Master & Commander
Cuñado nija
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El original como siempre, y muchas más cosas, lo tenéis ->AQUÍ<-
Ya tenemos el sambenito de de derechass, fascistas, hitlerianos y franquistas. Vengo a reforzarlo un poco más
¿Están los medios de comunicación españoles empujando a la ultraderecha a la lucha armada?
A nadie se le escapa la considerable cobertura televisiva que ha disfrutado un partido político como Podemos durante los dos últimos años -2014 y 2015- en España. Gran parte de ella en horario “prime time” o de máxima audiencia. Que Podemos o sus aliados de gobierno en Galicia, Catalunya o la Comunidad Valenciana manejan un discurso que se podría denominar sin problemas de “extrema izquierda”, tampoco sorprenderá ya a casi nadie medianamente informado.
La tele es mi amiga
Independientemente de la adscripción ideológica de cada uno de los canales televisivos que le han prestado un altavoz mediático a personajes como Iglesias, Errejón o Monedero, ninguno de ellos han dudado en prestar su apoyo a un partido nacido de las cenizas de un partido minúsculo y guerra-civilista como lo fue Izquierda Anticapitalista, formado en 2009 y disuelto en 2014, para integrarse entonces en Podemos.
Izquierda Anticapitalista debutó, electoralmente hablando, en las Elecciones Europeas de 2009, obteniendo 19.880 votos. Dos años después, en las Generales de 2011, consiguió 24.456 votos, más o menos los mismos números en los que se vienen moviendo en la actualidad opciones políticas como el Partido Comunista de los Pueblos de España (PCPE), Falange Española de las JONS o Democracia Nacional… Por aquel entonces, en el entorno de Izquierda Anticapitalista se concentraban nombres como Miguel Urban, Luis Alegre, Willy Toledo, Javier Couso, Pablo Iglesias o Teresa Rodríguez, la gran mayoría de ellos hoy en Podemos.
Los cimientos ideológicos de Izquierda Anticapitalista estaban en el trotskismo, el marxismo revolucionario, el movimiento “okupa” y el feminismo radical. En su momento, llegaron a acuerdos con partidos soberanistas como las CUP o Esquerra Anticapitalista, fuerzas ambas defensoras sim ambages del derecho a la auto-determinación de Catalunya. La pregunta es bien sencilla: ¿Qué ocurrió en solo tres años, para que un partido político marginal que rondaba los veinte mil votos en 2011, obtuviese casi millón y medio de votos en las Europeas de 2014? La realidad es que los medios de comunicación españoles son los únicos responsables del espectacular avance electoral de Podemos, cooperadores necesarios en la estrategia de impulsión de la candidatura de Pablo Iglesias.
Muy pocos y con demasiado poder
Muchos se preguntarán por qué prensa, radio y televisión le han dado una cobertura mediática inestimable a Podemos, mientras que otras opciones políticas denominadas de “extrema derecha” son sistemáticamente silenciadas. En las Europeas de 2014, por ejemplo, el voto a partidos denominados de “ultraderecha” (VOX, Impulso Social, La España en Marcha, FE-JONS) superó los 300.000 votos, sin que tales cifras se vieran traducidas en presencia ninguna en canales de radio o televisión generalistas. Y eso que según el CIS -datos de abril de 2015-, un 3,40% de los españoles se consideran políticamente orientados en la “extrema derecha”, por un 7% que lo hacen en la “extrema izquierda”… Si los barómetros de opinión no engañan, ¿cual es la razón de que varios cientos de miles de españoles no puedan ser representados por una opción política que no sea el Partido Popular?
Es evidente que en España hoy hay un “cordón mediático-sanitario” sobre las opciones políticas denominadas de extrema-derecha, mientras que sus equivalentes por la ultra-izquierda son bienvenidas, bien publicitadas y, a menudo, hasta aplaudidas; al mismo tiempo, desconocemos los oscuros intereses del sobre-dimensionamiento mediático de dos partidos políticos hasta hace meses desconocidos para la gran mayoría de los españoles (Podemos y Ciudadanos), aunque los podemos intuir… No es eso lo que nos importa aquí. Lo que nos importa aquí es qué graves consecuencias puede tener esa censura mediática para un porcentaje apreciable de la población española -varios cientos de miles de personas- que sigue depositando periódicamente su confianza electoral en la papeleta de opciones electorales “incómodas” para los medios… Ocurre que cuando ciertas fuerzas políticas son sistemáticamente vilipendiadas o desacreditadas como “violentas” o “anti-democráticas”, cuando partidos políticos legalizados por el Ministerio del Interior se ven imposibilitados a la hora de hacer llegar sus respectivos mensajes o programas electorales a la población, cuando no se puede competir en igualdad de condiciones, parecería obvio pensar que se está empujando a un porcentaje minoritario de la población a salirse del sistema, a tratar de conseguir sus objetivos políticos a través de otros métodos… Mas de uno y más de diez podrían pensar que, parafraseando a Aznar, un hipotético movimiento nacionalista de “liberación nacional” es la única forma factible de lanzar un mensaje hasta hoy sistemáticamente silenciado en lo mediático o lo institucional. No es tan descabellado: podría ocurrir, y mucho antes de lo que pensamos.
¡Fascistas! ¡Franco!
En las últimas elecciones generales, las del 20-D, solo se hizo referencia al partido político VOX en un medio de comunicación (La Sexta), y solo con un motivo concreto: el de ridiculizarlo. Cinco minutos de publicidad, pero no precisamente de publicidad positiva, ya que la intención subrepticia del reportaje en cuestión era vincular al tibio partido en cuestión con la homofobia y el repruebo al extranjero… Paralelamente, en esas mismas elecciones, Podemos se presentó en varias provincias de la mano con Bildu, formando una marca electoral conjunta, y ningún medio de comunicación, ninguna radio, ningún periódico impreso, hizo referencia ninguna a los crímenes de ETA. Al mismo tiempo, proyectos políticos constitucionalistas como VOX o pro-inmi gración como FE-JONS, por el contrario, fueron parodiados o ignorados, según el caso o al espectro político del soberanismo catalán vinculado a ERC y Terra Lliure… La estadística puede manipularse, pero las hemerotecas no mienten.
Si no hay objetividad en los medios, si el periodismo en España no hace una labor de información sino de generación artificial de opinión pública, si cualquier partido político euro-escéptico, anti-inmi gración o nacionalista español es invariablemente considerado como “franquista”, “neonazi” o “xenófobo”, podría llegar a ocurrir que el anatema se convierta en un momento dado en reacción, en lucha armada o en desobediencia. ¿Por qué se enmudece a la extrema derecha, y no a la extrema izquierda de Podemos, Bildu o las CUP? ¿Si no se hizo con Podemos o Bildu, nos preguntamos, por qué se ha hecho con opciones políticas tan templadas como FE-JONS o VOX? ¿Por qué si la maldecida “extrema derecha” española, la que se presenta mediáticamente como patrimonio exclusivo de nostálgicos, de fascistas, de skin-heads intolerantes, lleva décadas renunciando a la violencia organizada en la práctica, obtiene a cambio una demonización todavía mayor desde los medios de un espacio político presuntamente tan minúsculo o insignificante?
Modernos con boina.
Hay un paralelismo histórico reciente, tan evidente como incómodo, hasta el punto de que se puede decir que la ultraderecha española hoy se podría encontrar en la misma situación que la izquierda abertzale en la década de los años cincuenta o principios de los sesenta. Con la enorme salvedad de que sus métodos son -por ahora- pacíficos, respetando las reglas del “juego democrático” que llevaron a ETA político militar a convertirse, primero, en la alternativa KAS, y después en Euskadiko Ezkerra. La organización terrorista ETA no dudó, a comienzos de los años sesenta, a la hora de recurrir al terrorismo como forma de actuación política: no se equivocaba Pablo Iglesias cuando decía que los asesinatos de ETA tenían una explicación política, al igual que no se equivoca nadie que afirme hoy que los muertos durante el franquismo o la guerra civil misma tienen también una explicación política… Los tiempos han cambiado mucho desde entonces, con la diferencia de que en la democracia actual, la extrema izquierda disfruta de un considerable apoyo mediático diario, mientras que las posturas denominadas de extrema derecha están siendo empujadas a la clandestinidad, la caricatura o la difamación… Dios no lo quiera, pero si algún día la extrema derecha decidiese pasar a la acción violenta o la insurrección armada, serían los mismos medios de comunicación españoles los primeros en criminalizar una opción política que sí disfruta de una considerable cobertura mediática en el resto de países de la UE.
3 en 1
Según Pablo Iglesias o Juan Carlos Monedero, la criminalización del movimiento abertzale y de ETA, llevaron a HB, a Bildu o a Amaiur a las instituciones. Han sido varios los medios que han informado recientemente sobre los vínculos familiares o profesionales del entorno de Podemos o Ahora Madrid con la organización terrorista FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y Patriota) o la insurrección popular violenta de baja intensidad de los GRAPO en los años 70. Curiosamente la democracia, sus instituciones, los medios de comunicación, no han dudado a la hora de lavarle la cara a la ultra-izquierda, de “democratizar” sus propuestas, a veces desde el disimulo, la mayoría de las veces desde la cosmética; año tras año, comprobamos que no ocurre lo mismo, por el contrario, con otras opciones políticas como España 2000, VOX o AES… Cuando en 2009 ETA declaraba que gracias a los métodos de lucha del terrorismo armado se pudo llegar a una “ventajosa posición” para poder iniciar una “nueva estrategia”, se comprueba que, desgraciadamente, a veces se consigue más por lo criminal que por lo civil. No en vano, los tres partidos políticos españoles que han gobernado el país desde 1975 se han sentado a negociar con ETA en innumerables ocasiones, primero en Ginebra (UCD), luego en Argel (PSOE) y finalmente en Zürich (PP)…
Respetar las reglas del juego no siempre sirve en democracia, y los periodistas españoles lo demuestran diariamente.
Ya tenemos el sambenito de de derechass, fascistas, hitlerianos y franquistas. Vengo a reforzarlo un poco más
¿Están los medios de comunicación españoles empujando a la ultraderecha a la lucha armada?
A nadie se le escapa la considerable cobertura televisiva que ha disfrutado un partido político como Podemos durante los dos últimos años -2014 y 2015- en España. Gran parte de ella en horario “prime time” o de máxima audiencia. Que Podemos o sus aliados de gobierno en Galicia, Catalunya o la Comunidad Valenciana manejan un discurso que se podría denominar sin problemas de “extrema izquierda”, tampoco sorprenderá ya a casi nadie medianamente informado.
La tele es mi amiga
Independientemente de la adscripción ideológica de cada uno de los canales televisivos que le han prestado un altavoz mediático a personajes como Iglesias, Errejón o Monedero, ninguno de ellos han dudado en prestar su apoyo a un partido nacido de las cenizas de un partido minúsculo y guerra-civilista como lo fue Izquierda Anticapitalista, formado en 2009 y disuelto en 2014, para integrarse entonces en Podemos.
Izquierda Anticapitalista debutó, electoralmente hablando, en las Elecciones Europeas de 2009, obteniendo 19.880 votos. Dos años después, en las Generales de 2011, consiguió 24.456 votos, más o menos los mismos números en los que se vienen moviendo en la actualidad opciones políticas como el Partido Comunista de los Pueblos de España (PCPE), Falange Española de las JONS o Democracia Nacional… Por aquel entonces, en el entorno de Izquierda Anticapitalista se concentraban nombres como Miguel Urban, Luis Alegre, Willy Toledo, Javier Couso, Pablo Iglesias o Teresa Rodríguez, la gran mayoría de ellos hoy en Podemos.
Los cimientos ideológicos de Izquierda Anticapitalista estaban en el trotskismo, el marxismo revolucionario, el movimiento “okupa” y el feminismo radical. En su momento, llegaron a acuerdos con partidos soberanistas como las CUP o Esquerra Anticapitalista, fuerzas ambas defensoras sim ambages del derecho a la auto-determinación de Catalunya. La pregunta es bien sencilla: ¿Qué ocurrió en solo tres años, para que un partido político marginal que rondaba los veinte mil votos en 2011, obtuviese casi millón y medio de votos en las Europeas de 2014? La realidad es que los medios de comunicación españoles son los únicos responsables del espectacular avance electoral de Podemos, cooperadores necesarios en la estrategia de impulsión de la candidatura de Pablo Iglesias.
Muy pocos y con demasiado poder
Muchos se preguntarán por qué prensa, radio y televisión le han dado una cobertura mediática inestimable a Podemos, mientras que otras opciones políticas denominadas de “extrema derecha” son sistemáticamente silenciadas. En las Europeas de 2014, por ejemplo, el voto a partidos denominados de “ultraderecha” (VOX, Impulso Social, La España en Marcha, FE-JONS) superó los 300.000 votos, sin que tales cifras se vieran traducidas en presencia ninguna en canales de radio o televisión generalistas. Y eso que según el CIS -datos de abril de 2015-, un 3,40% de los españoles se consideran políticamente orientados en la “extrema derecha”, por un 7% que lo hacen en la “extrema izquierda”… Si los barómetros de opinión no engañan, ¿cual es la razón de que varios cientos de miles de españoles no puedan ser representados por una opción política que no sea el Partido Popular?
Es evidente que en España hoy hay un “cordón mediático-sanitario” sobre las opciones políticas denominadas de extrema-derecha, mientras que sus equivalentes por la ultra-izquierda son bienvenidas, bien publicitadas y, a menudo, hasta aplaudidas; al mismo tiempo, desconocemos los oscuros intereses del sobre-dimensionamiento mediático de dos partidos políticos hasta hace meses desconocidos para la gran mayoría de los españoles (Podemos y Ciudadanos), aunque los podemos intuir… No es eso lo que nos importa aquí. Lo que nos importa aquí es qué graves consecuencias puede tener esa censura mediática para un porcentaje apreciable de la población española -varios cientos de miles de personas- que sigue depositando periódicamente su confianza electoral en la papeleta de opciones electorales “incómodas” para los medios… Ocurre que cuando ciertas fuerzas políticas son sistemáticamente vilipendiadas o desacreditadas como “violentas” o “anti-democráticas”, cuando partidos políticos legalizados por el Ministerio del Interior se ven imposibilitados a la hora de hacer llegar sus respectivos mensajes o programas electorales a la población, cuando no se puede competir en igualdad de condiciones, parecería obvio pensar que se está empujando a un porcentaje minoritario de la población a salirse del sistema, a tratar de conseguir sus objetivos políticos a través de otros métodos… Mas de uno y más de diez podrían pensar que, parafraseando a Aznar, un hipotético movimiento nacionalista de “liberación nacional” es la única forma factible de lanzar un mensaje hasta hoy sistemáticamente silenciado en lo mediático o lo institucional. No es tan descabellado: podría ocurrir, y mucho antes de lo que pensamos.
¡Fascistas! ¡Franco!
En las últimas elecciones generales, las del 20-D, solo se hizo referencia al partido político VOX en un medio de comunicación (La Sexta), y solo con un motivo concreto: el de ridiculizarlo. Cinco minutos de publicidad, pero no precisamente de publicidad positiva, ya que la intención subrepticia del reportaje en cuestión era vincular al tibio partido en cuestión con la homofobia y el repruebo al extranjero… Paralelamente, en esas mismas elecciones, Podemos se presentó en varias provincias de la mano con Bildu, formando una marca electoral conjunta, y ningún medio de comunicación, ninguna radio, ningún periódico impreso, hizo referencia ninguna a los crímenes de ETA. Al mismo tiempo, proyectos políticos constitucionalistas como VOX o pro-inmi gración como FE-JONS, por el contrario, fueron parodiados o ignorados, según el caso o al espectro político del soberanismo catalán vinculado a ERC y Terra Lliure… La estadística puede manipularse, pero las hemerotecas no mienten.
Si no hay objetividad en los medios, si el periodismo en España no hace una labor de información sino de generación artificial de opinión pública, si cualquier partido político euro-escéptico, anti-inmi gración o nacionalista español es invariablemente considerado como “franquista”, “neonazi” o “xenófobo”, podría llegar a ocurrir que el anatema se convierta en un momento dado en reacción, en lucha armada o en desobediencia. ¿Por qué se enmudece a la extrema derecha, y no a la extrema izquierda de Podemos, Bildu o las CUP? ¿Si no se hizo con Podemos o Bildu, nos preguntamos, por qué se ha hecho con opciones políticas tan templadas como FE-JONS o VOX? ¿Por qué si la maldecida “extrema derecha” española, la que se presenta mediáticamente como patrimonio exclusivo de nostálgicos, de fascistas, de skin-heads intolerantes, lleva décadas renunciando a la violencia organizada en la práctica, obtiene a cambio una demonización todavía mayor desde los medios de un espacio político presuntamente tan minúsculo o insignificante?
Modernos con boina.
Hay un paralelismo histórico reciente, tan evidente como incómodo, hasta el punto de que se puede decir que la ultraderecha española hoy se podría encontrar en la misma situación que la izquierda abertzale en la década de los años cincuenta o principios de los sesenta. Con la enorme salvedad de que sus métodos son -por ahora- pacíficos, respetando las reglas del “juego democrático” que llevaron a ETA político militar a convertirse, primero, en la alternativa KAS, y después en Euskadiko Ezkerra. La organización terrorista ETA no dudó, a comienzos de los años sesenta, a la hora de recurrir al terrorismo como forma de actuación política: no se equivocaba Pablo Iglesias cuando decía que los asesinatos de ETA tenían una explicación política, al igual que no se equivoca nadie que afirme hoy que los muertos durante el franquismo o la guerra civil misma tienen también una explicación política… Los tiempos han cambiado mucho desde entonces, con la diferencia de que en la democracia actual, la extrema izquierda disfruta de un considerable apoyo mediático diario, mientras que las posturas denominadas de extrema derecha están siendo empujadas a la clandestinidad, la caricatura o la difamación… Dios no lo quiera, pero si algún día la extrema derecha decidiese pasar a la acción violenta o la insurrección armada, serían los mismos medios de comunicación españoles los primeros en criminalizar una opción política que sí disfruta de una considerable cobertura mediática en el resto de países de la UE.
3 en 1
Según Pablo Iglesias o Juan Carlos Monedero, la criminalización del movimiento abertzale y de ETA, llevaron a HB, a Bildu o a Amaiur a las instituciones. Han sido varios los medios que han informado recientemente sobre los vínculos familiares o profesionales del entorno de Podemos o Ahora Madrid con la organización terrorista FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y Patriota) o la insurrección popular violenta de baja intensidad de los GRAPO en los años 70. Curiosamente la democracia, sus instituciones, los medios de comunicación, no han dudado a la hora de lavarle la cara a la ultra-izquierda, de “democratizar” sus propuestas, a veces desde el disimulo, la mayoría de las veces desde la cosmética; año tras año, comprobamos que no ocurre lo mismo, por el contrario, con otras opciones políticas como España 2000, VOX o AES… Cuando en 2009 ETA declaraba que gracias a los métodos de lucha del terrorismo armado se pudo llegar a una “ventajosa posición” para poder iniciar una “nueva estrategia”, se comprueba que, desgraciadamente, a veces se consigue más por lo criminal que por lo civil. No en vano, los tres partidos políticos españoles que han gobernado el país desde 1975 se han sentado a negociar con ETA en innumerables ocasiones, primero en Ginebra (UCD), luego en Argel (PSOE) y finalmente en Zürich (PP)…
Respetar las reglas del juego no siempre sirve en democracia, y los periodistas españoles lo demuestran diariamente.
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