lainz
Madmaxista
- Desde
- 26 Ene 2010
- Mensajes
- 2.077
- Reputación
- 3.799
Portada ElMundo.es: Goirigolzarri, presidente de Bankia: 'Repetiremos los errores de la crisis'
Y lo huevonudo es que tiene razón, país de borregos!.::
El presidente de Bankia: "No tengo miedo a un gobierno de Podemos" | Papel | EL MUNDO
Actualizado 04/10/201500:17
Estaba de pie, apoyado en el atril, a puntísimo de aclararle a España que él, racionalista, banquero, flequillo con raya al lado, se sentía capaz de resucitar a un muerto. Técnicamente, revivir Bankia era incluso un poco más difícil. Porque si una persona estuviera a 10º de temperatura, sin actividad cerebral y con el pulso desaparecido, más o menos como la entidad en 2012, todos concluiríamos que esa persona ha fallecido. Resulta que no. Experimentos recientes demuestran que si se drena todo el plasma del cuerpo y se congela, es posible mantener ese cuerpo en animación suspendida y, después, devolverlo a la vida. En este caso, a la rigidez del muerto y la falta de riego había que sumar un agujero de más de 19.000 millones, sin acreedor que la congele. Eso ya no hay mesías que lo levante.
José Ignacio Goirigolzarri revive en su despacho aquel momento con sonrisa de pajarillo, sin despegar los labios, comisuras cosidas y estiradas como una comba infantil. Pero ese día, 26 de mayo de 2012, algo le dolía más que la cuenta en rojo: no era capaz de caminar 100 metros. «Me pedían que corriese un maratón bancario y a mí lo que me costaba era llegar al estrado», rememora. Todo por culpa de una lesión en la rodilla. Seguro que Obama, Merkel y el Papa Francisco, a milésimas de cambiarle la calefacción al mundo con uno de sus discursos, también tienen sus cosillas, su dolor en el juanete, su muela inconveniente, su vejiga que avisa. Pues a Goiri, como se le conoce en el mundillo financiero, le reventaba la rodilla a estallidos sordos mientras ponía voz de capitán confiado. Recibió tres infiltraciones. Mano de santo. Bankia recibió otras dos. Por valor de 22.424 millones de euros en ayudas públicas. Y ahora también camina por sí sola.
Pero el banco ha pasado la mayoría de estos tres años en una especie de animación suspendida. Y Goiri, le doliera o no la rodilla, no ha cambiado en todo este tiempo ni su rictus, ni su estilo de vida: «Salgo tranquilamente a pasear por El Retiro y voy al fútbol en San Mamés». Hasta el punto de que ni las preferentes ni los desahucios, que han desvelado a más de 250.000 familias en estos años, le quitaron el sueño: «Tengo la suerte de dormir como un lirón», asegura en su conversación con PAPEL.
Gestiona recursos de clientes equivalentes al 11% del PIB, pero su rostro sigue siendo sorprendentemente anónimo para los españoles. Y dice que nunca le han insultado por la calle. Será en el Retiro. Porque en las Juntas de Accionistas sí. Ahí, además de aguantar el chaparrón ha tenido que hablar a voces para tapar los pitos.
Quienes estén acostumbrados a imaginar a los banqueros como supervillanos que acarician gatos junto a una chimenea se sorprenderían con este vasco afable al que no le gusta que le llamen presidente. Estudia filosofía y no perdona un partido del Athletic. Es el reverso del banquero burbujil. En vez de repartir tarjetas black en el consejo, les pasa fotocopias de la Crítica de la razón práctica de Immanuel Kant. Prefiere los paseos por la sierra de Madrid a los yates monegascos. Y durante esas caminatas le ha dado tiempo a pensar sobre la crisis. Con conclusiones tan lapidarias como ésta: «Volveremos a cometer los mismos errores». Lo dice con naturalidad pero sin titubear, convencido de la debilidad de la naturaleza humana. La Tierra gira sobre sí misma. La codicia, también.
- ¿Por qué un multimillonario que vivía plácidamente retirado en su casa de Bilbao, con cerca de 70 millones de euros de su prejubilación del BBVA, accede a meterse en este berenjenal?
- Yo en la vida he tenido mucha suerte. Y cuando uno se enfrenta a una situación como ésta, decir no habría sido una irresponsabilidad.
PASAR A LA HISTORIA . Ésta es la versión oficial: que el país le necesitaba. En su entorno reconocen que también «le ponía el reto». Jugarse su reputación a cambio de pasar a la historia. No es mal trato. Cuando su predecesor, Rodrigo Rato, y el ministro Luis de Guindos le llamaron en plena debacle financiera para pedirle que salvara Bankia, lo primero que hizo fue consultarle a su mujer. «Aún está dudando si salir corriendo o apoyarme», confiesa entre risas, con la tranquilidad que le da haber sacado a la entidad del agujero más neցro de las finanzas.
La condición que el banquero vasco puso a Guindos para aceptar el reto era controlar el timón: «Lo fundamental era asegurarse de que no tendríamos injerencias políticas. Era la mejor manera, y lo sigue siendo, de devolver las ayudas a los contribuyentes. Luego ya empezaríamos el partido. Tenía el diagnóstico de la gravedad. Por eso dije sí, pero para entenderlo hay que meterse en el túnel del tiempo y viajar a mayo de 2012».
Viajemos. Pero si, en vez de una entrevista esto fuera una película, cada vez que Goirigolzarri dijera «mayo de 2012» sonarían los estridentes violines de Psicosis (iiiiiii iiiiiiiiii iiii). El momento más tétrico de la crisis. Una semana después de aceptar el cargo, hacía sus primeras declaraciones en televisión para tranquilizar a los 10 millones de clientes de la entidad que temían por sus ahorros. Y de paso, a todos los españoles. Compareció con carácter de urgencia para asegurar que su dinero estaba a salvo en Bankia después de que EL MUNDO publicara que, sólo esa semana, habían salido de la entidad unos 1.000 millones de euros. El ministerio de Economía negaba entonces que hubiera fuga de depósitos. Ahora sabemos que sí, que la hubo, y que la cifra se quedaba corta. El incendio se extendía, la prima de riesgo superaba los 500 puntos y parecía que Bankia podía hundir el euro.
El 25 de mayo (iiii iiii iiiii), Goirigolzarri anuncia en rueda de prensa, mascullando el dolor de rodilla, que necesita 19.000 millones para salvar a Bankia. Era sábado. Tiene marcada a fuego la fecha no sólo por lo que supuso para el banco. La víspera, el Athletic jugaba la final de Copa contra el Barça. No pudo verla porque estaba forzando la dimisión del Consejo de la etapa de Rato, cuyos miembros están ahora imputados por una ristra de cargos entre los que las tarjetas black son sólo la guinda más mediática del pastel. «Por lo menos me ahorré el disgusto de haber perdido una Copa», recuerda con sorna. Después de la rueda de prensa, no se encerró a hacer cuentas. Se fue a comer con unos amigos de Bilbao que estaban en Madrid para la final. Vuelve a ponerse serio al preguntarle por qué limpió aquel Consejo: «Era evidente. Si empiezas una nueva etapa, debes hacerlo con una nueva dirección. Hacían falta cambios y tienes que empezar por arriba. Para dar ejemplo».
Han pasado tres años, Bankia ha vuelto a dar beneficios, crece en número de clientes y en depósitos y, por primera vez, ha repartido dividendos, aunque su valor en Bolsa todavía está lejos de compensar los 19.000 millones que Goirigolzarri pidió para tapar el agujero . «Así cualquiera», es la crítica más amable que recibe de quienes le acusaron de tirar por lo alto para cubrirse la espalda. Él recurre a la retórica e insiste en que el rescate no fue al banco, sino a los depositantes. Y deja claro su objetivo: «Cuando termine la resurrección, la etapa final debe ser la privatización. Bankia tiene que volver al sector privado. Y hacerlo, esperamos, habiendo devuelto las ayudas».
Ése era el trato con el ministro de Guindos y con la Comisión Europea, pero las elecciones generales están a la vuelta de la esquina y pueden traer cambios. Tanto PSOE como Podemos hablan de una banca pública. Bankia, cuyo accionista mayoritario, muy a nuestro pesar, seguimos siendo todos, acapara todas las miradas. El próximo jefe de Goirigolzarri podría tener planes propios.
- ¿Qué pasaría si el nuevo ministro de Economía no quisiera privatizar Bankia?
- Nosotros, como gestores, debemos generar valor. Y el accionista debe decidir si privatiza o no.
- Usted se ha manifestado en contra de la banca pública. Pero ahora Bankia está bien gestionada y es propiedad pública... ¿No es usted el peor ejemplo de su teoría?
- Mi oposición es a una banca pública que se utilice como instrumento de política económica.
Será su forma pausada de hablar, la media sonrisa o el deje de Bilbao, pero lo que retumbaría como un trueno en boca de otro banquero, en él suena a recomendación de profesor. Es un boxeador que nunca lanza el puño para el KO. Quizás fuera ese proceder pausado el que le permitió tender puentes con Manuela Carmena, alcaldesa de Madrid. Dos semanas después de reunirse con ella en esta misma habitación con vistas, la regidora renunciaba al proyecto de banca pública que llevaba en su programa.
El argumento de Goiri sobre la falta de préstamos de la que se acusa a la banca es un aviso a navegantes: «Si no damos más crédito es porque nos parece que, desde el punto de vista profesional, no se debe dar más. Si alguien llega a la conclusión de que lo bueno sería dar más, que luego se atenga a las consecuencias porque lo lógico es que se vuelva a repetir la historia. Y eso sería muy negativo. Es más, no puedo entender que nos estemos planteando esto cuatro o cinco años después de lo que hemos vivido. Que tengamos una memoria tan corta».
- ¿Quiere decir que España no ha aprendido la lección de la crisis?
- A medida que vamos saliendo de la crisis, ves errores muy claros del pasado. ¿Se van a volver a cometer en el futuro? Pues seguro que sí.
- ¿Por qué?
- La gente se olvida y vuelve a cometer los mismos errores. El ejemplo de las crisis bancarias es evidente. Es ley de vida. El objetivo es que tengamos memoria un tiempito, como dicen en Latinoamérica. Y espero que sí.
Queda flotando el aviso a navegantes. Pero aunque lo del eterno retorno suena más a Nietzsche, es a Kant a quien Goirigolzarri lleva meses estudiando en las clases de filosofía que recibe los lunes a la hora de comer. Y se nota algo de imperativo categórico en sus reflexiones sobre ética y rentabilidad: «Una entidad tiene que ser ética porque ser ético es bueno. Además, igual resulta rentable. Pero como relaciones ética y rentabilidad, a medio plazo tendrás conflictos difícilmente resolubles. Un proyecto no puede ser rentable en el largo plazo sin unos principios bien anclados».
La preocupación le viene ya de mucho antes de leer a Kant, de los tiempos de su educación jesuítica en Deusto. De hecho, fue un cura quien le convenció de entrar a trabajar en el Banco Bilbao hace 40 años. Descubrir que la ética es una de sus obsesiones no deja de ser paradójico en este despacho que se considera la zona cero del cataclismo financiero que tuvo a Europa en vilo en 2012 (iiiiii iiii iiii).
CARMENA Y PODEMOS. El encuentro de Goirigolzarri con Carmena tuvo mucho morbo. ¿Un banquero y una musa antisistema entendiéndose cordialmente? «Sirvió para intercambiar información y para ver que el diagnóstico de los temas que se tienen no es muy diferente», asegura en tono conciliador. «Cuando uno pasa de las musas al teatro, si las posiciones son pragmáticas y realistas, se acercan las posturas». A raíz del encuentro, Goirigolzarri se mostró a favor de la oficina antidesahucios de la alcaldesa de la capital. Hoy por ti...
-¿Le da miedo un Gobierno de Podemos?
- No. A mí, miedo no me da nada. Lo que quiero es hacer una gestión profesional.
Cuesta imaginar a un capitalista ortodoxo como Goirigolzarri negociando en un ministerio con Pablo Iglesias. Pero sabe que el jefe de Bankia no es el último que apaga la luz en la cima de esta Torre Kio; el que manda está en Moncloa. Bueno, y en Bruselas. Conviene dejar puertas abiertas.
En este despacho también se fraguó una fatídica salida a Bolsa. Desde que Rato tocara la célebre campana se ha perdido un 99,7% de su valor. De hecho, los tribunales están dando la razón a los inversores en el 95% de las sentencias. Y la antigua cúpula de la entidad tiene abierta una ristra de causas.
- ¿Cuál fue el gran error de Bankia?
-Realmente no hubo una sola equivocación. Más que errores, hubo mala gestión del riesgo.
- ¿Y de quién fue la responsabilidad?
- Del Consejo. Hubo una falta de profesionalidad absoluta de los gestores de la entidad. Así de claro.
- ¿Cuándo fue la última vez que habló con Rato?
- Hace mucho. No podría decir cuándo, pero igual hace un par de años.
De los tiempos de Rodrigo Rato quedan los cuadros abstractos que cuelgan en las paredes del despacho de presidencia en la planta 23. Cuando llegó a él Goirigolzarri, amante de Velázquez, ya estaban allí los Miró, Tapiès y Chillida, la mesa de madera noble y el agujero en las cuentas de más de 19.000 millones. Aquel despacho guardaba además muchos secretos debajo de la alfombra que han ido saliendo a la luz en estos últimos tres años, como el escándalo de las tarjetas black, un posible fraude contable y una más que dudosa salida a Bolsa. Las corruptelas están ahora en manos de los jueces, pero la alfombra sigue allí.
En estos tres años ha tras*formado por completo la entidad que salvó in extremis del derrumbe y le ha devuelto la rentabilidad, pero aún no se ha molestado en cambiar la decoración del despacho que heredó de su predecesor. «Es que he estado muy ocupado», explica irónico. No ha tocado ni los libros de arte de las estanterías. Sólo ha colgado un cuadro, sobre su mesa. La fotocopia de una caricatura de periódico. Diez céntimos de euro suspendidos de un marco tirando a normal.
Los expertos consideran «una resurrección» la situación actual de Bankia. Según la técnica de la «animación suspendida», una vez que se ha drenado el cuerpo de sangre, se cura la lesión, el plasma congelado se reinserta y vuelve a circular por las venas. El cuerpo se calienta lentamente y, de repente, el corazón vuelve a latir. La técnica sólo se ha probado con animales. Bueno, en cierto modo se puede decir que con animales y con Bankia, aunque la entidad verde pistacho todavía no ha reinsertado a la sociedad el plasma monetario que ésta le trasplantó para que siguiera con vida.
Además de la decoración de su despacho hay otra cosa que Goirigolzarri ha decidido no tocar pese a que no faltan recomendaciones al respecto: el nombre de la entidad.
-¿Merece la pena mantener la marca de Bankia que se asocia al peor momento del desastre económico de este país?
-Nos parecía que el cambio de nombre habría sido un intento de engañar a la gente. La gente iba a pensar que son los mismos perros con distintos collares. Es como si tienes un conflicto matrimonial y la gente cree que lo soluciona cambiándose el nombre. Mantenemos la marca, pero cambiamos los valores que ésta representaba.
Decir Bankia era mentar la bicha (iiii iiii iii). Pero Goirigolzarri siguió creyendo que podía revivir la marca cuando descubrió que algunos empleados ocultaban al taxista que iban a la sede de Bankia, y fingían bajarse en la estación de Plaza de Castilla. Preferían tener que cruzar con disimulo desde allí a aguantar el chaparrón de que eran unos ladrones. «Pero imagínate que les hubiéramos dicho "Tranquilos chicos que ahora Bankia se llama Cuculú". Y entran en un taxi y dicen "Voy a Cuculú". El taxista le diría: "No sólo son unos tal y unos no sé qué, además nos intentan engañar cambiándole el nombre". Mucho peor».
«Ya no conozco a los miembros de la nueva troika y eso sí que es un buen síntoma», asegura Goirigolzarri. Pero aunque la entidad va recuperándose, la confianza en la banca aún no se ha recuperado. No toda la banca ha recibido 19.500 millones y tiene a su antiguo comité de dirección circulando por los juzgados.
ORGULLO BANQUERO. Sí le brota el orgullo gremial para criticar que se haya convertido a los banqueros en los malos de la película: «En esta crisis han pagado justos por pecadores». Ojo. No es una defensa del proletariado. A lo que se refiere es que no todos los banqueros son iguales: «Incluso la mera expresión los banqueros... "Los banqueros tienen la culpa de la crisis en España", se dice. ¡Pero si ningún banco privado ha recibido ayudas públicas!».
-¿Está diciendo que sale rentable criticar a los banqueros?
-Hay incentivos para atacar a la banca.
-¿Cree que la sociedad española ve una diferencia entre la Bankia pasada y la de ahora?
-El público más informado hace una diferenciación clarísima de la etapa anterior y la gestión actual. Y en el conjunto de la sociedad va calando, pero todavía nos queda mucho trabajo y mucha explicación que dar. Llevará años.
Nadie dijo que fuera fácil resucitar a un muerto. Y ahora que se avecinan las elecciones de diciembre, al nuevo Gobierno le pide dos regalos importantes: «La recuperación del prestigio de las instituciones» y «que continúe con los procesos de reformas económicas». Eso, para Bankia. Para él, probablemente, basta con que la rodilla siga bien. Y que no le vuelvan a fastidiar una final de Copa del Athletic.
Y lo huevonudo es que tiene razón, país de borregos!.::
El presidente de Bankia: "No tengo miedo a un gobierno de Podemos" | Papel | EL MUNDO
Actualizado 04/10/201500:17
Estaba de pie, apoyado en el atril, a puntísimo de aclararle a España que él, racionalista, banquero, flequillo con raya al lado, se sentía capaz de resucitar a un muerto. Técnicamente, revivir Bankia era incluso un poco más difícil. Porque si una persona estuviera a 10º de temperatura, sin actividad cerebral y con el pulso desaparecido, más o menos como la entidad en 2012, todos concluiríamos que esa persona ha fallecido. Resulta que no. Experimentos recientes demuestran que si se drena todo el plasma del cuerpo y se congela, es posible mantener ese cuerpo en animación suspendida y, después, devolverlo a la vida. En este caso, a la rigidez del muerto y la falta de riego había que sumar un agujero de más de 19.000 millones, sin acreedor que la congele. Eso ya no hay mesías que lo levante.
José Ignacio Goirigolzarri revive en su despacho aquel momento con sonrisa de pajarillo, sin despegar los labios, comisuras cosidas y estiradas como una comba infantil. Pero ese día, 26 de mayo de 2012, algo le dolía más que la cuenta en rojo: no era capaz de caminar 100 metros. «Me pedían que corriese un maratón bancario y a mí lo que me costaba era llegar al estrado», rememora. Todo por culpa de una lesión en la rodilla. Seguro que Obama, Merkel y el Papa Francisco, a milésimas de cambiarle la calefacción al mundo con uno de sus discursos, también tienen sus cosillas, su dolor en el juanete, su muela inconveniente, su vejiga que avisa. Pues a Goiri, como se le conoce en el mundillo financiero, le reventaba la rodilla a estallidos sordos mientras ponía voz de capitán confiado. Recibió tres infiltraciones. Mano de santo. Bankia recibió otras dos. Por valor de 22.424 millones de euros en ayudas públicas. Y ahora también camina por sí sola.
Pero el banco ha pasado la mayoría de estos tres años en una especie de animación suspendida. Y Goiri, le doliera o no la rodilla, no ha cambiado en todo este tiempo ni su rictus, ni su estilo de vida: «Salgo tranquilamente a pasear por El Retiro y voy al fútbol en San Mamés». Hasta el punto de que ni las preferentes ni los desahucios, que han desvelado a más de 250.000 familias en estos años, le quitaron el sueño: «Tengo la suerte de dormir como un lirón», asegura en su conversación con PAPEL.
Gestiona recursos de clientes equivalentes al 11% del PIB, pero su rostro sigue siendo sorprendentemente anónimo para los españoles. Y dice que nunca le han insultado por la calle. Será en el Retiro. Porque en las Juntas de Accionistas sí. Ahí, además de aguantar el chaparrón ha tenido que hablar a voces para tapar los pitos.
Quienes estén acostumbrados a imaginar a los banqueros como supervillanos que acarician gatos junto a una chimenea se sorprenderían con este vasco afable al que no le gusta que le llamen presidente. Estudia filosofía y no perdona un partido del Athletic. Es el reverso del banquero burbujil. En vez de repartir tarjetas black en el consejo, les pasa fotocopias de la Crítica de la razón práctica de Immanuel Kant. Prefiere los paseos por la sierra de Madrid a los yates monegascos. Y durante esas caminatas le ha dado tiempo a pensar sobre la crisis. Con conclusiones tan lapidarias como ésta: «Volveremos a cometer los mismos errores». Lo dice con naturalidad pero sin titubear, convencido de la debilidad de la naturaleza humana. La Tierra gira sobre sí misma. La codicia, también.
- ¿Por qué un multimillonario que vivía plácidamente retirado en su casa de Bilbao, con cerca de 70 millones de euros de su prejubilación del BBVA, accede a meterse en este berenjenal?
- Yo en la vida he tenido mucha suerte. Y cuando uno se enfrenta a una situación como ésta, decir no habría sido una irresponsabilidad.
PASAR A LA HISTORIA . Ésta es la versión oficial: que el país le necesitaba. En su entorno reconocen que también «le ponía el reto». Jugarse su reputación a cambio de pasar a la historia. No es mal trato. Cuando su predecesor, Rodrigo Rato, y el ministro Luis de Guindos le llamaron en plena debacle financiera para pedirle que salvara Bankia, lo primero que hizo fue consultarle a su mujer. «Aún está dudando si salir corriendo o apoyarme», confiesa entre risas, con la tranquilidad que le da haber sacado a la entidad del agujero más neցro de las finanzas.
La condición que el banquero vasco puso a Guindos para aceptar el reto era controlar el timón: «Lo fundamental era asegurarse de que no tendríamos injerencias políticas. Era la mejor manera, y lo sigue siendo, de devolver las ayudas a los contribuyentes. Luego ya empezaríamos el partido. Tenía el diagnóstico de la gravedad. Por eso dije sí, pero para entenderlo hay que meterse en el túnel del tiempo y viajar a mayo de 2012».
Viajemos. Pero si, en vez de una entrevista esto fuera una película, cada vez que Goirigolzarri dijera «mayo de 2012» sonarían los estridentes violines de Psicosis (iiiiiii iiiiiiiiii iiii). El momento más tétrico de la crisis. Una semana después de aceptar el cargo, hacía sus primeras declaraciones en televisión para tranquilizar a los 10 millones de clientes de la entidad que temían por sus ahorros. Y de paso, a todos los españoles. Compareció con carácter de urgencia para asegurar que su dinero estaba a salvo en Bankia después de que EL MUNDO publicara que, sólo esa semana, habían salido de la entidad unos 1.000 millones de euros. El ministerio de Economía negaba entonces que hubiera fuga de depósitos. Ahora sabemos que sí, que la hubo, y que la cifra se quedaba corta. El incendio se extendía, la prima de riesgo superaba los 500 puntos y parecía que Bankia podía hundir el euro.
El 25 de mayo (iiii iiii iiiii), Goirigolzarri anuncia en rueda de prensa, mascullando el dolor de rodilla, que necesita 19.000 millones para salvar a Bankia. Era sábado. Tiene marcada a fuego la fecha no sólo por lo que supuso para el banco. La víspera, el Athletic jugaba la final de Copa contra el Barça. No pudo verla porque estaba forzando la dimisión del Consejo de la etapa de Rato, cuyos miembros están ahora imputados por una ristra de cargos entre los que las tarjetas black son sólo la guinda más mediática del pastel. «Por lo menos me ahorré el disgusto de haber perdido una Copa», recuerda con sorna. Después de la rueda de prensa, no se encerró a hacer cuentas. Se fue a comer con unos amigos de Bilbao que estaban en Madrid para la final. Vuelve a ponerse serio al preguntarle por qué limpió aquel Consejo: «Era evidente. Si empiezas una nueva etapa, debes hacerlo con una nueva dirección. Hacían falta cambios y tienes que empezar por arriba. Para dar ejemplo».
Han pasado tres años, Bankia ha vuelto a dar beneficios, crece en número de clientes y en depósitos y, por primera vez, ha repartido dividendos, aunque su valor en Bolsa todavía está lejos de compensar los 19.000 millones que Goirigolzarri pidió para tapar el agujero . «Así cualquiera», es la crítica más amable que recibe de quienes le acusaron de tirar por lo alto para cubrirse la espalda. Él recurre a la retórica e insiste en que el rescate no fue al banco, sino a los depositantes. Y deja claro su objetivo: «Cuando termine la resurrección, la etapa final debe ser la privatización. Bankia tiene que volver al sector privado. Y hacerlo, esperamos, habiendo devuelto las ayudas».
Ése era el trato con el ministro de Guindos y con la Comisión Europea, pero las elecciones generales están a la vuelta de la esquina y pueden traer cambios. Tanto PSOE como Podemos hablan de una banca pública. Bankia, cuyo accionista mayoritario, muy a nuestro pesar, seguimos siendo todos, acapara todas las miradas. El próximo jefe de Goirigolzarri podría tener planes propios.
- ¿Qué pasaría si el nuevo ministro de Economía no quisiera privatizar Bankia?
- Nosotros, como gestores, debemos generar valor. Y el accionista debe decidir si privatiza o no.
- Usted se ha manifestado en contra de la banca pública. Pero ahora Bankia está bien gestionada y es propiedad pública... ¿No es usted el peor ejemplo de su teoría?
- Mi oposición es a una banca pública que se utilice como instrumento de política económica.
Será su forma pausada de hablar, la media sonrisa o el deje de Bilbao, pero lo que retumbaría como un trueno en boca de otro banquero, en él suena a recomendación de profesor. Es un boxeador que nunca lanza el puño para el KO. Quizás fuera ese proceder pausado el que le permitió tender puentes con Manuela Carmena, alcaldesa de Madrid. Dos semanas después de reunirse con ella en esta misma habitación con vistas, la regidora renunciaba al proyecto de banca pública que llevaba en su programa.
El argumento de Goiri sobre la falta de préstamos de la que se acusa a la banca es un aviso a navegantes: «Si no damos más crédito es porque nos parece que, desde el punto de vista profesional, no se debe dar más. Si alguien llega a la conclusión de que lo bueno sería dar más, que luego se atenga a las consecuencias porque lo lógico es que se vuelva a repetir la historia. Y eso sería muy negativo. Es más, no puedo entender que nos estemos planteando esto cuatro o cinco años después de lo que hemos vivido. Que tengamos una memoria tan corta».
- ¿Quiere decir que España no ha aprendido la lección de la crisis?
- A medida que vamos saliendo de la crisis, ves errores muy claros del pasado. ¿Se van a volver a cometer en el futuro? Pues seguro que sí.
- ¿Por qué?
- La gente se olvida y vuelve a cometer los mismos errores. El ejemplo de las crisis bancarias es evidente. Es ley de vida. El objetivo es que tengamos memoria un tiempito, como dicen en Latinoamérica. Y espero que sí.
Queda flotando el aviso a navegantes. Pero aunque lo del eterno retorno suena más a Nietzsche, es a Kant a quien Goirigolzarri lleva meses estudiando en las clases de filosofía que recibe los lunes a la hora de comer. Y se nota algo de imperativo categórico en sus reflexiones sobre ética y rentabilidad: «Una entidad tiene que ser ética porque ser ético es bueno. Además, igual resulta rentable. Pero como relaciones ética y rentabilidad, a medio plazo tendrás conflictos difícilmente resolubles. Un proyecto no puede ser rentable en el largo plazo sin unos principios bien anclados».
La preocupación le viene ya de mucho antes de leer a Kant, de los tiempos de su educación jesuítica en Deusto. De hecho, fue un cura quien le convenció de entrar a trabajar en el Banco Bilbao hace 40 años. Descubrir que la ética es una de sus obsesiones no deja de ser paradójico en este despacho que se considera la zona cero del cataclismo financiero que tuvo a Europa en vilo en 2012 (iiiiii iiii iiii).
CARMENA Y PODEMOS. El encuentro de Goirigolzarri con Carmena tuvo mucho morbo. ¿Un banquero y una musa antisistema entendiéndose cordialmente? «Sirvió para intercambiar información y para ver que el diagnóstico de los temas que se tienen no es muy diferente», asegura en tono conciliador. «Cuando uno pasa de las musas al teatro, si las posiciones son pragmáticas y realistas, se acercan las posturas». A raíz del encuentro, Goirigolzarri se mostró a favor de la oficina antidesahucios de la alcaldesa de la capital. Hoy por ti...
-¿Le da miedo un Gobierno de Podemos?
- No. A mí, miedo no me da nada. Lo que quiero es hacer una gestión profesional.
Cuesta imaginar a un capitalista ortodoxo como Goirigolzarri negociando en un ministerio con Pablo Iglesias. Pero sabe que el jefe de Bankia no es el último que apaga la luz en la cima de esta Torre Kio; el que manda está en Moncloa. Bueno, y en Bruselas. Conviene dejar puertas abiertas.
En este despacho también se fraguó una fatídica salida a Bolsa. Desde que Rato tocara la célebre campana se ha perdido un 99,7% de su valor. De hecho, los tribunales están dando la razón a los inversores en el 95% de las sentencias. Y la antigua cúpula de la entidad tiene abierta una ristra de causas.
- ¿Cuál fue el gran error de Bankia?
-Realmente no hubo una sola equivocación. Más que errores, hubo mala gestión del riesgo.
- ¿Y de quién fue la responsabilidad?
- Del Consejo. Hubo una falta de profesionalidad absoluta de los gestores de la entidad. Así de claro.
- ¿Cuándo fue la última vez que habló con Rato?
- Hace mucho. No podría decir cuándo, pero igual hace un par de años.
De los tiempos de Rodrigo Rato quedan los cuadros abstractos que cuelgan en las paredes del despacho de presidencia en la planta 23. Cuando llegó a él Goirigolzarri, amante de Velázquez, ya estaban allí los Miró, Tapiès y Chillida, la mesa de madera noble y el agujero en las cuentas de más de 19.000 millones. Aquel despacho guardaba además muchos secretos debajo de la alfombra que han ido saliendo a la luz en estos últimos tres años, como el escándalo de las tarjetas black, un posible fraude contable y una más que dudosa salida a Bolsa. Las corruptelas están ahora en manos de los jueces, pero la alfombra sigue allí.
En estos tres años ha tras*formado por completo la entidad que salvó in extremis del derrumbe y le ha devuelto la rentabilidad, pero aún no se ha molestado en cambiar la decoración del despacho que heredó de su predecesor. «Es que he estado muy ocupado», explica irónico. No ha tocado ni los libros de arte de las estanterías. Sólo ha colgado un cuadro, sobre su mesa. La fotocopia de una caricatura de periódico. Diez céntimos de euro suspendidos de un marco tirando a normal.
Los expertos consideran «una resurrección» la situación actual de Bankia. Según la técnica de la «animación suspendida», una vez que se ha drenado el cuerpo de sangre, se cura la lesión, el plasma congelado se reinserta y vuelve a circular por las venas. El cuerpo se calienta lentamente y, de repente, el corazón vuelve a latir. La técnica sólo se ha probado con animales. Bueno, en cierto modo se puede decir que con animales y con Bankia, aunque la entidad verde pistacho todavía no ha reinsertado a la sociedad el plasma monetario que ésta le trasplantó para que siguiera con vida.
Además de la decoración de su despacho hay otra cosa que Goirigolzarri ha decidido no tocar pese a que no faltan recomendaciones al respecto: el nombre de la entidad.
-¿Merece la pena mantener la marca de Bankia que se asocia al peor momento del desastre económico de este país?
-Nos parecía que el cambio de nombre habría sido un intento de engañar a la gente. La gente iba a pensar que son los mismos perros con distintos collares. Es como si tienes un conflicto matrimonial y la gente cree que lo soluciona cambiándose el nombre. Mantenemos la marca, pero cambiamos los valores que ésta representaba.
Decir Bankia era mentar la bicha (iiii iiii iii). Pero Goirigolzarri siguió creyendo que podía revivir la marca cuando descubrió que algunos empleados ocultaban al taxista que iban a la sede de Bankia, y fingían bajarse en la estación de Plaza de Castilla. Preferían tener que cruzar con disimulo desde allí a aguantar el chaparrón de que eran unos ladrones. «Pero imagínate que les hubiéramos dicho "Tranquilos chicos que ahora Bankia se llama Cuculú". Y entran en un taxi y dicen "Voy a Cuculú". El taxista le diría: "No sólo son unos tal y unos no sé qué, además nos intentan engañar cambiándole el nombre". Mucho peor».
«Ya no conozco a los miembros de la nueva troika y eso sí que es un buen síntoma», asegura Goirigolzarri. Pero aunque la entidad va recuperándose, la confianza en la banca aún no se ha recuperado. No toda la banca ha recibido 19.500 millones y tiene a su antiguo comité de dirección circulando por los juzgados.
ORGULLO BANQUERO. Sí le brota el orgullo gremial para criticar que se haya convertido a los banqueros en los malos de la película: «En esta crisis han pagado justos por pecadores». Ojo. No es una defensa del proletariado. A lo que se refiere es que no todos los banqueros son iguales: «Incluso la mera expresión los banqueros... "Los banqueros tienen la culpa de la crisis en España", se dice. ¡Pero si ningún banco privado ha recibido ayudas públicas!».
-¿Está diciendo que sale rentable criticar a los banqueros?
-Hay incentivos para atacar a la banca.
-¿Cree que la sociedad española ve una diferencia entre la Bankia pasada y la de ahora?
-El público más informado hace una diferenciación clarísima de la etapa anterior y la gestión actual. Y en el conjunto de la sociedad va calando, pero todavía nos queda mucho trabajo y mucha explicación que dar. Llevará años.
Nadie dijo que fuera fácil resucitar a un muerto. Y ahora que se avecinan las elecciones de diciembre, al nuevo Gobierno le pide dos regalos importantes: «La recuperación del prestigio de las instituciones» y «que continúe con los procesos de reformas económicas». Eso, para Bankia. Para él, probablemente, basta con que la rodilla siga bien. Y que no le vuelvan a fastidiar una final de Copa del Athletic.
Adjuntos
Última edición: