EL CURIOSO IMPERTINENTE
Será en Octubre
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Así que para variar abro un hilo para hablar bien de unos perros ingleses (aunque si no recuerdo mal, Shackleton era galés, así que no cuenta)
La historia de la exploración de las regiones polares está llena de trágicos fracasos, hay historias de expediciones que desaparecieron sin dejar rastro engullidas bajo el hielo o el mar. Esta historia que estuvo a punto de acabar en un completo desastre, pero en este caso el valor, la pericia y mucha buena suerte permitieron que los intrépidos exploradores pudieran volver a casa sanos y salvos.
Supongo que la mayoría de vosotros conoceréis la historia: Ernest Shackleton, uno de los pioneros de la exploración de la Antártida, primero fue compañera de Scott y más tarde rival en la carrera por llegar al Polo Sur. Al final fue el noruego Amundsen el primero en alcanzar el tan ansiado punto geográfico y un agotado y desmoralizado Scott murió junto a sus cuatro compañeros en el camino de regreso.
Shackleton, privado de la gloria que buscaba se marcó un nuevo objetivo aún más ambicioso: realizar la primera travesía del continente antártico de costa a costa, pasando por el Polo Sur.
Hombre concienzudo, Shackleton se dedicó en cuerpo y alma a preparar los detalles de la empresa que le habría de dar al fin la gloria y la fama que tanto había buscado, aunque no en la forma en la que él se había imaginado.
No voy a entrar en más detalles sobre los preparativos de la expedición, porque me llevaría demasiado tiempo y ya hay muchas páginas en internet que cuentan la historia de forma muy detallada.
Sólo decir que la Endurance zarpó del puerto de Plymouth el 8 de agosto de 1914 rumbo a la Antártida,
con la Gran Guerra recién empezada. Veintiocho hombres componían su tripulación.
Sabréis que el Endurance quedó atrapado en el Mar de Weddell, forzando a sus tripulantes a invernar, con la esperanza de que con la llegada del verano austral se liberaría. Por el contrario el buque terminó cediendo a la presión del hielo y terminó aplastado como una cáscara de nuez y sumergiéndose en el mar dejando a Shackleton y a sus hombres solos e indefensos en pleno mar helado. Era el 27 de octubre de 1915 cuando se vieron obligados a abandonar el buque, aunque éste aún se mantuvo a flote hasta el 21 de noviembre. El sueño de atravesar el continente de hielo se había esfumado y ahora sólo quedaba regresar a la civilización por sus propios medios. Nadie vendría a socorrerlos, estaban completamente abandonados a sus propios medios. Por suerte contaban aún con tres botes salvavidas, que tendrían que arrastrar a través del hielo hasta llegar a mar abierto, y varios trineos tirados por perros, que como era habitual terminarían siendo sacrificados en su totalidad. El 9 de abril de 1916 llegaron a mar abierto y el 15 de abril llegaron a la isla Elefante, la más septentrional de las Shetland del Sur, al nordeste de la Península Antártica, donde los hombres pudieron al fin pisar tierra por primera vez después de un año y medio. Pero aún quedaba la parte más difícil y peligrosa de aquella odisea: a bordo de uno de los botes, el James Caird, Shackleton y cinco de sus hombres atravesarían 1.300 kilómetros del océano más peligroso del mundo hasta llegar a Georgia del Sur en busca de ayuda. Milagrosamente lo consiguieron, pero aún tuvieron que cruzar a pie las escarpadas montañas y los glaciares inexplorados de la isla hasta llegar a la estación ballenera que se hallaba al otro lado de la misma. El 30 de agosto de 1916 la expedición de rescate llegó a la isla Elefante, donde habían quedado los veintidós hombres restantes. Así terminó felizmente aquella increíble aventura. Al regresar a casa la mayoría de los tripulantes terminaron combatiendo en la guerra y tres de ellos encontraron la fin.
Shackleton volvió a intentar una nueva expedición a la Antártida en 1922, pero murió de un ataque al corazón en Georgia del Sur.
Nos queda el testimonio de los protagonistas de esta fabulosa historia recogidos y publicados en libros como el de Alfred Lansing (1959)
y las numerosas e impresionantes fotografías tomadas por Frank Hurley.
La historia de la exploración de las regiones polares está llena de trágicos fracasos, hay historias de expediciones que desaparecieron sin dejar rastro engullidas bajo el hielo o el mar. Esta historia que estuvo a punto de acabar en un completo desastre, pero en este caso el valor, la pericia y mucha buena suerte permitieron que los intrépidos exploradores pudieran volver a casa sanos y salvos.
Supongo que la mayoría de vosotros conoceréis la historia: Ernest Shackleton, uno de los pioneros de la exploración de la Antártida, primero fue compañera de Scott y más tarde rival en la carrera por llegar al Polo Sur. Al final fue el noruego Amundsen el primero en alcanzar el tan ansiado punto geográfico y un agotado y desmoralizado Scott murió junto a sus cuatro compañeros en el camino de regreso.
Shackleton, privado de la gloria que buscaba se marcó un nuevo objetivo aún más ambicioso: realizar la primera travesía del continente antártico de costa a costa, pasando por el Polo Sur.
Hombre concienzudo, Shackleton se dedicó en cuerpo y alma a preparar los detalles de la empresa que le habría de dar al fin la gloria y la fama que tanto había buscado, aunque no en la forma en la que él se había imaginado.
No voy a entrar en más detalles sobre los preparativos de la expedición, porque me llevaría demasiado tiempo y ya hay muchas páginas en internet que cuentan la historia de forma muy detallada.
Sólo decir que la Endurance zarpó del puerto de Plymouth el 8 de agosto de 1914 rumbo a la Antártida,
con la Gran Guerra recién empezada. Veintiocho hombres componían su tripulación.
Sabréis que el Endurance quedó atrapado en el Mar de Weddell, forzando a sus tripulantes a invernar, con la esperanza de que con la llegada del verano austral se liberaría. Por el contrario el buque terminó cediendo a la presión del hielo y terminó aplastado como una cáscara de nuez y sumergiéndose en el mar dejando a Shackleton y a sus hombres solos e indefensos en pleno mar helado. Era el 27 de octubre de 1915 cuando se vieron obligados a abandonar el buque, aunque éste aún se mantuvo a flote hasta el 21 de noviembre. El sueño de atravesar el continente de hielo se había esfumado y ahora sólo quedaba regresar a la civilización por sus propios medios. Nadie vendría a socorrerlos, estaban completamente abandonados a sus propios medios. Por suerte contaban aún con tres botes salvavidas, que tendrían que arrastrar a través del hielo hasta llegar a mar abierto, y varios trineos tirados por perros, que como era habitual terminarían siendo sacrificados en su totalidad. El 9 de abril de 1916 llegaron a mar abierto y el 15 de abril llegaron a la isla Elefante, la más septentrional de las Shetland del Sur, al nordeste de la Península Antártica, donde los hombres pudieron al fin pisar tierra por primera vez después de un año y medio. Pero aún quedaba la parte más difícil y peligrosa de aquella odisea: a bordo de uno de los botes, el James Caird, Shackleton y cinco de sus hombres atravesarían 1.300 kilómetros del océano más peligroso del mundo hasta llegar a Georgia del Sur en busca de ayuda. Milagrosamente lo consiguieron, pero aún tuvieron que cruzar a pie las escarpadas montañas y los glaciares inexplorados de la isla hasta llegar a la estación ballenera que se hallaba al otro lado de la misma. El 30 de agosto de 1916 la expedición de rescate llegó a la isla Elefante, donde habían quedado los veintidós hombres restantes. Así terminó felizmente aquella increíble aventura. Al regresar a casa la mayoría de los tripulantes terminaron combatiendo en la guerra y tres de ellos encontraron la fin.
Shackleton volvió a intentar una nueva expedición a la Antártida en 1922, pero murió de un ataque al corazón en Georgia del Sur.
Nos queda el testimonio de los protagonistas de esta fabulosa historia recogidos y publicados en libros como el de Alfred Lansing (1959)
y las numerosas e impresionantes fotografías tomadas por Frank Hurley.
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