SeijiSamLee
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Estamos viviendo momentos históricos:
Kristinn Hrafnsson, periodista de investigación con fama de duro se hace "cargo" de WikiLeaks
Desde hace más de un año estamos viviendo momentos más que históricos, momentos que posiblemente macarán el destino de nuestros hijo y nietos. De lo que pase o deje de pasar en los próximos días (o meses, o años) dependerán nuestras vidas, o mejor dicho, nuestras formas de vida, porque – no nos engañemos – está empezando una guerra mundial.
Pero no es una guerra mundial al uso. Se trata de una guerra mundial no convencional que se libra – como en la gran guerra se libró en el atlántico y en el pacífico – en campos de batalla financieros y cibernéticos. Es tal el poder de la analogía que os planteo que sólo hace falta que podamos ver en los noticieros dos o más uniformes diferentes para que aceptemos esta realidad.
No voy a entrar en los pormenores de cómo empezó esta gran guerra, pero sí podemos identificar sus primeros contendientes: el ejército de los que defienden la libertad absoluta de los mercados y aquellos que se oponen. En este último ejercito podemos ver – como en la 2GM – varios aliados, desde socialistas que desean ver un mercado regulado a anarquistas que – simplemente – no quieren un mercado. Entre ambos extremos cabe cualquier ideología excepto, claro está, las que defiendan el libre mercado.
¿Estamos demonizando un libre mercado? No, lo que demonizamos es un mercado sin control, fruto de políticas neoliberales, que saca lo peor de las organizaciones dado que su principal objetivo es la rentabilidad cortoplacista pasando, si es necesario, por encima del ser humano e incluso de sus mismos clientes. Los síntomas que una organización ha de poseer para ser considerada “enferma de neoliberalismo” son: contabilidades creativas unidas a grandes remuneraciones de ejecutivos/as; monopolios de facto con otras empresas del mismo sector con el objetivo de pactar precios; ingeniería financiera que permite vender a precios elevados algo que – objetivamente – no lo vale; asunción de grandes riesgos cuando estos implican a terceras personas y es más barato pagar las consecuencias que prevenir; hipocresía constante en forma de disparidad entre lo que dicen (marketing) y lo que hacen día a día; convivencia constante con el poder político y/o judicial. Si en vez de estar analizando a una organización, analizásemos a una persona que poseyera estos mismos comportamientos, estaríamos hablando de alguien paranoico, neurótico con altas dosis de grandeza y sin capacidad de empatía por los demás. Un malo en serie en potencia.
No sé por qué, pero hace unos años se debió alcanzar una masa crítica de recursos y comportamientos neoliberales que dio como resultado el estañido de la crisis que sufrimos y su contagio a otros países. Cómo si de un bichito se tratase, en el 2008, apareció el primer país enfermo; es posible que ya apareciera en años anteriores países con esta enfermedad, pero los contextos económico/sociales de los otros países impidieron que se propagase. Pero en el 2008 no, en el 2008 muchos países tenían las defensas bajas; y desde entonces estamos viendo como caen las fichas una tras otra, como en un juego de dominó. Es tal la cantidad de información que tenemos que hace casi imposible explicar cada una de estas fichas, como van cayendo y por qué, además - siguiendo con la analogía del dominó – las fichas no están ordenadas en una sola dimensión (en fila) si no que estás están en cientos o miles de dimensiones, sí que seguir esta crisis y adivinar cuál será la siguiente ficha en caer se hace tan difícil como adivinar donde caerá la siguiente gota de lluvia en el planeta.
La última escena de esta guerra se está librando en el campo de batalla de wikileaks. Y ha aparecido un ejército más, uno en el bando de los aliados: los hackers. Los hackers son ese grupo de personas apenas inconexas entre sí, con un conocimiento casi divino de los sistemas de información y las infraestructuras informáticas y de telecomunicaciones. Como crackers, hasta ahora, han estado sirviendo al Dios dinero, con objetivos egoístas, pero ahora las cosas han cambiado. Estamos viviendo momentos históricos y la última batalla ha empezado.
Os veo en las trincheras
Kristinn Hrafnsson, periodista de investigación con fama de duro se hace "cargo" de WikiLeaks
Desde hace más de un año estamos viviendo momentos más que históricos, momentos que posiblemente macarán el destino de nuestros hijo y nietos. De lo que pase o deje de pasar en los próximos días (o meses, o años) dependerán nuestras vidas, o mejor dicho, nuestras formas de vida, porque – no nos engañemos – está empezando una guerra mundial.
Pero no es una guerra mundial al uso. Se trata de una guerra mundial no convencional que se libra – como en la gran guerra se libró en el atlántico y en el pacífico – en campos de batalla financieros y cibernéticos. Es tal el poder de la analogía que os planteo que sólo hace falta que podamos ver en los noticieros dos o más uniformes diferentes para que aceptemos esta realidad.
No voy a entrar en los pormenores de cómo empezó esta gran guerra, pero sí podemos identificar sus primeros contendientes: el ejército de los que defienden la libertad absoluta de los mercados y aquellos que se oponen. En este último ejercito podemos ver – como en la 2GM – varios aliados, desde socialistas que desean ver un mercado regulado a anarquistas que – simplemente – no quieren un mercado. Entre ambos extremos cabe cualquier ideología excepto, claro está, las que defiendan el libre mercado.
¿Estamos demonizando un libre mercado? No, lo que demonizamos es un mercado sin control, fruto de políticas neoliberales, que saca lo peor de las organizaciones dado que su principal objetivo es la rentabilidad cortoplacista pasando, si es necesario, por encima del ser humano e incluso de sus mismos clientes. Los síntomas que una organización ha de poseer para ser considerada “enferma de neoliberalismo” son: contabilidades creativas unidas a grandes remuneraciones de ejecutivos/as; monopolios de facto con otras empresas del mismo sector con el objetivo de pactar precios; ingeniería financiera que permite vender a precios elevados algo que – objetivamente – no lo vale; asunción de grandes riesgos cuando estos implican a terceras personas y es más barato pagar las consecuencias que prevenir; hipocresía constante en forma de disparidad entre lo que dicen (marketing) y lo que hacen día a día; convivencia constante con el poder político y/o judicial. Si en vez de estar analizando a una organización, analizásemos a una persona que poseyera estos mismos comportamientos, estaríamos hablando de alguien paranoico, neurótico con altas dosis de grandeza y sin capacidad de empatía por los demás. Un malo en serie en potencia.
No sé por qué, pero hace unos años se debió alcanzar una masa crítica de recursos y comportamientos neoliberales que dio como resultado el estañido de la crisis que sufrimos y su contagio a otros países. Cómo si de un bichito se tratase, en el 2008, apareció el primer país enfermo; es posible que ya apareciera en años anteriores países con esta enfermedad, pero los contextos económico/sociales de los otros países impidieron que se propagase. Pero en el 2008 no, en el 2008 muchos países tenían las defensas bajas; y desde entonces estamos viendo como caen las fichas una tras otra, como en un juego de dominó. Es tal la cantidad de información que tenemos que hace casi imposible explicar cada una de estas fichas, como van cayendo y por qué, además - siguiendo con la analogía del dominó – las fichas no están ordenadas en una sola dimensión (en fila) si no que estás están en cientos o miles de dimensiones, sí que seguir esta crisis y adivinar cuál será la siguiente ficha en caer se hace tan difícil como adivinar donde caerá la siguiente gota de lluvia en el planeta.
La última escena de esta guerra se está librando en el campo de batalla de wikileaks. Y ha aparecido un ejército más, uno en el bando de los aliados: los hackers. Los hackers son ese grupo de personas apenas inconexas entre sí, con un conocimiento casi divino de los sistemas de información y las infraestructuras informáticas y de telecomunicaciones. Como crackers, hasta ahora, han estado sirviendo al Dios dinero, con objetivos egoístas, pero ahora las cosas han cambiado. Estamos viviendo momentos históricos y la última batalla ha empezado.
Os veo en las trincheras