¡Están locos, estos valencianos!

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¡Están locos, estos valencianos!​

Guía de asombros más o menos resueltos para catalanes desorientados



Vicent Sanchis

Vicent Sanchis

05/11/2024 21:02

Los efectos macabros de la DANA y las consecuencias nefastas de la incompetencia de Carlos Mazón y su equipo han situado al País Valencià en el centro de atención, de curiosidad, de morbosidad -¡ay!- y de solidaridad -alabada sea la condición humana- también en Cataluña. A pesar de los esfuerzos de Joan Fuster durante los años sesenta del siglo pasado, con obras de referencia obligada como Nosaltres, els valencians y El País Valenciano– y de Joan Francesc Mira en los ochenta -con los matices importantes que aportaba La nació dels valencians-, el desconocimiento del País Valencià en Cataluña es casi absoluto. Y por desgracia, la curiosidad digamos nacional, también. La mayoría de los “catalanes” -sobre todo, los de Barcelona- que marcan agenda y tendencia, por no decir la mayoría de los catalanes sin comillas, se ríen de los valencianos. A lo sumo, pueden sentir cierta curiosidad por esta tribu del sur, pero difícilmente superarán el tópico o la frivolidad a la hora de escucharlos y describirlos.
Incluso, y debido a las peripecias políticas, nacionales y sociales de las últimas décadas, muchos catalanes consideran que los valencianos no los quieren nada, que nacionalmente son más españoles que los burgaleses y que solo votan partidos de derecha o extrema derecha y obediencia estrictamente española. La realidad, sin embargo, tampoco es esta. Ni mucho menos. Esto fomenta el rechazo de una parte de los catalanes o, en el mejor de los casos, la indiferencia -“Que se las arreglen”-, a veces -demasiadas veces, ¡ay!- displicente.


Obviamente, las cuatro líneas que ahora seguirán no pretenden enmendar esta triste carencia, pero pueden servir, aunque sea de manera igualmente superficial, para responder algunas preguntas que ahora pueden parecer de más urgente aclaración. Preguntas excesivas -como, qué son “los valencianos”- y preguntas impertinentes -como, por qué los valencianos tienen al frente a unos políticos tan insolventes-. Esta pequeña guía, en forma de cuestionario básico, solo pretende servir de umbral para un interés -el interés por nosotros mismos- que ojalá persistiera después de este episodio fúnebre.

¿Qué son «los valencianos”?

Un pueblo complejo, como todos los demás, que integra un país con cinco -¡cinco!- millones de habitantes. Este país -que oficialmente ha querido llamarse “comunidad”, como un grupo de vecinos o de regantes- está poco articulado en todos los niveles posibles de articulación: social, cultural, informativo, político y nacional. Un “valenciano” de Morella no entiende ni conoce a un “valenciano” de Utiel. Un “valenciano” de la ciudad de Alicante ni siquiera se siente “valenciano”, gentilicio que reserva para la capital del país y su área de influencia. El sistema autonómico durante cuatro décadas no ha servido para cohesionar ni siquiera “regionalmente” tanta lejanía, tanta diferencia, tanto interés contrapuesto y tanto recelo, fomentados por las autoridades locales y por el Estado. Aún ahora son más fuertes los lazos “provinciales”, con capitales provincianas -incluyendo València- que se sienten el ombligo de un círculo humano muy limitado.


¿Qué saben los “catalanes” de los “valencianos”?

Poco o nada. Excepto en los casos de militancia nacional benemérita y contrastada, la mayoría los identifica con los cuatro tópicos habituales. Los “valencianos” hacen paellas, cultivan naranjas, son buenos músicos y disparan tracas. Son amigos de la fiesta y del ruido. Risueños y volubles. Exagerados y groseros. Obviamente, el retrato de sainete responde al tópico con el que los mismos valencianos -los de la capital o los de las comarcas centrales- se han obsequiado en las últimas décadas. Los exploradores franceses, ingleses o alemanes que visitaban el reino de Valencia en los siglos XVIII o XIX se hicieron una idea muy diferente. Los valencianos eran violentos, desconfiados y amigos del uso del arma corta como respuesta caliente a la primera disputa en que se o los metían.
Son muy interesantes, en este sentido, las dos ideas antagónicas que aparecen en la novela Por quién doblan las campanas, de Ernest Hemingway. Quedémonos con la idea de que el retrato más extendido entre catalanes corresponde al “valenciano” de las comarcas centrales del país. Y que cualquier simplificación traiciona la realidad. Eso sí: la mayoría de los valencianos tiene el arroz como el plato más querido, aunque lo cocinan de maneras muy diferentes. Y no son labradores. En la década de los sesenta cultivaban naranjas -muchas- o uvas -pocas- la mitad de los trabajadores del país. Ahora no llegan al 3 por ciento.


¿Son “catalanes” los valencianos?

No. Al menos, no se sienten así. Y si no se sienten así, difícilmente lo son. Una cosa es lo que algunos querrían -querríamos- y otra, una realidad terca que indica que la mayoría de los valencianos se sienten valencianos a secas, valencianos españoles -los que más- o españoles y gracias. Una cosa es lo que podría ser en otras circunstancias más dignas o propicias y otra muy diferente, lo que es ahora mismo.

¿Todavía se habla catalán en el País Valencià?

Sí. Y mucho. Partiendo de una base tribal diferente. Hay comarcas de poso humano catalán -donde vive la mayoría de la gente- en las que el uso de esta lengua varía según cada caso. Las hay de origen étnico aragonés -donde vive una parte reducida de la población- donde el castellano es la lengua de uso corriente. Y aún hay dos -concretamente- que históricamente formaban parte de Castilla y que a raíz de la división administrativa del siglo XIX se integraron en las “provincias” de Valencia y Alicante. La realidad lingüística del País Valencià es muy variada, pero hay comarcas enteras donde la lengua mayoritaria y de uso habitual es el catalán. Más de un millón de personas -quizás un millón y medio- se expresan cada día en catalán. La vitalidad social de esta lengua es muy palpable según los lugares y la cultura vive en las últimas décadas una etapa de esplendor.

¿Por qué son tan “españoles” los valencianos?

No todos los valencianos son “tan españoles”. En todo caso, los avatares contemporáneos del país no han permitido un proceso de nacionalización como ha sido en los casos de Cataluña o el País Vasco en la Península Ibérica. Había un fondo nacional diferente al castellano, pero se fue difuminando con cada nuevo ciclo histórico reciente de España. Hay, sin embargo, una consistencia nacional más o menos sólida en cientos de miles de valencianos.

¿Los valencianos votan siempre “derecha españolista”?

No. Depende de cada momento. Votan derecha de vocación marcadamente sucursalista de vez en cuando. Ahora, por ejemplo. Y votan izquierdas con diferentes grados de sensibilidad nacional según consideran conveniente. Entre 2015 y 2023, por ejemplo, Valencia tuvo un alcalde, Joan Ribó, militante de Compromís, una amalgama que se considera progresista y valencianista. Un hecho insólito en la historia del país. Los valencianos también votan esto.

¿Por qué la derecha valenciana es tan bestia?

Por tradición y por voluntad propia. La derecha valenciana responde todavía a esquemas preindustriales, aunque el país sea postindustrial. Es caciquil, analfabeta, clientelar, provinciana, corrupta y agresiva. En algunos momentos históricos ha habido otra derecha, sí, pero las excepciones se pueden contar con los dedos de las dos manos. El franquismo la arrasó. Es un fenómeno digno de estudio constatar que, mientras el país ha cambiado económicamente y socialmente, sus políticos conservadores solo conservan los peores defectos de la peor derecha española del XIX.
La sociedad valenciana era mayoritariamente rural hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XIX, que es cuando se industrializó y postindustrializó al mismo tiempo. Aquella tras*formación, brusca y salvaje, desbordó todos los manuales del marxismo clásico. Podríamos pensar que sus dirigentes -muy poco ilustrados o ilustrados excepcionalmente- no vienen de una tradición que les haya permitido evolucionar como mandan los cánones europeos. Sea como sea, lo cierto es que no han evolucionado. Y en algunos casos significativos parece que incluso han retrocedido. La derecha valenciana es salfumán nacional contra el propio país.

L'escola Ausiàs March de Massanasses, absolutament destrossada/Mathias Rodríguez


La escuela Ausiàs March de Massanasses, absolutamente destrozada/Mathias Rodríguez


¿Cómo es exactamente el gobierno actual de los valencianos?


Responde al patrón habitual de la derecha política valenciana. Es caciquil, analfabeto, clientelista, provinciano y agresivo. Todavía no ha tenido tiempo suficiente para demostrar que es corrupto, pero ya ha dejado saber con nervio que es insolvente.
¿Qué nivel de responsabilidad ha tenido el gobierno valenciano en la catástrofe que han sufrido varias comarcas estos días?

Total. Difícilmente se podría haber hecho peor. Ha sido inconsciente, irresponsable, temerario, ineficaz y arrogante. Lo fue en las primeras horas de las inundaciones y lo ha mantenido todos estos días en la respuesta a la crisis humanitaria. Los primeros que se han dado cuenta han sido las víctimas, abandonadas de todas las manos humanas y divinas casi hasta ayer mismo. Mazón haría bien de no acercarse a las zonas afectadas durante un par de décadas.

¿Dimitirá Carlos Mazón por voluntad propia?

De ninguna manera. Su gestión ha sido catastrófica y él ni siquiera es consciente de ello. Se siente acorralado, eso sí, y ahora ha ido variando la estrategia para sobrevivir políticamente. Su gobierno y su grupo parlamentario -con el apoyo de Vox- le respaldarán y no hay una mala marea interna en el PP valenciano tan intensa que se concrete en un asalto al poder con otro dirigente al frente.
Si alguien puede hacerlo dimitir, es únicamente Alberto Núñez Feijó, que no sabe hacia dónde tirar y que no puede engullir un bocado tan grande. Ya veremos cómo encaja los hechos el líder del PP en los próximos días. Ahora, seguro que Feijóo ya ha entendido que el presidente valenciano lo puede empeorar todo aún más. Mazón se sentía hasta ahora más identificado con Isabel Díaz Ayuso. La presidenta de la comunidad de Madrid no ha querido ni respirar entre tanto barro.

¿Cómo ha cambiado la estrategia política de Mazón?

Desde el primer momento -tras el gran sacudón-, el actual presidente de la Generalitat ha querido aparecer ante la opinión pública como un presidente activo y efectivo. Siguiendo estúpidamente el modelo del canciller Gerhard Schröeder, Mazón pensó que con un chaleco rojo podría aparecer ante la opinión pública y las víctimas como un líder seguro, resolutivo y eficaz. La realidad lo desmentía cada hora y convertía su chaleco en un sudario. Mazón lo ha entendido y ha preferido bifurcar las responsabilidades de todo esto. Ahora proclama que Pedro Sánchez es el principal responsable. “Si él no dimite -debe pensar-, yo menos”.

Si Feijóo no lo hace, ¿pueden acabar los tribunales con la carrera política del presidente de la Generalitat valenciana?

Podría ser, pero, conociendo el ritmo de los tribunales españoles cuando no se trata de causas separatistas, cuando llegara alguna sentencia decisiva en este sentido ya se habría agotado la legislatura en el País Valencià.

¿Volverán los valencianos a votar PP?

Ya lo han hecho, esta vez, dos legislaturas después de que todo el artefacto hecho de pirotecnia tramposa de Eduardo Zaplana y Paco Camps cayera a pedazos. Los electores valencianos no castigan la corrupción, sino la insolvencia y el engaño. La sensación de que los han embaucado con un espejismo ruinoso. Si ahora hubiera elecciones, no es arriesgado afirmar que el PP y VOX las perderían, pero difícilmente el gobierno valenciano actual las adelantará.
En la gran revista de humor tardofranquista que era Hermano Lobo había cada semana una columna con preguntas diferentes comprometidas políticamente, todas encabezadas por el adverbio “Cuando”. “¿Cuándo caerá el búnker?”. Un pequeño lobo -emblema de la publicación- respondía a todas con un largo aullido: “Uuuuuu!”. La última siempre se repetía: “¿Cuándo se acabará la censura cinematográfica?”. Y el lobo impertinente respondía metódicamente con una risa: “¿Cuándo? El año que viene, si Dios quiere”. ¿Cuándo dejará de ser la derecha valenciana como es? ¡Uuuuu! ¿Cuándo dejarán de votar los valencianos derecha caciquil, analfabeta, clientelista, provinciana, corrupta y agresiva? El año que viene, si Dios quiere.
 
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