Clavisto
Será en Octubre
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"Estoy enamorada de ti" le susurra por dos veces al oído en el crescendo de la melodía. No hay respuesta. Y vuelven a besarse ya en la descendente de las cuatro notas.
En la cocina del bar, abriendo los panecillos, tarareaba una y otra vez el momento culminante. Un poco de tomate triturado, algo de aceite y embutido, queso o atún. En la barra, Paco desayunaba a tientas.
Acostado en la cama, apagada la luz, fantaseé con ella durante horas. Quizá así la viera en el sueño. Nunca la he visto en sueños.
- ¿Puedes salir un momento, Kufisto? -dijo Paco.
- Dime.
- Ahí tienes el dinero.
Cogí las monedas tras la vitrina.
- Te sobran cincuenta céntimos -dije extrañado.
- ¿Como? -respondió un tanto atónito.
- Sí.
Echamos cuentas. Por una vez yo tenía razón. Él pareció decepcionado. Era la primera vez que se equivocaba.
Ni rastro de Sonia. Mi padre muerto, llorando, enfermo, me hablaba por primera vez. Estábamos en casa de los abuelos. Había más gente, mi progenitora entre ellos arrodillada a los pies de su esposo, mirándome con lágrimas en los ojos. Salí de allí espantado y subí a la azotea. Entonces desperté. Todo estaba oscuro. Miré el móvil. No había pasado ni una hora desde que me había dormido pensando en Sonia.
Sobró casi todo el arroz. A veces le guardo un buen plato a mi progenitora cuando pasa esto. Voy a su casa y estoy un rato con ella mirándola ver Telecinco. Lo tiré todo a la sarama.
Hacía calor ahí fuera. Encendí un cigarrillo. Una paloma planeó desde lo alto del ciprés de la rotonda hasta plantarse entre los ramajes de uno de los árboles de la mediana. Le bastaron un par de enérgicos aleteos. Estupefacto pasé adentro, me serví un whisky y una botella de agua y volví a salir afuera, esta vez para sentarme.
Desperté cansado. Todavía estaba oscuro más allá de la ventana. Miré el reloj. Todavía tenía una hora por delante.
Bajé la persiana, apagué el ventilador de pie, volví a acostarme, la gata maullaba tras la puerta del dormitorio.
Dejé enfriar el whisky. Bebí agua.
En la sombra se podía estar. Apenas un par de horas de sombra son suficientes para poder estar.
Vi pasar algún que otro coche. Algunos pitaban a modo de HAL 9000 y yo les devolvía un gesto mecánico.
Eché un trago.
Una tipa, una sudamericana, pasa delante de mi diciéndose a sí misma que necesita un papel. Por un instante pienso que es de fumar y estoy a punto de decirle que tengo mil. Pero ella no hace ni el amago.
Los coches pasan. Algunos ya llevan la música fuerte, aceleran.
Apuro el whisky y tiro el cigarrillo.
"Estoy enamorada de ti..."
En la cocina del bar, abriendo los panecillos, tarareaba una y otra vez el momento culminante. Un poco de tomate triturado, algo de aceite y embutido, queso o atún. En la barra, Paco desayunaba a tientas.
Acostado en la cama, apagada la luz, fantaseé con ella durante horas. Quizá así la viera en el sueño. Nunca la he visto en sueños.
- ¿Puedes salir un momento, Kufisto? -dijo Paco.
- Dime.
- Ahí tienes el dinero.
Cogí las monedas tras la vitrina.
- Te sobran cincuenta céntimos -dije extrañado.
- ¿Como? -respondió un tanto atónito.
- Sí.
Echamos cuentas. Por una vez yo tenía razón. Él pareció decepcionado. Era la primera vez que se equivocaba.
Ni rastro de Sonia. Mi padre muerto, llorando, enfermo, me hablaba por primera vez. Estábamos en casa de los abuelos. Había más gente, mi progenitora entre ellos arrodillada a los pies de su esposo, mirándome con lágrimas en los ojos. Salí de allí espantado y subí a la azotea. Entonces desperté. Todo estaba oscuro. Miré el móvil. No había pasado ni una hora desde que me había dormido pensando en Sonia.
Sobró casi todo el arroz. A veces le guardo un buen plato a mi progenitora cuando pasa esto. Voy a su casa y estoy un rato con ella mirándola ver Telecinco. Lo tiré todo a la sarama.
Hacía calor ahí fuera. Encendí un cigarrillo. Una paloma planeó desde lo alto del ciprés de la rotonda hasta plantarse entre los ramajes de uno de los árboles de la mediana. Le bastaron un par de enérgicos aleteos. Estupefacto pasé adentro, me serví un whisky y una botella de agua y volví a salir afuera, esta vez para sentarme.
Desperté cansado. Todavía estaba oscuro más allá de la ventana. Miré el reloj. Todavía tenía una hora por delante.
Bajé la persiana, apagué el ventilador de pie, volví a acostarme, la gata maullaba tras la puerta del dormitorio.
Dejé enfriar el whisky. Bebí agua.
En la sombra se podía estar. Apenas un par de horas de sombra son suficientes para poder estar.
Vi pasar algún que otro coche. Algunos pitaban a modo de HAL 9000 y yo les devolvía un gesto mecánico.
Eché un trago.
Una tipa, una sudamericana, pasa delante de mi diciéndose a sí misma que necesita un papel. Por un instante pienso que es de fumar y estoy a punto de decirle que tengo mil. Pero ella no hace ni el amago.
Los coches pasan. Algunos ya llevan la música fuerte, aceleran.
Apuro el whisky y tiro el cigarrillo.
"Estoy enamorada de ti..."