cuñado de bar
Hablando sin tener ni idea
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Sí, hay cambio climático, si hay calentamiento atmosférico, dicen 83 grandes científicos italianos. Pero no es causado por el hombre, sino por la naturaleza.
Los abajo firmantes, ciudadanos y científicos, instamos encarecidamente a los responsables políticos a que adopten políticas de protección medioambiental compatibles con los conocimientos científicos. En particular, existe una urgente necesidad de combatir la contaminación donde ocurra, como lo indicas las prueba científicas. En este sentido, es de lamentar que los conocimientos disponibles en el mundo de la investigación se estén utilizando demasiado tarde para reducir las emisiones antropogénicas de contaminantes que están generalizadas en los sistemas medioambientales tanto continentales como marinos.
Sin embargo, uno debe ser consciente de que el dióxido de carbono, en sí, no es un contaminante. Por el contrario, es indispensable para la vida en nuestro planeta.
En las últimas décadas, se han formulado hipótesis de que el calentamiento global de la superficie de la Tierra de aproximadamente 0,9 ° C, observado desde 1850, es besugo y se debe a actividades humanas, en particular a las emisiones de CO2 procedentes del uso de combustibles fósiles.
Esta es la tesis del calentamiento global antropogénico promovida por el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas (PICC), cuyas consecuencias serían cambios ambientales tan graves que harían temer que se produzca un daño enorme en un futuro próximo, a menos que se adopten de inmediato medidas drásticas y muy costosas. Muchas naciones de todo el mundo se han unido a programas para reducir las emisiones de dióxido de carbono, y una propaganda cada vez más virulenta invita a adoptar programas cada vez más exigentes cuya implementación, muy costosa para las economías de estos Estados, sería necesaria, según se pretende, para controlar el clima y “salvar” el planeta.
Sin embargo, el origen antropogénico del calentamiento global es una conjetura no probada, deducida únicamente de ciertos modelos climáticos, es decir, de programas informáticos complejos, llamados modelos de circulación general.
Por el contrario, la literatura científica ha destacado la existencia de una variabilidad climática natural que los modelos no pueden reproducir, variabilidad natural cada vez mejor verificada.
Esta variabilidad natural representa una parte significativa del calentamiento global observado desde 1850.
La responsabilidad antropogénica del cambio climático observado en el último siglo es, por lo tanto, excesivamente exagerada y los pronósticos catastróficos no son realistas.
El clima es el sistema más complejo de nuestro planeta, por lo que debemos abordarlo con métodos apropiados que se adapten a su nivel de complejidad. Los modelos de simulación del clima no reproducen la variabilidad natural del clima y, en particular, no reconstituyen los períodos cálidos de los últimos 10,000 años. Estos se han repetido cada mil años: existe el período cálido medieval, bien conocido, el período cálido romano y, en general, los grandes períodos cálidos durante el Holoceno Óptimo [hace 8.000 años].
Estos períodos del pasado fueron más cálidos que el actual, aunque la concentración de CO2 fue más baja que la actual; están vinculados a los ciclos milenarios de la actividad solar. Estos efectos no son reproducidos por los modelos.
Recuérdese que el calentamiento observado desde 1900 hasta la actualidad comenzó, de hecho, en 1700, es decir, en el punto menor de la Pequeña Edad de Hielo, que es el período más frío de los últimos 10.000 años, y corresponde a un mínimo milenario de actividad solar que los astrofísicos llaman mínimo solar de Maunder. Desde entonces, la actividad solar, siguiendo su ciclo milenario, ha aumentado y calentado la superficie de la Tierra.
Además, los modelos no logran reproducir las oscilaciones climáticas bien conocidas de periodo de unos 60 años. Estas fueron responsables de un período de calentamiento (1850-1880) seguido de uno de enfriamiento (1880-1910), y posteriormente de un período de calentamiento (1910-1940), su un período de enfriamiento (1940-70) y de un nuevo período de calentamiento (1970-2000) similar al observado hace 60 años.
Los años siguientes (2000-2019) no vieron el aumento predicho por los modelos, de aproximadamente 0.2° C por década, sino una clara estabilidad climática interrumpida esporádicamente por las rápidas oscilaciones naturales del Océano Pacífico ecuatorial, denominadas El Niño Southern Oscillation (ENOS), como la que provocó el calentamiento temporal en 2015 y 2016.
Los medios de comunicación también dicen que los eventos extremos, como los huracanes y los ciclones, han aumentado de manera alarmante. ¡No! Estos eventos, como muchos sistemas climáticos, están modulados por el ciclo de 60 años que se acaba de mencionar. Veamos, por ejemplo, los datos oficiales desde 1880 sobre los ciclones tropicales del Atlántico que afectaron a América del Norte: muestran una fuerte oscilación de 60 años, correlacionada con la oscilación térmica del Océano Atlántico llamada tlantic Multi-decadal Oscillation (AMO). Los picos observados durante diez años son comparables para los años 1880-90, 1940-50 y 1995-2005. De 2005 a 2015, el número de ciclones disminuyó, siguiendo el ciclo anteriormente mencionado.
Por lo tanto, durante el período 1880-2015, no hay correlación entre el número de ciclones, que oscila, y el CO2 que aumenta monótonamente.
El sistema climático aún no es suficientemente comprendido. Si bien es cierto que el CO2 es un gas de efecto invernadero, la sensibilidad del clima a su aumento en la atmósfera es, según el propio IPCC, todavía extremadamente incierta. Se dice que una duplicación de la concentración atmosférica de CO02 de aproximadamente 300 ppm antes de la era industrial a 600 ppm, podría elevar la temperatura media del planeta entre un mínimo de 1° C y un máximo de 5° C.
Esta incertidumbre es enorme. Sin embargo, muchos estudios recientes basados en datos experimentales estiman que la sensibilidad del clima al CO2 es significativamente más baja que la estimada por los modelos del IPCC.
Así pues, es científicamente irrealista atribuirle al hombre la responsabilidad del calentamiento observado desde 1900 hasta la actualidad. Las predicciones alarmistas por lo tanto no son creíbles, ya que se basan en modelos cuyos resultados están en contradicción con los datos observados.
Hay motivos para creer que estos modelos sobrestiman la contribución antropogénica y subestiman la variabilidad climática natural, especialmente la inducida por el sol, la luna y las oscilaciones oceánicas.
Finalmente, los medios de comunicación difundieron el mensaje de que habría un consenso casi unánime entre los científicos sobre la causa antropogénica del cambio climático actual y que, por lo tanto, el debate científico estaría cerrado. Sin embargo, debemos ser conscientes, en primer lugar, de que el método científico requiere que sean los hechos, y no el número de creyentes los que hagan de una conjetura una teoría científica consolidada.
Sea como sea, incluso este supuesto consenso no existe. Las opiniones de especialistas (climatólogos, meteorólogos, geólogos, geofísicos, astrofísicos) son muy variables y muchos de ellos reconocen la importancia de la contribución natural al calentamiento global observado desde el período preindustrial, e incluso al calentamiento del período que va de la posguerra hasta hoy.
También ha habido peticiones firmadas por miles de científicos en las que se ha expresado su desacuerdo con la hipótesis del calentamiento global antropogénico. Cabe destacar la lanzada en 2007 por el físico F. Seitz, expresidente de la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos, y la lanzada por el Panel Internacional No Gubernamental sobre el Cambio Climático (NIPCC), cuyo informe de 2009 concluye que “la naturaleza, y no la actividad humana, gobierna el clima”.
En conclusión, dada la importancia crucial de los combustibles fósiles para el suministro energético de la humanidad, sugerimos que nos neguemos a adherirnos a las políticas para reducir las emisiones atmosféricas de dióxido de carbono bajo el ilusorio pretexto de gobernar el mundo climático.
Grandes científicos italianos sueltan una bomba sobre el cambio climático | El Manifiesto
Que se despidan de sus trabajos por herejes.
Los abajo firmantes, ciudadanos y científicos, instamos encarecidamente a los responsables políticos a que adopten políticas de protección medioambiental compatibles con los conocimientos científicos. En particular, existe una urgente necesidad de combatir la contaminación donde ocurra, como lo indicas las prueba científicas. En este sentido, es de lamentar que los conocimientos disponibles en el mundo de la investigación se estén utilizando demasiado tarde para reducir las emisiones antropogénicas de contaminantes que están generalizadas en los sistemas medioambientales tanto continentales como marinos.
Sin embargo, uno debe ser consciente de que el dióxido de carbono, en sí, no es un contaminante. Por el contrario, es indispensable para la vida en nuestro planeta.
En las últimas décadas, se han formulado hipótesis de que el calentamiento global de la superficie de la Tierra de aproximadamente 0,9 ° C, observado desde 1850, es besugo y se debe a actividades humanas, en particular a las emisiones de CO2 procedentes del uso de combustibles fósiles.
Esta es la tesis del calentamiento global antropogénico promovida por el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas (PICC), cuyas consecuencias serían cambios ambientales tan graves que harían temer que se produzca un daño enorme en un futuro próximo, a menos que se adopten de inmediato medidas drásticas y muy costosas. Muchas naciones de todo el mundo se han unido a programas para reducir las emisiones de dióxido de carbono, y una propaganda cada vez más virulenta invita a adoptar programas cada vez más exigentes cuya implementación, muy costosa para las economías de estos Estados, sería necesaria, según se pretende, para controlar el clima y “salvar” el planeta.
Sin embargo, el origen antropogénico del calentamiento global es una conjetura no probada, deducida únicamente de ciertos modelos climáticos, es decir, de programas informáticos complejos, llamados modelos de circulación general.
Por el contrario, la literatura científica ha destacado la existencia de una variabilidad climática natural que los modelos no pueden reproducir, variabilidad natural cada vez mejor verificada.
Esta variabilidad natural representa una parte significativa del calentamiento global observado desde 1850.
La responsabilidad antropogénica del cambio climático observado en el último siglo es, por lo tanto, excesivamente exagerada y los pronósticos catastróficos no son realistas.
El clima es el sistema más complejo de nuestro planeta, por lo que debemos abordarlo con métodos apropiados que se adapten a su nivel de complejidad. Los modelos de simulación del clima no reproducen la variabilidad natural del clima y, en particular, no reconstituyen los períodos cálidos de los últimos 10,000 años. Estos se han repetido cada mil años: existe el período cálido medieval, bien conocido, el período cálido romano y, en general, los grandes períodos cálidos durante el Holoceno Óptimo [hace 8.000 años].
Estos períodos del pasado fueron más cálidos que el actual, aunque la concentración de CO2 fue más baja que la actual; están vinculados a los ciclos milenarios de la actividad solar. Estos efectos no son reproducidos por los modelos.
Recuérdese que el calentamiento observado desde 1900 hasta la actualidad comenzó, de hecho, en 1700, es decir, en el punto menor de la Pequeña Edad de Hielo, que es el período más frío de los últimos 10.000 años, y corresponde a un mínimo milenario de actividad solar que los astrofísicos llaman mínimo solar de Maunder. Desde entonces, la actividad solar, siguiendo su ciclo milenario, ha aumentado y calentado la superficie de la Tierra.
Además, los modelos no logran reproducir las oscilaciones climáticas bien conocidas de periodo de unos 60 años. Estas fueron responsables de un período de calentamiento (1850-1880) seguido de uno de enfriamiento (1880-1910), y posteriormente de un período de calentamiento (1910-1940), su un período de enfriamiento (1940-70) y de un nuevo período de calentamiento (1970-2000) similar al observado hace 60 años.
Los años siguientes (2000-2019) no vieron el aumento predicho por los modelos, de aproximadamente 0.2° C por década, sino una clara estabilidad climática interrumpida esporádicamente por las rápidas oscilaciones naturales del Océano Pacífico ecuatorial, denominadas El Niño Southern Oscillation (ENOS), como la que provocó el calentamiento temporal en 2015 y 2016.
Los medios de comunicación también dicen que los eventos extremos, como los huracanes y los ciclones, han aumentado de manera alarmante. ¡No! Estos eventos, como muchos sistemas climáticos, están modulados por el ciclo de 60 años que se acaba de mencionar. Veamos, por ejemplo, los datos oficiales desde 1880 sobre los ciclones tropicales del Atlántico que afectaron a América del Norte: muestran una fuerte oscilación de 60 años, correlacionada con la oscilación térmica del Océano Atlántico llamada tlantic Multi-decadal Oscillation (AMO). Los picos observados durante diez años son comparables para los años 1880-90, 1940-50 y 1995-2005. De 2005 a 2015, el número de ciclones disminuyó, siguiendo el ciclo anteriormente mencionado.
Por lo tanto, durante el período 1880-2015, no hay correlación entre el número de ciclones, que oscila, y el CO2 que aumenta monótonamente.
El sistema climático aún no es suficientemente comprendido. Si bien es cierto que el CO2 es un gas de efecto invernadero, la sensibilidad del clima a su aumento en la atmósfera es, según el propio IPCC, todavía extremadamente incierta. Se dice que una duplicación de la concentración atmosférica de CO02 de aproximadamente 300 ppm antes de la era industrial a 600 ppm, podría elevar la temperatura media del planeta entre un mínimo de 1° C y un máximo de 5° C.
Esta incertidumbre es enorme. Sin embargo, muchos estudios recientes basados en datos experimentales estiman que la sensibilidad del clima al CO2 es significativamente más baja que la estimada por los modelos del IPCC.
Así pues, es científicamente irrealista atribuirle al hombre la responsabilidad del calentamiento observado desde 1900 hasta la actualidad. Las predicciones alarmistas por lo tanto no son creíbles, ya que se basan en modelos cuyos resultados están en contradicción con los datos observados.
Hay motivos para creer que estos modelos sobrestiman la contribución antropogénica y subestiman la variabilidad climática natural, especialmente la inducida por el sol, la luna y las oscilaciones oceánicas.
Finalmente, los medios de comunicación difundieron el mensaje de que habría un consenso casi unánime entre los científicos sobre la causa antropogénica del cambio climático actual y que, por lo tanto, el debate científico estaría cerrado. Sin embargo, debemos ser conscientes, en primer lugar, de que el método científico requiere que sean los hechos, y no el número de creyentes los que hagan de una conjetura una teoría científica consolidada.
Sea como sea, incluso este supuesto consenso no existe. Las opiniones de especialistas (climatólogos, meteorólogos, geólogos, geofísicos, astrofísicos) son muy variables y muchos de ellos reconocen la importancia de la contribución natural al calentamiento global observado desde el período preindustrial, e incluso al calentamiento del período que va de la posguerra hasta hoy.
También ha habido peticiones firmadas por miles de científicos en las que se ha expresado su desacuerdo con la hipótesis del calentamiento global antropogénico. Cabe destacar la lanzada en 2007 por el físico F. Seitz, expresidente de la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos, y la lanzada por el Panel Internacional No Gubernamental sobre el Cambio Climático (NIPCC), cuyo informe de 2009 concluye que “la naturaleza, y no la actividad humana, gobierna el clima”.
En conclusión, dada la importancia crucial de los combustibles fósiles para el suministro energético de la humanidad, sugerimos que nos neguemos a adherirnos a las políticas para reducir las emisiones atmosféricas de dióxido de carbono bajo el ilusorio pretexto de gobernar el mundo climático.
Grandes científicos italianos sueltan una bomba sobre el cambio climático | El Manifiesto
Que se despidan de sus trabajos por herejes.