Estilo Hispánico: la personalidad del hidalgo caballero cristiano español

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A continuación expongo un artículo que sintetiza la personalidad y estilo del español durante su historia, concretándose en un tipo de persona determinada: el caballero cristiano.

Está basado en el ensayo Idea de la Hispanidad (Espasa-Calpe Argentina S. A., Buenos Aires, 1938) escrito por Manuel García Morente, que he resumido extrayendo sus principales características (no todas) y dotándolas de imágenes que aportan mayor fuerza y ejemplaridad a los contenidos. Espero que os guste y ayude a conocer cómo fue la personalidad y estilo de los españoles durante nuestra Historia y que nos diferenciaron del resto de pueblos de Occidente.

Por cierto, Manuel García Morente fue uno de los filósofos más importantes de la primera mitad del siglo XX español. El mejor discípulo de Ortega, fue un pensador profundo y gran conocedor del kantismo y pionero de la introducción de la fenomenología y de la axiología en España. Combinó su erudición filosófica con su actividad como catedrático de ética de la Universidad Central de Madrid, miembro de la Escuela Libre de Enseñanza y decano de la Facultad de Filosofía y Letras durante la II República, y fue también promotor de la nueva Ciudad Universitaria de Madrid.



EL ESTILO HISPÁNICO:
EL CABALLERO CRISTIANO ESPAÑOL


La nación no es una raza, ni una sangre, ni un territorio, ni un idioma, tampoco puede definirse como la adhesión a un determinado pasado o a un determinado futuro. La nación es algo que comprende por igual el pasado, el presente y el futuro; está por encima del tiempo; está por encima de los hechos y de los actos, de las cosas materiales, ya sean naturales o artificiales.

La nación es el estilo común a una infinidad de momentos en el tiempo, de cosas materiales, de hechos y de actos, cuyo conjunto constituye la historia, la cultura, la producción de todo un pueblo. La nación española es el estilo de vida que ostentan todos los españoles y todo lo español, en los actos, en los hechos, en las cosas, en el pensamiento, en las producciones, en las creaciones, en las resoluciones históricas.

Un estilo no puede definirse, porque no es un ser, no es una cosa, no es un posible término de nuestra conceptualización, sino modalidad de cosas; no es ser español, sino modo de ser español, pero que tampoco puede definirse.

El único modo de conocer el estilo hispánico es la simbolización. Un símbolo es una figura real, objeto o persona, que descifre y evoque todo ese montón de modalidades en las cuales el estilo de la nacionalidad española se documenta. La bandera rojigualda es un símbolo, pero esta no despierta pensamientos, sentimientos, emociones e intuiciones sobre la modalidad del ser hispánico.

La figura simbólica tendrá, que ser la de una persona que retrate un estilo de vida, por tanto, nuestra historia y nuestra cultura españolas nos proporcionarían las figuras humanas típicas que designe en su diseño psicológico la modalidad particular del alma española. Tal figura tendrá que ser irreal, ya que de ser real estaría muy limitada, sería abstracta y esquemática.

El Arte español proporciona un buen repertorio de figuras irreales, pero concretas y llenas de espiritualidad hispánica. Simbolizaciones del estilo español son las figuras literarias de Don Quijote y Sancho, la artística del Cid, o el retrato El caballero de la mano al pecho del Greco, donde se encontrarían un gran número de alusiones y evocaciones de la eterna hispanidad. La figura del general Ambrosio de Espinola del cuadro de Velázquez La rendición de Breda, en la cual aparece recibiendo con gesto de suprema elegancia y benevolencia las llaves que entrega el burgomaestre de la ciudad. Velázquez ha sabido representar en esas dos figuras los estilos de dos pueblos diferentes.


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Velázquez supo reflejar el estilo hispánico en la figura del general Espinola, implacable y duro contra el enemigo en la guerra, pero comprensivo y benevolente en su derrota.

Todas estas figuras del tesoro artístico de España excesivamente enmarcadas a un momento, a un lugar o a una la realidad vital, por ello no simbolizan el estilo hispánico en plenitud de valores. Podrían plasmar algunas cualidades, pero no la generalidad de las mismas.

Por eso, más que un símbolo lo que se necesita es un ideal humano diseñado que siendo en sí mismo individual y concreto, sea genérico e indeterminado en espacio y tiempo y en su relación con los demás. Un tipo que reúna las más íntimas aspiraciones y preferencias absolutas del alma española.

Los antiguos griegos, para representar las virtudes del estilo de su nación, tanto de forma material (corpórea) e intuitiva (jovenlandesal), forjaron el término de kalós kai agathos: el hombre bello y bondadoso. Este tipo simbolizaba el ideal humano que los griegos se tenían sobre si mismos.

Los romanos también condensaron el ideal humano en dos términos del otium cum dignitate: el patricio honorable y ocioso (nego otium), dedicado a la administración de sus bienes, de la república y a la honra personal y familiar.

Para los ingleses, en la palabra gentleman se concreta y condensa toda una ética, una estética, una sociología y la manera de ser típica del pueblo inglés.

El pensamiento de García Morente expresa que todo el espíritu y el estilo de la nación española pueden también condensarse y a la vez concretarse en un tipo humano ideal: el caballero cristiano.

El español ha sido, es y será siempre el caballero cristiano, que reúne la caballerosidad y la cristiandad en una personalidad individual y ejemplar. En la psicología hispánica, ser un caballero cristiano constituye la más íntima y profunda aspiración.

Los grandes rasgos de la figura del caballero cristiano como imagen del estilo español son:


1- PARADIGMA

El caballero cristiano es esencialmente un paradigma defensor de una causa noble y justa, que va por el mundo sometiendo toda realidad al imperativo de unos valores supremos, absolutos, incondicionales. No espera porque cree en la virtud y eficacia inmediata de su propia voluntad y esforzada resolución para tras*formar las cosas, que el mal desaparezca y el bien se establezca.

Hay en la mentalidad del paradigma optimismo como fe en el poder jovenlandesal de la voluntad, e impaciencia como demanda de tras*formación inmediata y total, no gradual y progresiva.

Esos valores absolutos que el caballero cristiano se somete a sí mismo y a los demás no proceden de ningún código escrito ni de convenciones humanas, sino de su propia conciencia. Es el ejemplo de una causa que responde ante Dios y su conciencia.

El origen de este paradigma se encuentra en los siglos de Reconquista que han llenado el alma del caballero cristiano de religiosidad, infundiéndole la convicción de que la vida es una lucha por imponer el bien.



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Van Halen pintó Batalla de Las Navas de Tolosa, una hazaña que reunió a todos los reinos hispánicos en la lucha por un objetico común: la recuperación de la España perdida, legítima y cristiana frente al invasor islámico; y que forjó la personalidad hispánica medieval.

2- GRANDEZA CONTRA MEZQUINDAD

Grandeza es el acto por el cual damos un valor superior a lo que somos sobre lo que tenemos. Mezquindad es el acto por el cual preferimos lo que tenemos a lo que somos.

El caballero cristiano cultiva la grandeza jovenlandesal porque desprecia las cosas materiales, poniendo siempre su ser por encima de su haber. Se confiere a sí mismo un valor infinito y eterno que se tras*forma en un sentimiento de la valía personal. Don Quijote lo afirma: “dondequiera que yo esté, allí está la cabecera”.

El caballero cristiano prefiere padecer la pobreza material y sufrir toda clase de penurias, que rebajar su ser la innoble mezquindad basada en la codicia de las cosas materiales. Su grandeza jovenlandesal le protege de cualquier mezquindad.

Esta grandeza es comprobable en innumerables obras de arte y hechos históricos españoles. Un claro ejemplo es el monasterio de El guanol: es pura grandeza pobre; la sobriedad y austeridad de las formas estéticas de una enorme mole de piedra.

Pero a pesar de todo esto, el caballero español es elegante en su vestimenta, basada en la naturalidad y en la adecuación de una fiel imagen exterior con su esencia interna. La valiosa idea que tiene de sí mismo le hace no temer la aprobación o rechazo ajeno.


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Juan de Herrera supo expresar en este mausoleo la grandeza del Imperio español mediante largas líneas interminables y moles geomérticas al mismo tiempo que nada recardas de ornamentos para reflejar sobriedad, pureza y austeridad.

3- ARROJO CONTRA TIMIDEZ

El caballero cristiano es valeroso e intrépido, no siente miedo más que ante Dios y ante sí mismo. Tiene una preferencia por la valentía ante la timidez.

La valentía del caballero cristiano deriva de la profundidad de sus convicciones religiosas y del poder que su conciencia ejerce sobre la voluntad de la resolución y del sacrificio. Tipo supremo: los mártires.

El caballero no conoce la indecisión, cree en lo que piensa y piensa lo que cree. Su vida avanza con rumbo fijo y claro, con certidumbre y seguridad, incapaz de quebrantar un inminente fracaso. No depende de nada ni de nadie, tan solo en su propio esfuerzo personal, por eso el ideario del caballero tiene la suprema virtud de ser auténtico.

Esa seguridad es por una parte sumisión al destino y por otra parte desprecio de la fin. Ahora bien, la idea del destino personal es congruente con la esencia de la persona, que decide su propio destino. Cada caballero se forja su propia vida, la que está en la profundidad de su personalidad. Dios, juez universal e infinitamente justo es quien responde ante lo que cada caballero hispánico es y lo que hace.

El desprecio a la fin precede de la firme convicción religiosa; según la cual el caballero cristiano considera la breve vida del mundo como efímero y deleznable tránsito a la vida eterna.



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Los atributos y valores del hidalgo don Quijote de la Mancha descritos por Miguel de Cervantes representan en buena medida el estilo hispánico. Es sin duda el caballero hispánico más universal e inmortal.

4- ALTIVEZ CONTRA SERVILISMO

La combinación de la confianza en sí mismo con la grandeza y el arrojo originan la altivez y el orgullo. El caballero cristiano peca un tanto por exceso en estas cualidades.

Huyendo del servilismo, el caballero cristiano incide en la altivez, en la estima de su propia persona, evitando mostrar aprecio a cosas ajenas. Si es rico, se enorgullece de menospreciar su riqueza; y si es pobre, se enorgullece de serlo y subraya su pobreza con su altivez. En todo caso el caballero se precia de ser más que de poseer.

Esta altivez se manifiesta como afirmación inquebrantable del propósito intransigente y a veces terco a cumplir una misión. Es la intransigencia que abre vía a las iniciativas particulares, individuales. Es la intransigencia que lleva a cabo su propia esencia hasta el término final.

El español desprecia el snobismo, tiene tan profunda conciencia de su persona que prefiere ser quien es antes que incidir en serviles actitudes, saliéndose de su categoría humana.

El caballero castellano es hombre silencioso y de pocas palabras, pero cuando se ofrece ocasión solemne, sabe alzar la voz a formas superiores de la elocuencia y de la retórica.


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Alatriste es una figura altiva y de pocas palabras, de gran arrojo y terco en el cumplimiento de una misión. Tanto Pérez-Reverte como Viggo Mortensen han sabido reflejar con acierto el estilo del caballero hispánico en este personaje ficticio.


5- MÁS PÁLPITO DE CÁLCULO

El caballero cristiano es hombre de pálpitos más que de cálculos, como consecuencia de la fe inquebrantable en sí mismo y en su destino personal. En la toma de resoluciones obedece a su voz interna antes que al análisis de probabilidades.

Nunca calculó las probabilidades de éxito o fracaso que podrían existir cuando los galeones atravesaban los océanos sin sufrir hundimientos, cuando los conquistadores se aventuraban a explorar las tierras del Nuevo Mundo o cuando los Tercios amenazaban al enemigo en un asedio.

Se deja llevar por lo que su corazón le mande, aunque en ocasiones fracase. Pero muchas veces también triunfa por valentía y casi por milagro; y si no fuese por ese arrojo increíble y esa obediencia ciega a los dictados del corazón, la Historia no registraría muchas de las más extraordinarias hazañas de la Humanidad.

En dos grupos podrían generalmente dividirse los hombres en cuanto a su dirección de la vida se refiere:
1- los que hacen ellos mismos su propia vida, buscan sus directivas en sus propios corazones; actúan de dentro a fuera; influyen sobre el medio y el contorno; imponen a las cosas la huella de su voluntad soberana.
2- los que la reciben pasivamente, acatan normas ajenas que la sociedad o individuos les imponen; viven al dictado; son materia sumisa.

El caballero cristiano pertenece al primer grupo ya que toma como supremo ideal de vida el de ser él mismo actor responsable de su propia existencia, sin consentir directrices en su autonomía. En el fondo de su alma perdura un residuo de estoicismo unido al cristianismo, que le ha enseñado a sufrir y a aguantar durante la Reconquista, a acometer y a dominar durante la expansión imperial.

Por eso, en la historia de la nación hispana ha existido una oscilación entre la hazaña y la inmovilidad, contrastes expresados en múltiples aspectos de nuestra pintura y literatura.



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El valor ofrecido por la expedición de Fernando de Magallanes hacia las Indias Orientales y que terminó con la llegada a España por tan solo 17 de los más de 300 hombres en 1 de las 5 naves inciales es una muestra de la falta de cálculo y probabilidad de éxito en la consecución de los objetivos. Y lo mismo se puede decir en cuanto a las posibilidad de éxito que tuvieron los acompañantes de Francisco de Pizarro, "los 13 de la fama", en la conquista del Perú. Sin duda, la Historia de España está llena de acciones realizadas más por pálpito que por cálculo.
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6- PERSONALIDAD

La personalidad del caballero español es fuerte y enérgica, ya que se siente con poder de acción y de creación. Se reafirma con orgullo, altivez y nobleza sobre la convicción y de su propia valía. Pero también admira en los demás las mismas virtudes de resistencia y dureza.

Los españoles dan preferencia a las relaciones reales sobre las relaciones formales, es decir, aquellas que se fundan en lo que cada persona es, vale, siente y piensa por encima de su condición jurídica o jovenlandesal. Necesita establecer con los demás una relación sin formalismos, un trato antes que un contrato, una amistad o enemistad antes que un acuerdo jurídico.

Hay en lo hispánico un poder de imperar a los demás sus normas de vida y de conducta. Por ejemplo, el idioma español cuando entra en contacto con otros idiomas suele imponerse y prevalecer. Un caso curioso de que los habitantes franceses de la frontera hispano-francesa hablen el español, mientras que los españoles no hablen el francés.

Pero también se somete con entusiasmo a otro poder real, siempre y cuando este otro muestre fuerza, energía, liderazgo, dureza y superioridad de carácter, pero no en cuanto al ideal de soberanía basada en el sufragio o cualquier tipo de procedimiento formalista.

Los valores de prestigio personal, tradición secular o superioridad psicológica son superiores a la simple abstracción legal.

El caballero español no conoce el resentimiento o la envidia justamente porque tiene una conciencia muy elevada de su valía personal que le hacen despreciar lo ajeno.

Entre los españoles, el reconocimiento de la superioridad artística, literaria o científica del poeta, del pintor, del pensador, tarda mucho tiempo en consolidarse, en ocasiones mucho más que la vida de un hombre. Por ejemplo, los casos de Miguel de Cervantes o de Blas de Lezo. Aunque este ese retraimiento e intimismo consigue mostrar en la producción del arte y de la vida hispanos una espontánea sencillez, opuesta a todo convencionalismo carente de autenticidad.

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La determinación, actitud y valía personal que mostró el amirante Blas de Lezo en la defensa de Cartagena de Inidias son cualidades personales más que suficientes para liderar las operaciones de resistencia contra la enorme armada británica de Edward Vernon, a pesar del nombramiento formal y legal de Eslava como gobernador y máximo responsable de la administración colonial de la ciudad neogranadina.


7- CULTO AL HONOR

El caballero cristiano cultiva su honra: el reconocimiento exterior de la valía personal. El honor se consigue mediante el esfuerzo continuo de aproximar nuestra vida real a nuestra vida ideal.

La honra es toda manifestación externa que trata de llevar al hombre en su propósito de perfección, ocultando en lo posible la diferencia entre la maldad real y la bondad ideal. El deshonrra es todo aquel acto externo que muestra la diferencia entre el ser real y el ser ideal perfecto, y que ponen de manifiesto su menor valía personal.

La psicología del caballero cristiano y su profunda confianza en sí mismo han de llevarle a consagrar al honor, a la honra, que se manifiesta de dos maneras complementarias: 1º exigiendo los honores que le son debidos; 2º ocultando los defectos de su conducta en la conciencia y en el secreto de confesión. Las debilidades y los pecados deben quedar entre el caballero, su confesor y Dios.

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El Caballero de la mano en el pecho fue una persona real pintada por El Greco, un personaje honorable de la alta sociedad, podría ser Juan de Silva, marqués de Montemayor, aunque también podría ser Miguel de Cervantes. El modelo aparece vestido de forma elegante en su vestimenta, basada en la naturalidad y en la adecuación de una fiel imagen exterior con su esencia interna.

El caballero mantiene la mano sobre su pecho, en un gesto de juramento, mientras su mirada parece dirigirse directamente al espectador, como si estuviese haciendo un pacto con él. Para el caballero hispánico esta relación pactista o de juramento entre personas tiene una valor superior frente a cualquier relación contractual formal y ajena a su persona.


8- IDEA DE LA fin

En la idea que el caballero cristiano tiene de la fin puede condensarse como el conjunto de su psicología y actitud ante la vida.

Las concepciones que el hombre se ha formado de la fin pueden reducirse a dos tipos: aquellas para las cuales la fin es término o fin, y aquellas para las cuales la fin es comienzo o principio. El caballero cristiano ve en la fin un comienzo a una vida más verdadera: la vida eterna. Es sujeto gobernado por la idea de tras*cender la vida terrenal hacia la vida eterna.

La consecuencia que se deriva de esta concepción de la fin es la consideración de que esta vida humana terrestre es un mero tránsito para la otra vida decisiva, la preparación de la fin, un simple tránsito hacia el infinito y la eternidad. Por lo tanto, esta vida tiene un valor subordinado, condicionado, inferior: vale sólo su puesta al servicio del valor eterno. Esta vida se convierte en fatiga, lucha, sufrimiento paciente y esperanza anhelosa.

El fin ideal que persigue el caballero es superior a su propia vida, por eso la conciencia de su propia grandeza es superior al deleite material.

El "muero porque no muero" de Santa Teresa expresa perfectamente este sentimiento de la vida imperfecta.


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La escultura de San Ignacio de Loyola cayendo herido en la defensa del castillo de Pamplona esculpidapor Joan Flotats, o la fin de Churruca en Trafalgar pintada por Eugenio Álvarez Dumont reflejan una noble causa por la que vivir y morir por encima de la propia vida.

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Superyó

El Superyó es la parte que contrarresta al Ello, representa los pensamientos jovenlandesales y éticos recibidos de la cultura. Consta de dos subsistemas: la «conciencia jovenlandesal» y el ideal del yo. La «conciencia jovenlandesal» se refiere a la capacidad para la autoevaluación, la crítica y el reproche. El ideal del yo es una autoimagen ideal que consta de conductas aprobadas y recompensadas.

Ello, Yo y Superyó - Wikipedia, la enciclopedia libre
 
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