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Madmaxista
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La escapada suicida de las 208 ovejas que saltaron en Francia y murieron en Cataluña
Cuerpos de ovejas muertas que el forestal español Iván Pay encontró el 17 de julio, tras la tragedia
La pendiente por la que el rebaño se despeñó tras ser atacadas por un oso.
MARÍA D. VALDERRAMA París ÁNGEL PERIANES Madrid
17 ago. 2017
En verano, cuando la nieve no puebla el Mont Rouch, las ovejas tarasconesas convierten esta escabrosa tierra, ligeramente pintada de verde, en su hogar. Entre blancas, grisáceas y algún ejemplar bicolor en blanco y neցro, esta raza propia de los Pirineos, escala hasta los picos más altos de la zona para pastar las regalicias. El clima, frío y húmedo, ocupado por la nieve gran parte del año, las ha hecho fuertes: los animales alcanzan los 90 centímetros de alto y un ejemplar medio puede rondar los 80 kilos; el pelaje y su desarrollada cornamenta, le dan el toque distintivo. La rústica y dulce estampa sólo se ve sesgada por la presencia no deseada del oso Piros y su prole, que supera ya la cuarentena. Tras años y años de ataques, aquel lunes 17 de julio, sólo el vuelo de una bandada de buitres hizo presagiar lo peor. Iván Pay, guarda forestal del Parque Nacional del Alto Pirineo, siguió la pista de las aves hasta encontrar los restos de cientos y cientos de ovejas, convertidas ya en carroña, que se habían precipitado por un desnivel de más de 200 metros de altura. Como si fuese una línea real la que dibujara la frontera, los animales habían caído del territorio francés en mitad de la noche, posiblemente entre la niebla, para encontrar la fin estampadas en el terreno español. Saltaron en Francia y murieron, desfiladero abajo, en el pueblo leridano de Lladorre. Pay dio el aviso y, tres días más tarde, los cinco propietarios de las ovejas, procedentes de Couflens, un pueblo de Ariège (Francia) se personaron ante la escena junto a la prefecta de la región, Marie Lajius, agentes de la Oficina Nacional de la Caza y la Fauna francesa y un grupo de ganaderos.
Sobre el terreno, los españoles contaron 169 bestias muertas. Los ganaderos franceses 208, aunque fue el cadáver 209 el que dio con la clave del misterio. Aquellas ovejas no habían caído fruto de un desprendimiento, ni mucho menos por un gesto torpe que hubiera encadenado la caída del rebaño. El cuerpo devorado de la 209 era la prueba del crimen del oso pardo que había provocado el desastre. Cualquier cosa antes que acabar en las garras del oso. Al saberle allí, los animales prefirieron lanzarse al vacío. Un suicidio. Las ovejas formaban parte de la agrupación pastoral de Couflens, que dirige Gisele Gouaze, y que reúne a los animales de seis ganaderos distintos. Es ella la que se encarga de contratar al pastor que sube al rebaño a la montaña, acompañado también de un perro que poco puede hacer si viene el oso. Era el pastor Maxime quien estaba con las 838 ovejas, domesticadas mediante la técnica del escabot, que consiste en hacer pequeñas agrupaciones de unas 10 a 30 ya que la montaña del lado francés no tiene suficiente planicie para que permanezcan todas juntas. Perfectamente adaptada a los impedimentos del terreno y el tiempo, esta raza se mueve sola en la montaña donde busca refugio y comida en la temporada estival.
Nadie sabe con exactitud cómo ocurrieron los hechos. Al caer la noche, Maxime dejó los rebaños en los picos y bajó de la montaña. Al subir de nuevo por la mañana vio que faltaban ovejas y que las que quedaban habían dado la vuelta, volviendo a la parte más baja de la ladera. Maxime dio la alerta a Gouaze que se temía ya lo peor. "Al día siguiente, un compañero español me llamó diciéndome: 'Gisele, ha habido una catástrofe'. Hay muchas, muchas ovejas... voilà", cuenta a Crónica por teléfono. Ha pasado casi un mes y todavía sigue acelerada; enfadada, por una situación que persiste desde 1998. Piros es un plantígrado de 28 años que fue introducido en los Pirineos desde Eslovenia para repoblar la zona en el proyecto Piroslife, con la aceptación del gobierno español, francés y andorrano. La línea genética era la misma que la de los osos pardos que antaño poblaban los Pirineos. En los últimos 20 años, Piros se ha convertido en el rey de la montaña: todos y cada uno de los 38 osos de la zona descienden de él. El oso esloveno fecundó a Ziva, Melba (ambas fueron las pioneras del proyecto cuando desembocaron en los Pirineos en 1996) y Hvala, a sus hijas Caramelles, Bambou y Pollen, y a su nieta Caramellita. Cualquiera de ellos, o sus descendientes, podría haber sido el impulsor del suicidio de las ovejas. La bestia que se comió a la 209.
En un principio se barajó que fuera Goiat, liberado el 6 de junio de 2016 del Parque Natural del Alto Pirineo, que en este escaso año ha apiolado ya a 15 ovejas, un potro y dos yeguas, una de ellas de 700 kilos. La opción quedó descartada, pues el animal, el único controlado por GPS, se ubicaba en la zona de Bagnère-de-Luchon, en Francia, y llevaba más de un mes allí. A la espera de las pruebas del pelaje recogido, de aquí a dos meses según el Departamento de Territorio y Sostenibilidad, no se sabrá qué hijo o nieto de Piros atacó la agrupación. Gouaze, más escéptica ya a las palabras de las autoridades, cree que la respuesta ya se conoce. "¿Qué oso? Me gustaría saber qué oso fue, pero no nos lo quieren decir tampoco", dice. Echando la vista atrás, recuerda que fue en 1998, dos años después del primer oso, cuando empezaron los problemas: "entonces subimos con vacas y cinco desaparecieron". Los ataques no han hecho sino aumentar. En la primavera y verano -cuando los osos salen del período de hibernación- las pérdidas del ganado ovino se cuentan por decenas. En 2014, se registraron medio centenar de muertes, ya por entonces la cifra pareció exagerada en comparación a las decenas o media docena que perdían la vida en la boca del oso. Pero lo peor viene cuando el ataque se da contra un enorme rebaño, no por el ataque en sí, sino porque, en presencia de la bestia, las ovejas tienden a salir en estampida y mueren ahogadas o en despeñamientos. Nunca, hasta ahora, los distintos rebaños, hasta contar las 208, habían elegido el vacío frente a los colmillos.
Ovejas traumatizadas
Los animales saben ya que algo no va bien. "Saben que hay predadores en la zona y eso ya es la catástrofe porque no saben dónde meterse, saben que ahora hay un riesgo y no irán a la frontera como si nada, no están tranquilas y no disfrutan". Gouaze habla de las ovejas traumatizadas incluso por el hecho de perder la campanita que portan en el cuello y que les sirve para seguirse entre ellas. Quizás el hecho de seguir el tintineo de la primera suicida acabó con la vida del resto. Mientras las ovejas pastan en la montaña, en compañía del pastor, los propietarios de la agrupación suben una vez a la semana para curarlas, ver si hay daños, también hablan con ellas y tratan de hacerlas sentir en confianza. En la montaña, ya esto resulta imposible. "El pastor es como un hijo para nosotros. Estamos apoyándole porque el pobre está muy triste. Tiene mucho miedo de que vuelva a pasar". La lucha del mundo agrícola continúa para que la información llegue a las más altas esferas de Francia y se decida qué hacer con los osos que están acabando no sólo con la explotación ovina -principalmente para producir lana rústica y carne de cordero-, también están contribuyendo a la extinción de estas razas autóctonas. Del rebaño de 846 ovejas de la Agrupación de Ariège, el 16 de julio volvieron unas 500: un helicóptero francés, puesto a disposición de los ganaderos, permitió dar con seis ovejas, otras 18 aparecieron muertas en los días que siguieron y otras 86 permanecen desaparecidas tras el ataque. En el lado español, en Vall de Cardòs, otras 20 ovejas fueron depredadas de nuevo hace dos semanas.
"Se está impidiendo que se conozcan las cifras que de verdad hay detrás de este problema", señala Jordi Guitart, miembro de la Unió de Pagesos de Catalunya, convencido de que hay más ataques de los que cuenta el Departamento de Territorio y Sostenibilidad. "Hasta que no nos empiecen a dar datos de lo que está pasando de verdad, no se podrá saber el daño que está haciendo esto a los pastores. Hay muchos pastores que están callando". También el portavoz de la Confédération Paysanne de l'Ariège, David Eychenne, habla de un estrés "continuo" entre los granjeros, ante la idea de una nueva depredación. Según donde tenga lugar el ataque, será el gobierno español o el francés quien indemnice a los pastores con desde 70 a 150 euros por oveja. Una cantidad que, según José Manuel Bruna, pastor de Montoliu (Lleida), que en el pasado mes de junio perdió cuatro ovejas en tres ataques, es "muy inferior al daño causado, porque no es lo mismo una oveja que tienes que comprar y criar que una ya criada y que, en ocasiones, esté a punto de dar crías".
El proyecto Piroslife, "por la conservación del oso pardo en Cataluña y la contribución a su viabilidad en un entorno rural favorable", tiene un presupuesto de 2,4 millones de euros entre 2014 y 2018 coordinado por el Departamento de Agricultura, Ganadería, Pesca, Alimentación y Medio Natural (Daam) de la Generalitat de Catalunya. El dinero y los esfuerzos se dedican también a crear una red de espacios para el oso tratando de limitar los ataques a la ganadería y apoyar a las agrupaciones de rebaños contratando pastores y cediendo perros para protegerlos -cabe señalar que este verano un cane ha sido ya víctima de un oso y hay otro perro pastor desaparecido-. El proyecto trabaja también en garantizar la viabilidad genética de la población con la traslocación de un nuevo oso macho para tratar de "acabar con el monopolio reproductor de Piros". De momento, parece que es la existencia de los osos lo único que mejora, pues para ganaderos, pastores y, sobre todo para las ovejas, la vida en los Pirineos es ahora un infierno.
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Cuerpos de ovejas muertas que el forestal español Iván Pay encontró el 17 de julio, tras la tragedia
La pendiente por la que el rebaño se despeñó tras ser atacadas por un oso.
MARÍA D. VALDERRAMA París ÁNGEL PERIANES Madrid
17 ago. 2017
En verano, cuando la nieve no puebla el Mont Rouch, las ovejas tarasconesas convierten esta escabrosa tierra, ligeramente pintada de verde, en su hogar. Entre blancas, grisáceas y algún ejemplar bicolor en blanco y neցro, esta raza propia de los Pirineos, escala hasta los picos más altos de la zona para pastar las regalicias. El clima, frío y húmedo, ocupado por la nieve gran parte del año, las ha hecho fuertes: los animales alcanzan los 90 centímetros de alto y un ejemplar medio puede rondar los 80 kilos; el pelaje y su desarrollada cornamenta, le dan el toque distintivo. La rústica y dulce estampa sólo se ve sesgada por la presencia no deseada del oso Piros y su prole, que supera ya la cuarentena. Tras años y años de ataques, aquel lunes 17 de julio, sólo el vuelo de una bandada de buitres hizo presagiar lo peor. Iván Pay, guarda forestal del Parque Nacional del Alto Pirineo, siguió la pista de las aves hasta encontrar los restos de cientos y cientos de ovejas, convertidas ya en carroña, que se habían precipitado por un desnivel de más de 200 metros de altura. Como si fuese una línea real la que dibujara la frontera, los animales habían caído del territorio francés en mitad de la noche, posiblemente entre la niebla, para encontrar la fin estampadas en el terreno español. Saltaron en Francia y murieron, desfiladero abajo, en el pueblo leridano de Lladorre. Pay dio el aviso y, tres días más tarde, los cinco propietarios de las ovejas, procedentes de Couflens, un pueblo de Ariège (Francia) se personaron ante la escena junto a la prefecta de la región, Marie Lajius, agentes de la Oficina Nacional de la Caza y la Fauna francesa y un grupo de ganaderos.
Sobre el terreno, los españoles contaron 169 bestias muertas. Los ganaderos franceses 208, aunque fue el cadáver 209 el que dio con la clave del misterio. Aquellas ovejas no habían caído fruto de un desprendimiento, ni mucho menos por un gesto torpe que hubiera encadenado la caída del rebaño. El cuerpo devorado de la 209 era la prueba del crimen del oso pardo que había provocado el desastre. Cualquier cosa antes que acabar en las garras del oso. Al saberle allí, los animales prefirieron lanzarse al vacío. Un suicidio. Las ovejas formaban parte de la agrupación pastoral de Couflens, que dirige Gisele Gouaze, y que reúne a los animales de seis ganaderos distintos. Es ella la que se encarga de contratar al pastor que sube al rebaño a la montaña, acompañado también de un perro que poco puede hacer si viene el oso. Era el pastor Maxime quien estaba con las 838 ovejas, domesticadas mediante la técnica del escabot, que consiste en hacer pequeñas agrupaciones de unas 10 a 30 ya que la montaña del lado francés no tiene suficiente planicie para que permanezcan todas juntas. Perfectamente adaptada a los impedimentos del terreno y el tiempo, esta raza se mueve sola en la montaña donde busca refugio y comida en la temporada estival.
Nadie sabe con exactitud cómo ocurrieron los hechos. Al caer la noche, Maxime dejó los rebaños en los picos y bajó de la montaña. Al subir de nuevo por la mañana vio que faltaban ovejas y que las que quedaban habían dado la vuelta, volviendo a la parte más baja de la ladera. Maxime dio la alerta a Gouaze que se temía ya lo peor. "Al día siguiente, un compañero español me llamó diciéndome: 'Gisele, ha habido una catástrofe'. Hay muchas, muchas ovejas... voilà", cuenta a Crónica por teléfono. Ha pasado casi un mes y todavía sigue acelerada; enfadada, por una situación que persiste desde 1998. Piros es un plantígrado de 28 años que fue introducido en los Pirineos desde Eslovenia para repoblar la zona en el proyecto Piroslife, con la aceptación del gobierno español, francés y andorrano. La línea genética era la misma que la de los osos pardos que antaño poblaban los Pirineos. En los últimos 20 años, Piros se ha convertido en el rey de la montaña: todos y cada uno de los 38 osos de la zona descienden de él. El oso esloveno fecundó a Ziva, Melba (ambas fueron las pioneras del proyecto cuando desembocaron en los Pirineos en 1996) y Hvala, a sus hijas Caramelles, Bambou y Pollen, y a su nieta Caramellita. Cualquiera de ellos, o sus descendientes, podría haber sido el impulsor del suicidio de las ovejas. La bestia que se comió a la 209.
En un principio se barajó que fuera Goiat, liberado el 6 de junio de 2016 del Parque Natural del Alto Pirineo, que en este escaso año ha apiolado ya a 15 ovejas, un potro y dos yeguas, una de ellas de 700 kilos. La opción quedó descartada, pues el animal, el único controlado por GPS, se ubicaba en la zona de Bagnère-de-Luchon, en Francia, y llevaba más de un mes allí. A la espera de las pruebas del pelaje recogido, de aquí a dos meses según el Departamento de Territorio y Sostenibilidad, no se sabrá qué hijo o nieto de Piros atacó la agrupación. Gouaze, más escéptica ya a las palabras de las autoridades, cree que la respuesta ya se conoce. "¿Qué oso? Me gustaría saber qué oso fue, pero no nos lo quieren decir tampoco", dice. Echando la vista atrás, recuerda que fue en 1998, dos años después del primer oso, cuando empezaron los problemas: "entonces subimos con vacas y cinco desaparecieron". Los ataques no han hecho sino aumentar. En la primavera y verano -cuando los osos salen del período de hibernación- las pérdidas del ganado ovino se cuentan por decenas. En 2014, se registraron medio centenar de muertes, ya por entonces la cifra pareció exagerada en comparación a las decenas o media docena que perdían la vida en la boca del oso. Pero lo peor viene cuando el ataque se da contra un enorme rebaño, no por el ataque en sí, sino porque, en presencia de la bestia, las ovejas tienden a salir en estampida y mueren ahogadas o en despeñamientos. Nunca, hasta ahora, los distintos rebaños, hasta contar las 208, habían elegido el vacío frente a los colmillos.
Ovejas traumatizadas
Los animales saben ya que algo no va bien. "Saben que hay predadores en la zona y eso ya es la catástrofe porque no saben dónde meterse, saben que ahora hay un riesgo y no irán a la frontera como si nada, no están tranquilas y no disfrutan". Gouaze habla de las ovejas traumatizadas incluso por el hecho de perder la campanita que portan en el cuello y que les sirve para seguirse entre ellas. Quizás el hecho de seguir el tintineo de la primera suicida acabó con la vida del resto. Mientras las ovejas pastan en la montaña, en compañía del pastor, los propietarios de la agrupación suben una vez a la semana para curarlas, ver si hay daños, también hablan con ellas y tratan de hacerlas sentir en confianza. En la montaña, ya esto resulta imposible. "El pastor es como un hijo para nosotros. Estamos apoyándole porque el pobre está muy triste. Tiene mucho miedo de que vuelva a pasar". La lucha del mundo agrícola continúa para que la información llegue a las más altas esferas de Francia y se decida qué hacer con los osos que están acabando no sólo con la explotación ovina -principalmente para producir lana rústica y carne de cordero-, también están contribuyendo a la extinción de estas razas autóctonas. Del rebaño de 846 ovejas de la Agrupación de Ariège, el 16 de julio volvieron unas 500: un helicóptero francés, puesto a disposición de los ganaderos, permitió dar con seis ovejas, otras 18 aparecieron muertas en los días que siguieron y otras 86 permanecen desaparecidas tras el ataque. En el lado español, en Vall de Cardòs, otras 20 ovejas fueron depredadas de nuevo hace dos semanas.
"Se está impidiendo que se conozcan las cifras que de verdad hay detrás de este problema", señala Jordi Guitart, miembro de la Unió de Pagesos de Catalunya, convencido de que hay más ataques de los que cuenta el Departamento de Territorio y Sostenibilidad. "Hasta que no nos empiecen a dar datos de lo que está pasando de verdad, no se podrá saber el daño que está haciendo esto a los pastores. Hay muchos pastores que están callando". También el portavoz de la Confédération Paysanne de l'Ariège, David Eychenne, habla de un estrés "continuo" entre los granjeros, ante la idea de una nueva depredación. Según donde tenga lugar el ataque, será el gobierno español o el francés quien indemnice a los pastores con desde 70 a 150 euros por oveja. Una cantidad que, según José Manuel Bruna, pastor de Montoliu (Lleida), que en el pasado mes de junio perdió cuatro ovejas en tres ataques, es "muy inferior al daño causado, porque no es lo mismo una oveja que tienes que comprar y criar que una ya criada y que, en ocasiones, esté a punto de dar crías".
El proyecto Piroslife, "por la conservación del oso pardo en Cataluña y la contribución a su viabilidad en un entorno rural favorable", tiene un presupuesto de 2,4 millones de euros entre 2014 y 2018 coordinado por el Departamento de Agricultura, Ganadería, Pesca, Alimentación y Medio Natural (Daam) de la Generalitat de Catalunya. El dinero y los esfuerzos se dedican también a crear una red de espacios para el oso tratando de limitar los ataques a la ganadería y apoyar a las agrupaciones de rebaños contratando pastores y cediendo perros para protegerlos -cabe señalar que este verano un cane ha sido ya víctima de un oso y hay otro perro pastor desaparecido-. El proyecto trabaja también en garantizar la viabilidad genética de la población con la traslocación de un nuevo oso macho para tratar de "acabar con el monopolio reproductor de Piros". De momento, parece que es la existencia de los osos lo único que mejora, pues para ganaderos, pastores y, sobre todo para las ovejas, la vida en los Pirineos es ahora un infierno.
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