Manoliko
Será en Octubre
- Desde
- 8 Sep 2010
- Mensajes
- 28.455
- Reputación
- 66.540
—No debes temer —dijo la alcaldesa, con la voz ligeramente gutural que le otorgaba su nueva naturaleza— . Tan solo queremos lo mejor; para ti y para todos. Y a cambio, tan solo te pido una cosa.
Aquel ser flexionó las rodillas hasta ponerse de cuclillas. Su orificio traseril, o lo que fuese, comenzó a dilatarse, hasta que algo asomó por allí. Una especie de gusano, similar a una tenia de gran tamaño, pero con boca y decenas de diminutos colmillos, que parecía alzar su cabeza para amenazarme con un chillido.
—Te ofrezco la paz —siguió diciendo—. Te ofrezco una vida mejor, ser parte de algo mucho más grande. Nunca jamás tendrás que preocuparte por nada; ni por el trabajo, ni por el alquiler o la hipoteca, y nunca más estarás solo. Tan solo tienes que acercar tu boca y abrirla.
—Creo que tratas de engañarme —respondí—. No es la paz lo que realmente me ofreces, sino la esclavitud. No es formar parte de algo más grande, sino hacerte más grande a ti dejando de ser yo. No es el amor de la familia y los amigos, sino la sumisión del rebaño. No es la vida, sino la fin.
—¡Ja, ja, ja! Piénsalo mejor. Si rechazas mi oferta estarás fuera, no volverás a trabajar para la administración pública, ¡jamás!
—Aunque quisiera, no puedo entregarte lo que me pides; lo más valioso que poseo. Eso es lo único que no te puedo dar. Nada que me ofrezcas a cambio merecería la pena.
—¡No tienes elección!... Debes entender —dijo con tono amenazante y avanzando lentamente hacia mi— que hemos venido para quedarnos. No soy la única ni la primera en llegar. Nos estamos infiltrados en todas partes, en todas vuestras instituciones y organizaciones. Es demasiado tarde para que podáis hacer nada, y mucho menos tú, de forma individual. Cada vez seremos más, y cuando llegue el momento, seremos tantos que los díscolos como tú, los que se den cuenta de que algo pasa, no podréis hacer nada contra nosotros. Entonces mostraremos nuestra verdadera naturaleza y acabaremos con vosotros. Así que debes elegir: ¡Únete o muere!
—Sea, prefiero la fin a perder mi alma. Pero no me dejaré apiolar sin prestar resistencia.
No fue un acto de valor. En verdad, dejar que aquella cosa me poseyera me causaba muchísimo más terror que la fin. Con toda la determinación de la que me dotaba escapar como fuese de aquel horror, abrí rápidamente el gran ventanal situado a mi izquierda y salí por la ventana mientras escuchaba, de nuevo, la siniestra carcajada de la alcalcesa.
—Ja, ja, ja, ¿a donde crees que vas?—dijo—. ¡No puedes huir; no puedes esconderte!
Aquel ser flexionó las rodillas hasta ponerse de cuclillas. Su orificio traseril, o lo que fuese, comenzó a dilatarse, hasta que algo asomó por allí. Una especie de gusano, similar a una tenia de gran tamaño, pero con boca y decenas de diminutos colmillos, que parecía alzar su cabeza para amenazarme con un chillido.
—Te ofrezco la paz —siguió diciendo—. Te ofrezco una vida mejor, ser parte de algo mucho más grande. Nunca jamás tendrás que preocuparte por nada; ni por el trabajo, ni por el alquiler o la hipoteca, y nunca más estarás solo. Tan solo tienes que acercar tu boca y abrirla.
—Creo que tratas de engañarme —respondí—. No es la paz lo que realmente me ofreces, sino la esclavitud. No es formar parte de algo más grande, sino hacerte más grande a ti dejando de ser yo. No es el amor de la familia y los amigos, sino la sumisión del rebaño. No es la vida, sino la fin.
—¡Ja, ja, ja! Piénsalo mejor. Si rechazas mi oferta estarás fuera, no volverás a trabajar para la administración pública, ¡jamás!
—Aunque quisiera, no puedo entregarte lo que me pides; lo más valioso que poseo. Eso es lo único que no te puedo dar. Nada que me ofrezcas a cambio merecería la pena.
—¡No tienes elección!... Debes entender —dijo con tono amenazante y avanzando lentamente hacia mi— que hemos venido para quedarnos. No soy la única ni la primera en llegar. Nos estamos infiltrados en todas partes, en todas vuestras instituciones y organizaciones. Es demasiado tarde para que podáis hacer nada, y mucho menos tú, de forma individual. Cada vez seremos más, y cuando llegue el momento, seremos tantos que los díscolos como tú, los que se den cuenta de que algo pasa, no podréis hacer nada contra nosotros. Entonces mostraremos nuestra verdadera naturaleza y acabaremos con vosotros. Así que debes elegir: ¡Únete o muere!
—Sea, prefiero la fin a perder mi alma. Pero no me dejaré apiolar sin prestar resistencia.
No fue un acto de valor. En verdad, dejar que aquella cosa me poseyera me causaba muchísimo más terror que la fin. Con toda la determinación de la que me dotaba escapar como fuese de aquel horror, abrí rápidamente el gran ventanal situado a mi izquierda y salí por la ventana mientras escuchaba, de nuevo, la siniestra carcajada de la alcalcesa.
—Ja, ja, ja, ¿a donde crees que vas?—dijo—. ¡No puedes huir; no puedes esconderte!
Última edición: