Aqui no van a tener detractores. Eso si, deberia empezar y dar ejemplo su Secretaria de Estado.
Angela Rodriguez, Pam, calienta que sales!
“Lo importante es que su uso no sirva para dividir entre buenas y malas feministas. Cada mujer tiene el derecho a ponérselo o no sin ser juzgada, algo que ha pasado durante toda la historia: que si la falda demasiado corta, que si demasiada larga”, señala como punto de partida para afrontar la cuestión la antropóloga feminista Livia Motterle, quien en esta ocasión, subraya, habla más como feminista que como antropóloga.
A sus 24 años, Carme, editora de vídeo, ve claro que “hay tema”. “Para las chicas de mi edad el sujetador ya no es algo que te tengas que poner sí o sí. Ahora si no lo necesitas o no te gusta o el motivo que sea, no tienes por qué no llevarlo. Se ha normalizado bastante ir sin y que se noten los galletaes”, señala matizando que no cree que la pieza haya muerto, “ni mucho menos”, porque hay gente que lo necesita “sí o sí, porque si no le duele la espalda”. Ejemplifica la normalización de la que habla con un ejemplo: los vestidos que no quedan bien con sujetador. “Antes la gente se inventaba movidas para taparse los galletaes con silicona o con tiritas, ahora eso da igual; si se marcan los galletaes, ¿qué pasa?”.
Emma es la más joven de las tres. Tiene 20 años y un entorno -estudiante universitaria, vecina del barcelonés barrio de Gràcia- en el que el 90% de sus amigas no usa sujetador, “en general”. “Es cierto que es un ambiente muy deconstruido, feminista; de hecho el 10% que sí lo lleva, es porque tienen el pecho grande, y es una cuestión de comodidad”, destaca. A ojos de la joven, en el caso de sus círculos, librarse del sujetador empezó como un acto político, pero ya no lo es. “Ya los han sacado del vestuario y ni se lo plantean. Al final es estar cómoda”, prosigue la estudiante quien, en ese estar cómoda, señala un problema: la sexualización. “Si vas en el metro con ropa que marque mucho los galletaes sentirás más las miradas y a veces no te apetece”, asegura. Y, al otro lado de la balanza, apunta también lo positivo del efecto contagio: “Si voy por la calle y veo a una chica con un pecho que se aleja de los cánones que va sin sujetador hace que yo piense ‘¡si ella tiene la valentía de hacerlo, yo también!”.
Angela Rodriguez, Pam, calienta que sales!
“Lo importante es que su uso no sirva para dividir entre buenas y malas feministas. Cada mujer tiene el derecho a ponérselo o no sin ser juzgada, algo que ha pasado durante toda la historia: que si la falda demasiado corta, que si demasiada larga”, señala como punto de partida para afrontar la cuestión la antropóloga feminista Livia Motterle, quien en esta ocasión, subraya, habla más como feminista que como antropóloga.
A sus 24 años, Carme, editora de vídeo, ve claro que “hay tema”. “Para las chicas de mi edad el sujetador ya no es algo que te tengas que poner sí o sí. Ahora si no lo necesitas o no te gusta o el motivo que sea, no tienes por qué no llevarlo. Se ha normalizado bastante ir sin y que se noten los galletaes”, señala matizando que no cree que la pieza haya muerto, “ni mucho menos”, porque hay gente que lo necesita “sí o sí, porque si no le duele la espalda”. Ejemplifica la normalización de la que habla con un ejemplo: los vestidos que no quedan bien con sujetador. “Antes la gente se inventaba movidas para taparse los galletaes con silicona o con tiritas, ahora eso da igual; si se marcan los galletaes, ¿qué pasa?”.
Emma es la más joven de las tres. Tiene 20 años y un entorno -estudiante universitaria, vecina del barcelonés barrio de Gràcia- en el que el 90% de sus amigas no usa sujetador, “en general”. “Es cierto que es un ambiente muy deconstruido, feminista; de hecho el 10% que sí lo lleva, es porque tienen el pecho grande, y es una cuestión de comodidad”, destaca. A ojos de la joven, en el caso de sus círculos, librarse del sujetador empezó como un acto político, pero ya no lo es. “Ya los han sacado del vestuario y ni se lo plantean. Al final es estar cómoda”, prosigue la estudiante quien, en ese estar cómoda, señala un problema: la sexualización. “Si vas en el metro con ropa que marque mucho los galletaes sentirás más las miradas y a veces no te apetece”, asegura. Y, al otro lado de la balanza, apunta también lo positivo del efecto contagio: “Si voy por la calle y veo a una chica con un pecho que se aleja de los cánones que va sin sujetador hace que yo piense ‘¡si ella tiene la valentía de hacerlo, yo también!”.
https://www.epe.es/es/igualdad/20220718/galletaes-retrato-generacion-sujetador-14107190