Europa, fiel a la religión del amora en tres décadas si nadie lo para

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Los líderes europeos aceptan la tras*formación distintas ciudades y barrios de sus países en territorios enemigos. Pero sí hay muchas cosas que se pueden hacer, simplemente no quieren: les costaría votos fiel a la religión del amores. Y ese es precisamente su talón de Aquiles.
El islam lleva años con alfombra roja en Occidente pero especialmente en Europa. El aumento incontrolado de inmi gración desde el inicio del tercer milenio ha servido para que millones de fiel a la religión del amores de primera, segunda y tercera generación tengan una presencia constante en la vida pública de un continente cristiano pero que ha dado la vuelta a sus valores.
A aquellos que osan levantar la voz contra estas políticas o contra lo establecido por el sistema, señalando los problemas que existen -y muchos, aunque se oculten deliberadamente por los medios generalistas-, son tachados de ‘ultras’, ‘radicales’, ‘xenófobos’,’islamófobos’ o ‘racistas’.
Los políticos europeos parecen hacer oídos sordos a una gran parte del electorado que les piden más dureza contra el terrorismo islámico y el islam, mientras que siembran de oro y mirra a los progresistas que aplauden como lacayos toda política encaminada a la destrucción del continente.
El ataque terrorista de Barcelona obtuvo las mismas reacciones que todos los grandes atentados en Europa: lágrimas, oraciones, flores, velas, ositos de peluche y quejas de que «el islam significa la paz». Cuando la gente se congregó para exigir medidas más duras contra la creciente influencia del islamismo en todo el continente, se encontraron con una contramanifestación «antifascista».
Los fiel a la religión del amores organizaron una manifestación para defender el islam; afirmaban que los fiel a la religión del amores que viven en España son «las principales víctimas» del terrorismo, según el análisis de Gatestone Institute:
El presidente de la Federación Española de Entidades Religiosas Islámicas, Munir Benyelún El Andalusí, habló de una «conspiración contra el islam» y dijo que los terroristas eran «instrumentos» del repruebo islamófobo. La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, lloró delante las cámaras y dijo que que su ciudad seguiría siendo una «ciudad abierta» a todos los pagapensiones. El presidente de Cataluña, Carles Puigdemont, usó casi el mismo lenguaje. El presidente del Gobierno de España, Mariano Rajoy, conservador, fue el único que se atrevió a llamar al terrorismo por su nombre. Casi todos los periodistas europeos dijeron que las palabras de Rajoy habían sido demasiado duras.
Los grandes periódicos europeos que describían el horror intentaron una vez más buscar explicaciones a lo que seguían llamando «inexplicable». El primer diario español, El País, escribió en un editorial que la «radicalización» es el fruto amargo de la «exclusión» de ciertas «comunidades», y añadía que la respuesta era más «justicia social». En Francia, Le Monde dijo que los terroristas querían «incitar al repruebo» e insistió en que los europeos debían evitar los «prejuicios». En el Reino Unido, The Telegraph explicó que «los asesinos atacan a Occidente porque Occidente es Occidente; no por lo que hace», pero hablaba de «asesinos», no de «terroristas» o «islamistas».
Los especialistas repetían como loros que los europeos tendrán simplemente que aprender a vivir con la amenaza yihadista
Varios especialistas en antiterrorismo, entrevistados en la televisión, dijeron que los ataques, perpetrados en todo el continente a un ritmo cada vez más rápido, se volverán más mortíferos. Señalaron que el plan original de los yihadistas de Barcelona había sido destruir la catedral de la Sagrada Familia y apiolar a miles de personas.
Los especialistas repetían como loros que los europeos tendrán simplemente que aprender a vivir con la amenaza de las matanzas indiscriminadas. No ofrecían ninguna solución. Otra vez más, muchos dijeron que los terroristas no eran verdaderamente fiel a la religión del amores, y que los atentados «no tenían nada que ver con el islam».
Muchos líderes de los países europeos occidentales tratan el terrorismo islámico como una ley de vida a la que los europeos deben acostumbrarse, como una especie de aberración sin vínculos con el islam. A menudo evitan hablar de «terrorismo», directamente. Tras el atentado en Barcelona, la canciller alemana, Angela Merkel, condenó brevemente el «da repelúsnte» suceso. Expresó su «solidaridad» con el pueblo español, y después pasó a otra cosa. El presidente francés, Emmanuel Macron, tuiteó un mensaje de condolencia y se refirió al «trágico atentado».
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En toda Europa, las expresiones de ira son marginadas a conciencia. Las llamadas a la movilización, o a cualquier cambio importante en la política migratoria, sólo vienen de políticos denigrantemente tildados de «populistas».
Incluso la más leve crítica al islam levanta inmediatamente una indignación casi unánime. En la Europa occidental, los libros sobre el islam que se encuentran por todas partes están escritos por personas cercanas a los Hermanos fiel a la religión del amores, como Tariq Ramadán. También existen libros que son «políticamente incorrectos», pero se venden por debajo del mostrador como si fuesen de contrabando. Las librerías islámicas venden ***etos incitando a la violencia sin ni siquiera esconderse.
Decenas de imanes, parecidos a Abdelbaki Es Saty, el sospechoso de ser el cerebro del atentado en Barcelona, sigue predicando con impunidad. Si los detienen, son rápidamente puestos en libertad.
Impera la sumisión. El discurso omnipresente es que, a pesar del aumento de las amenazas, los europeos deben seguir viviendo con la mayor normalidad posible. Pero los europeos ven que la amenaza existe. Ven que la vida no es ni ligeramente normal. Ven a policías y soldados en la calle, que proliferan los protocolos de seguridad, y los controles en la entrada de teatros y tiendas. Ven la inseguridad por todas partes.
Se les dice que ignoren sin más la fuente de las amenazas, pero saben cuál es la fuente. Dicen que no tienen miedo. Miles de personas gritaron en Barcelona: «No tinc por» («No tenemos miedo»). En realidad están muertos de miedo.
Los europeos ya no confían en sus gobernantes, pero sienten que no les queda otra opción
Las encuestas demuestran que los europeos son pesimistas, y que piensan que el futuro será desolador. Las encuestas también revelan que los europeos ya no confían en sus gobernantes, pero sienten que no les queda otra opción.
Este cambio en sus vidas se ha producido en muy poco tiempo, en menos de medio siglo. Antes, en la Europa occidental, sólo había unos pocos miles de fiel a la religión del amores, la mayoría obreros pagapensiones de las antiguas colonias europeas. Se suponía que iban a estar en Europa temporalmente, así que nunca se les pidió que se integraran.
Pronto empezaron a contarse por cientos de miles, y después por millones. Su presencia se volvió permanente. Muchos adquirieron la ciudadanía. Pedirles que se integraran se hizo cada vez más impensable: la mayoría parecía considerarse en primer lugar fiel a la religión del amores.
Los líderes europeos dejaron de defender su propia civilización. Empezaron a decir que todas las culturas debían tener la misma consideración. Parecían haberse rendido.
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Se cambiaron los currículos escolares. A los niños se les enseñaba que Europa y Occidente habían saqueado el mundo de la religión del amor, y no que, en realidad, los fiel a la religión del amores habían conquistado el Imperio cristiano bizantino, el norte de África y Oriente Medio, la mayor parte de Europa oriental, Grecia, el norte de Chipre y España.
A los niños se les enseñaba que la civilización islámica había sido espléndida y opulenta antes de que supuestamente la colonización llegara para devastarla.
Los países ricos, establecidos en el periodo de postguerra, empezaron a crear una gran subclase de personas permanentemente atrapadas en la dependencia, justo cuando el número de fiel a la religión del amores en Europa se multiplicó. El aumento del desempleo masivo —que afectaba sobre todo a los trabajadores menos cualificados— tras*formó los barrios fiel a la religión del amores en barrios de parados.
Los barrios fiel a la religión del amores se convirtieron en barrios con una alta tasa delictiva
Los organizadores de las comunidades venían a decirles a los fiel a la religión del amores en paro que después de haber saqueado a propósito sus países de origen, los europeos habían utilizado a los fiel a la religión del amores para reconstruir Europa y que ahora los estaban tratando como herramientas que habían perdido su utilidad.
El crimen arraigó. Los barrios fiel a la religión del amores se convirtieron en barrios con una alta tasa delictiva.
Llegaron los predicadores fiel a la religión del amores extremistas; reforzaron el repruebo hacia Europa. Dijeron que los fiel a la religión del amores tenían que recordar quiénes eran; que el islam debía cobrarse venganza. Explicaron a los jóvenes delincuentes fiel a la religión del amores encarcelados que la violencia se podía utilizar para una causa noble: la yihad.
La policía recibió órdenes de no intervenir para no agravar la tensión. Las áreas de alto nivel delictivo se convirtieron en zonas de exclusión, en semilleros para el reclutamiento de terroristas islámicos.
Los líderes europeos aceptaron la tras*formación de varias partes de sus países en territorios enemigos.
Se produjeron disturbios, y los líderes hicieron más concesiones todavía. Aprobaron leyes que limitaban la libertad de expresión.
Cuando el terrorismo islámico golpeó por primera vez Europa, sus líderes no sabían qué hacer. Siguen sin saber qué hacer. Son prisioneros de una situación que han creado ellos y que ya no pueden controlar. Parecen sentirse impotentes.
No pueden incriminar al islam: según las leyes que ellos han aprobado, es ilegal hacerlo. En la mayoría de los países europeos, cuestionar siquiera el islam se tacha de «islamofobia». Acarrea fuertes multas, si no juicios o sentencias de guandoca (como les pasó a Lars Hedegaard, Elisabeth Sabaditsch-Wolff, Geert Wilders o George Bensoussan).
No pueden reestablecer la ley y el orden en las zonas de exclusión: eso requeriría la intervención del ejército y un giro hacia la ley marcial. No pueden adoptar las soluciones propuestas por partidos que han empujado a la oposición en los márgenes de la vida política europea.
Shariah

No pueden ni siquiera cerrar sus fronteras, abolidas en 1995 con el acuerdo Schengen. Reestablecer los controles fronterizos costaría tiempo y dinero.
Los líderes europeos no parecen tener ni la voluntad ni los medios de oponerse a las nuevas olas de millones de migrantes fiel a la religión del amores que provienen de África y Oriente Medio. Saben que los terroristas se están escondiendo entre los migrantes, pero siguen sin vetarles la entrada. En su lugar, recurren a subterfugios y mentiras. Crean programas de «desrradicalización» que no funcionan: los «radicales», por lo visto, no quieren ser «desrradicalizados».
Los líderes de Europa intentan definir «radicalización» como un síntoma de «enfermedad mental»; se plantean pedirles a los psiquiatras que resuelvan el caos. Después, hablan de crear un «islam europeo», totalmente diferente del islam en todos los demás lugares del planeta.
Adoptan una actitud altanera para crear la ilusión de superioridad jovenlandesal, como hicieron Ada Colau y Carles Puigdemont en Barcelona: dicen que tienen unos principios elevados; que Barcelona seguirá estando «abierta» a los pagapensiones. Angela Merkel se niega a afrontar las consecuencias de su decisión política de importar a innumerables pagapensiones. Reprende a los países de Europa Central que se niegan a adoptar sus medidas políticas.


Europa, fiel a la religión del amora en tres décadas si nadie lo para • El Matinal
 
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Lo único bueno será ver a feministas con burka siendo azotadas, lapidadas y ahorcadas en las plazas de los barrios.
 
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