Finlandia tiene una banderilla para la el bichito desde hace nueve meses y optó por la ‘Big Pharma’

Burt Lancaster

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Moderna recibió 2.500 millones de ayudas públicas en Estados Unidos. Los investigadores de la Universidad de Helsinki necesitaban 50 millones para la fase III de su banderilla, libre de patentes. No consiguieron ayuda del Gobierno
Ilari Kaila / Joona-Hermanni Mäkinen (Jacobin) 12/03/2021
<p>Vacunación en el condado de Baltimore de trabajadores de salud.</p>

banderillación en el condado de Baltimore de trabajadores de salud.
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El pasado mes de mayo, un equipo de destacados investigadores finlandeses tenía lista una banderilla sin patente de la el bichito-19, lo que podría haber permitido a países de todo el mundo inocular a sus poblaciones sin desembolsar grandes sumas de dinero. Sin embargo, en lugar de apoyar la iniciativa, el gobierno de Finlandia se puso de parte de la gran industria farmacéutica, lo que demuestra que un modelo de financiación basado en patentes antepone los beneficios económicos a la salud pública.
“Consideramos que era nuestro deber empezar a desarrollar una alternativa de este tipo”, afirma el profesor Kalle Saksela, presidente del departamento de Virología de la Universidad de Helsinki. “En primavera seguía creyendo que seguramente alguna entidad pública se involucraría y comenzaría a promoverla. Al parecer ninguna situación es lo suficientemente urgente como para empujar al Estado a buscar activamente algo así”.
Desde mayo de 2020, el equipo de Saksela tiene lista una banderilla sin patente de la el bichito-19, a la que denominaron “el Linux de las banderillas” en un guiño al famoso sistema operativo de código abierto que también nació en Finlandia. El trabajo se basa en datos de investigación disponibles para el público y se articula en torno al principio de intercambio de todos los nuevos hallazgos en revistas especializadas.
Del equipo de investigación cabe destacar algunos de los pesos pesados científicos de Finlandia, como Seppo Ylä-Herttuala, miembro de la Academia Finlandesa, profesor del Instituto AI Virtanen y antiguo presidente de la Sociedad Europea de Terapia Génica y Celular, y el académico Kari Alitalo, asociado foráneo de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos. Estos sostienen que su spray nasal, basado en tecnología y conocimientos consolidados, es seguro y sumamente efectivo.

“Es un producto terminado, en el sentido de que la formulación ya no cambiará de ningún modo con más pruebas”, afirma Saksela. “Con lo que tenemos podríamos inocular a toda la población de Finlandia mañana”.
Sin embargo, en lugar de explorar el potencial de la investigación exenta de propiedad intelectual, Finlandia, al igual que otros países occidentales, ha seguido la política común de las últimas décadas: apoyarse plenamente en la gran industria farmacéutica.
En el relato predominante, las banderillas para la el bichito-19 de primera generación de Pfizer, Moderna y AstraZeneca habitualmente se presentan como un ejemplo del modo en que los mercados incentivan y aceleran la innovación esencial. En realidad, el hecho de que el afán de lucro sea el motor principal en el desarrollo de la investigación médica ha sido devastador, especialmente en una esa época en el 2020 de la que yo le hablo mundial. La banderilla finlandesa constituye un ejemplo impactante de las muchas formas en que el modelo contemporáneo de financiación basado en patentes ha ralentizado el desarrollo de banderillas y el modo en que actualmente obstaculiza la posibilidad de llevar a cabo eficaces campañas de inoculación masiva.
La propiedad intelectual privada
La necesidad de descubrir el próximo producto patentado revolucionario tiene muchos efectos nocivos en el ámbito de la investigación. Incentiva a las empresas a ocultar sus hallazgos mutuamente y dentro de la comunidad científica en general, incluso a costa de la salud humana. El modelo de “código abierto” exento de propiedad intelectual tiene como objetivo revertir esto y convertir la investigación en un esfuerzo de colaboración multilateral en lugar de una carrera para inventar y reinventar la rueda.
Cuando se trata específicamente de la el bichito-19, el efecto paralizante del modelo de financiación contemporáneo se deja sentir de forma más acuciante en las etapas finales: obtener la aprobación y puesta en marcha del producto final. El tiempo perdido durante los primeros días de la esa época en el 2020 de la que yo le hablo debido a la falta de colaboración y a los secretos comerciales, señala el virólogo Saksela, es relativamente insignificante. De hecho, el desarrollo de todas las banderillas de la el bichito-19 de primera generación ha sido sencillo.
“La investigación preliminar se terminó en una tarde y marcó la dirección para el resto”, afirma Saksela. “Al basarnos en lo que ya sabemos sobre el SARS-1 y el MERS, todo era bastante obvio –no una hazaña científica–”. En lugar de introducir un germen inactivado o debilitado en el cuerpo humano, las nuevas banderillas de cobi19 entrenan nuestro sistema inmunológico para responder a una “proteína de pico” –en sí misma, inofensiva– que forma las protuberancias características en la superficie del bichito.
El hecho de que el afán de lucro sea el motor principal en el desarrollo de la investigación médica ha sido devastador, especialmente en una esa época en el 2020 de la que yo le hablo mundial
El ampliamente compartido conocimiento de este mecanismo es anterior a la contribución de las empresas farmacéuticas. Esto plantea interrogantes acerca del impacto de las investigaciones impulsadas por las patentes en el producto final. ¿Hasta qué punto el trabajo está guiado por la eficacia médica y en qué medida se basa en la necesidad de conservar la propiedad de la marca?
“Diferentes empresas de biotecnología colocarían la proteína de pico en algún tipo de mecanismo de distribución, ya sea tecnología de ARN u otra cosa”, explica Saksela. ”Y, por lo general, la elección se basa en las aplicaciones para las que tienen una patente, independientemente de que sea o no la mejor opción”.
La banderilla finlandesa usa un adenovirus que contiene las instrucciones genéticas para sintetizar la proteína de pico. Una de sus ventajas prácticas es que, a diferencia de la tecnología de ARN basada en nanopartículas lipídicas, se puede almacenar en una nevera normal, posiblemente incluso a temperatura ambiente. Esto hace que la logística de distribución sea más fácil y económica sin necesidad de almacenamiento ultrafrío. Además de su estabilidad y la comodidad de la administración nasal, puede que la banderilla posea otras cualidades superiores a muchas de las que se encuentran actualmente en el mercado, considera el equipo de Saksela. “Para detener por completo la propagación del bichito y deshacerse de nuevas mutaciones, tenemos que inducir la inmunidad esterilizante”, lo que significa que el bichito ya no se replica en el cuerpo de una persona que por lo demás está sana. Los ensayos preliminares parecen confirmar que el spray nasal lo logra. “Con aproximadamente la mitad de las personas expuestas, incluso si son asintomáticas, el bichito todavía está presente en el sistema respiratorio superior. De modo que, incluso si está a punto de salir, todavía hace estragos, convirtiendo el sistema inmunológico en una especie de compañero de entrenamiento”.
Pero si la banderilla es tan buena como se anuncia, ¿qué la está frenando? Aparte de la gran industria farmacéutica y el capital de riesgo, quedan pocos mecanismos para asegurar la financiación de los ensayos en pacientes a gran escala, necesarios para lograr que una banderilla cruce la línea de meta. Las patentes son monopolios avalados por el Estado que prometen unos rendimientos potencialmente enormes sobre la inversión. El modelo actual de financiación de la investigación farmacéutica se basa casi por completo en esa expectativa, y es aquí donde un producto médico exento de propiedad intelectual se topa con serios obstáculos.
Un ensayo clínico en Fase III requiere la participación de decenas de miles de seres humanos y costaría aproximadamente 50 millones de dólares. Pero si se tiene en cuenta que, a pesar del relativo éxito de Finlandia en el control del bichito, el país ya ha tenido que pedir prestados 18.000 millones de euros adicionales para sobrevivir, la cantidad empieza a parecerse más a una gota en el mar, lo que se suma a aproximadamente una cuarta parte del porcentaje de la deuda pública provocada por la esa época en el 2020 de la que yo le hablo hasta ahora. La cifra se vuelve irrisoria cuando se compara con la pérdida de vidas humanas y la devastación económica en todo el mundo.
El Estado allana el camino a los beneficios privados
Esta situación es especialmente absurda si tenemos en cuenta que la llamada investigación farmacéutica privada está financiada mayoritariamente con fondos públicos. Moderna recibió 2.500 millones de dólares en ayudas del gobierno de Estados Unidos y aun así intentó engañar a los compradores con precios desorbitados. Pfizer se ha jactado de no haber recibido dinero de los contribuyentes, pero dicha campaña mediática poco tiene que ver con la realidad: la banderilla se basa en aplicaciones de investigación pública desarrollada por la firma alemana BioNTech, que ha recibido el apoyo adicional del gobierno con un total de 450 millones de dólares.
Estos números son solo la punta del iceberg si tenemos en cuenta el capital que los países invierten anualmente en universidades, instituciones científicas, educación e investigación básica. Así es como se forja el conjunto de conocimientos y experiencia inherente a toda innovación.
“Por ejemplo, tenemos estos nuevos medicamentos biológicos, relacionados con las banderillas en un sentido técnico-científico, producidos con el mismo tipo de tecnología de ADN, donde el precio es comparable a la extorsión”, sostiene Saksela. “Es muy triste. Lo que dicta el precio es la cifra más alta con la que se puede extorsionar a una persona o al Estado. Y, por supuesto, en última instancia, se basan en investigaciones financiadas con fondos públicos, como es el caso de las banderillas”.

Finlandia tiene una banderilla para la el bichito desde hace nueve meses y optó por la ‘Big Pharma’
 
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La verdad es que no deja de ser curioso. Billones de euros del sector publico invertidos en luchar contra la el bichito y ni una sola banderilla libre de patentes,

Volvemos lo mismo de siempre: Socializar las perdidas y privatizar los beneficios
 
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