Felipe VI te trae tanques y República « La Página Definitiva
No hay mucho que decir sobre el discurso de Felipe VI de ayer. Su cometido era obvio. El Preparado se alineó claramente con el PP, en objetivos y sobre todo en retórica. Su supuesta capacidad moderadora de pulsiones cristalizó en un discurso que perfectamente podría firmar un contertulio de 13TV, sin ningún espacio para el diálogo, ni para la empatía con los que recibieron porrazos en el referéndum; ni siquiera para los catalanes contrarios a la independencia que llevan años padeciendo el malsano ambiente hegemónico del procés y su indudable capacidad para ocupar todos los espacios socialmente relevantes y aislar o callar a los que no se sumen.
Preparado no ofreció empatía, ni moderación, ni un punto de partida para desbloquear la situación. Bien al contrario, cogió un *********** y quemó todos los puentes que pudo encontrar. En el camino, dejó a la mitad de la sociedad española, y a la mayoría de la sociedad catalana, de lado, para constituirse en un Rey partidista. Ofreció firmeza, pero no fue la firmeza de las convicciones, de la autoridad o de la credibilidad. Fue la firmeza de los palos.
Recuerden que a este hombre, ya que no tiene carisma, ni un pasado mítico ejemplarizante (como su padre con la tras*ición y el 23F), nos lo trataron de vender desde un principio bajo otra óptica: Felipe está muy bien preparado para ejercer su labor (cualquiera que sea ésta). Tanto dieron el ****** que en LPD le pusimos el mote de Preparado (con la derivada ocasional de Pre-Parado, en emocionada referencia a su condición futura). Y, como suele ocurrir con las cosas designadas desde LPD, tarde o temprano el concepto así acuñado pasa a ser de uso común. El buen pueblo español conoce ya a Felipe VI como el Preparado.
Pues bien: viendo lo de ayer, está claro que habrá que llamarlo Pre-Parado, con guión. Porque si la preparación recibida se sustancia en eso, para eso mucho mejor su padre, que al menos tenía instinto político (o mejores asesores), y siempre procuró llevarse bien con el PSOE y ofrecer una imagen positiva, con un mínimo de empatía hacia sus ciudadanos. ¡Este individuo ha logrado que echemos de menos a su padre!
Recuerdo el mensaje de Juan Carlos I tras los atentados del 11M y, por mucha inquina que pueda tenerle yo a la Monarquía, tengo que reconocer que estuvo en su lugar. Era capaz de tras*mitir su emoción y su tristeza ante los atentados (ni idea de si genuina o no, pero a los efectos es lo de menos). El Preparado, en cambio, ayer hizo un comunicado durísimo, sin concesiones, sin empatía de ninguna clase, y además un comunicado que le pone a los pies de los caballos.
Porque ahora ha unido su destino al del Gobierno español, se ha vinculado inequívocamente con la derecha española, y ha dejado de lado a cualquiera que pueda plantear otras cosas. Por supuesto, a los nacionalistas; obviamente, a los independentistas. Pero también a los partidarios de un referéndum negociado (los 71 diputados de Podemos, Compromís e IU), y posiblemente a la izquierda moderada del PSOE, que en buena parte no se sentirá cómoda con tanto ardor guerrero. Ayer Pedro Sánchez, demostrando perspicacia, envió a un señor desconocido a balbucear algunas frases sobre el diálogo.
No nos engañemos: puede que la opción intransigente con el independentismo sea popular. Quiero pensar que no; me resisto a creerlo, la verdad, porque no vean cómo me joroba que un Gobierno tan autoritario como incompetente, que está haciendo todo lo posible por conseguir lo que se supone que busca impedir (la independencia de Cataluña), encima reciba réditos por ello. Pero uno escucha los comentarios en el autobús, en los bares, o en el parque, que hay muchos y muy diversos, y la tónica mayoritaria es indudablemente de apoyo cerrado al Gobierno (y cosas peores). Así que quizás esto le otorgue más votos al PP, a pesar del lamentable fracaso de Rajoy en la gestión de la crisis.
Por otro lado, desde luego, aplicar el 155 es inevitable si hay una DUI. Sólo faltaría que reprochásemos que el Estado pudiera defenderse de una secesión unilateral, que se sustenta en una exigua mayoría del Parlament y en los resultados de un referéndum, dudosos y además insuficientes (aunque nos creyéramos las cifras, sólo un 37% del censo apoyaría el Sí). Pero esa opción intransigente es la opción del Gobierno; no debería serlo, tan claramente además, del jefe del Estado. Al PP le vale con tener un 35% de los votos para seguir gobernando in illo tempore, consiguiendo así el milagro de la tras*ubstanciación en votos que les premian por perder Cataluña. Pero quien se supone que encarna la representación institucional, “El Primero de los Españoles”, indudablemente necesita un porcentaje de aprobación mayor. Sobre todo, si realmente se espera, alguna vez, recomponer puentes con la población catalana que ahora quiere marcharse de España, sin duda mayoritaria tras los grandes éxitos de los mamporros del domingo y su discurso de ayer.
Porque no nos engañemos: un escenario en el que el Estado imponga su autoridad a palos no funcionará. Hay que convencer al suficiente número de independentistas de que España no es sólo palo y desprecios, como ahora parece. Hay que renovar el pacto. Lo cual no significa, necesariamente, bajarse los pantalones y darle a los independentistas todo lo que piden, salvo la independencia. Significa, sobre todo, recomponer la fractura emocional y recuperar una mínima cohesión social, cultural y política.
No será el Preparado quien recomponga dichos puentes. Ni quien encarne una posición de autoridad jovenlandesal y figura moderadora para una mayoría de los ciudadanos. Todo eso se fue por el desagüe ayer. Posiblemente porque el Preparado y sus asesores piensan (y no se equivocan) que, en cualquier proceso negociador, o de apertura de la Constitución, podría ponerse sobre la mesa la cuestión de la Monarquía, sin ir más lejos incorporada al pseudorreferéndum del domingo. Que, además, puede ser una ofrenda muy útil para deshinchar algo el independentismo, con lo que el Pre-parado le haría su primer, y último, servicio a España: salvar su unidad pirándose. Pero, a decir verdad, él no parece muy por la labor.
Así que se une a la opción que piensa que más les conviene para seguir en el trono. Y punto.
Sin embargo, aunque Españaza nunca negociará nada, ni tiene pinta de abrir ninguna reforma constitucional, es una opción perdedora para la Monarquía (aunque no, necesariamente, para la derecha española). Es vencer (si vencen) sin convencer. Una victoria que haría las delicias de Millán Astray, pero que en 2017 tal vez no sirva. Porque esto no tiene nada que ver con el 23F, el día que Campechano de Borbón nos salvó a todos, ni con la tras*ición que él, personalmente, desde el consenso, forjó para nuestra felicidad. Los exégetas que dicen que Felipe de Borbón buscaba emular a su padre con otro heroico 23F difícilmente pueden ocultar que la cosa ha funcionado más bien como su reverso tenebroso.
Juan Carlos I apareció en la madrugada del 24 de febrero de 1981 vestido de militar, con el propósito de parar un Golpe militar (y eso que me están mascullando de que igual lo alentó él me parece muy poco patriótico; ¡Fiscalía! ¡Piolín! ¡Dejad de mirarme y fijaos en esos!). Su hijo lo hizo ayer vestido de civil, pero con un objetivo muy diferente. La idea de que el separatismo se ha de someter con la fuerza del Estado, con ese uso legítimo de la violencia que hace poco pedían ejercer unos hintelectuales en un manifiesto muy hintelectual; y punto. Que se sume a eso el partido político que enarbola dicha idea es normal. Que lo haga el jefe del Estado, garante máximo de la unidad entre españoles, y además con ese entusiasmo, lo es mucho menos.
Tal vez el Preparado consiga con esto lo que busca evitar, incluso aunque a la derecha española le salga bien el envite (suspenda la autonomía de Cataluña y gane votos en el conjunto de España). Su discurso creó independentistas, pero sobre todo creó republicanos. Y habrá que ver qué sucede en los próximos días.
Lo ocurrido el domingo no augura nada bueno. Y desde dos puntos de vista, además.
Por un lado, para aplicar el artículo 155 de la Constitución tendrán que deponer al Govern de la Generalitat, que seguro que no se va a su casa tranquilamente (buscarán la foto de salir esposados del Palau de la Generalitat, de gran valor icónico para sus objetivos políticos). Y eso no se consigue con una pareja de la Guardia Civil con una orden judicial, en el actual ambiente de movilización desaforada que ha logrado el independentismo en Cataluña. Tendrán que enviar a la policía, y posiblemente, si la cosa se pone antiestética y si se prolonga en el tiempo, también al Ejército. Y ahí ya entramos en un escenario definitivamente horripilante.
Por otro lado, visto el exitazo del Gobierno español en su afán por parar el referéndum (un 4% de las mesas cerradas a cambio de cientos de porrazos que le dieron al independentismo una gigantesca victoria política), a saber qué desastre perpetran con el 155. Lograrán, mucho me temo, dejar en segundo plano el golpe de Estado “con una sonrisa” que implica, para la Generalitat, declarar la independencia.
Golpe que quedará rápidamente oscurecido ante el combo chapucero-autoritario del Gobierno español y el Pre-Parado, los mejores propagandistas de la independencia.
No hay mucho que decir sobre el discurso de Felipe VI de ayer. Su cometido era obvio. El Preparado se alineó claramente con el PP, en objetivos y sobre todo en retórica. Su supuesta capacidad moderadora de pulsiones cristalizó en un discurso que perfectamente podría firmar un contertulio de 13TV, sin ningún espacio para el diálogo, ni para la empatía con los que recibieron porrazos en el referéndum; ni siquiera para los catalanes contrarios a la independencia que llevan años padeciendo el malsano ambiente hegemónico del procés y su indudable capacidad para ocupar todos los espacios socialmente relevantes y aislar o callar a los que no se sumen.
Preparado no ofreció empatía, ni moderación, ni un punto de partida para desbloquear la situación. Bien al contrario, cogió un *********** y quemó todos los puentes que pudo encontrar. En el camino, dejó a la mitad de la sociedad española, y a la mayoría de la sociedad catalana, de lado, para constituirse en un Rey partidista. Ofreció firmeza, pero no fue la firmeza de las convicciones, de la autoridad o de la credibilidad. Fue la firmeza de los palos.
Recuerden que a este hombre, ya que no tiene carisma, ni un pasado mítico ejemplarizante (como su padre con la tras*ición y el 23F), nos lo trataron de vender desde un principio bajo otra óptica: Felipe está muy bien preparado para ejercer su labor (cualquiera que sea ésta). Tanto dieron el ****** que en LPD le pusimos el mote de Preparado (con la derivada ocasional de Pre-Parado, en emocionada referencia a su condición futura). Y, como suele ocurrir con las cosas designadas desde LPD, tarde o temprano el concepto así acuñado pasa a ser de uso común. El buen pueblo español conoce ya a Felipe VI como el Preparado.
Pues bien: viendo lo de ayer, está claro que habrá que llamarlo Pre-Parado, con guión. Porque si la preparación recibida se sustancia en eso, para eso mucho mejor su padre, que al menos tenía instinto político (o mejores asesores), y siempre procuró llevarse bien con el PSOE y ofrecer una imagen positiva, con un mínimo de empatía hacia sus ciudadanos. ¡Este individuo ha logrado que echemos de menos a su padre!
Recuerdo el mensaje de Juan Carlos I tras los atentados del 11M y, por mucha inquina que pueda tenerle yo a la Monarquía, tengo que reconocer que estuvo en su lugar. Era capaz de tras*mitir su emoción y su tristeza ante los atentados (ni idea de si genuina o no, pero a los efectos es lo de menos). El Preparado, en cambio, ayer hizo un comunicado durísimo, sin concesiones, sin empatía de ninguna clase, y además un comunicado que le pone a los pies de los caballos.
Porque ahora ha unido su destino al del Gobierno español, se ha vinculado inequívocamente con la derecha española, y ha dejado de lado a cualquiera que pueda plantear otras cosas. Por supuesto, a los nacionalistas; obviamente, a los independentistas. Pero también a los partidarios de un referéndum negociado (los 71 diputados de Podemos, Compromís e IU), y posiblemente a la izquierda moderada del PSOE, que en buena parte no se sentirá cómoda con tanto ardor guerrero. Ayer Pedro Sánchez, demostrando perspicacia, envió a un señor desconocido a balbucear algunas frases sobre el diálogo.
No nos engañemos: puede que la opción intransigente con el independentismo sea popular. Quiero pensar que no; me resisto a creerlo, la verdad, porque no vean cómo me joroba que un Gobierno tan autoritario como incompetente, que está haciendo todo lo posible por conseguir lo que se supone que busca impedir (la independencia de Cataluña), encima reciba réditos por ello. Pero uno escucha los comentarios en el autobús, en los bares, o en el parque, que hay muchos y muy diversos, y la tónica mayoritaria es indudablemente de apoyo cerrado al Gobierno (y cosas peores). Así que quizás esto le otorgue más votos al PP, a pesar del lamentable fracaso de Rajoy en la gestión de la crisis.
Por otro lado, desde luego, aplicar el 155 es inevitable si hay una DUI. Sólo faltaría que reprochásemos que el Estado pudiera defenderse de una secesión unilateral, que se sustenta en una exigua mayoría del Parlament y en los resultados de un referéndum, dudosos y además insuficientes (aunque nos creyéramos las cifras, sólo un 37% del censo apoyaría el Sí). Pero esa opción intransigente es la opción del Gobierno; no debería serlo, tan claramente además, del jefe del Estado. Al PP le vale con tener un 35% de los votos para seguir gobernando in illo tempore, consiguiendo así el milagro de la tras*ubstanciación en votos que les premian por perder Cataluña. Pero quien se supone que encarna la representación institucional, “El Primero de los Españoles”, indudablemente necesita un porcentaje de aprobación mayor. Sobre todo, si realmente se espera, alguna vez, recomponer puentes con la población catalana que ahora quiere marcharse de España, sin duda mayoritaria tras los grandes éxitos de los mamporros del domingo y su discurso de ayer.
Porque no nos engañemos: un escenario en el que el Estado imponga su autoridad a palos no funcionará. Hay que convencer al suficiente número de independentistas de que España no es sólo palo y desprecios, como ahora parece. Hay que renovar el pacto. Lo cual no significa, necesariamente, bajarse los pantalones y darle a los independentistas todo lo que piden, salvo la independencia. Significa, sobre todo, recomponer la fractura emocional y recuperar una mínima cohesión social, cultural y política.
No será el Preparado quien recomponga dichos puentes. Ni quien encarne una posición de autoridad jovenlandesal y figura moderadora para una mayoría de los ciudadanos. Todo eso se fue por el desagüe ayer. Posiblemente porque el Preparado y sus asesores piensan (y no se equivocan) que, en cualquier proceso negociador, o de apertura de la Constitución, podría ponerse sobre la mesa la cuestión de la Monarquía, sin ir más lejos incorporada al pseudorreferéndum del domingo. Que, además, puede ser una ofrenda muy útil para deshinchar algo el independentismo, con lo que el Pre-parado le haría su primer, y último, servicio a España: salvar su unidad pirándose. Pero, a decir verdad, él no parece muy por la labor.
Así que se une a la opción que piensa que más les conviene para seguir en el trono. Y punto.
Sin embargo, aunque Españaza nunca negociará nada, ni tiene pinta de abrir ninguna reforma constitucional, es una opción perdedora para la Monarquía (aunque no, necesariamente, para la derecha española). Es vencer (si vencen) sin convencer. Una victoria que haría las delicias de Millán Astray, pero que en 2017 tal vez no sirva. Porque esto no tiene nada que ver con el 23F, el día que Campechano de Borbón nos salvó a todos, ni con la tras*ición que él, personalmente, desde el consenso, forjó para nuestra felicidad. Los exégetas que dicen que Felipe de Borbón buscaba emular a su padre con otro heroico 23F difícilmente pueden ocultar que la cosa ha funcionado más bien como su reverso tenebroso.
Juan Carlos I apareció en la madrugada del 24 de febrero de 1981 vestido de militar, con el propósito de parar un Golpe militar (y eso que me están mascullando de que igual lo alentó él me parece muy poco patriótico; ¡Fiscalía! ¡Piolín! ¡Dejad de mirarme y fijaos en esos!). Su hijo lo hizo ayer vestido de civil, pero con un objetivo muy diferente. La idea de que el separatismo se ha de someter con la fuerza del Estado, con ese uso legítimo de la violencia que hace poco pedían ejercer unos hintelectuales en un manifiesto muy hintelectual; y punto. Que se sume a eso el partido político que enarbola dicha idea es normal. Que lo haga el jefe del Estado, garante máximo de la unidad entre españoles, y además con ese entusiasmo, lo es mucho menos.
Tal vez el Preparado consiga con esto lo que busca evitar, incluso aunque a la derecha española le salga bien el envite (suspenda la autonomía de Cataluña y gane votos en el conjunto de España). Su discurso creó independentistas, pero sobre todo creó republicanos. Y habrá que ver qué sucede en los próximos días.
Lo ocurrido el domingo no augura nada bueno. Y desde dos puntos de vista, además.
Por un lado, para aplicar el artículo 155 de la Constitución tendrán que deponer al Govern de la Generalitat, que seguro que no se va a su casa tranquilamente (buscarán la foto de salir esposados del Palau de la Generalitat, de gran valor icónico para sus objetivos políticos). Y eso no se consigue con una pareja de la Guardia Civil con una orden judicial, en el actual ambiente de movilización desaforada que ha logrado el independentismo en Cataluña. Tendrán que enviar a la policía, y posiblemente, si la cosa se pone antiestética y si se prolonga en el tiempo, también al Ejército. Y ahí ya entramos en un escenario definitivamente horripilante.
Por otro lado, visto el exitazo del Gobierno español en su afán por parar el referéndum (un 4% de las mesas cerradas a cambio de cientos de porrazos que le dieron al independentismo una gigantesca victoria política), a saber qué desastre perpetran con el 155. Lograrán, mucho me temo, dejar en segundo plano el golpe de Estado “con una sonrisa” que implica, para la Generalitat, declarar la independencia.
Golpe que quedará rápidamente oscurecido ante el combo chapucero-autoritario del Gobierno español y el Pre-Parado, los mejores propagandistas de la independencia.