david53
Madmaxista
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Picnic es una 'start up' que ha creado un robot capaz de preparar 300 pizzas en una hora con solo un operario humano. "Nosotros no destruimos los empleos, eso depende del modelo de negocio"
Hace un tiempo que los robots dejaron atrás su particular adolescencia y se convirtieron en algo más que meras comparsas para facilitar las tareas en cadenas de montaje de fábricas de coches y otras industrias. Ya no están en la trastienda y trabajan frente al público. No son pocos los que sienten en el cogote el aliento de las máquinas, que ya trabajan como mozos de almacén, hacen ñapas como albañiles, ejercen como botones y recepcionistas de hoteles y son capaces de preparar el café o el copazo perfecto tras una barra de bar. Todos estos 'curros' tienen un denominador común: son empleos de baja cualificación. Manuales y repetitivos. Y son los que más peligro tienen de ser sustituidos, como ya se vio en la revolución industrial del siglo XIX:
Ahora hay un nuevo gremio amenazado por la automatización: el de la comida rápida. Picnic, una 'start up' estadounidense, se ha convertido en uno de los nombres propios del Consumer Electronic Show de Las Vegas (CES) que ha echado la persiana hace un par de días. La mayor feria de tecnología del mundo siempre tiene un hueco privilegiado para estos artilugios. Si el año pasado veíamos una panadería autónoma capaz de cabrear a tu panadero tanto como Uber a los taxistas, este curso la novedad ha sido una pizzería que puede preparar nada más y nada menos que 300 pizzas de casi 30 centímetros de diámetro en una hora y que solo necesita una persona para ser gobernada. También puede hacer pedidos familiares, pero a mayor tamaño, menor capacidad productiva.
Este ingenio se ha llevado una notable cuota de protagonismo, a pesar de que no era expositor oficial de la feria. Si el movimiento se demuestran andando, las virtudes de un 'robopizzero' se demuestra haciendo pizzas. Así que han montado un 'corner' con el que han hecho caja a la hora de la comida (cada porción se cobraba a siete dólares) y de paso mostraban las capacidades de su creación.
Vista del robot de Picnic. (M. Mcloughlin)
Así es la cadena de montaje
Pero, ¿cómo funciona exactamente? Que nadie se imagine un tentáculo robótico dando buena cuenta de una masa. Esa no es su tarea. Tampoco las de hornealas. En realidad, el invento de Picnic es una cadena de montaje que se ocupa de 'montar' las pizzas y prepararlas con una precisión digna de un buen cirujano.
La receta en cuestión -tamaño y especialidad- se escogen en una tableta situada al comienzo de la cadena de montaje. En el centro, una cinta tras*portadora lleva la masa a una serie de estaciones en la que se van colocando los diferentes ingredientes, desde la salsa, hasta el queso, el 'pepperoni' o lo que tenga a bien ponerle gracias a una especie de brazo que distribuyen los elementos equitativamente. Es un sistema modular, que se puede ampliar o reducir dependiendo la profundidad de la carta y las combinaciones. Cada bloque tiene capacidad para gestionar seis ingredientes.
Para saber donde tiene que colocar cada trozo, utiliza algoritmos de procesamiento de imagen. Aunque no sea la que da forma a la masa, cuenta con un sistema que es capaz de detectar si la base no está bien ajustada y hacer pequeños retoques en los bordes.
"Es una buena manera de ahorrar materia prima. Cuando se hace manualmente se acaban desperdiciando muchos ingredientes", explican desde la compañía, fundada por Clayton Wood. El factor humano no desaparece. Hay que cargar las masas en el dispensador, lo mismo que la salsa. Obviamente, si uno quiere hacerlo lo más artesanal posible dedicará tiempo a hacer manualmente todos estos elementos.
Interior de la cadena de montaje. Foto: M. Mcloughlin.
En una gran cadena que funcione con productos precocinados (en el puesto de Las Vegas utilizaban masas congeladas) bastaría con dedicar algo de tiempo a abastecer estos dos elementos, por ejemplo, antes de abrir la persiana. El otro elemento necesario es un horno. Pero ambas máquinas se puede 'conectar'. La altura de la cinta tras*portadora puede ser ajustada pudiendo unir ambos puntos, de manera que la pizza salga de la máquina de Picnic y caiga directamente a la otra rejilla. De esta forma, te ahorras otra intervención humana.
¿Facilitar el empleo o destruirlo?
Depende la eficacia de cada persona, pero un solo trabajador podría escoger la pizza, cortarla cuando esté lista y meterla en la caja. Y así sucesivamente. La pizzería cien por cien autónoma parece una realidad aún muy lejana, pero esta máquina puede servir para recortar en gran parte las manos necesarias. Los envíos tampoco quedan al margen de la amenaza robótica, que ya hemos visto a firmas de todo tipo experimentar con máquinas para 'delivery'.
En Picnic dan la vuelta a ese mensaje. Hablan de que pueden facilitar a restaurante pequeños tener un plus de competitividad o solucionar problemas con la mano de obra.
La empresa levantó 5 millones el pasado otoño de financiación y ya ha hecho algunos pilotos reales
"La máquina sigue las pizzas tal y como se diseñaron", explican desde la compañía. "Son trabajos con alta rotación. Cuando los trabajadores nuevos empiezan cometen errores. Nosotros podemos hacerla sin fallos todas las veces que se quiera", rematan. Cuando se le insiste en la idea de los empleos que pueden dejar de ser necesarios, una de las trabajadoras allí presentes contesta tajante: "Nosotros no destruimos esos puestos. Eso depende de cada modelo de negocio".
El resultado final. Foto: M. Mcloughlin.
Cinco millones de financiación
La idea ha cogido tracción y no es un simple prototipo, como tantos de los que se presentan en la cita. El pasado otoño levantaron su primera ronda de inversión. Fueron cinco millones de dólares. Una partida que les permitió poner en marcha sus primeros modelos. Se asociaron con el mayorista local que se ocupa de la oferta gastronómica del Centro de Convenciones de Las Vegas, que también gestiona otros recintos, como el estadio de béisbol de Seattle donde ya hicieron su primera prueba piloto.
La comercialización del producto no se hace como venta directa, sino que la máquina se alquila con una cuota mensual o anual y la firma se encarga del mantenimiento. La solución se diseña a medida.
Los próximos planes pasan por aplicar el modelo a otro tipo de comida rápida, como bocadillos, ensaladas o hamburguesas. Y por la "personalización". Hablan de crear un nuevo nivel, en el que gracias a un algoritmo, se puedan encargar pizzas ya no por mitades sino incluso por porciones, para adaptarse a los caprichos, los antojos y las necesidades que puedan surgir a la hora de hacer cualquier pedido.
Este es el invento que dejará a miles de personas sin empleo en el 'fast food'
Hace un tiempo que los robots dejaron atrás su particular adolescencia y se convirtieron en algo más que meras comparsas para facilitar las tareas en cadenas de montaje de fábricas de coches y otras industrias. Ya no están en la trastienda y trabajan frente al público. No son pocos los que sienten en el cogote el aliento de las máquinas, que ya trabajan como mozos de almacén, hacen ñapas como albañiles, ejercen como botones y recepcionistas de hoteles y son capaces de preparar el café o el copazo perfecto tras una barra de bar. Todos estos 'curros' tienen un denominador común: son empleos de baja cualificación. Manuales y repetitivos. Y son los que más peligro tienen de ser sustituidos, como ya se vio en la revolución industrial del siglo XIX:
Ahora hay un nuevo gremio amenazado por la automatización: el de la comida rápida. Picnic, una 'start up' estadounidense, se ha convertido en uno de los nombres propios del Consumer Electronic Show de Las Vegas (CES) que ha echado la persiana hace un par de días. La mayor feria de tecnología del mundo siempre tiene un hueco privilegiado para estos artilugios. Si el año pasado veíamos una panadería autónoma capaz de cabrear a tu panadero tanto como Uber a los taxistas, este curso la novedad ha sido una pizzería que puede preparar nada más y nada menos que 300 pizzas de casi 30 centímetros de diámetro en una hora y que solo necesita una persona para ser gobernada. También puede hacer pedidos familiares, pero a mayor tamaño, menor capacidad productiva.
Este ingenio se ha llevado una notable cuota de protagonismo, a pesar de que no era expositor oficial de la feria. Si el movimiento se demuestran andando, las virtudes de un 'robopizzero' se demuestra haciendo pizzas. Así que han montado un 'corner' con el que han hecho caja a la hora de la comida (cada porción se cobraba a siete dólares) y de paso mostraban las capacidades de su creación.
Vista del robot de Picnic. (M. Mcloughlin)
Así es la cadena de montaje
Pero, ¿cómo funciona exactamente? Que nadie se imagine un tentáculo robótico dando buena cuenta de una masa. Esa no es su tarea. Tampoco las de hornealas. En realidad, el invento de Picnic es una cadena de montaje que se ocupa de 'montar' las pizzas y prepararlas con una precisión digna de un buen cirujano.
La receta en cuestión -tamaño y especialidad- se escogen en una tableta situada al comienzo de la cadena de montaje. En el centro, una cinta tras*portadora lleva la masa a una serie de estaciones en la que se van colocando los diferentes ingredientes, desde la salsa, hasta el queso, el 'pepperoni' o lo que tenga a bien ponerle gracias a una especie de brazo que distribuyen los elementos equitativamente. Es un sistema modular, que se puede ampliar o reducir dependiendo la profundidad de la carta y las combinaciones. Cada bloque tiene capacidad para gestionar seis ingredientes.
Para saber donde tiene que colocar cada trozo, utiliza algoritmos de procesamiento de imagen. Aunque no sea la que da forma a la masa, cuenta con un sistema que es capaz de detectar si la base no está bien ajustada y hacer pequeños retoques en los bordes.
"Es una buena manera de ahorrar materia prima. Cuando se hace manualmente se acaban desperdiciando muchos ingredientes", explican desde la compañía, fundada por Clayton Wood. El factor humano no desaparece. Hay que cargar las masas en el dispensador, lo mismo que la salsa. Obviamente, si uno quiere hacerlo lo más artesanal posible dedicará tiempo a hacer manualmente todos estos elementos.
Interior de la cadena de montaje. Foto: M. Mcloughlin.
En una gran cadena que funcione con productos precocinados (en el puesto de Las Vegas utilizaban masas congeladas) bastaría con dedicar algo de tiempo a abastecer estos dos elementos, por ejemplo, antes de abrir la persiana. El otro elemento necesario es un horno. Pero ambas máquinas se puede 'conectar'. La altura de la cinta tras*portadora puede ser ajustada pudiendo unir ambos puntos, de manera que la pizza salga de la máquina de Picnic y caiga directamente a la otra rejilla. De esta forma, te ahorras otra intervención humana.
¿Facilitar el empleo o destruirlo?
Depende la eficacia de cada persona, pero un solo trabajador podría escoger la pizza, cortarla cuando esté lista y meterla en la caja. Y así sucesivamente. La pizzería cien por cien autónoma parece una realidad aún muy lejana, pero esta máquina puede servir para recortar en gran parte las manos necesarias. Los envíos tampoco quedan al margen de la amenaza robótica, que ya hemos visto a firmas de todo tipo experimentar con máquinas para 'delivery'.
En Picnic dan la vuelta a ese mensaje. Hablan de que pueden facilitar a restaurante pequeños tener un plus de competitividad o solucionar problemas con la mano de obra.
La empresa levantó 5 millones el pasado otoño de financiación y ya ha hecho algunos pilotos reales
"La máquina sigue las pizzas tal y como se diseñaron", explican desde la compañía. "Son trabajos con alta rotación. Cuando los trabajadores nuevos empiezan cometen errores. Nosotros podemos hacerla sin fallos todas las veces que se quiera", rematan. Cuando se le insiste en la idea de los empleos que pueden dejar de ser necesarios, una de las trabajadoras allí presentes contesta tajante: "Nosotros no destruimos esos puestos. Eso depende de cada modelo de negocio".
El resultado final. Foto: M. Mcloughlin.
Cinco millones de financiación
La idea ha cogido tracción y no es un simple prototipo, como tantos de los que se presentan en la cita. El pasado otoño levantaron su primera ronda de inversión. Fueron cinco millones de dólares. Una partida que les permitió poner en marcha sus primeros modelos. Se asociaron con el mayorista local que se ocupa de la oferta gastronómica del Centro de Convenciones de Las Vegas, que también gestiona otros recintos, como el estadio de béisbol de Seattle donde ya hicieron su primera prueba piloto.
La comercialización del producto no se hace como venta directa, sino que la máquina se alquila con una cuota mensual o anual y la firma se encarga del mantenimiento. La solución se diseña a medida.
Los próximos planes pasan por aplicar el modelo a otro tipo de comida rápida, como bocadillos, ensaladas o hamburguesas. Y por la "personalización". Hablan de crear un nuevo nivel, en el que gracias a un algoritmo, se puedan encargar pizzas ya no por mitades sino incluso por porciones, para adaptarse a los caprichos, los antojos y las necesidades que puedan surgir a la hora de hacer cualquier pedido.
Este es el invento que dejará a miles de personas sin empleo en el 'fast food'