidos en varios campos de trabajo y prisiones. Ambos dirigentes ya fueron condenados a cadena perpetua en agosto de 2014 por crímenes contra la humanidad por un tribunal de Phnom Penh.
Paralelamente, se había abierto un segundo proceso en julio, que fue fragmentado en distintos juicios para acelerar el procedimiento y llegar a un veredicto antes de que los acusados fallezcan debido a su avanzada edad.
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Nazino, el canibalismo inducido por Stalin
La tragedia de Nazino, la isla de los caníbales, es una muestra más de la aberración jovenlandesal a la que llegó el comunismo en la Unión Soviética. Allí, en mayo de 1933 fueron abandonados a su suerte 322 mujeres y 5.783 hombres calificados por el régimen soviético como “elementos obsoletos, desclasados y socialmente dañinos”. Aunque eran en realidad ciudadanos rusos de las ciudades de Moscú y Leningrado que habían sido detenidos por la policía soviética por no llevar encima sus pasaportes interiores.
Los pasaportes interiores fueron documentos creados en 1932 por el Gobierno de Stalin para controlar el traslado de los ciudadanos de la URSS entre diferentes localidades del país. En tan solo cinco meses se rechazó la solicitud de pasaporte interno de 90.000 personas y fueron detenidas por la policía.
En aquellos momentos, el régimen soviético en la URSS mantenía una población presa de entre 2 y 3 millones de personas y el jefe de la terrible policía secreta, la OGPU, Genrikh Yagoda y el de la GULAG, Matvei Berman, idearon un plan de deportaciones masivas para “liberar espacio en las prisiones urbanas”. El objetivo era encontrar “acomodo” a dos millones de presos.
Dentro de este plan se decidió el envío de miles de personas a la isla de Nazino, a ochenta kilómetros de Tomsk. El traslado se hizo en tren desde las prisiones de origen hasta la ciudad de Tomsk. En algunos casos fueron cinco días de viaje, sin parar y sin dejar a los reclusos abandonar los vagones de ganado en los que eran trasportados. Cuando se abrieron las puertas, en el primer tren en el que se apilaban más de 1.500 personas, había algo más de 100 muertos.
Una vez reunidas las víctimas, fueron embarcadas en tres barcazas de tras*porte de troncos y enviados a la isla, donde el 18 de mayo desembarcaron 322 mujeres, 4.556 hombres y 27 cadáveres. Al día siguiente hubo que enterrar a 295 personas y otras 70 tres días después. Además, las barcazas desembarcaron a otros 1.200 presos el 27 de mayo.
Todo este contingente de represaliados solamente contaba con 250 gramos de trigo diario para comer, pero no se les suministró ni agua ni aparatos de cocinar. Sobrevivieron inicialmente mezclando la harina con agua del río, en una zona pantanosa, lo que provocó una epidemia de disentería.
Los vigilantes de la isla –dos comandantes y 50 guardias- racionaron la comida y tuvieron que disparar en numerosas ocasiones contra los reclusos que intentaban, llevados por la inanición, apoderarse de más raciones de las que tenían asignadas.
En los primeros días de julio aparecieron por el río otras barcazas. Los guardias y los reclusos que todavía quedaban vivos creyeron que venían víveres, pero al llegar las embarcaciones a las proximidades, lo que desembarcó fue otro contingente de más de 4.000 nuevos presos.
Cuando los víveres se acabaron, los guardias se retiraron a la zona de la isla en la que se habían construido su pequeño fuerte, mientras que los reclusos empezaron a practicar el canibalismo como única forma de no morir de hambre.
La situación que se vivía en la isla llegó a oídos de la población rusa gracias a los tripulantes de las barcazas, que contaron lo que habían visto. Un periodista, Vassilii Arsenievich, realizó un informe que llegó a manos de Stalin, quien se limitó a cambiar el cuerpo de guardia y dejó a los presos en la misma situación de desamparo en la que se encontraban.
Unos meses después, de los miles de personas que fueron arrojadas a la isla de Nazino, quedaban con vida menos de 2.000, de las que solamente estaban en condiciones de valerse por sí mismos unos 200.
Un año después de ese calvario, se decretó su envío a otras prisiones, y la mayoría de ellos, ante su pésimo estado de salud fueron liberados. Eso sí, se les prohibió volver a sus casas y se les confinó en lugares apartados de las grandes ciudades donde se les dejó morir.
Toda la desgraciada historia de la isla de los caníbales fue sepultada y silenciada por el régimen hasta que en 1988, gracias a la política de tras*parencia de la Glasnost, el grupo de investigación Memorial 2.0 lo sacó a la luz. En 2006, se publicó una monografía sobre estos hechos.
5
Ucrania, el genocidio de Stalin
hermann tertsch / madrid
Día 10/03/2014 - 10.25h
El dictador soviético asesinó entre 1932 y 1933 a 7 millones de ucranianos, algo que ni Hitler logró.
A la ciudadanía europea, como a sus Gobiernos, le cogió muy por sorpresa la virulenta reacción de un amplio sector de la sociedad ucraniana ante la noticia de que su presidente Viktor Yanukóvich había decidido renunciar a un acuerdo de asociación con la Unión Europea. Les sorprendió más que el hecho en sí, los indicios de que el presidente ruso, Vladímir pilinguin, iba a convencer al presidente ucraniano para unirse a sus planes.
Desde hace ya muchos años habla pilinguin de la necesidad de buscar unas estructuras que sustituyan a la Unión Soviética, cuya desaparición él ha declarado la mayor desgracia del siglo XX. Peor que el Holocausto, peor que la oleada turística alemana de la U.R.S.S., peor que cualquier otra inmensa tragedia de un siglo XX cuajado de brutalidad y fin, es para el presidente pilinguin el final de la más larga dictadura soviética.
Él sabe de la historia de la Unión Soviética. Y cuando la reivindica lo hace consciente de que así lanza una nueva propuesta totalitaria. Su proyecto de Eurasia tiene un manto de federación voluntaria de Estados, todos ellos antiguas repúblicas soviéticas. En realidad es el diseño de un nuevo imperio con capital en Moscú, cuyas partes gobernadas por autócratas serían obedientes a Moscú. A cambio de protección frente al exterior y a sus propias poblaciones. Sería una alianza en contra de la occidentalización y del ideal de la sociedad abierta. Que no ha dejado de avanzar hacia el este desde 1989. Y que pone en peligro al propio pilinguin.
En esa alianza, dictadores corruptos, como el bielorruso Viktor Lukashenko o el kasajo Nursultán Nazarbáyev, ayudarían a pilinguin a mantener juntos una forma y estilo de Gobierno, peso común e influencia fuera y dentro, para imponer su orden y sus intereses, frente a Occidente y frente a China. Pieza clave era aquí por supuesto el ucraniano Viktor Yanukóvich.
Ni ciudadanía ni Gobiernos occidentales parecen conscientes de lo que suponía para los ucranianos que sus líderes anunciaran haber decidido no proseguir con la occidentalización y el acercamiento a Europa. Que anunciaran por el contrario la decisión de entregar parte de la soberanía nacional, existente desde hace dos décadas, a Moscú, a la metrópolis de la que llegó tantísimo mal y sufrimiento. Cuando se va a cumplir en tres años el centenario de la revolución bolchevique, Víktor Yanukóvich poco menos que anunciaba a su pueblo el retorno de la historia, de la peor, la más oscura, dramática y sangrienta historia. Que es una historia para el espanto. Para comenzar sería bueno que se recordara que Moscú logró que en apenas dos años, 1932 y 1933, murieran entre seis y siete millones de ucranianos. Los nazis alemanes no lo lograron en tan poco tiempo pese a su genocidio industrializado. Fue más expeditiva la requisa de todo el cereal a los campesinos ucranianos.
Con motivos ideológicos. Se trataba de imponer la colectivización de la agricultura a la que los campesinos del inmenso granero del imperio se habían resistido en la década anterior. Para ello lanzó Stalin una guerra contra los «kulakos», los campesinos propietarios, que en realidad fue contra toda la población real. La hambruna devastó a la población rural y se extendió a las ciudades. Mientras millones morían, la URSS exportaba trigo. E invitaba a intelectuales franceses o británicos que volvían a sus países elogiando la buena comida de que habían gozado en Ucrania durante una visita guisada por sus anfitriones soviéticos. El cónsul italiano en Járkov, Sergio Gradenigo veía algo más y escribía a Roma: «Cada vez hay más campesinos que fluyen a la ciudad porque no tienen esperanza de sobrevivir. Traen a los niños a los que dejan abandonados en la esperanza de que se salven y regresan a morir a sus aldeas. Se ha movilizado a los “dvorniki” (porteros) con bata blanca que patrullan la ciudad y colectan a los niños. Se llevan en camiones a la estación de mercancías de Severo Donetz. Allí se selecciona. A los no hinchados se les dirige a unas barracas en Golodnaya Gora donde, en hangares, sobre trabajo manual, agonizan cerca de 8.000 almas, sobre todo niños. Los hinchados son tras*portados en trenes de mercancías hasta el campo y abandonados a 50 o 60 kilómetros de la ciudad para que mueran sin que se les vea. A la llegada a los lugares de descarga se excavan grandes fosas y se echa a quienes llegan muertos».
Escenas similares se repitieron por toda la geografía ucraniana. El canibalismo llegó a ser común incluso en las familias. La policía política coincide con el cónsul en otra escena de Járkov. «Cada noche traen unos 250 cadáveres entre los que un número muy elevado no tiene hígado. Les ha sido quitado a través de un corte muy ancho. La policía acaba de atrapar a algunos “amputadores” que confiesan que con esa carne confeccionaban un sucedáneo de pirozki (empanadillas) que vendían inmediatamente en el mercado». En la primavera de 1934 las gentes morían en las calles a un ritmo que no daba tiempo a limpiarlas.
«Ucranofobia» de Stalin
El escritor Mijail Sojolov, célebre por la novela «El Don apacible» escribió dos cartas llenas de espanto a Stalin. En el que pedía, iluso, que interviniera contra las torturas que se aplicaban a los campesinos para que revelaran el escondite de grano. «Con el método del frío se desnuda al koljoziano y se le deja en un hangar. A menudo sufren desnudas brigadas enteras. El método del calor es rociar keroseno en los pies y las faldas de las koljosianas. Después se apaga y vuelta a empezar». Las deportaciones adquirieron dimensiones bíblicas. Centenares de miles de campesinos fueron deportados en programas de colonización a Siberia en muchos de los cuales la mortandad en el primer año superaba el 70%. Antes de la hambruna ya había quedado patente lo que Andrei Sajarov llamó la «ucraniofobia» de Stalin.
Las depuraciones en la intelectualidad sospechosa de nacionalismo habían diezmado las elites urbanas como preludio del horror. Todo esto fue cinco años antes del Gran Terror desatado por Stalin en toda la URSS. Con inmensos efectos en Ucrania. Y también habrían de llegar los decenas de capítulos de desvertebración de la sociedad ucraniana con fusilamientos masivos, como el de Katyn contra élite y oficialidad polaca. Y el acuerdo Hitler- Stalin de 1939 que supuso la anexión a la Ucrania soviética de parte de Polonia, trajo consigo la ejecución de decenas de miles de polacos pero también el exterminio sistemático de los restos de los sectores ucranianos formados.
Y después de Stalin se sucedieron cuarenta años de dictadura y silencio. Nadie podía esperar en Europa, en América o Rusia, que tras veinte años de independencia, los ucranianos ahora se resignaran a volver al redil de Moscú. No sin actos de desesperación y por encima de mucho cadáver. Que confirman al mundo que los planes de incorporar a Ucrania al proyecto de Eurasia de pilinguin, solo podrían lograrse con métodos muy similares a los aplicados por el Kremlin en los años treinta. Y eso hoy, queremos creer, es totalmente imposible.
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