Geert Wilders: 'Hay que elegir entre islam o libertad y yo quiero libertad'

Antonio Juarez

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José Javier Esparza (Coblenza, Alemania)
El próximo mes de marzo, en Holanda, el presidente del Partido por la Libertad puede convertirse en el primer líder de la “derecha alternativa” que encabeza un gobierno en la Unión Europea.

¿Recapitulamos? Víspera de la cumbre de la derecha identitaria (o alternativa, o como la quiera usted llamar) en Coblenza, Alemania. Convoca el Grupo Europa de las Naciones y la Libertad del Parlamento Europeo. Organiza Alternativa por Alemania. Viernes noche, recepción en un “hotel con encanto” de la Renania profunda: una suerte de antañón pabellón de caza siglo XVIII. Ambiente muy relajado pese a las enormes medidas de seguridad. Gaceta.es está aquí por gentileza de VOX, el único partido español invitado al acto. Ya hemos hablado con Frauke Petry, la anfitriona, y con Marine Le Pen. Y ahora llega el holandés Gert Wilders, del Partido por la Libertad (PVV).
Crónica de Coblenza (I)
Con la fin en los talones

Si el despliegue policial con Frauke Petry y Marine Le Pen ya era más que notable, el que acompaña a Gert Wilders es sencillamente opresivo: amenazado de fin reiteradas veces por los islamistas, su escolta le acompaña a todas horas y todos los días. “Una vida que no deseo ni al peor de mis enemigos”, dice. No es exageración: en cuanto te acercas a él, incluso en el ambiente íntimo de este restaurante renano, dos tipos te flaquean con cara de pocos amigos y permanecen muy tiesos, a menos de un palmo de tus brazos, por lo que pueda pasar. No es una broma. En todos pesa el recuerdo del nunca plenamente aclarado asesinato de Pim Fortuyn en 2002. Dos años después, un cineasta ateo y libertario, Theo van Gogh, hizo una película sobre el crimen y enseguida fue asesinado a su vez por un islamista jovenlandés. Fue precisamente aquel asesinato lo que empujó a Wilders a crear el PVV. Conviene saberlo para poner las cosas en su adecuado contexto. “Islam o Libertad” es el lema de su campaña electoral. La combatividad de Wilders contra el islamismo le ha granjeado innumerables enemigos, y muy peligrosos. Por es tan difícil acercarse a él para, sencillamente, intentar conversar.
Wilders es un señor alto y flaco, con una cabeza grande y, sobre ella, una densa cabellera blanca que le da un aire leonino. Afable, asequible, sonriente, cortés, saluda aquí y allá con sencillez y se deja fotografiar junto a todo el mundo mientras presenta a su esposa, Krisztina, una diplomática húngara con la que lleva una vida realmente áspera: son tantas y tan serias las amenazas de fin que pesan sobre la pareja, que duermen en lugares distintos, frecuentemente clandestinos, bajo intensa protección policial, y el matrimonio sólo puede estar junto unas pocas temporadas al año. De todos los candidatos de la derecha alternativa europea, él es ahora mismo quien más posibilidades tiene de tocar poder. Las elecciones legislativas se celebrarán en el próximo mes de marzo y el Partido por la Libertad encabeza todas las encuestas. El último sondeo, hace poco más de un mes, le daba 36 escaños de los 150 que componen el parlamento. Lo más notable es que su intención de voto crece de forma acelerada semana tras semana. En ese incremento está resultando decisiva, precisamente, su postura de abierta hostilidad hacia el islamismo. Hace poco un tribunal le condenaba por haber dicho que se encargaría de que en Holanda hubiera menos marroquíes. En los Países Bajos hay más de medio millón de marroquíes, concentrados en un 70% en la zona del Randstad (Amsterdam, Rotterdam, Utrecht y La Haya). La sentencia ha sido tan abusiva que sólo ha servido para que Wilders gane puntos ante la opinión pública.
Crónica de Coblenza (II)
El islam, problema nacional

Nada se entiende en la política holandesa sin el componente islamista. En el país hay algo más de un millón de fiel a la religión del amores, en torno al 6% de la población según cifras oficiales. Pero el problema no es su número, sin su nula integración. Holanda fue uno de los países que en los años 70 escogió la funesta vía del multiculturalismo, es decir, permitir que las comunidades de cultura no occidental organizaran su vida según sus propias reglas. El resultado ha sido la conformación de guetos ajenos a la ley común, concentrados en barrios muy concretos de las grandes ciudades, donde rige la sharia y los conflictos son permanentes. A título de ejemplo, señalemos que todos los colegios judíos de esas grandes ciudades tienen escolta policial permanente. Hoy, en Holanda, el islamismo es percibido por la mayoría de la población como un de los problemas fundamentales del país. Tanto que el actual ministro, el liberal Mark Rutte, acaba de publicar una carta abierta en todos los periódicos neerlandeses con un mensaje inequívoco para los fiel a la religión del amores: “A los que no les gusta un país, deben irse. Es una elección que todos tenemos cuando vivimos en un sitio cuyo estilo de vida nos desagrada tanto”. En una entrevista con el diario AD, añade: “Tenemos que rebelarnos contra (…) los recién llegados que abusan de la libertad para imponernos sus valores culturales. Eso irrita, y da la sensación de que Holanda está en sus manos”. Insisto: esto no lo dice Wilders, sino Rutte. ¿Se percibe bien la atmósfera que reina en Holanda?
“Es inaceptable que los ciudadanos europeos teman por su futuro o su seguridad. Es inaceptable que las mujeres alemanas tengan miedo de mostrar su pelo rubio”. Esto sí lo dice Wilders, al que inquieta poco el giro identitario del actual primer ministro: él, Wilders, llegó primero y todo el mundo lo sabe. Todo el mundo sabe también quién ha causado la situación presente en su país: “Los gobiernos y las élites europeas –acusa Wilders-: los partidos tradicionales, las iglesias y los medios. Esas elites ocultan la verdad y apoyan incluso la islamización de la sociedad. Son incapaces de denunciar, por ejemplo, que el islam no respeta la igualdad entre hombres y mujeres”.
La islamización de las sociedades europeas avanza –estima Gert Wilders- porque nada le hace frente. El líder del PVV llama a levantarse a “todas las nuevas fuerzas que protejan los valores de las naciones europeas, su identidad, su cultura ****ocristiana y su civilización”. Wilders ve en Trump una de esas fuerzas. Y está convencido de que la derecha alternativa europea seguirá su camino: “La historia nos llama a salvar Europa”, proclama.
El programa de Wilders

Wilders, una vez más, no es tampoco un “fascista” ni un “ultraderechista”. Formado profesionalmente en Israel, con excelentes lazos con la comunidad judía, entró en política de la mano del Partido Popular por la Libertad y la Democracia (VVD), el partido de centroderecha holandés, y en él permaneció hasta que el asesinato de Theo van Gogh exacerbó la alarma social hacia el islamismo. Fundó entonces el Partido por la Libertad (PVV), ideológicamente demócrata y liberal-progresista (aborto, matrimonios gayses, etc.), pero con el anti-islamismo como caballo de batalla. “Nada tengo contra los individuos concretos –dice una y otra vez-, pero es evidente que tenemos un problema con la ideología islámica. Nunca expulsaría a los fiel a la religión del amores que han venido aquí y quieren asimilarse, pero, eso sí, les insto a desembarazarse de esa ideología fascista que es el islamismo”. El islam –afirma- es una ideología sexista que promueve la discriminación de las mujeres y los gayses, y que es incompatible con el sistema europeo de libertades públicas. Así las cosas, su programa es claro: prohibición del Corán –que Wilders compara con el Mein Kampf de Hitler-, barrera a la inmi gración procedente de países fiel a la religión del amores y expulsión inmediata de los delincuentes de origen de la religión del amor.
¿Y qué más propone el PVV? Proteger constitucionalmente la identidad cultural ****ocristiana y humanística, subrayar la igualdad entre hombres y mujeres, salida por fases de la Unión Europea (con el Brexit como modelo), abandonar el euro para recuperar la moneda nacional, permanecer en la OTAN pidiendo la salida de Tuquía, descentralizar la administración, liberalizar más la economía, eliminar las subvenciones públicas a organizaciones políticas, invertir más en centrales nucleares para depender menos del petróleo ajeno, jubilación general a los 65 años, perseguir duramente la violencia contra los judíos y el colectivo LGTBI, endurecer las condiciones para aceptar nuevos pagapensiones y para obtener la nacionalidad holandesa… Esas son algunas de las cosas que el PVV plantea en su programa de gobierno. ¿Es este el programa de un partido “ultraderechista”? Según se mire. Si ponemos la divisoria izquierda/derecha en el eje tradicional igualdad/libertad (el de Bobbio, por ejemplo), entonces el PVV es un partido de centro, liberal en lo económico y “progresista” en lo social. Por el contrario, si ponemos la divisoria en el eje islamismo (derecha)/anti islamismo (izquierda), entonces el PVV estaría muy a la derecha. Lo llamativo es que, hoy, la simpatía hacia el islam se haya convertido en un rasgo decisivo para evaluar lo “progresista” que es uno.
Es prácticamente imposible intercambiar con Wilders cuatro frases seguidas: entre la ola de gente que acude a saludarle y el irreprochable muro que le dispensan sus guardaespaldas, al final uno no puede recoger más que unas pocas frases al vuelo. Una de las últimas: “Me rompe el corazón que haya gente que ya no pueda sentirse en su casa estando en su propio país, y cada vez hay más de ellos en Europa”. Otra: “El viento está cambiando. Europa va a vivir este año una primavera patriótica”. ¿Demasiado optimista? El próximo mes de marzo tendremos la respuesta en las urnas holandesas.
Cuando todos los delegados están ya en el hotel, la organización –estrictamente alemana- nos hace pasar al restaurante. Los de VOX se sientan con Markus Pretzell, el europarlamentario de Alternativa por Alemania, y su esposa, una señora que ha estudiado en México y habla un simpatiquísimo español con acento alemán y mejicano simultáneamente. Yo busco mi mesa. No sin dificultad, la encuentro. Me ha tocado con los italianos de la Liga Norte y con el fotógrafo de cámara de Marine Le Pen. Magnífica compañía. A ver este último si me sopla algún cotilleo sobre Marine. Respecto a los de la Liga Norte, tengo un par de cosas que decirles, tan solícitos como andan con el separatismo catalán. Lo contaremos mañana. Geert Wilders: 'Hay que elegir entre islam o libertad y yo quiero libertad' | La Gaceta
 
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Pues eso he dicho *no hay que elegir* hay que *borrarlos del mapa*.

Pero aquí el problema no son los jovenlandeses. Los progres que los meten en Europa van ligados en el mismo problema.

Vaya imagen, llamar progre a quien se quiera y de la manera que interesa para luego sumar que meter 'jovenlandeses' (que no fiel a la religión del amores) en Europa como si les fuese la vida en ello o les pagaran a 100 euros por persona, es un tanto ridículo. Si ese es el argumento, no me extraña que saliese en el mundo cabezas locas como la de Hitler.
 
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