Esta es mi religión

Clavisto

Será en Octubre
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10 Sep 2013
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Con la mirada fija en el dorado tiro del grifo de cerveza, haciendo bailar maquinalmente las sucesivas cañas, decidido a no desviar la vista ni ante el unánime grito por una oleada turística marciana, algo pasó dentro de mi y alcé los ojos y volví a verla.

Sentada en un taburete, cruzadas las gráciles piernas, en el otro extremo del bar, de cara a mi pero mirando a otros la vi recogerse el cabello con indecible delicadeza en un suave moñito ladeado que a punto estuvo de hacerme rodar por el suelo entre alaridos inhumanos. Era Madeleine. Era Madeleine en el museo contemplando a la mujer del cuadro. Era Jimmy Stewart mirándola en agónico silencio. Era yo viendo a Sonia como si fuese un sueño.

- Santo Dios...-acerté a balbucir.

Un cliente, otro solitario, un buen amigo, rió a sabiendas.

Se fueron. Se fueron pronto. Sonia se despidió con la misma sonrisa de siempre mientras ayudaba a la progenitora enferma a salir del bar. Su novio francés, un buen muchacho a todas luces al que ya había visto en otra lejana ocasión, había precedido la despedida junto a la hermana de Sonia, una chica muy guapa pero distinta.

Pero Sonia pasó una vez más. Su padre, un hombretón ya un tanto deteriorado, se había quedado dentro, en el water, y estaba pagándome cuando ella volvió en su búsqueda.

- ¡Adiós, Kufisto! -dijo sonriendo.
- Adiós, Sonia -respondí de la misma forma.

Y entonces supe que no la vería hoy.

Es muy raro verlos a todos juntos.

- Mañana no vendrá -le dije a mi amigo.
- ¿Por qué?
- Porque están todos juntos. Van de comida familiar.
- jorobar, macho, si te vieras...Se te nota un montón.
- Lo sé. Y su pobre progenitora lo sabe, y su padre también y la hermana que apenas viene y el novio que es la segunda vez que le veo, un buen chico por cierto, y Paco el ciego, y Anastasia Mayo, Frank de la Jungla y Henry Kissinger ...Y hasta mi padre que está muerto.

Y reímos a carcajadas.


Era el mediodía de hoy, el mediodía del tiempo que hemos creado, cuando por esas cosas de la vida en la Red volví a ver un vídeo ya visto mientras esperaba la venida de los estómagos de otra cuerda en el tiempo.

En el vídeo se sueña con el futuro del Universo y su final. Una música trascendente acompaña la virtualidad de las imágenes mientras varias voces extrañas van superponiéndose a ella con subtítulos del mismo e impepinable tono. No hace falta más. He escuchado mucho rocanrol en estos cincuenta años para saber lo que dirían en mi idioma. Y además tampoco es tan importante.

La cosa es que el reloj de los años se pone en marcha en 2019 con la Tierra de fondo y poco a poco va cogiendo velocidad (iba a escribir felicidad) a la manera de un Mustang hasta que la cosa se desboca de tal forma que en milésimas de segundo los años se tras*forman en siglos, y los siglos en milenios, y los milenios en años luz, y los años luz en pársecs y lo que venga después y al final nada, todo queda en nada. Nada. Na-da. Nada.


El mediodía de hoy estuvo cerca de ser apoteósico. Si ayer fue una cosa normal tirando a inferior hoy se tras*formó en una especie de tsunami brutal que, una vez más, no consiguió arrastrarme.

A eso de las tres y media, ya con el bar casi vacío pero todavía con una montaña de platos de la locura emboscados en el pilón de la cocina, me di un tiempo muerto para una cerveza y un cigarrillo. Pero un cliente, un amigo, me esperaba en la barra deseoso de una conversación profunda, esto es, cine y música popular, materias que controla.

Y cometí el gran error de confesarle que ayer por la tarde no había visto la película que me había recomendado a cuenta de un documental del 23 F que me recomendó Youtube.

- El recomendamiento de Youtube te ganó.

Error. Error total. Él es rojo de nacimiento y los otros dos que había en la barra también. Menos mal que no dije en que canal lo vi. Me conformé con asegurar que Tejero fue un muñeco (cosa en la que todos estuvieron de acuerdo) y, excusándome, tiré para la cocina a hacerle frente a aquel monstruo, no sin dejar de oír su acalorada y estandarizada unanimidad aún bajo las ondas de Little Barrie.


Mi lucha acabó en victoria una vez más; salí a la barra y abrí una cerveza. La cosa se había calmado sin más alimento que ella misma y estando aquellos dos en sus asuntos de planes para pilinguis dirigí el mío hacia el amigo que esperaba.

- ¿Sabes? Hoy he vuelto a ver un vídeo que es la leche.

Y se lo conté tan bien como pude, que no fue mucho pues enseguida padecí otro asalto al bar, esta vez en forma de cafés y copas. La gente no tiene hartura.


Está bien. Yo moriré, Sonia será vieja y quizá muy pronto y casi con total seguridad no volveré a verla.

Bien. Bien.

El mundo, la Tierra, sera un ocho mucho antes de la extinción del último hombre sobre la Tierra. El Sol, mi amadísimo Sol, estallará cuando de mi y de Sonia no queden ni el polvo de nuestros huesos. Y con él se lo llevará todo.

Bien. Estupendo. El vídeo es huevonudo. Me gustan mucho esos vídeos. Destrucción. Nada. El cero. Es un descanso.

¿Nada? ¿Cero? ¿Descanso?

Cuando ayer mi espíritu levantó mis ojos hacia ti, Sonia, Sonia, en ese momento...

No. No. No.

Pasarán franceses, pasarán ingleses, pasarán jovenlandeses y pasarán neցros; pasarán marcianos y abuelas gritando con los rulos puestos; pasarán escarabajos inteligentes que dominarán todos los shishis de la Tierra y pulpos venidos de otras dimensiones para luchar por su dominio contra los equinodermos que dominenn la Antártida; pasará la Tierra, pasará el Sol; pasarán las estrellas y todas las galaxias; pasará el universo; pasarán todos los universos imaginables y sin imaginar...


Y entonces, en algún instante, volveremos a estar juntos.


Desde aquí hasta el reencuentro esta será mi religión.
 
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