Fotos de la prespitación en la Valencia franquista

Cirujano de hierro

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Uno de cada cinco hombres en España admite pagar por "servicios sensuales". La mitad de ellos ni siquiera contempla la posibilidad de que esa mujer sea víctima de trata de blancas. La prespitación en España, en 2019, permanece en el mismo territorio de los tabús sociales en los que ha cohabitado durante siglos. Es una actividad alegal, partiendo de una libertad individual que a menudo se convierte en el salvoconducto para que las mafias operen. Y, por supuesto, también hay casos al margen de la explotación. Casos donde el ejercicio de esa libertad es un hecho.

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De todos estos asuntos habla el último estudio de relevancia, publicado por la Universidad Pontifica de Comillas con datos de 2016. Es el mismo informe que fija esa cifra de partida: "que un 20 por ciento de los encuestados se atreva a reconocer algo que está siempre tan oculto, indica que deben ser muchos más quienes han pagado por servicios sensuales en España", apuntaban en la presentación de los datos los investigadores Carmen Meneses, Jorge Uroz, Antonio Rúa, Cristina Gortázar y María José Castaño.

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La relación de la sociedad y los medios con la prespitación no siempre ha sido tan hipócrita como en la actualidad. El influjo de las jovenlandesales religiosas es determinante en su comunicación y su clandestinidad. En Valencia, por ejemplo, se encontraba la que posiblemente fue la mancebía más grande de la historia de Europa. Entre 1325 y 1671, el megaprostíbulo impulsado por Jaume II El Just pasó de estar en los extramuros de la ciudad a alojarse dentro de sus grandes puertas medievales. Las mujeres que allí vivían tenían una vitola de marginalidad distinta a la actual, porque aunque durante aquellos siglos la prespitación era vista como 'un mal menor', en la boyante capital valenciana el comercio y su mix cultural encontraba una relación social en este Barrio Rojo situado en la capital ibérica del Mediterráneo (por delante de Barcelona durante algunos siglos). De hecho, la ciudad tuvo tal repercusión gracias a su gran burdel que el primer edificio valenciano en ser declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, la espléndida Lonja, está lleno de referencias sensuales explícitas en sus gárgolas, mostrando su sesso desnudo en dirección al lugar de los hechos.

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Con el paso de los siglos parece que la prespitación desaparece de los anales de la historia. Si hemos de confiarle nuestra memoria a lo que nos dice la Filmoteca Española y lo que se destila de su No-Do ( el parte y escaparate del Régimen), la Valencia que se nos muestra ahí es un icono turístico. Es el anhelo de una segunda residencia y un lugar para el hedonismo, hilvanado por sus playas, l'Albufera, las Fallas y, cómo no, la sempiterna paella. Pero la realidad histórica era muy diferente a la que los medios oficiales de la dictadura nos muestran y durante toda la dictadura, la prespitación siguió existiendo en la ciudad. Una realidad que podría haberse olvidado de no ser por la labor de un empleado de banca, consciente de la posibilidad de su testimonio aunque no de su relevancia actual, decidió esconder en sus abrigos unas cámaras "y estornudar cada vez que disparaba. Menudo ruido hacían aquellos trastos", me cuenta.

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El artista es Joaquín Collado. Hoy, a sus 87 años, contesta a algunas de mis preguntas. Desde hace aproximadamente una década se ha convertido en el Vivian Maier de Valencia. Collado congela desde hace 60 años la vida más callejera de Valencia. En toda su obra, como él destaca, la conversación e interlocución con los retratados es fundamental. Siempre les avisa de su objetivo, les promete y entrega una copia posterior. Sin embargo, durante los años 60, una de sus series se realizó de manera distinta. Es la colección Barrio Chino, en la que las mujeres y hombres exhiben con desigual disimulo una realidad a la que ahora nos asomamos con el lumínico testimonio. También con esta docena de fotografías cedidas por el autor a VICE para la publicación del artículo.

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"Lo cierto es que me jugué el tipo. La jornada de la que se nutre la mayor parte de las fotos de la serie fue la mañana del 19 de marzo de 1972. Volví otras veces para capturar alguna cosa, buscando mejor luz, etcétera. La mayor parte de los que salen son trabajadores que tenían alquiladas habitaciones en el entorno. Había mucho bullicio en la zona, pese a lo que pueda parecer. Había mucha gente y la prespitación estaba muy establecida. Yo no le dije a mi esposa, que en paz descanse, lo que iba a hacer. Pero allí estaba con la cámara, un angular y estornudando o tosiendo cada vez que la cámara hacía clic. La llevaba apoyada sobre la pierna derecha y sobre salía por el abrigo. Los cuerpos en las fotos aparecen a distancias similares porque tenía que calcular la luz. Y lo que recuerdo es que había mucho ambiente, mucho hombre joven y algunos viejos… mucho mirón, como yo, que aquel día también lo fui".

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Así recuerda Collado la realización de la serie que se expuso tanto en el País Vasco como en Cataluña mucho antes de que nadie en Valencia se fijase en ella. "Aquí, desde luego, nadie más fotografió el Barrio Chino. No hay ningún otro documento. Creo que Joan Colom hizo algo parecido en Barcelona y tuvo problemas…". En la obra del fotógrafo aficionado valenciano, se ven las calles atestadas de hombres con pantalón de pinza y camisa planchada. Hombres que esperan y miran de reojo, como si el acting no fuera con ellos hasta haber tomado una decisión que brilla en sus ojos. Pitillos que humean y minifaldas en procesión. Rostros de mujeres jóvenes que se asoman tímidamente o que muestran una actitud mucho más expuesta ante la realidad de lo que sucede. Mujeres que hablan con hombres y a los que se les intuye el negociado. Botas blancas, ceñidas, de cuero, tacones y sonrisas, pero también niños que conviven en el trasunto y hasta uno que coge los pechos de una de las chicas que le mira mientras el cigarro se agota en su mano. La mirada congelada de la mujer —que no le aparta— es impagable. "Probablemente familiares", sentencia el fotógrafo. Y más y más hombres arremolinados en torno a bares y pensiones, a unos metros de esas camas por horas en una ciudad sin más testimonio de esta actividad que el relato gráfico de Collado.

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Parte de esta serie ha sido expuesta en el Museu Valencià de la I·lustració i la Modernitat (MuVIM), en la querida librería Railowsky y en la galería Plac'Art Photo de París. Con motivo de esta última exhibición, se editó un catálogo y durante los últimos años el propio Institut Valencià d'Art Modern, el museo de arte contemporáneo IVAM situado entre los más prestigiosos del continente, ha comprado algunas de sus imágenes que por motivos evidentes no se publican en este reportaje. El Círculo Collado, una entidad civil surgida al calor de la creciente popularidad del fotógrafo valenciano, prepara una ruta de localizaciones en torno a todas las fotografías de esta serie, en una parte de la ciudad que ha cambiado sensiblemente durante las últimas décadas. El portavoz de esta organización sin ánimo de lucro, avanza a VICE que además de esa ruta, existe el proyecto de filmar un documental en torno al cronista inesperado de la capital valenciana.

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Buen hilo.

Eso sí algo me dice que valdrían más que ahora de buen rato al haber menos pilinguis y tanto hombre que solo habrá amado una en toda su vida

En la primera foto aparece bob dylan
 
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