Evidencias científicas que apoyen la idoneidad de una dieta LCHF

TODOS los pueblos cazadores recolectores que tenían acceso a fruta dulce silvestre (y Denise Minger dejó muy claro en lo único con sentido que ha dicho que la fruta silvestre muy dulce siempre ha existido) o miel, se ponían finos filipinos. En algunas partes esto era varios meses al año.

---------- Post added 27-sep-2018 at 23:04 ----------




y es un hecho que importa una soberana miércoles.

Es un hecho que sí importa, y es lógico. Cuando el ser humano más evoluciona es en la Edad del Hielo, y ahí poca fruta, sí en zonas más templadas y al final del verano, donde lógicamente se hinchaban y ganaban (gracias a los azúcares) unos kilos con los que podían enfrentarse mejor a la crudeza del invierno y los movimientos migratorios de la caza mayor.
 
TODOS los pueblos cazadores recolectores que tenían acceso a fruta dulce silvestre (y Denise Minger dejó muy claro en lo único con sentido que ha dicho que la fruta silvestre muy dulce siempre ha existido) o miel, se ponían finos filipinos. En algunas partes esto era varios meses al año.

Sí: concretamente los meses previos al INVIERNO, cuando lo de la recolección se ponía cuesta arriba y había que acumular grasa para el por si acaso.

y es un hecho que importa una soberana miércoles.

Y es un hecho muy relevante, porque esos vegetales se han seleccionado mediante cruces para ser más y más dulces, y para colmo, ahora están disponibles todo el año.

Con lo que nos pasamos la vida preparándonos para un invierno que nunca llega, y así nos va.
 
Felicidades por el hilo y gracias a los que os molestáis en buscar los estudios y comentarlos. Pero vamos por otro lado.

¿Conocéis algún estudio que relacione las dietas altas en hidratos de carbono con tensión alta?

Llevo 3 meses en cetosis y mi cambio ha sido radical: de sentirme y verme hinchado a verme mucho más definido, con más energía, duermo mejor. El acné ha desaparecido y hasta mi humor ha cambiado. He perdido 7 kilos (de agua y grasa principalmente) y sigo haciendo HIIT como siempre, no he notado pérdida de energía ni aumento en el tiempo de recuperación aún cuando la cetosis no es el estado óptimo para llevar a cabo ejercicios de alta intensidad.

He desterrado por completo los lácteos, legumbres y harinas, tras la sospecha de que tengo una gran intolerancia al gluten. Me compré el plan de cero a ceto de fitness revolucionario (no publi) y creo que ha sido una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida. Lo alterno con ayunos intermitentes y estoy sencillamente alucinado. Ahora tengo muchísimo menos apetito y soy yo el que domina lo que como, antes la comida me controlaba a mi.

Pero el tema no soy yo. Mi pareja tiene la tensión por las nubes. Hoy se ha levantado con 17/11. Una auténtica barbaridad. Ha cambiado de medicación 3 veces y nada la funciona ni subiendo la dosis. Ella come "bien", nada procesado, pero sigue comiendo harinas, pasta, arroz, mermeladas (caseras), legumbres y lácteos. No está obesa y realiza ejercicio moderado.

¿Conocéis algún estudio serio que correlacione la tensión alta con la dieta? Necesito pruebas concluyentes, a mi no me hace ni puro caso con "mis historias y mis dietas", como buena ingeniera necesita que la dé con los datos en las narices.

Muy agradecido por vuestras respuestas.
 
Última edición:
Felicidades por el hilo y gracias a los que os molestáis en buscar los estudios y comentarlos. Pero vamos por otro lado.

¿Conocéis algún estudio que relacione las dietas altas en hidratos de carbono con tensión alta?

Llevo 3 meses en cetosis y mi cambio ha sido radical: de sentirme y verme hinchado a verme mucho más definido, con más energía, duermo mejor. El acné ha desaparecido y hasta mi humor ha cambiado. He perdido 7 kilos (de agua y grasa principalmente) y sigo haciendo HIIT como siempre, no he notado pérdida de energía ni aumento en el tiempo de recuperación aún cuando la cetosis no es el estado óptimo para llevar a cabo ejercicios de alta intensidad.

He desterrado por completo los lácteos, legumbres y harinas, tras la sospecha de que tengo una gran intolerancia al gluten. Me compré el plan de cero a ceto de fitness revolucionario (no publi) y creo que ha sido una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida. Lo alterno con ayunos intermitentes y estoy sencillamente alucinado. Ahora tengo muchísimo menos apetito y soy yo el que domina lo que como, antes la comida me controlaba a mi.

Pero el tema no soy yo. Mi pareja tiene la tensión por las nubes. Hoy se ha levantado con 17/11. Una auténtica barbaridad. Ha cambiado de medicación 3 veces y nada la funciona ni subiendo la dosis. Ella come "bien", nada procesado, pero sigue comiendo harinas, pasta, arroz, mermeladas (caseras), legumbres y lácteos. No está obesa y realiza ejercicio moderado.

¿Conocéis algún estudio serio que correlacione la tensión alta con la dieta? Necesito pruebas concluyentes, a mi no me hace ni puro caso con "mis historias y mis dietas", como buena ingeniera necesita que la dé con los datos en las narices.

Muy agradecido por vuestras respuestas.

Mi experiencia es que los carbos refinados suben la tensión. Lo sé por mi progenitora, siempre con tensión alta y pastillas de miércoles, hasta que ha decidido hacerme caso y probar, ha aumentado grasas naturales y nada de refinados... y tachán tensión correcta, está flipando, y la orate de su médico de familia también.
 
Que lea:

La Meteo que viene: ¿DEBEMOS REDUCIR LA SAL PARA PREVENIR LA HIPERTENSIÓN Y LOS INFARTOS? AL CONTRARIO, QUIZÁS DEBAMOS INCREMENTARLA. PARTE 1: Los sesgos en los estudios científicos sobre la sal y su injusta demonización

Pero el tema no soy yo. Mi pareja tiene la tensión por las nubes. Hoy se ha levantado con 17/11. Una auténtica barbaridad. Ha cambiado de medicación 3 veces y nada la funciona ni subiendo la dosis. Ella come "bien", nada procesado, pero sigue comiendo harinas, pasta, arroz, mermeladas (caseras), legumbres y lácteos. No está obesa y realiza ejercicio moderado.

¿Conocéis algún estudio serio que correlacione la tensión alta con la dieta? Necesito pruebas concluyentes, a mi no me hace ni puro caso con "mis historias y mis dietas", como buena ingeniera necesita que la dé con los datos en las narices.

Muy agradecido por vuestras respuestas.
 
Mi experiencia es que los carbos refinados suben la tensión. Lo sé por mi progenitora, siempre con tensión alta y pastillas de miércoles, hasta que ha decidido hacerme caso y probar, ha aumentado grasas naturales y nada de refinados... y tachán tensión correcta, está flipando, y la orate de su médico de familia también.


Gracias por tu aporte, esas son mis sospechas, ahora toca convencerla.
 

No conocía ese blog, interesantísimo!!!!!
Me he leído varias entradas suyas, la del HIIT es ESPECTACULAR.
Junto con "loquedicelaciencia..." y "Fitness revolucionario", lo mejor que he encontrado por ahora. Mil gracias por el apunte.
 
Mi suegro después de años intentando que cambiara su alimentación cuando se convenció logro bajar 10 kilos, bajar la tensión y revertir la prediabetes y eso que el desayuno no lo hace bien, afortunadamente el médico le ha felicitado y le ha dicho que siga comiendo así
 
Mi experiencia es que los carbos refinados suben la tensión. Lo sé por mi progenitora, siempre con tensión alta y pastillas de miércoles, hasta que ha decidido hacerme caso y probar, ha aumentado grasas naturales y nada de refinados... y tachán tensión correcta, está flipando, y la orate de su médico de familia también.

Lo difícil es que hagan caso. Es mas fácil que cambien de religión que de alimentación.
 
Food groups and risk of colorectal cancer in Italy. - PubMed - NCBI
Food groups and risk of colorectal cancer in Italy.
Franceschi S1, Favero A, La Vecchia C, Negri E, Conti E, Montella M, Giacosa A, Nanni O, Decarli A.
Author information
Abstract
The proportion of colorectal cancer attributed to dietary habits is high, but several inconsistencies remain, especially with respect to the influence of some food groups. To further elucidate the role of dietary habits, 1,225 subjects with cancer of the colon, 728 with cancer of the rectum and 4,154 controls, hospitalized with acute non-neoplastic diseases, were interviewed between 1992 and 1996 in 6 different Italian areas. The validated food-frequency questionnaire included 79 questions on food items and recipes, categorised into 16 food groups. After allowance for non-dietary confounding factors and total energy intake, significant trends of increasing risk of colorectal cancer with increasing intake emerged for bread and cereal dishes (odds ratio [OR] in highest vs. lowest quintile = 1.7), potatoes (OR = 1.2), cakes and desserts (OR = 1.1), and refined sugar (OR = 1.4). Intakes of fish (OR = 0.7), raw and cooked vegetables (OR = 0.6 for both) and fruit other than citrus fruit (OR = 0.7) showed a negative association with risk. Consumption of eggs and meat (white, red or processed meats) seemed uninfluential. Most findings were similar for colon and rectum, but some negative associations (i.e., coffee and tea, and fish) appeared stronger for colon cancer. Our findings lead us to reconsider the role of starchy foods and refined sugar in light of recent knowledge on the digestive physiology of carbohydrates and the insulin/colon cancer hypothesis. The beneficial role of most vegetables is confirmed, with more than 20% reduction in risk of colorectal cancer from the addition of one daily serving.


Creo que en Italia tienen muy claro la causa del cancer colono rectal.

Creo que no vas a encontrar ningun estudio semi-científico que te diga que la carne cause cancer.
Desde el minuto 1 de la evolución que comemos carne o derivados y desde hace 4 días que comemos facinaceos. Pero resulta que el problema es la carne.

La OMS (por los intereses que hay a su alrededor), salió hace poco para decir que la carne roja, las procesadas causaban cancer. Todo el mundo de hizo eco de ello. 4 días después, salió al paso para desmentir tal aberración, para decir que sólo había una pequeña correlación con las carnes muy procesadas (embutidos tipo salami, mortadela...) y el cáncer. PEro que se tenían que consumir de forma ingente para tener cierto riesgo de sufrir cáncer.
Obviamente no salió ningun mass-miércoles a comentar la segunda noticia.

La carne, como concepto no es insana. Otra cosa es como la procesen, lo que le enchufen...

Y otro dato "curioso": la gente que come mucho embutido, tb come mucho pan. Pero la variable pan, no se tiene en cuenta. No se estudia. No vaya a ser que descubran algo que les vaya en contra.

Estoy releyendo el hilo para darle vidilla.

Me sigue sorprendiendo ejemplos como el de reconvertido, suelta el mantra 'la carneh eh malah' sin aportar una sola prueba y se queda tan ancho en un hilo de estudios.

Esto esta en la segunda pagina y van luego casi treinta que desmienten el mantra...en fin.

Este tipo (Reconvertido) lo mismo es medico, estan programados, un lavado de coco en toda regla.
 
Brutal:

La verdad de las grasas - The Weston A. Price Foundation

Por Sally Fallon y Mary G. Enig

Introducción
Las grasas de animales y vegetales, además de ser una gran fuente de energía, son proveedoras de materiales necesarios para formar la estructura de las membranas de nuestras células y de compuestos hormonales. Las grasas hacen que el proceso de absorción de los alimentos ingeridos sea más lento, de manera que nos sentimos satisfechos por más tiempo. Adicionalmente, las grasas son portadoras de las vitaminas liposolubles (solubles en grasa) —las vitaminas A, D, E y K—, de gran importancia en nuestra salud; son necesarias para la conversión de caroteno en vitamina A, para la absorción de los minerales de la dieta y para muchos otros de nuestros procesos internos.

Lo que nosotras llamamos la “nutrición políticamente correcta” señala que debemos procurar reducir nuestra ingesta de grasas, particularmente de las grasas saturadas de origen animal, aquellas que además contienen colesterol, al que suelen presentar como villano en la dieta moderna.

La hipótesis de los lípidos
La teoría de que existe una relación directa entre la cantidad ingerida de grasa saturada y colesterol, y la incidencia de enfermedades cardiovasculares —denominada “la hipótesis de los lípidos”—, fue propuesta por el investigador Ancel Keys a fines de los años 50s. Posteriormente, numerosos estudios cuestionaron tanto la información que fue presentada por Keys como las conclusiones derivadas a partir de esta; sin embargo, los artículos presentados por Keys recibieron mucha más publicidad que aquellos que los contrariaban. La industria de los aceites vegetales —y de la comida procesada en general: la principal beneficiaria de cualquier estudio que se oponga a una alimentación basada en comida tradicional— fomentó y financió más estudios cuyo propósito era respaldar la hipótesis de los lípidos.

Nathan Pritikin fue conocido por expandir la idea de que el pilar de la salud y de la recuperación de enfermedades era llevar una dieta libre de azúcar refinada, harina refinada y productos ultraprocesados, y en cambio basada en alimentos frescos y granos enteros, y acompañada por programas de ejercicios intensivos. Sin embargo, lo que recibió mayor atención dentro del régimen que proponía fue el hecho de que sea bajo en grasas. Aquellos que lo siguieron obtuvieron inicialmente resultados positivos como la pérdida de peso y la disminución de los niveles de colesterol y de presión sanguínea, pero Pritikin pronto descubriría que una dieta libre de grasas generaba muchos problemas, siendo uno de ellos —y no es uno de poca importancia— el hecho de que las personas no podía estar mucho tiempo en ella. El éxito de la dieta Pritikin se debió probablemente a muchos factores que poco tenían que ver con la reducción de la grasa dietaria; aquellos que decidieron ceñirse a la dieta libre de grasas por mucho tiempo desarrollaron diversos problemas de salud incluyendo baja energía, dificultad para concentrarse, depresión, ganancia de peso y deficiencias minerales.1 Y si bien Pritikin se salvó a sí mismo de una enfermedad cardiovascular usando el régimen bajo en grasas que proponía, este no lo libró del cáncer y cometió suicidio al darse cuenta de que su régimen no lograba revertir su leucemia.

Morir de cáncer o de enfermedades cardiovasculares no es lo que nos tiene que suceder.

Cuando los problemas de llevar una dieta sin grasas se hicieron evidentes, Pritikin introdujo una pequeña cantidad de grasa de fuentes vegetales en su dieta —algo alrededor del 10% del total de la ingesta calórica—. Actualmente las autoridades oficiales de la nutrición nos aconsejan limitar nuestro consumo de grasas a 25-30% de la ingesta calórica, lo cual es alrededor de 2.5 onzas o 5 cucharadas al día para una dieta de 2400 calorías, y nos dicen que la clave para la salud está en llevar un cálculo cuidadoso de nuestra ingesta total de grasas al mismo tiempo que procuramos evadir lo más posible las grasas animales.

La “evidencia” detrás de la hipótesis de los lípidos
Los “expertos” nos aseguran que la hipótesis de los lípidos está respaldada por pruebas científicas indiscutibles. Muchos se sorprenderían al saber que, en realidad, es muy poca la evidencia que respalda la idea de que una dieta libre de colesterol y de grasas saturadas verdaderamente reduce las glorias por ataques cardíacos o de alguna manera incrementa nuestra salud y tiempo de vida. Consideremos lo siguiente:

Antes de 1920 la enfermedad coronaria era algo extraño en América; tan extraño que cuando un interno llamado Paul Dudley White presentó el electrocardiógrafo alemán a sus colegas en la Universidad de Harvard, ellos le aconsejaron dedicarse a alguna otra rama de la medicina que le sea más rentable. La novedosa máquina revelaba la presencia de bloqueos en las arterias permitiendo un diagnóstico temprano de la enfermedad coronaria. Sin embargo, en esos días la obstrucción arterial no era algo común entre las enfermedades, así que a White le costó mucho encontrar pacientes que se beneficien de esta nueva tecnología. Durante los siguientes cuarenta años, sin embargo, la incidencia de la enfermedad coronaria incrementó de manera drástica, tanto que para mediados de los años cincuenta la enfermedad coronaria era la principal causa de gloria entre los estadounidenses. Hoy la enfermedad coronaria es la causante de al menos 40% de todas las glorias en Estados Unidos. Si la enfermedad coronaria fuera el resultado del consumo de grasas saturadas —como tanto se nos ha dicho— tendríamos que asumir que durante esos años ocurrió un incremento dramático en el consumo de grasas saturadas, sin embargo, lo que pasó fue justamente lo contrario: del año 1910 al año 1970, la proporción de grasas animales en la dieta estadounidense declinó de un 83% a un 62%, y el consumo de mantequilla se desplomó de 18 a 4 onzas anuales por persona. Durante los últimos 18 años la ingesta de colesterol se ha incrementado en sólo el 1%; en cambio, el porcentaje de aceites vegetales en la dieta (en forma de margarinas y aceites refinados de cocina) se ha incrementado en aproximadamente 400%, al mismo tiempo que el consumo de azúcar y de comida procesada se ha incrementado en aproximadamente 60%.2

Un estudio que suele citarse en el ámbito de la salud cardiovascular como respaldo de la hipótesis de los lípidos es “El estudio Framingham del corazón”, iniciado en 1948 con aproximadamente 6000 personas de la ciudad de Framingham, Massachusetts. Dos grupos fueron comparados en intervalos de cinco años: aquellos consumiendo poco colesterol y grasas saturadas, y aquellos consumiéndolos en grandes cantidades. Luego de 40 años, el director del estudio admitió: “En Framingham, Massachussets, mientras más grasas saturadas se consumen, mientras más colesterol se consume, mientras más calorías se consumen, los niveles séricos de colesterol son menores…hemos encontrado que las personas comiendo mayores cantidades de colesterol, mayores cantidades de grasa saturada y mayores cantidades de calorías, pesan menos y son más activas.”3 El estudio, si bien demostró que aquellas personas con niveles elevados de colesterol en la sangre y sobrepeso estaban en mayor riesgo de contraer enfermedades cardiovasculares, al mismo tiempo observó que tanto el aumento de peso como los niveles de colesterol en la sangre estaban inversamente relacionados con el contenido de grasa y colesterol en la dieta.4
 
Un estudio británico analizó varios a miles de hombres: en la dieta de la mitad de ellos se redujo la grasa saturada y el colesterol, al mismo tiempo que se incrementaron las cantidades de aceites insaturados como la margarina y los aceites vegetales, y fue eliminado el consumo de cigarros. Luego de un año, entre los que llevaban esta dieta “saludable” había 100% más cantidad de glorias que entre la otra mitad llevando una dieta “normal” (o incluso vista como mala), a pesar de que estos últimos continuaban fumando. Sin embargo, al momento de describir el estudio, el autor ignoró estos resultados y optó por dar la conclusión políticamente correcta: “la implicancia de nuestro estudio para la salud pública en el Reino Unido es que un programa preventivo como el que hemos evaluado podría ser efectivo…………”.5

El ensayo de la intervención de los riesgos múltiples de Estados Unidos (MRFIT, por sus siglas en inglés), patrocinado por el Instituto Nacional del Corazón, los Pulmones y la Sangre, comparó las tasas de mortalidad y los hábitos alimenticios de alrededor de 12 000 hombres. Aquellos con hábitos alimenticios aceptados como buenos, principalmente pocas grasas saturadas y colesterol, y siendo no fumadores, mostraron una ligera reducción en la incidencia total de enfermedad cardíaca, sin embargo, su mortalidad en general, a raíz de distintas otras causas, fue mayor. Resultados similares han sido obtenidos en varios otros estudios. Los pocos estudios que determinan una correlación entre la reducción de la ingesta de grasas y una disminución en la mortalidad por enfermedades cardiovasculares también documentan un incremento concurrente en las glorias ocasionadas por cáncer, hemorragia cerebral y suicidio.6

El Ensayo de Investigación Clínica en Lípidos sobre la Prevención Coronaria Primaria (LRC-CPPT, por sus siglas en inglés), cuyo costo fue de 150 millones de dólares, es el estudio más comúnmente citado por los expertos para justificar las dietas bajas en grasas. No se puede considerar que haya sido evaluado el efecto de las grasas saturadas y el colesterol de la dieta en este estudio, dado que todos los individuos tuvieron una dieta baja en colesterol y grasas saturadas; en su lugar, lo que el estudio evaluó fue el efecto de un fármaco diseñado para reducir los niveles de colesterol en la sangre. El análisis estadístico de los resultados mostró una reducción de 24% en la tasa de enfermedad coronaria en el grupo bajo el efecto del fármaco en comparación con el grupo placebo; sin embargo, incrementó la cantidad de glorias por motivos distintos a la enfermedad coronaria (glorias por cáncer, derrame cerebral, violencia y suicidio).7 Es así que podemos decir que la conclusión a la que llegaron es cuestionable: que disminuir el colesterol reduce la enfermedad coronaria. Investigadores independientes tabularon los resultados de este estudio y no encontraron diferencias estadísticas significativas entre las tasas de glorias por enfermedad coronaria entre ambos grupos.8 Sin embargo, tanto la prensa popular como las revistas médicas, promocionaron el ensayo LRC-CPPT como una prueba contundente de que las grasas animales son la causa de las enfermedades cardiovasculares y por tanto asesinas de las personas.

Estudios que retan a la hipótesis de los lípidos
Si bien es cierto que los investigadores han inducido la enfermedad cardíaca en algunos animales al darles dosis extremadamente altas de colesterol (una vez oxidado/rancio) —cantidades diez veces más grandes que las encontradas comúnmente en la dieta humana— muchos estudios poblacionales contradicen del todo la conexión colesterol-enfermedad cardíaca. En una evaluación a 1700 pacientes con las arterias obstruídas/endurecidas, conducida por el famoso cirujano cardíaco Michael DeBakey, no se encontró relación alguna entre el nivel de colesterol en la sangre y la incidencia de ateroesclerosis9, y una evaluación a adultos de Carolina del Sur no encontró correlación alguna entre los niveles sanguíneos de colesterol y los hábitos alimenticios considerados “malos” (el consumo de carne roja, grasas animales, frituras, mantequilla, cigotos, leche entera, tocino, salchicha y queso).10 En cambio, una encuesta del Consejo de Investigación Médica mostró que los hombres que consumían mantequilla tenían la mitad del riesgo de desarrollar enfermedades cardíacas que aquellos que consumían margarina.11

La leche de la progenitora proporciona una dosis de colesterol mayor que la de cualquier otro alimento. Asimismo, alrededor del 50% de sus calorías provienen de la grasa, en gran parte de grasas saturadas. Tanto el colesterol como la grasa saturada son esenciales para el crecimiento en bebes y niños, especialmente para el desarrollo cerebral.12 Aun así, lamentablemente hoy en día la Asociación Americana del Corazón recomienda una dieta baja en colesterol y baja en grasas para los niños. Las fórmulas comerciales son bajas en grasas saturadas y las fórmulas en base a soya no tienen colesterol. Un estudio publicado recientemente asoció a las dietas bajas en grasa con las fallas del desarrollo en los niños.13

Muchas evaluaciones de las dietas tradicionales de poblaciones indígenas han encontrado información que debería avergonzar a las autoridades de la alimentación. Por ejemplo, un estudio que comparaba a los judíos viviendo en Yemen, cuyas dietas contenían grasas casi exclusivamente de origen animal, con los judíos yemenitas viviendo en Israel, cuyas dietas contenían ahora margarina y aceites vegetales, reveló niveles muy bajos de enfermedad cardíaca o diabetes en el primer grupo y altos niveles de ambas enfermedades en el segundo.14 (El estudio además observó que los judíos yemenitas no consumían azúcar pero aquellos en Israel consumían azúcar en cantidades equivalentes al 25-30% de la ingesta total de carbohidratos.) Una comparación entre poblaciones del norte y el sur de India reveló un patrón similar. Las personas en el norte de India consumen 17 veces más grasas animales, pero tienen una incidencia de enfermedad cardíaca siete veces menor que las personas en el sur de India.15 Los Masai y algunas otras tribus del África subsisten en gran parte de leche, sangre y carne roja: entre ellos no existe la enfermedad cardíaca y tienen niveles saludables de colesterol en la sangre.16 Los esquimos que tradicionalmente comen grasas animales en abundancia, proveniente de peces y animales marinos, no sufren de ninguna de las enfermedades modernas y son de una fortaleza física excepcional.17 Un estudio extensivo de la dieta y los patrones de enfermedad en China encontró que la región en que la población consume grandes cantidades de leche entera tiene la mitad de la incidencia de enfermedades cardíacas que en aquellas zonas en que sólo de consumen pequeñas cantidades de alimentos de origen animal.18 Muchas sociedades mediterráneas tienen bajas tasas de enfermedades cardíacas a pesar de que la grasa —incluyendo la grasa altamente saturada del gorrino, la salchicha y el queso de cabra— comprende hasta el 70% de su ingesta calórica; por ejemplo en Creta (isla greca), donde sus habitantes destacan por su buena salud y su longevidad.19 Un estudio de personas de Puerto Rico reveló que, con un consumo alto de grasa animal, los puertorriqueños tienen una incidencia muy baja de cáncer de colon y cáncer de mamas.20 Un estudio sobre los habitantes longevos de Georgia Soviética reveló que aquellos que consumen carnes más grasosas viven más.21 En Okinawa, donde el tiempo de vida promedio para las muyeres es 84 años —mayor que el promedio en Japón— los habitantes consumen cantidades generosas de gorrino y de animales marinos, y la grasa que usan en la cocina es manteca de gorrino.22 Ninguno de estos estudios es mencionado por aquellos que promueven la restricción de las grasas saturadas en la dieta.
 
La buena salud de los japoneses, quienes tienen la mayor esperanza de vida en el mundo, es comúnmente atribuída a una dieta baja en grasas. Sin embargo, a pesar de que los japoneses consumen pocas grasas provenientes de lácteos, la noción de que su dieta es baja en grasas es un mito: su dieta contiene cantidades considerables de grasas animales proveniente de cigotos, gorrino, pollo, res, animales marinos y vísceras. Con lo mucho que gustan de los mariscos y del caldo de pescado —tomado a diario— los japoneses probablemente consumen más colesterol que la mayoría de estadounidenses. Lo que ellos NO consumen es los aceites vegetales industriales en la cocina, la harina blanca o comida ultraprocesada (aunque sí comen arroz blanco). A partir de la Segunda Guerra mundial incrementó el consumo de grasa animal y proteína en la dieta de los japoneses y con ello su esperanza de vida.23 Aquellos que señalan a Japón como una supuesta referencia para optar por una dieta baja en grasas, omiten que los Suizos tienen una esperanza de vida similar teniendo una de las dietas más alta en grasas del mundo. Empatados en tercer lugar en longevidad están Austria y Grecia, cuyas dietas son ambas altas en grasa.24

Como ejemplo final consideremos a Francia. Cualquiera que ha tenido contacto con la comida francesa debe haber notado lo cargada que es en grasas saturadas, en forma de mantequilla, cigotos, queso, crema de leche, hígado, carnes y patés, y sin embargo, los franceses tienen una tasa de enfermedad coronaria menor que la de muchos otros países occidentales. En los Estados Unidos, 315 de cada 100000 hombres de edad media mueren de ataques cardíacos cada año; en Francia, en cambio, la tasa es 145 por cada 100 000. En la región gacuña —donde el hígado de ganzo y el de pato son elementos básicos en la dieta— la tasa es de alrededor de 80 por cada 100 000.25 Este fenómeno ha ganado atención internacional, y ha sido recientemente denominado “La paradoja francesa”. (En Francia, sin embargo, actualmente las personas están sufriendo de muchas enfermedades degenerativas ya que consumen grandes cantidades de azúcar y harina refinada y, en años recientes, han sucumbido a la tentación de ahorrar tiempo consumiendo comida industrial procesada.)

Un coro de voces, incluyendo a la Sociedad Estadounidense del Cáncer, al Instituto Nacional del Cáncer y al Comité del Senado de Nutrición y Necesidades humanas, alega que la ingesta de grasas animales está relacionada no sólo con las enfermedades cardiovasculares sino con el cáncer de varios tipos. Sin embargo, cuando los investigadores de la Universidad de Maryland analizaron la información usada para tales afirmaciones, encontraron que era el consumo de grasa vegetal —y no el de grasa animal— lo que estaba correlacionado con el cáncer.26

Entendiendo la química de las grasas
Está claro que algo anda mal con las teorías que leemos en la prensa sobre las grasas y sabemos que su principal finalidad es aumentar las ventas de productos bajos en grasa y libres de colesterol. La idea de que las grasas saturadas son las causantes de las enfermedades cardiovasculares no sólo simplifica erradamente el asunto, sino que es falso. Sin embargo, sí es cierto que hay grasas que son malas para nosotros, y para entender cuáles son debemos saber algo de la química de las grasas.

Las grasas —o los lípidos—, un tipo de sustancias orgánicas insolubles en agua, son moléculas formadas principalmente por ácidos grasos: cadenas de átomos de carbón unidos con átomos de hidrógeno. La mayoría de las grasas en nuestros cuerpos y en los alimentos que comemos está en forma de triglicéridos, que son compuestos de tres cadenas de ácidos grasos unidos a una molécula de glicerol. Se ha observado una relación directa entre los niveles elevados de triglicéridos en la sangre y la aparición de la enfermedad coronaria, sin embargo, el aumento en los niveles de triglicéridos en la sangre no ocurre debido a la ingesta de grasas a través de la dieta, sino que son fabricados en el hígado a partir de los excesos de azúcares (carbohidratos) que no hayan sido usados como energía. La fuente de estos azúcares es cualquier alimento que contenga carbohidratos, siendo los azúcares refinados y las harinas refinadas los principales causantes de ingestas excesivas.

Clasificación de ácidos grasos por su saturación
Los ácidos grasos son clasificados de la siguiente manera:

Saturados: un ácido graso es saturado cuando todos los enlaces de los átomos de carbono han sido ocupados por un átomo de hidrógeno. El hecho de que los enlaces de los carbonos estén ocupados hace que la cadena sea altamente estable (de lo contrario, con espacios libres, la cadena está siempre ávida de reaccionar). En términos prácticos esto significa que son grasas que no tienden a la oxidación (a ponerse “rancias”), incluso siendo expuestas a altas temperaturas en la cocción. La estrechez y estabilidad entre sus moléculas hace que formen una grasa sólida, fácil de mantener en un solo bloque a temperatura ambiente. Los ácidos grasos saturados son encontrados principalmente en las grasas animales y en los frutos tropicales; en nuestro cuerpo, las grasas saturadas son producidas a partir de los carbohidratos.


Monoinsaturados: los ácidos grasos monoinsaturados tienen 01 (mono) enlace insaturado en su cadena, en la forma de dos carbonos unidos a través de un doble enlace que carece de dos átomos de hidrógeno en comparación a un enlace saturado. Nuestro cuerpo produce ácidos grasos monoinsaturados a partir de ácidos grasos saturados, para los cuales tiene muchos usos. Las moléculas de los ácidos grasos monoinsaturados presentan un giro en su estructura en el lugar del doble enlace y por eso no son completamente sólidos como las grasas saturadas, sino que tienden a ser líquidos a temperatura ambiente. Al igual que las grasas saturadas, son relativamente estables; no se tornan rancios fácilmente, así que pueden ser usados en la cocina. El ácido graso monoinsaturado más común en los alimentos es el ácido oléico, el principal componente del aceite de oliva y del aceite de almendras, pecanas, cajúes, maníes y paltas.


Poliinsaturados: los ácidos grasos poliinsaturados tienen dos o más pares de doble-enlaces, en ausencia de 4 o más átomos de hidrógeno. Los dos ácidos grasos poliinsaturados más comunes en nuestra alimentación son el ácido linoléico (omega-6), con dos dobles enlaces, y ácido linolénico (omega-3) triplemente insaturado, es decir con tres dobles enlaces. (El número que acompaña al término “omega” indica la posición del primer doble enlace.) Nuestro cuerpo no es capaz de fabricar por sí mismo estos ácidos grasos y es por eso que son llamados “esenciales”, haciendo alusión a lo esencial que es para nosotros consumirlos en nuestra dieta. Los ácidos grasos poliinsaturados tienen múltiples giros en la estructura de su molécula por la presencia de múltiples dobles enlaces: es por eso que no forman una grasa sólida sino que son bastante líquidos, incluso a bajar temperaturas. Fácilmente se tornan rancias, particularmente el ácido linolénico (omega 3), y deben ser tratados muy cuidadosamente. Los electrones no apareados en los enlaces dobles, hacen a estos aceites altamente reactivos: los aceites poliinsaturados no deberían nunca ser calentados o usados en la cocina. En la naturaleza, los ácidos grasos poliinsaturados son comúnmente encontrados en su forma cis, que significa que los dos átomos de hidrógeno presentes en el doble enlace están en el mismo lado.
Todas las grasas y aceites, ya sean de origen animal o vegetal, son una combinación de ácidos grasos saturados, ácidos grasos monoinsaturados, y ácidos grasos poliinsaturados (linoléico y linolénico). En general, las grasas animales como la mantequilla, la manteca de gorrino y la grasa de res contienen entre el 40 y el 60% de grasas saturadas y son sólidos a temperatura ambiente. En los aceites vegetales de climas nórdicos predominan los ácidos grasos poliinsaturados, líquidos a temperatura ambiente; en cambio los aceites vegetales de los trópicos son altamente saturados. El aceite de coco, por ejemplo, contiene un 92% de ácidos grasos saturados. Estas grasas de frutos tropicales son líquidas en los trópicos, pero duras como mantequilla en climas fríos. Los aceites vegetales tienen mayor contenido de ácidos grasos saturados en climas tropicales para que la estabilidad que les da la saturación ayude a mantener su estructura a pesar de las temperaturas elevadas en las hojas y tallos de las plantas. El aceite de oliva, originario de un clima templado, contiene principalmente ácido oléico: líquido a temperaturas tibias pero sólido a temperaturas bajas.
 
Clasificación de ácidos grasos por su tamaño
Los ácidos grasos son clasificados no sólo de acuerdo a su grado de saturación sino también al tamaño de su molécula:

Ácidos grasos de cadena corta: ácidos grasos de entre 4 y 6 átomos de carbono. Estas grasas son siempre saturadas. El ácido butírico de cuatro carbonos es encontrado mayormente en la grasa de la leche de vacas, y el ácido cáprico de seis carbonos es encontrado mayormente en la grasa de la leche de cabras. Estos ácidos grasos poseen propiedades antimicrobiales —es decir, nos protegen de bichito, levaduras y bacterias patógenas en el tracto gastrointestinal— y no necesitan de la acción de las sales de la bilis, sino que son directamente absorbidos y aprovechados como energía rápida. Dado que el cuerpo los aprovecha como energía inmediata no son almacenados como grasa corporal.27 Los ácidos grasos de cadena corta además contribuyen con la salud del sistema inmune.28


Ácidos grasos de cadena media: ácidos grasos de entre 8 y 12 átomos de carbono son encontrados mayormente en la grasa de la leche y en los aceites tropicales. Al igual que los ácidos grasos de cadena corta, estos ácidos grasos poseen propiedades antimicrobiales, son absorbidos directamente como energía rápida y contribuyen con la salud del sistema inmune.


Ácidos grasos de cadena larga: ácidos grasos de entre 14 y 18 átomos de carbono que pueden ser tanto saturados como monoinsaturados o poliinsaturados. El ácido esteárico es un ácido graso saturado de 18 átomos de carbono encontrado mayormente en la grasa de res y cordero. El ácido oléico —principal componente del aceite de oliva— es un ácido graso monoinsaturado de 18 carbonos. Otro ácido graso monoinsaturado es el ácido palmitoléico, de 16 carbonos, que posee fuertes propiedades antimicrobiales; se le encuentra casi exclusivamente en grasas animales. Los dos ácidos grasos esenciales, linoléico y linolénico, son también de cadena larga, cada uno de 18 átomos de carbono. Otro ácido graso de cadena larga que destaca es el ácido gamma-linolénico (GLA), de 18 átomos de carbono y con 3 dobles enlaces; se le encuentra en el aceite de onagra, de borraja y de grosella de color. Nuestro cuerpo fabrica GLA a partir del ácido linoléico (omega-6) y lo usa en la producción de sustancias denominadas prostaglandinas, hormonas de tejidos especializados que regulan muchos procesos a nivel celular.


Cadenas muy largas de ácidos grasos tienen entre 20 y 24 átomos de carbono y suelen ser altamente insaturadas, con cuatro, cinco o seis dobles enlaces. Los ácidos grasos de cadenas muy largas más importantes son el ácido dihomogamma-linolénico (ADGL) con veinte átomos de carbono y tres dobles enlaces; el ácido araquidónico (AA) con veinte carbonos y cuatro dobles enlaces; el ácido eicosapentaenóico (EPA) con veinte carbonos y cinco dobles enlaces; y el ácido docosahexaenóico (DHA) con 22 carbonos y seis dobles enlaces. Todos estos excepto el DHA son usados en la producción de prostaglandinas, hormonas de tejidos especializados que dirigen muchos procesos en las células. Adicionalmente, el AA y el DHA tienen roles importantes en el funcionamiento del sistema nervioso.29


El peligro de los ácidos grasos poliinsaturados
Se ha difundido mucha información equivocada sobre las supuestas ventajas de las grasas poliinsaturadas frente a las grasas saturadas. Aquellos que dirigen los lineamientos oficiales de la alimentación nos dicen que los aceites poliinsaturados nos hacen bien y que las grasas saturadas nos causan cáncer y enfermedades cardiovasculares. El resultado ha sido un cambio en la dieta desde sus ingredientes más básicos. A inicios de 1900s, la mayoría de los ácidos grasos en la dieta eran saturados o monoinsaturados, provenientes básicamente de la mantequilla, la manteca de gorrino, la grasa de res y cordero, el aceite de coco y pequeñas cantidades de aceite de oliva. Hoy en día la mayoría de las grasas en la dieta son aceites poliinsaturados provenientes de aceites vegetales derivados en su mayoría de la soya, así como del maíz, el cártamo y la canola.

El contenido calórico de las dietas modernas puede llegar a ser en un 30% a partir de aceites poliinsaturados, a pesar de que la evidencia científica indica que esta cantidad es demasiado alta y que, en cambio, nuestra ingesta de ácidos grasos poliinsaturados no debería ser mucho mayor que un 4% de nuestra ingesta calórica total, aproximadamente en proporciones de 1.5% de ácido linolénico omega-3 y 2.5%+ ácido linoléico omega-6.30 Encontramos un consumo de ácidos grasos esenciales (AGE) en tales proporciones en poblaciones nativas de regiones tropicales y templadas, cuyo consumo de ácidos poliinsaturados es a partir de pequeñas dosis contenidas en las legumbres, granos, nueces, hojas verdes, pescados, aceite de oliva y grasas animales, pero no de aceites vegetales refinados.

Se ha demostrado que el consumo excesivo de aceites poliinsaturados contribuye con un gran número de enfermedades, incluyendo el cáncer y la enfermedad coronaria, la disfunción del sistema inmune, el daño al hígado, a los órganos reproductivos y a los pulmones, los desórdenes digestivos, la poca capacidad de aprendizaje, las fallas en el desarrollo y el aumento de peso.31

Una razón por la cual los aceites poliinsaturados causan tantos problemas de salud es por el hecho de que se oxidan (se tornan rancios) muy fácilmente al ser expuestos al calor, al oxígeno y a la humedad, como sucede en la cocina y en el procesamiento. Los ácidos grasos, una vez rancios, se caracterizan por su carga de radicales libres —es decir, átomos con un electrón no apareado en el exterior. Estos compuestos son extremadamente reactivos químicamente. Han sido caracterizados como “intrusos” en el cuerpo debido a que atacan a las membranas celulares y a los glóbulos gente de izquierdas, causando daño en las cadenas de ADN/ARN, y desencadenando mutaciones en los tejidos, los vasos sanguíneos y la piel. El daño que ocasionan los radicales libres genera arrugas y envejecimiento prematuro a nivel de piel, predispone a los órganos a formar tumores, e inicia la formación de placa en los vasos sanguíneos. ¿Es de sorprendernos que los ensayos y estudios muestren repetidamente una alta correlación entre el cáncer y la enfermedad coronaria, y el consumo de aceites poliinsaturados?32 La evidencia reciente expone la relación entre la exposición a los radicales libres con el envejecimiento prematuro, con enfermedades autoinmunes como la artritis, y con la enfermedad de Parkinson, la enfermedad de Lou Gehrig, el Alzheimer y las cataratas.33

Exceso de Omega-6
Los problemas asociados con un exceso de aceites poliinsaturados se hacen peor por el hecho de que la mayoría de aceites poliinsaturados en los aceites vegetales comerciales tienen una proporción mucho más alta de ácido linoléico (omega-6) que de ácido linolénico omega-3. Investigaciones recientes revelan que el desbalance ocasionado por una alta proporción de omega-6 en la dieta puede interferir con la producción de prostaglandinas.34 Esta disrupción puede incrementar la facilidad con que ocurren coágulos en sangre, inflamación, presión alta, irritación en el tracto digestivo, disminución de la función inmune, esterilidad, proliferación celular, cáncer y aumento de peso.35

Déficit de Omega-3
Muchos investigadores señalan que junto con un exceso de ácidos grasos omega-6, la dieta moderna tiene un déficit de ácidos grasos omega-3. El omega-3 es necesario para contrarrestar la oxidación celular, para metabolizar aminoácidos sulfurosos importantes y para mantener un balance apropiado en la producción de prostaglandinas. Tales déficits han sido asociados con asma, enfermedades cardíacas y deficiencias de aprendizaje.36 La mayoría de los aceites vegetales comerciales contienen muy poco ácido linolénico omega-3 y grandes cantidades de ácido linoléico omega-6. Adicionalmente, la agricultura moderna y las prácticas industriales han reducido la cantidad de omega-3 en los vegetales que tenemos a disposición, así como en los cigotos, los pescados y las carnes. Por ejemplo, los cigotos que provienen de gallinas alimentadas de insectos y plantas verdes, criadas donde puedan caminar y recibir la luz solar, contienen omega-6 y omega-3 en la proporción ideal de 1 a 1 (aproximadamente); en cambio, los cigotos comerciales del supermercado pueden llegar a contener 19 veces más omega-6 que omega-3.37

Los beneficios de las grasas saturadas
Las grasas saturadas —de las que se habla tan mal y que tanto tratamos de evitar— no son las causantes de nuestras enfermedades modernas. De hecho, juegan un rol importante en la química de nuestro cuerpo:

Los ácidos grasos saturados constituyen al menos el 50% de la membrana celular. Ellos son los que dan a nuestras células la estructura que necesitan.
Tienen un papel vital en la salud de nuestros huesos: para que el calcio se incorpore efectivamente en nuestra estructura ósea, al menos un 50% de las grasas de la dieta deberían ser saturadas.38
Disminuyen el Lp(a), una sustancia en la sangre que determina una tendencia a padecer de enfermedades cardíacas.39 Protegen el hígado del alcohol y otras toxinas, como el tylenol.40
Incrementan el funcionamiento del sistema inmune.41
Son necesarias para la correcta utilización de los ácidos grasos esenciales. Los ácidos grasos omega-3 son mejor retenidos en los tejidos cuando las dietas son a la vez ricas en grasas saturadas.42
Los ácidos saturados esteárico, de 18 carbonos, y palmítico, de 16 carbonos, son el alimento preferido del corazón; el músculo cardíaco está cubierto por grasa saturada.43 El corazón se alimenta de esta reserva de grasa en tiempos de estrés y escasez.
Los ácidos grasos de cadena corta y media tienen propiedades antimicrobianas importantes. Nos protegen contra microorganismos patógenos en el tracto digestivo.
La evidencia científica, cuando es imparcialmente evaluada, no respalda la afirmación de que las grasas saturadas obstruyan las arterias y sean causantes de la enfermedad coronaria.44 En realidad, la evaluación de la grasa en las obstrucciones arteriales revela que sólo alrededor del 26% es saturada. El resto es grasa no saturada, de la cual más de la mitad es poliinsaturada.45

¿Qué hay del colesterol?
Y entonces, ¿qué hay de todo lo que se dice sobre el colesterol? De igual manera, lo que ha pasado con respecto al colesterol es que se ha difundido información equivocada. Nuestros vasos sanguíneos pueden dañarse de muchas formas; cuando esto pasa, la sustancia que naturalmente se encarga de la reparación de nuestros tejidos aparece. Dicha sustancia es el colesterol. El colesterol es una molécula alcohólica de alto peso molecular producida en el hígado y en la mayoría de las células humanas. Al igual que las grasas saturadas, el colesterol que producimos y consumimos tiene muchas funciones vitales:

Junto con las grasas saturadas, el colesterol da a nuestras células la estructura y estabilidad que necesita la membrana celular. Cuando la dieta contiene demasiados ácidos grasos poliinsaturados, estos reemplazan a los ácidos grasos saturados en la membrana celular haciendo a las paredes celulares literalmente flácidas. Cuando esto sucede, el colesterol se va hacia los tejidos a darles la integridad estructural que necesitan: este es el motivo por el cual los niveles de colesterol celular suelen disminuir temporalmente cuando reemplazamos las grasas saturadas con aceites poliinsaturados en la dieta.46
El colesterol actúa como un precursor de los corticoesteroides: hormonas indispensables para nuestro correcto funcionamiento, que facilitan nuestra capacidad de lidiar con el estrés y protegen a nuestro cuerpo contra las enfermedades cardíacas y el cáncer; y como precursor de hormonas picantes como la testosterona, el estrógeno y la progesterona.
El colesterol es un precursor de la vitamina D, una vitamina lipo-soluble necesaria para nuestra salud ósea y del sistema nervioso, para el crecimiento, el metabolismo mineral, el tono muscular, la producción de insulina, la reproducción y el funcionamiento del sistema inmune.
Las sales biliares están hechas de colesterol; la bilis es vital para la digestión y la asimilación de grasas en la dieta.
Investigaciones recientes demuestran que el colesterol actúa como un antioxidante.47 Esta es la posible explicación para el hecho de que los niveles de colesterol se eleven con la edad. Como antioxidante, el colesterol cumple con protegernos del daño oxidativo de los radicales libres que puede producir enfermedades cardíacas y cáncer.
El colesterol es necesario para el correcto funcionamiento de los receptores de serotonina en el cerebro.48 La serotonina genera en nosotros sensación de bienestar. Niveles bajos de colesterol han sido asociados a comportamiento violento y agresivo, depresión y tendencias suicidas.
La leche materna es especialmente rica en colesterol y contiene una enzima especial que ayuda al bebé a utilizarlo. Los bebés y los niños necesitan alimentos ricos en colesterol para asegurar el correcto desarrollo de su sistema nervioso.
El colesterol dietario juega un rol importante en el mantenimiento de la salud de las paredes digestivas.49 Este es el por qué las dietas vegetarianas bajas en colesterol normalmente conllevan al síndrome del intestino permeable, entre otros trastornos digestivos.
El colesterol, contrario a ser la causa de la enfermedad cardíaca, es un potente antioxidante que nos protege del daño oxidativo de los radicales libres en la sangre y una sustancia reparadora que ayuda a sanar el daño arterial. Sin embargo, al igual que las grasas, el colesterol puede dañarse por exposición al oxígeno y al calor. El colesterol oxidado parece contribuir tanto con el daño a las células arteriales como con la aparición patológica de la placa en las arterias.50 El colesterol oxidado se encuentra en los cigotos en polvo, en la leche en polvo (añadida a las leches desgrasadas para darle cuerpo) y en las carnes y grasas que han sido calentadas a altas temperaturas en frituras y otros procesos llevados a cabo a altas temperaturas.

Los niveles altos de colesterol sérico a menudo indican que el cuerpo necesita colesterol para protegerse de ataques, principalmente de aquellos originados por las grasas rancias que ocasionan daño oxidativo. Así como la presencia de agentes de la policía es necesaria en aquellas zonas en que los crímenes ocurren frecuentemente, el colesterol es necesario en un cuerpo malnutrido para protegerlo de enfermedades como las enfermedades cardiovasculares o el cáncer. Culpar al colesterol de las enfermedades cardiovasculares es como culpar a los agentes de policía por los robos en una zona con muchos criminales porque también están ahí.

El funcionamiento disminuido de la tiroides (hipotiroidismo) a menudo resulta en niveles altos de colesterol. Cuando el funcionamiento de la tiroides es bajo, usualmente debido a una dieta rica en azúcares y baja en yodo asimilable, en vitaminas liposolubles y en otros nutrientes, el cuerpo inunda la sangre con colesterol como un mecanismo adaptativo y protector, generando una superabundancia de los materiales necesarios para sanar tejidos y producir esteroides protectores. Las personas con hipotiroidismo son particularmente susceptibles a infecciones, a la enfermedad cardíaca y al cáncer.51

La causa y el tratamiento de las enfermedades cardíacas
La causa de las enfermedades cardiovasculares no es el consumo de grasas animales y colesterol, sino un conjunto de factores inherentes a la alimentación moderna que incluye el consumo excesivo de aceites vegetales y grasas hidrogenadas; el consumo excesivo de carbohidratos refinados en forma de azúcar, jarabe de maíz alto en fructosa y harina blanca; deficiencias minerales —particularmente niveles bajos de magnesio y yodo—; deficiencia de vitaminas —particularmente de la vitamina C, necesaria para la integridad de las paredes celulares de los vasos sanguíneos— y de antioxidantes como el selenio y la vitamina E, los cuales nos protegen de los radicales libres, y, finalmente, de la desaparición de los ácidos grasos antimicrobiales presentes en nuestra alimentación a través de grasas animales y aceites de frutos tropicales.52 Estos alimentos alguna vez nos protegieron del tipo de bichito y bacteria que hoy son asociados con el establecimiento de placa patógena que conlleva a la enfermedad coronaria.
 
Mientras que los niveles de colesterol sérico no son un buen indicador de la tendencia a la enfermedad coronaria, se ha encontrado que sí lo son los niveles altos en sangre de una sustancia denominada homocisteína, así como la formación patológica de placa en las arterias y la tendencia a formar coágulos —una combinación mortal. El ácido fólico, la vitamina B6, la vitamina B12 y la colina, son nutrientes que disminuyen los niveles sanguíneos de homocisteína.53 Estos nutrientes se encuentran en mayor proporción y disponibilidad en los alimentos de origen animal.

La mejor manera de tratar la enfermedad cardíaca, entonces, no es concentrarse en disminuir el colesterol —ya sea con fármacos o con dietas— sino consumiendo una dieta que contenga alimentos de origen animal ricos en vitamina B6 y B12; potenciando el funcionamiento tiroideo con el uso diario de sal natural (buena fuente de yodo asimilable); evitando las deficiencias de vitaminas y minerales que hacen a las paredes arteriales más susceptibles a rupturas y a la formación de placa; incluyendo ácidos grasos antimicrobiales en nuestra alimentación, y eliminando las comidas procesadas altas en carbohidratos refinados y colesterol oxidado, y con alto contenido de aceites vegetales que hacen que el cuerpo tenga una necesidad constante de ser reparado.

El procesamiento moderno de las grasas
Es importante entender que, de todas las sustancias comestibles, los aceites poliinsaturados son los que más fácilmente se pueden dañar (y volver peligrosos para nosotros) con el procesamiento industrial, en especial el ácido linolénico omega-3.

Los siguientes son los procesos a los que son sometidos los ácidos grasos antes de que lleguen a nuestras mesas como “alimentos”:

Extracción: los aceites que ocurren naturalmente en las frutas, nueces y semillas deben ser primero extraídos. Antiguamente esta extracción se hacía por prensas de piedra de movimientos gentiles; hoy, en cambio, la obtención industrial de aceites en grandes cantidades se hace prensando las semillas oleaginosas a una temperatura de 230 grados. Luego se separa el aceite ejerciendo presión a niveles que van de 10 a 20 toneladas por pulgada, generando así más calor. Durante este proceso los aceites son también expuestos a luz y oxígeno —y a ambos son sensibles. Finalmente, para extraer el último 10% del aceite remanente de la prensión de las semillas, en los procesadores se trata la pulpa con una gran cantidad de solventes —usualmente el hexano está entre ellos—. Los solventes son hervidos para ser retirados, pero de estos quedan hasta 100 partes por millón.
Las altas temperaturas de procesamiento ocasionan que los enlaces débiles de los ácidos grasos insaturados —especialmente del ácido linolénico, con 3 dobles enlaces— se separen formando los “radicales libres”. Adicionalmente, los antioxidantes —como la vitamina liposoluble E— que protegen al cuerpo del deterioro ocasionado por los radicales libres, son neutralizados o destruidos por las altas temperaturas y la presión. El BHT y el BHA, ambos posibles causantes de cáncer y daño cerebral, a menudo se adicionan a los aceites industriales en reemplazo de la vitamina E y de los demás preservantes que son destruídos por el calor.

Una técnica moderna perfora las semillas para extraer el aceite cargado de antioxidantes a bajas temperaturas y con una mínima exposición a la luz y el oxígeno. Los aceites extraídos de esta manera —cuando no pasan por un proceso posterior de refinamiento— permanecerán frescos por mucho tiempo siempre que sean almacenados en el refrigerador en botellas oscuras. El aceite de oliva extra virgen es obtenido prensando aceitunas entre piedras o rodillos de acero. Esta manera de procesar las aceitunas permite preservar la integridad de sus ácidos grasos y los muchos preservantes naturales contenidos en el aceite de oliva. Si el aceite de oliva es almacenado en envases oscuros podrá retener su frescura y su contenido de antioxidantes por muchos años.

Hidrogenación: la hidrogenación es el procesamiento que convierte a los aceites poliinsaturados —normalmente líquidos a temperatura ambiente— en grasas sólidas a temperatura ambiente, las que conocemos como “margarina”. Para producirlos, los fabricantes usan los aceites más baratos posibles —aceite de soya, de maíz, de semilla de algodón o de canola, rancios desde el proceso de extracción— y los mezclan con pequeñas partículas metálicas —usualmente óxido de nickel. El aceite con el catalizador de nickel es posteriormente sometido a gas hidrógeno en un reactor a altas temperaturas y altas presiones. A continuación, se añaden emulsificantes a la mezcla para mejorar su consistencia. El aceite es nuevamente sometido a altas temperaturas al recibir un aclaramiento con vapor; esto remueve principalmente el olor desagradable que ha adquirido hasta ese momento. Si no fuera porque es aclarada con lejía, para luego añadirle tintes y saborizantes que la hagan simular a la mantequilla, entonces la margarina sería de un tonalidad opaco y desagradable. Finalmente, la mezcla es comprimida y se empaca en bloques o tubos y es vendida como una comida saludable.


Luego de la hidrogenación, las grasas industriales en forma de margarinas hacen más daño a nuestra salud que los aceites vegetales de las cuales son hechas, debido a los cambios químicos ocurren en ellas a lo largo de dicho proceso. A altas temperaturas, el catalizador de nickel hace que los átomos de hidrógenos cambien su posición en la cadena de ácidos grasos. Antes de la hidrogenación, los pares de átomos de hidrógeno están juntos en la cadena, haciendo que esta forme ligeras curvas y cree una concentración de electrones en el lugar del doble enlace. Esto se denomina configuración “cis”, la configuración que se encuentra más comúnmente en la naturaleza. Con la hidrogenación, un átomo de hidrógeno del par es removido y llevado a otro extremo de manera que la molécula se fortalece. Esta es la llamada configuración “trans”, que se encuentra raramente en la naturaleza. La mayoría de las grasas trans formadas a partir de los procesamientos industriales son tóxicas para nuestro cuerpo, pero desafortunadamente nuestro sistema digestivo no las rechaza: en lugar de ser eliminadas, las grasas trans son incorporadas a nuestras membranas celulares como si fueran grasas cis —nuestras células literalmente se van hidrogenando parcialmente—. Una vez posicionados en nuestras células, los ácidos grasos trans dañan el metabolismo celular debido a que las reacciones químicas necesarias sólo ocurren cuando los electrones en la membrana celular están en ciertos arreglos o patrones que el proceso de hidrogenación ha desconfigurado.



En los años 1940s se realizaron investigaciones que correlacionaron al cáncer con el consumo de grasas, sin embargo las grasas utilizadas en el estudio fueron grasas vegetales hidrogenadas, aunque los resultados hayan sido presentados como si las culpables fueran las grasas saturadas.54 Asimismo, hasta hace poco las grasas saturadas eran puestas en un mismo saco que las grasas trans en las muchas bases de datos de los Estados Unidos utilizadas para crear correlaciones entre las tendencias en la alimentación y la incidencia de enfermedades.55 Es así que las grasas naturales saturadas han sido etiquetadas bajo el mismo nombre de los aceites vegetales hidrogenados industriales equivocadamente.



Las grasas parcialmente hidrogenadas, hechas a partir de aceites vegetales, interfieren con nuestra capacidad de utilizar los ácidos grasos esenciales que consumimos, causando muchos efectos adversos que incluyen la disfunción picante, el incremento del colesterol sanguíneo y el detenimiento del sistema inmune.56 El consumo de grasas hidrogenadas está asociado con muchas otras enfermedades severas, no sólo con el cáncer sino también con la arterosclerosis, la diabetes, la obesidad, la disfunción del sistema inmune, el déficit de peso al nacer, los defectos de nacimiento, la pérdida de la vista, la esterilidad, las dificultades para dar de lactar y los problemas de huesos y tendones.57 Y sin embargo, las grasas vegetales hidrogenadas continúan siendo publicitadas como alimentos saludables. La margarina fue popularizada como un mejor alimento más sano que la mantequilla, lo cual significa un triunfo del marketing frente al sentido común. De hecho, una de las mejores cosas que podemos hacer por nuestra salud es evitar la margarina a toda costa.



Homogenización: es el proceso por el cual las partículas de grasa de la crema de leche son forzadas a través de pequeños orificios a altas presiones. Las partículas de grasa resultantes son tan pequeñas que permanecen en suspensión en lugar de flotar en la leche como ocurriría normalmente. Esto hace a la grasa y al colesterol más susceptibles al ranciamiento y la oxidación; algunas investigaciones indican que las grasas homogenizadas contribuyen a la enfermedad cardíaca.58
La publicidad negativa a las grasas saturadas es extremadamente sospechoso: las afirmaciones de que la mantequilla causa niveles crónicos elevados de colesterol no han sido confirmadas por las investigaciones, en cambio existen estudios que demuestran que el ácido esteárico, el principal componente de la grasa de res, disminuye el colesterol.59 Por otro lado, la margarina sí provoca niveles crónicos elevados de colesterol y ha sido relacionada tanco con la enfermedad cardíaca como con el cáncer.60 Las nuevas margarinas, más suaves, si bien contienen menos grasas hidrogenadas, siguen siendo fabricadas en base a aceites vegetales industriales.
 
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