Tomibollo
Madmaxista
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El 14 de julio de 1865 siete europeos coronaron el monte Cervino o Matterhorn, la cumbre más bella y terrible de los Alpes. En esta cadena montañosa hay más de 80 cuatromiles, muchos de los cuales ya habían sido conquistados antes de ese año. En honor de los Alpes a ese noble deporte se le llama alpinismo. Desde finales del siglo XVIII nació una corriente cada vez mayor de escaladores que poco a poco fueron pisando la cumbre de los ochomiles alpinos (una mujer llegó a la cima del Mont Blanc en 1808, también un 14 de julio, fecha simbólica para el mundo francófono). Para el 1860 sólo quedaba el Cervino, una montaña imposible para muchos.
El Cervino o Matterhorn está en la frontera entre Suiza e Italia. Su aislamiento y su geometrismo la hacen mágica. También su dificultad. Entre 1860 y 1865 hubo dieciocho intentos para conquistarla, la mayoría promovidos por dos amigos-rivales, el inglés Edward Whymper y el guía italiano Jean-Antoine Carrel, que era oriundo del valle de Aosta (donde se habla francés, de ahí su nombre de pila), en las cercanías de la montaña. Whymper y Carrel son los más convencidos de que sí puede escalarse.
En 1862 Whymper tuvo hasta cinco fracasos yendo por la cara italiana. En uno llegó a los 4000 de altura, pero tuvo que desistir, estando a punto de matarse en el descenso. Se hizo una gran brecha en la cabeza que le cegaba y que cauterizó a base de ponerse nieve a presión en la herida. Aun así, con dos huevones, cuatro días después volvió a intentarlo con Carrel como guía. Carrel tenía bastante orgullo, no le gustaba ir de servidor del inglés y le dejó tirado, yéndose con un primo suyo a cazar marmotas.
Ese mismo año un físico irlandés de renombre, John Tyndall, también lo intentó por la ruta italiana. Hizo el récord, 4200 metros, pero no coronó.
En 1863 de nuevo lo intentan Whymper, Carrel y su primo, el de las marmotas. Una tormenta de nieve les hace desistir.
Durante 1864 Whymper se entretuvo con otras montañas, pero en 1865 volvió a la carga. Llegó a un medio-acuerdo con Carrel, que éste incumplió uniéndose a un grupo de italianos que querían "hacer patria" coronando los primeros. Entonces Whymper se dijo "probemos la vertiente suiza". Y en las estribaciones se encontró con varios expedicionarios: Michel Croz, el reverendo Hudson, un jovencísimo lord de dieciocho años llamado Francis Douglas y dos guías suizos, los Taugwalder, padre e hijo. A ellos se les unió un tal Hadow, bastante inexperto.
Aunque eran siete (muchos para la época y esa montaña) se pusieron en marcha de madrugada del 14 de julio de 1865 desde la base de la arista Hörnli. Curiosamente les fue muy bien pues a las diez de la mañana ya estaban a 4250 metros de altitud (la montaña tiene 4478). Se habían turnado Hudson y Whymper abriendo camino. Después Croz encabezó la escalada por la dura pared norte; pasadas unas horas, los siete coronaban y veían el mundo desde donde nadie lo había visto jamás. No había huellas de los italianos.
Whymper, eufórico, se asomó a husmear por la vertiente italiana y vio a Carrel con los suyos, a sólo 200 metros. Whymper les gritó y les lanzó guijarros para hacerles ver su presencia. Carrel, descorazonado, abandonó.
Tras una hora en la cima, descendieron. Pero se equivocaron al poner de último al más inexperto de la cordada, Hadow. Éste resbaló y arrastró a Croz. El tirón de los dos alpinistas en caída arrancó a Hudson de sus agarres y también se fue al vacío. Los tres arrastraron a Douglas. Taugwalder padre reaccionó enrollando la cuerda en un saliente para frenar la caída de los cuatro e impedir que arrastrasen a los demás. La cuerda, muy deteriorada, se rompió y el Cervino se cobró cuatro tributos.
Esta imagen de Scrambles amongst the Alps, obra del propio Whymper, refleja el sentido sacrificial y trascendente de aquella gesta.
El cuerpo del joven lord Douglas fue el único que no se recuperó.
Tres días después, Carrel coronó desde la vertiente italiana. Whymper reconoció que le pesaba que la historia no le reconociera su talento como alpinista, y que si había alguien que merecía habérsele adelantado en la visita a la cumbre del Cervino ése sería Carrel y ningún otro. Vaya este pequeño texto en honor de todos ellos.
An Alpine Symphony - Richard Strauss - Mariss Jansons - YouTube
Para consultar, os recomiendo el espléndido El sentimiento de la montaña, de Eduardo Martínez de Pisón y Sebastián Álvaro.
¡Europa, Europa!
El Cervino o Matterhorn está en la frontera entre Suiza e Italia. Su aislamiento y su geometrismo la hacen mágica. También su dificultad. Entre 1860 y 1865 hubo dieciocho intentos para conquistarla, la mayoría promovidos por dos amigos-rivales, el inglés Edward Whymper y el guía italiano Jean-Antoine Carrel, que era oriundo del valle de Aosta (donde se habla francés, de ahí su nombre de pila), en las cercanías de la montaña. Whymper y Carrel son los más convencidos de que sí puede escalarse.
En 1862 Whymper tuvo hasta cinco fracasos yendo por la cara italiana. En uno llegó a los 4000 de altura, pero tuvo que desistir, estando a punto de matarse en el descenso. Se hizo una gran brecha en la cabeza que le cegaba y que cauterizó a base de ponerse nieve a presión en la herida. Aun así, con dos huevones, cuatro días después volvió a intentarlo con Carrel como guía. Carrel tenía bastante orgullo, no le gustaba ir de servidor del inglés y le dejó tirado, yéndose con un primo suyo a cazar marmotas.
Ese mismo año un físico irlandés de renombre, John Tyndall, también lo intentó por la ruta italiana. Hizo el récord, 4200 metros, pero no coronó.
En 1863 de nuevo lo intentan Whymper, Carrel y su primo, el de las marmotas. Una tormenta de nieve les hace desistir.
Durante 1864 Whymper se entretuvo con otras montañas, pero en 1865 volvió a la carga. Llegó a un medio-acuerdo con Carrel, que éste incumplió uniéndose a un grupo de italianos que querían "hacer patria" coronando los primeros. Entonces Whymper se dijo "probemos la vertiente suiza". Y en las estribaciones se encontró con varios expedicionarios: Michel Croz, el reverendo Hudson, un jovencísimo lord de dieciocho años llamado Francis Douglas y dos guías suizos, los Taugwalder, padre e hijo. A ellos se les unió un tal Hadow, bastante inexperto.
Aunque eran siete (muchos para la época y esa montaña) se pusieron en marcha de madrugada del 14 de julio de 1865 desde la base de la arista Hörnli. Curiosamente les fue muy bien pues a las diez de la mañana ya estaban a 4250 metros de altitud (la montaña tiene 4478). Se habían turnado Hudson y Whymper abriendo camino. Después Croz encabezó la escalada por la dura pared norte; pasadas unas horas, los siete coronaban y veían el mundo desde donde nadie lo había visto jamás. No había huellas de los italianos.
Whymper, eufórico, se asomó a husmear por la vertiente italiana y vio a Carrel con los suyos, a sólo 200 metros. Whymper les gritó y les lanzó guijarros para hacerles ver su presencia. Carrel, descorazonado, abandonó.
Tras una hora en la cima, descendieron. Pero se equivocaron al poner de último al más inexperto de la cordada, Hadow. Éste resbaló y arrastró a Croz. El tirón de los dos alpinistas en caída arrancó a Hudson de sus agarres y también se fue al vacío. Los tres arrastraron a Douglas. Taugwalder padre reaccionó enrollando la cuerda en un saliente para frenar la caída de los cuatro e impedir que arrastrasen a los demás. La cuerda, muy deteriorada, se rompió y el Cervino se cobró cuatro tributos.
Esta imagen de Scrambles amongst the Alps, obra del propio Whymper, refleja el sentido sacrificial y trascendente de aquella gesta.
El cuerpo del joven lord Douglas fue el único que no se recuperó.
Tres días después, Carrel coronó desde la vertiente italiana. Whymper reconoció que le pesaba que la historia no le reconociera su talento como alpinista, y que si había alguien que merecía habérsele adelantado en la visita a la cumbre del Cervino ése sería Carrel y ningún otro. Vaya este pequeño texto en honor de todos ellos.
An Alpine Symphony - Richard Strauss - Mariss Jansons - YouTube
Para consultar, os recomiendo el espléndido El sentimiento de la montaña, de Eduardo Martínez de Pisón y Sebastián Álvaro.
¡Europa, Europa!
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