KUTRONIO
Será en Octubre
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Giorgia Meloni, durante esta campaña, se ha comprometido a mantener la Ley 194 de 1978, que regula la práctica del aborto en el país tras*alpino y que establece para el acceso al mismo una serie de supuestos, como la situación socioeconómica de la progenitora, para acceder a la práctica del mismo.
Así pues, el elemento que indigna a las izquierdas sobre esta cuestión no es otro que el que Meloni ha prometido aplicar con integridad la Ley, la cual también establece un capítulo relativo a la prevención y al otorgamiento a las madres de una serie de alternativas para evitar tal práctica dramática como es el aborto, que produce ni más ni menos que 66.413 abortos al año en el país. Las cifras, aún siendo menores que las de países como España y, esto, debido en buena medida a la cantidad de ginecólogos objetores de conciencia que existen en ese país, no dejan de ser dramáticas, pues son más de 66.000 casos al año, lo que produce una sangría demográfica considerable.
Así pues, podría parecer, dado el conocido compromiso provida de Meloni, poco ambiciosa su postura de mantener la ley tal y como hoy está redactada. Sin embargo, hemos de atender a lo que se ha realizado en otros países desde hace más de una década para entender que esto no es así y que la práctica provida funciona aun manteniendo el aborto en el país, siempre y cuando se la acompañe de leyes de protección de la maternidad y de impulso de la natalidad, además de respetar la concepción clásica de la familia como el núcleo principal de la sociedad, entendiendo que es la unión del hombre y la mujer para la procreación.
Así ocurre en la Hungría de Viktor Orban, donde, desde que asumió el Primer Ministro magiar en 2010, el número de abortos se ha reducido un 50%, logrando revertir la tendencia que suponía esta sangría demográfica. Se ha conseguido gracias al fomento de las políticas de adopción, el aumento de ayudas públicas a las madres embarazadas y a la obligatoriedad de que los médicos muestren a las madres una ecografía del feto antes de que estas decidan si se procede a practicar el aborto o no, sin necesidad de modificar la regulación existente sobre el aborto en el país.
Además, el Gobierno húngaro ha firmado todos y cada uno de los documentos internacionales en favor de la vida humana y se ha opuesto de forma concienzuda y determinada a todos los intentos de la ONU de extender el aborto como una práctica aceptable en ese país del Este de Europa.
También es interesante ver lo que ha ocurrido en la región italiana de Las Marcas, donde gobierna la coalición de centro-derecha con Hermanos de Italia a la cabeza. En esta región, teniendo en cuenta que las competencias sanitarias están tras*feridas a las regiones en el país tras*alpino, como ocurre en España, se ha prohibido el uso de la píldora abortiva Ru-486, mientras que en el resto del país se permite hasta la novena semana de gestación.
Esperemos que Meloni haga valer su postura provida y consiga reducir el número de abortos a tasas realmente marginales, como así ocurre en Polonia y en Hungría, gracias a sus políticas de prevención y de información sobre alternativas a las mujeres embarazadas.
Así pues, el elemento que indigna a las izquierdas sobre esta cuestión no es otro que el que Meloni ha prometido aplicar con integridad la Ley, la cual también establece un capítulo relativo a la prevención y al otorgamiento a las madres de una serie de alternativas para evitar tal práctica dramática como es el aborto, que produce ni más ni menos que 66.413 abortos al año en el país. Las cifras, aún siendo menores que las de países como España y, esto, debido en buena medida a la cantidad de ginecólogos objetores de conciencia que existen en ese país, no dejan de ser dramáticas, pues son más de 66.000 casos al año, lo que produce una sangría demográfica considerable.
Así pues, podría parecer, dado el conocido compromiso provida de Meloni, poco ambiciosa su postura de mantener la ley tal y como hoy está redactada. Sin embargo, hemos de atender a lo que se ha realizado en otros países desde hace más de una década para entender que esto no es así y que la práctica provida funciona aun manteniendo el aborto en el país, siempre y cuando se la acompañe de leyes de protección de la maternidad y de impulso de la natalidad, además de respetar la concepción clásica de la familia como el núcleo principal de la sociedad, entendiendo que es la unión del hombre y la mujer para la procreación.
Así ocurre en la Hungría de Viktor Orban, donde, desde que asumió el Primer Ministro magiar en 2010, el número de abortos se ha reducido un 50%, logrando revertir la tendencia que suponía esta sangría demográfica. Se ha conseguido gracias al fomento de las políticas de adopción, el aumento de ayudas públicas a las madres embarazadas y a la obligatoriedad de que los médicos muestren a las madres una ecografía del feto antes de que estas decidan si se procede a practicar el aborto o no, sin necesidad de modificar la regulación existente sobre el aborto en el país.
Además, el Gobierno húngaro ha firmado todos y cada uno de los documentos internacionales en favor de la vida humana y se ha opuesto de forma concienzuda y determinada a todos los intentos de la ONU de extender el aborto como una práctica aceptable en ese país del Este de Europa.
También es interesante ver lo que ha ocurrido en la región italiana de Las Marcas, donde gobierna la coalición de centro-derecha con Hermanos de Italia a la cabeza. En esta región, teniendo en cuenta que las competencias sanitarias están tras*feridas a las regiones en el país tras*alpino, como ocurre en España, se ha prohibido el uso de la píldora abortiva Ru-486, mientras que en el resto del país se permite hasta la novena semana de gestación.
Esperemos que Meloni haga valer su postura provida y consiga reducir el número de abortos a tasas realmente marginales, como así ocurre en Polonia y en Hungría, gracias a sus políticas de prevención y de información sobre alternativas a las mujeres embarazadas.