Hijo de Hembrista
Cuñado nija
- Desde
- 17 Nov 2017
- Mensajes
- 117
- Reputación
- 346
Resumo: Feministas gallegas convocan a todos los hombres del movimiento anarquista/okupa/etc. gallego en un edificio de Santiago. Llegan medio centenar de ellos de todas las provincias gallegas. Una treintena de feministas muy enfadadas cierran las puertas, y los hombres se encuentran con que han empapelado el sitio con sus fotografías. Les mandan señalarse a sí mismos y a los demás hombres como agresores sensuales. Luego las feministas leen un comunicado donde les dicen que les declaran la guerra y que se metan cáctus por el ojo ciego y que todos los hombres están programados para violar (aquí lo tenéis: Declaración de guerra). De ahí pasan a los insultos, escupitajos y luego a las palizas. Ahora todo en detalle:
1. Manifiesto de uno de los afectados:
Del día en que me quise solidarizar y me hicieron prisionero de guerra (click aquí)
Ayer, primero de junio, fuimos convocados un numeroso grupo de activistas en la okupa compostelana O Aturuxo das Marías. Se trataba de una "alerta feminista", nos dijeron, era muy importante que fuéramos los hombres de los movimientos contestatarios gallegos, pues las compañeras tenían algo grave que decirnos. Sabíamos que se habían producido algunas agresiones dentro del entorno e intuíamos que aquello sería una llamada de atención colectiva al respecto.
Allí aparecimos más de medio centenar de hombres relacionados de un modo u otro con el entorno activista. Muchos queríamos saber lo que había pasado y nos sentíamos comprometidos a tratar el tema y ofrecer algún tipo de respuesta. Otra gente que estaba convocada no pudo o quiso acudir. Tras una larga espera en la puerta de la okupa abrieron el paso y nos hicieron subir al piso de arriba. Allí, atónitos, nos encontramos con las ventanas y paredes empapeladas con nuestras fotos y nombres; al menos habría un centenar.
De repente irrumpieron las chicas, superaban ampliamente la treintena, venían muy serias y enfadadas. Repartieron rotuladores y nos dijeron que marcáramos un "si" sobre nuestras fotos los que se reconocieran a sí mismos como agresores. También nos conminaron a denunciar a los demás. Poco a poco la gente comenzó a señalarse a sí misma, en medio de un clima cada vez más enrarecido por la presión grupal. Algunos señalaban también a otros; hubo quién marcó absolutamente todas las fotos, los conociera o no. Fuimos muy pocos los que nos negamos a participar de este proceso autoinculpatorio, el ambiente de condicionamiento colectivo era muy fuerte y opresivo.
Una vez terminado el rosario de denuncias y “confesiones” empezaron a marcar ellas a los que consideraban agresores. Caímos casi todos. No dieron explicaciones y a gritos nos dijeron que no teníamos permitido hablar. Algunos aún seguimos devanándonos los sesos tratando de saber el motivo por el que fuimos señalados. La tensión aumentó. Nos increparon, nos amenazaron, nos gritaron. Nos dijeron que todos éramos forzadores, que ninguno era inocente y que, como hombres, encubríamos las agresiones de los demás (y yo que siempre pensé que eso lo hacíamos todxs, independientemente del sesso).
Pública y expresamente nos declararon la guerra, así nos lo dijeron, y manifestaron que querían romper las relaciones con nosotros (los hombres de su entorno). Nos dijeron que ninguno se salvaba, que éramos armas de destrucción masiva, que tendríamos que cortarnos las platanos y meternos cactus por el ojo ciego. Leyeron varios manifiestos absolutamente delirantes en un clima de hostilidad creciente. Nosotros, sumisos, agachábamos la cabeza.
Fue entonces cuando comenzaron las agresiones. Primero de forma más localizada, contra gente concreta. Insultos, gritos, bofetadas, escupitajos. Ninguno hicimos ni dijimos nada. Luego vinieron las patadas y los abrazos. Entiendo que aún se centraban en venganzas concretas por hechos especialmente graves, pero pronto las agresiones se volvieron gratuitas y arbitrarias: una chica le dijo a alguien mientras lo abofeteaba que no sabía quién era pero que no le gustaba su mirada. Ninguno hacíamos nada mientras arreciaba la violencia. El que más palos llevó fue uno que había pintado un interrogante sobre su foto, parodiando el proceso autoinculpatorio; recibió una auténtica paliza mientras un cordón de mujeres, en actitud chulesca, defendían la agresión. Nunca en mi vida había visto un abuso semejante salvo, quizá, en los lúgubres sótanos de alguna comisaría.
Una vez se hubieron despachado a gusto, nos obligaron a marcharnos, pero antes las chicas formaron un pasillo en la puerta. Según íbamos saliendo comenzaron a repartir golpes: collejas, empujones, bofetadas... Gratuitos, por la cara. Incluso a gente que no había sido señalada como agresora y con un comportamiento escrupuloso e intachable. Daba igual, eran hombres. Esa misma mañana los saludaban con sonrisas y ahora les cruzaban la cara a bofetadas.
Salimos como zombis, las bocas abiertas y la mirada perdida. Apenas hablábamos, incrédulos, tratando de digerir lo que acababa de pasar. Nuestras amigas, nuestras compañeras de lucha, para algunos incluso sus novias, de golpe y porrazo nos trataban del mismo modo que lo haría la policía. Nos acababan de humillar, vejar y hacer daño de la forma cruel y gratuita típica de los antidisturbios. Puede que alguno lo mereciese, pero la mayoría desde luego que no. Habíamos asistido inermes a un linchamiento público.
Y aún por encima la mayoría de nosotros quedamos marcados como agresores. ¡Sin ni siquiera saber por qué! Una condena sumaria de la que no tenemos derecho a conocer las causas. Ni el propio Kafka habría podido idear un sinsentido tan terrorífico.
Es cierto que las agresiones sensuales merecen un castigo, un rechazo colectivo y la elaboración de análisis y protocolos que permitan reconocerlas y atajarlas. Pero cuando permitimos que la indignación por un hecho horrible provoque respuestas abusivas e indiscriminadas contra colectivos enteros por su condición física o sensual, creamos el caldo de cultivo que desemboca inexorablemente en la creación del discurso totalitario.
Nadie puede negar el patriarcado, los privilegios que tenemos los hombres sobre las mujeres, las agresiones sensuales, la desigualdad estructural. Ni siquiera en lo tocante a nuestros micro-ambientes en el gueto. ¿Pero justifica eso la humillación y la violencia a la que hemos sido sometidos por el mero hecho de ser hombres? Es cierto que las mujeres han sufrido en silencio muchas injusticias durante muchos siglos, es cierto que sufren aún ahora y en nuestros propios círculos numerosas opresiones. Pero en mi opinión eso no justifica una venganza humillante y colectiva contra TODOS los hombres a los que consiguieron reunir. Justo los que acuden a una “alerta feminista”, o sea que muchos de ellos, en cierto modo, son de los pocos que en esta sociedad tratan de cuestionarse sus propios privilegios.
(Los subieron hasta la planta de arriba)
2. Relato de los hechos por parte de chico que escribió un interrogante en su foto, y el que más palos llevó:
Cuando la solidaridad era un cáctus por el ojo ciego (en gallego) (click aquí)
3. Manifiesto que las feministas agresoras leyeron a sus prisioneros de guerra:
DECLARACIÓN DE GUERRA (click aquí)
(...) Desde dentro ellos siguen colonizando, abusando e invadiendo nuestros cuerpos. Por sistema. TODOS. Cada noche, una violación, en una cama diferente. En nuestras camas. Al lado de nuestras compañeras, ante la mirada indiferente de los demás. Un nombre, y cuándo sale un nombre, nunca sale solo. Otro nombre. Y otro más. Otro forzador, otra hermana amada sin consentimiento. Y otra más. La lista, creedme, no tiene fin. Y eso sois todos los señalados, los contados, los identificados, los visibles.
PERO forzadORES SOIS TODOS. Esto no es cuestión de unos individuos en concreto.
forzadORES SOIS TODOS. ESTÁIS PROGRAMADOS PARA VIOLAR.
Estáis programados para violarnos.
A nosotras, vuestras compañeras de lucha.
Y, ¿cómo vamos a luchar a vuestro lado? ¿Cómo vamos a poner el cuerpo por vosotros si nuestros cuerpos son territorios que vosotros colonizáis?
Yo no puedo. YO NO QUIERO. Yo no quiero exponer mi cuerpo, ni el de mis compañeras, cada vez que nos relacionamos con vosotros.
Yo no quiero que nos sigáis violando en silencio.
(...)
Lo que yo quiero, lo que necesitamos, es que dinamitéis vuestra masculinidad. YA.
Reventad a golpe de sodomía, experimentad lo que es ser forzado por los tuyos. Ataos a una cama y violaos unos a otros. Podéis escoger: por la boca o por el ojo ciego. Vivid con un cactus metido en vuestro ojo ciego. Castraos químicamente o físicamente, pero dejad de violarnos. Poned vuestro cuerpo para luchar contra esa lacra que sois vosotros mismos, y preparaos para nuestra insaciable venganza.
Estamos en guerra. Y es una guerra dentro de nuestra trinchera. El cerco se hizo cada vez más pequeño y tenemos un frente abierto en nuestro territorio, en nuestros cuerpos.
Estamos rodeadas y vosotros sois la primera línea enemiga.
Solo quedan dos salidas: ahogarnos en el cerco o explotar a los machos que nos cercan.
Nuestro objetivo a defender: nuestros cuerpos.
Nuestro objetivo a atacar: los vuestros.
Estamos en guerra. Y no es una guerra fría. La guerra nos duele. Nos duele el shishi, nos duelen las tripas, nos duele el corazón. Nos duele el cuerpo entero.
Esta guerra nos duele porque nosotras también perdemos. Yo pierdo cuando tengo que asumirme enemiga tuya porque tú prefieres a tu privilegiada platano antes que a mí. (...)
4.Artículo de una "compañera" sobre los hechos ocurridos (click aquí)
(Traduzco) Quería pasar unos días desde el terrible evento del 1 de junio en la CSO Aturuxo das Marias (por una cuestión de salud mental) donde un grupo de mujeres cometió una acción contra los compañeros y amigos (activistas de los movimientos sociales gallegos y el movimiento libertario en particular), con la clara intención de llevar a cabo una caza de brujas, convirtiéndose estas mujeres en inquisidoras.
El relato de algunas mujeres y los hombres allí presentes hace que las personas que han pasado por las cárceles de las fuerzas represivas del Estado tengan recuerdos amargos y tristezas para verificar la similitud de la acción que, hasta ese momento, consideramos compañeros y amigos. La autoacusación, la exposición de los acusados, la obligación de los hombres de señalar a sus amigos y compañeros como agresores y el lo tan odiado (por humillante) paseillo, sufriendo de humillación y golpes (continúa...).
5.Mensaje que sacó el centro social do Sar en repulsa a lo que ocurrió, se llevó muchas críticas por ello y borra todos los comentrarios
Link a este comunicado en Facebook
6. Y ahora lo que se habla en Twitter:
"Estos varones dicen ahora que nos tienen miedo. Pues voy a ser muy clara: Preferimos que nos tengáis miedo a tenéroslo nosotras. Y esto no ha hecho más que empezar. No nos habéis tomado en serio nunca. Habéis tenido muchas ocasiones de rectificar, y habéis seguido violándonos."
https://twitter.com/kalindama/status/1138799118464233472
ACTUALIZACIÓN: Las feministas han sacado un comunicado mazo tocho justificando todo lo que han hecho: Comunicado de las feministas gallegas que humillaron y lincharon a sus aliados masculinos (traducido)
1. Manifiesto de uno de los afectados:
Del día en que me quise solidarizar y me hicieron prisionero de guerra (click aquí)
Ayer, primero de junio, fuimos convocados un numeroso grupo de activistas en la okupa compostelana O Aturuxo das Marías. Se trataba de una "alerta feminista", nos dijeron, era muy importante que fuéramos los hombres de los movimientos contestatarios gallegos, pues las compañeras tenían algo grave que decirnos. Sabíamos que se habían producido algunas agresiones dentro del entorno e intuíamos que aquello sería una llamada de atención colectiva al respecto.
Allí aparecimos más de medio centenar de hombres relacionados de un modo u otro con el entorno activista. Muchos queríamos saber lo que había pasado y nos sentíamos comprometidos a tratar el tema y ofrecer algún tipo de respuesta. Otra gente que estaba convocada no pudo o quiso acudir. Tras una larga espera en la puerta de la okupa abrieron el paso y nos hicieron subir al piso de arriba. Allí, atónitos, nos encontramos con las ventanas y paredes empapeladas con nuestras fotos y nombres; al menos habría un centenar.
De repente irrumpieron las chicas, superaban ampliamente la treintena, venían muy serias y enfadadas. Repartieron rotuladores y nos dijeron que marcáramos un "si" sobre nuestras fotos los que se reconocieran a sí mismos como agresores. También nos conminaron a denunciar a los demás. Poco a poco la gente comenzó a señalarse a sí misma, en medio de un clima cada vez más enrarecido por la presión grupal. Algunos señalaban también a otros; hubo quién marcó absolutamente todas las fotos, los conociera o no. Fuimos muy pocos los que nos negamos a participar de este proceso autoinculpatorio, el ambiente de condicionamiento colectivo era muy fuerte y opresivo.
Una vez terminado el rosario de denuncias y “confesiones” empezaron a marcar ellas a los que consideraban agresores. Caímos casi todos. No dieron explicaciones y a gritos nos dijeron que no teníamos permitido hablar. Algunos aún seguimos devanándonos los sesos tratando de saber el motivo por el que fuimos señalados. La tensión aumentó. Nos increparon, nos amenazaron, nos gritaron. Nos dijeron que todos éramos forzadores, que ninguno era inocente y que, como hombres, encubríamos las agresiones de los demás (y yo que siempre pensé que eso lo hacíamos todxs, independientemente del sesso).
Pública y expresamente nos declararon la guerra, así nos lo dijeron, y manifestaron que querían romper las relaciones con nosotros (los hombres de su entorno). Nos dijeron que ninguno se salvaba, que éramos armas de destrucción masiva, que tendríamos que cortarnos las platanos y meternos cactus por el ojo ciego. Leyeron varios manifiestos absolutamente delirantes en un clima de hostilidad creciente. Nosotros, sumisos, agachábamos la cabeza.
Fue entonces cuando comenzaron las agresiones. Primero de forma más localizada, contra gente concreta. Insultos, gritos, bofetadas, escupitajos. Ninguno hicimos ni dijimos nada. Luego vinieron las patadas y los abrazos. Entiendo que aún se centraban en venganzas concretas por hechos especialmente graves, pero pronto las agresiones se volvieron gratuitas y arbitrarias: una chica le dijo a alguien mientras lo abofeteaba que no sabía quién era pero que no le gustaba su mirada. Ninguno hacíamos nada mientras arreciaba la violencia. El que más palos llevó fue uno que había pintado un interrogante sobre su foto, parodiando el proceso autoinculpatorio; recibió una auténtica paliza mientras un cordón de mujeres, en actitud chulesca, defendían la agresión. Nunca en mi vida había visto un abuso semejante salvo, quizá, en los lúgubres sótanos de alguna comisaría.
Una vez se hubieron despachado a gusto, nos obligaron a marcharnos, pero antes las chicas formaron un pasillo en la puerta. Según íbamos saliendo comenzaron a repartir golpes: collejas, empujones, bofetadas... Gratuitos, por la cara. Incluso a gente que no había sido señalada como agresora y con un comportamiento escrupuloso e intachable. Daba igual, eran hombres. Esa misma mañana los saludaban con sonrisas y ahora les cruzaban la cara a bofetadas.
Salimos como zombis, las bocas abiertas y la mirada perdida. Apenas hablábamos, incrédulos, tratando de digerir lo que acababa de pasar. Nuestras amigas, nuestras compañeras de lucha, para algunos incluso sus novias, de golpe y porrazo nos trataban del mismo modo que lo haría la policía. Nos acababan de humillar, vejar y hacer daño de la forma cruel y gratuita típica de los antidisturbios. Puede que alguno lo mereciese, pero la mayoría desde luego que no. Habíamos asistido inermes a un linchamiento público.
Y aún por encima la mayoría de nosotros quedamos marcados como agresores. ¡Sin ni siquiera saber por qué! Una condena sumaria de la que no tenemos derecho a conocer las causas. Ni el propio Kafka habría podido idear un sinsentido tan terrorífico.
Es cierto que las agresiones sensuales merecen un castigo, un rechazo colectivo y la elaboración de análisis y protocolos que permitan reconocerlas y atajarlas. Pero cuando permitimos que la indignación por un hecho horrible provoque respuestas abusivas e indiscriminadas contra colectivos enteros por su condición física o sensual, creamos el caldo de cultivo que desemboca inexorablemente en la creación del discurso totalitario.
Nadie puede negar el patriarcado, los privilegios que tenemos los hombres sobre las mujeres, las agresiones sensuales, la desigualdad estructural. Ni siquiera en lo tocante a nuestros micro-ambientes en el gueto. ¿Pero justifica eso la humillación y la violencia a la que hemos sido sometidos por el mero hecho de ser hombres? Es cierto que las mujeres han sufrido en silencio muchas injusticias durante muchos siglos, es cierto que sufren aún ahora y en nuestros propios círculos numerosas opresiones. Pero en mi opinión eso no justifica una venganza humillante y colectiva contra TODOS los hombres a los que consiguieron reunir. Justo los que acuden a una “alerta feminista”, o sea que muchos de ellos, en cierto modo, son de los pocos que en esta sociedad tratan de cuestionarse sus propios privilegios.
(Los subieron hasta la planta de arriba)
2. Relato de los hechos por parte de chico que escribió un interrogante en su foto, y el que más palos llevó:
Cuando la solidaridad era un cáctus por el ojo ciego (en gallego) (click aquí)
3. Manifiesto que las feministas agresoras leyeron a sus prisioneros de guerra:
DECLARACIÓN DE GUERRA (click aquí)
(...) Desde dentro ellos siguen colonizando, abusando e invadiendo nuestros cuerpos. Por sistema. TODOS. Cada noche, una violación, en una cama diferente. En nuestras camas. Al lado de nuestras compañeras, ante la mirada indiferente de los demás. Un nombre, y cuándo sale un nombre, nunca sale solo. Otro nombre. Y otro más. Otro forzador, otra hermana amada sin consentimiento. Y otra más. La lista, creedme, no tiene fin. Y eso sois todos los señalados, los contados, los identificados, los visibles.
PERO forzadORES SOIS TODOS. Esto no es cuestión de unos individuos en concreto.
forzadORES SOIS TODOS. ESTÁIS PROGRAMADOS PARA VIOLAR.
Estáis programados para violarnos.
A nosotras, vuestras compañeras de lucha.
Y, ¿cómo vamos a luchar a vuestro lado? ¿Cómo vamos a poner el cuerpo por vosotros si nuestros cuerpos son territorios que vosotros colonizáis?
Yo no puedo. YO NO QUIERO. Yo no quiero exponer mi cuerpo, ni el de mis compañeras, cada vez que nos relacionamos con vosotros.
Yo no quiero que nos sigáis violando en silencio.
(...)
Lo que yo quiero, lo que necesitamos, es que dinamitéis vuestra masculinidad. YA.
Reventad a golpe de sodomía, experimentad lo que es ser forzado por los tuyos. Ataos a una cama y violaos unos a otros. Podéis escoger: por la boca o por el ojo ciego. Vivid con un cactus metido en vuestro ojo ciego. Castraos químicamente o físicamente, pero dejad de violarnos. Poned vuestro cuerpo para luchar contra esa lacra que sois vosotros mismos, y preparaos para nuestra insaciable venganza.
Estamos en guerra. Y es una guerra dentro de nuestra trinchera. El cerco se hizo cada vez más pequeño y tenemos un frente abierto en nuestro territorio, en nuestros cuerpos.
Estamos rodeadas y vosotros sois la primera línea enemiga.
Solo quedan dos salidas: ahogarnos en el cerco o explotar a los machos que nos cercan.
Nuestro objetivo a defender: nuestros cuerpos.
Nuestro objetivo a atacar: los vuestros.
Estamos en guerra. Y no es una guerra fría. La guerra nos duele. Nos duele el shishi, nos duelen las tripas, nos duele el corazón. Nos duele el cuerpo entero.
Esta guerra nos duele porque nosotras también perdemos. Yo pierdo cuando tengo que asumirme enemiga tuya porque tú prefieres a tu privilegiada platano antes que a mí. (...)
4.Artículo de una "compañera" sobre los hechos ocurridos (click aquí)
(Traduzco) Quería pasar unos días desde el terrible evento del 1 de junio en la CSO Aturuxo das Marias (por una cuestión de salud mental) donde un grupo de mujeres cometió una acción contra los compañeros y amigos (activistas de los movimientos sociales gallegos y el movimiento libertario en particular), con la clara intención de llevar a cabo una caza de brujas, convirtiéndose estas mujeres en inquisidoras.
El relato de algunas mujeres y los hombres allí presentes hace que las personas que han pasado por las cárceles de las fuerzas represivas del Estado tengan recuerdos amargos y tristezas para verificar la similitud de la acción que, hasta ese momento, consideramos compañeros y amigos. La autoacusación, la exposición de los acusados, la obligación de los hombres de señalar a sus amigos y compañeros como agresores y el lo tan odiado (por humillante) paseillo, sufriendo de humillación y golpes (continúa...).
5.Mensaje que sacó el centro social do Sar en repulsa a lo que ocurrió, se llevó muchas críticas por ello y borra todos los comentrarios
Link a este comunicado en Facebook
6. Y ahora lo que se habla en Twitter:
"Estos varones dicen ahora que nos tienen miedo. Pues voy a ser muy clara: Preferimos que nos tengáis miedo a tenéroslo nosotras. Y esto no ha hecho más que empezar. No nos habéis tomado en serio nunca. Habéis tenido muchas ocasiones de rectificar, y habéis seguido violándonos."
https://twitter.com/kalindama/status/1138799118464233472
ACTUALIZACIÓN: Las feministas han sacado un comunicado mazo tocho justificando todo lo que han hecho: Comunicado de las feministas gallegas que humillaron y lincharon a sus aliados masculinos (traducido)
Adjuntos
Última edición: